Mil Islas y Brockville ✏️ Diarios de Viajes de CanadaHoy, jueves 16 de agosto, nos levantamos en el apartamento de Toronto sobre las 8:00. Desayunamos con lo que queda del bizcocho y la leche, recogemos todo y salimos. Hoy iniciamos el tour por carretera: iremos hasta Rockport , donde tenemos...Diario: DOS SEMANAS EN EL ESTE DE CANADÁ (ONTARIO Y QUÉBEC)⭐ Puntos: 5 (19 Votos) Etapas: 20 Localización: CanadaHoy, jueves 16 de agosto, nos levantamos en el apartamento de Toronto sobre las 8:00. Desayunamos con lo que queda del bizcocho y la leche, recogemos todo y salimos. Hoy iniciamos el tour por carretera: iremos hasta Rockport, donde tenemos reservado un crucerito por la zona llamada Mil Islas, para luego dirigirnos a Brockville, donde pernoctaremos. (Imagen obtenida de Google Maps) Podríamos haber alquilado el coche hoy, en vez de la primera noche en el aeropuerto, puesto que ayer no lo íbamos a usar para nada y se pasó el día en el garaje. Pero teníamos la plaza incluida en el precio del alojamiento, y alquilar hoy hubiera supuesto perder parte de la mañana en ir a la agencia a hacer los trámites. Además, venir la primera noche en el tren desde el aeropuerto con todo el equipaje, aparte de incómodo, suponía un desembolso que al final no compensaba comparado con pagar un día más de alquiler del coche. La salida de Toronto es horrible. Hay muchísimo tráfico y las carreteras son un maremágnum de desvíos, enlaces y bucles. Estamos acostumbrados al jaleo de Madrid, pero esto creo que es aún peor, y más sin conocerlo. Programamos el navegador del Jeep para que nos lleve a Rockport, que es donde tenemos reservado el crucerito de las Mil Islas para esta tarde a primera hora. Cuando queremos darnos cuenta, el navegador nos lleva de cabeza a la 407, que es de peaje. ¡¡¡Nooooo!!! ¡Horror! Mira que lo llevaba yo sabido, que había que evitar esa carretera a toda costa. Los peajes son automáticos, de lectura electrónica, y cuando llega la notificación a la empresa de alquiler, ellos te cargan el coste del peaje más un detallito de su parte por la gestión, que no suele bajar de los 50 CAD más. Afortunadamente, todavía hay un desvío in extremis antes de entrar en la 407 y nos metemos por él, consiguiendo así esquivarla en el último momento. Nos salimos de la carretera donde podemos, para reprogramar el navegador de forma que nos evite peajes, y ya continuamos viaje más tranquilos. Aún nos queda perdernos dos o tres veces porque el navegador no da suficientemente claras las indicaciones en algunos puntos de mucho jaleo de carriles, o porque nosotros no las interpretamos bien, así que el pobre chisme se pasa el tiempo “recalculando ruta”. Con toda esta historia hemos perdido más de una hora en salir del área metropolitana de Toronto. Menos mal que vamos con tiempo de sobra para llegar a la hora que tenemos reservada en el crucerito, e incluso comer antes. La distancia de Toronto a Rockport es de 306 kilómetros y el tiempo inicialmente previsto era de 3 horas. Ya vamos viendo por las carreteras montones de camiones de esos monstruosos tan peculiares, como los típicos “trucks” americanos, que me hacen mucha gracia porque tienen pinta de malotes: Todo el trayecto es en paralelo al lago Ontario, pero en ningún momento se ve desde la carretera porque ésta está siempre bordeada por vegetación, y esto será una constante en todo el viaje por Canadá que nos producirá cierta frustración. Excepto en momentos puntuales, no suele haber paisaje desde las carreteras. Ya esta mañana la Chiquilla y yo empezamos a rascarnos las piernas. Efectivamente, ¡anoche nos picaron los mosquitos en la cola del ferry en la Isla de Toronto y no nos habíamos dado cuenta! Mira que son astutos estos mosquitos canadienses… Son auténticas bandas criminales organizadas. Mientras unos te entretienen revoloteando a la altura de tu cabeza, otros se dan un festín con tus piernas y ni te enteras. Verdaderamente, ninguna de las dos notamos ningún picotazo. El caso es que tenemos las dos un montón de picotazos y pican que rabian. ¡Sin embargo, a los chicos ni los tocaron! Si hubiéramos sabido que por la noche en las Islas hay mosquitos nos hubiéramos untado el repelente que habíamos traído para los Parques Nacionales. Adelanto ya que en los días sucesivos se nos fueron poniendo las picaduras cada vez más hinchadas y grandes y que tuvimos que acabar comprando un producto para calmar los picores porque era insoportable. Deben de ser unos mosquitos especialmente agresivos, a razón de la reacción que nos provocaron. Aún hoy, más de un mes después, sigo teniendo las marcas de las picaduras bien visibles, y alguna aún continúa picándome. Cuento esto para prevenir a las personas especialmente sensibles a las picaduras de mosquito, que no olviden llevar un repelente. Pues bien, continuamos conduciendo hacia Rockport. Esperamos llegar con tiempo de sobra para comer algo antes de embarcar en el crucerito…Ya estamos cerca de Kingston, a unos 80 km del destino; calculamos que en una hora estamos allí… Pero… ¡Oh, nooo! ¡Retención por obras! ¡Vaya mañanita que llevamos! Todos los coches están parados y, cuando avanzamos, lo hacemos unos pocos metros y nos volvemos a parar. Aún no lo sabemos, pero las retenciones por obras van a ser un constante en nuestro viaje por Canadá. Parece que los canadienses aprovechan el verano para hacer todas las obras, lo cual me parece lógico porque en invierno está todo congelado. Pero mira que fastidia cuando te toca… En resumidas cuentas, que sobre los tiempos de desplazamiento que indica Google Maps conviene añadir siempre un margen amplio por las probables retenciones. El navegador del Jeep nos va marcando la hora prevista de llegada al destino y a cada minuto nos la va retrasando porque apenas avanzamos. A la media hora de estar parados empezamos a angustiarnos porque según el navegador, ya no sólo es que no nos va a dar tiempo de comer nada, que no nos preocupa demasiado, sino que ni siquiera llegamos a la hora del crucerito. Cuando llevamos una hora en la retención, el navegador nos dice que llegamos casi media hora tarde al crucero. ¡Menudo desánimo! ¡Qué rabia! ¡Vamos a perder el crucero! Por fin se disuelve la retención justo antes de llegar a Kingston e iniciamos la carrera a la máxima velocidad que admite la Highway 401, que son 100 Km/h. El navegador empieza a recuperar minutos, lo cual nos infunde ánimos, y finalmente conseguimos llegar al embarcadero de Rockport pocos minutos antes de la salida del crucero. ¡Uuufffff! Mil Islas es un archipiélago situado en el río San Lorenzo, justo donde éste arranca desde el lago Ontario, y a caballo de la frontera entre Estados Unidos y Canadá, de modo que unas islas pertenecen a un país y otras al otro. En total tiene más de 1.800 islas, muchas de las cuales son pequeños islotes, y la mayoría de ellas privadas. Desde mediados del s. XIX ha sido un codiciado lugar de vacaciones. La gente se compra una isla y construye su casita de vacaciones en ella, y lo más peculiar es que hay algunos islotes tan pequeñitos que prácticamente la casa ocupa la totalidad de su superficie. Hay varias modalidades de crucero, de mayor o menor duración, con cena incluida, etc. También salen cruceros desde otras ciudades, como Kingston o Gananoque, pero nosotros hemos elegido Rockport Cruises por su mayor cercanía al Boldt Castle, que es una de las edificaciones en isla más interesantes. Hemos reservado en el crucero llamado “Heart of the Islands”, el más cortito de todos. Dura una hora y cuesta 28,25 CAD por persona, impuestos incluidos (unos 18,60 €). Es el itinerario señalado con línea de puntos negra en esta imagen (tomada de la web de Rockport Cruises): Dejo aquí el enlace de Rockport Cruises por si a alguien le interesa: rockportcruises.com El barco va bordeando islotes más o menos grandes, con casas más o menos lujosas: Llaman la atención, entre otras, las Zavikon Islands. Son dos islotes, de los que se dice que uno está en aguas canadienses y el otro en estadounidenses. Los dueños han construido un puentecito para pasar de una a otra, que presuntamente sería el puente internacional más cortito del mundo. En cada lado del puente han puesto la bandera correspondiente y en el centro la húngara, que es la nacionalidad de los propietarios. Pues bien, esta es la anécdota que se cuenta a los turistas, pero no hay más que recurrir a un mapa para comprobar que la frontera entre Estado Unidos y Canadá realmente pasa a unos doscientos metros al sur de las Zavikon y no entre medias. Bueno, son leyendas que se cuentan para llamar la atención, pero las islitas resultan graciosas en cualquier caso. Como la única forma de llegar a las islas es por agua, muchas tienen sus propios “garajes” a ras del río: Nuestro crucero llega hasta la Heart Island, que es donde se encuentra el Boldt Castle del que antes hablé, lo bordea todo alrededor e inicia el camino de vuelta. El Boldt Castle es la más llamativa de las edificaciones de las Mil Islas. Hay cruceros que paran en esta isla para que los turistas bajen a visitar el castillo por dentro, pero es suelo estadounidense, por lo que si no tienes visado no puedes desembarcar en ella. El Boldt Castle tiene una historia triste. A principios del s. XX, el millonario George Boldt (quien llegaría a ser presidente de la cadena de hoteles Waldorf-Astoria) comenzó a construir este castillo de seis plantas y 120 habitaciones, que además tendría un puente levadizo, una torre para juegos infantiles, unos jardines de estilo italiano, un palomar y hasta su propia central para producir energía eléctrica. Todo ello como muestra de amor hacia su esposa Louise, a quien le encantaba pasar las vacaciones en las Mil Islas. En 1904, estando las obras en pleno apogeo, con más de 300 operarios trabajando en ellas, Louise murió repentinamente. George, totalmente desolado, no se sintió con ánimos de continuar las obras, que quedaron abandonadas y arruinándose durante 73 años. En 1977, el castillo y todos sus anexos fueron adquiridos por la Thousand Islands Bridge Authority (TIBA) con la intención de restaurarlos y afrontar su conservación con los ingresos que generaran las visitas de los turistas y el alquiler de ciertas zonas para la celebración de bodas. El crucerito no ha estado mal y además hemos tenido buena suerte con el tiempo porque ha lucido el sol todo el rato. Creemos que una hora ha sido suficiente para hacernos una idea, y que más tiempo hubiera sido más de lo mismo. Un consejo es colocarse a babor del barco (o sea, en el barandal izquierdo), porque ese lado es el que da hacia el Boldt Castle cuando pasamos bordeando su isla. Terminado el crucero vamos hacia Brockville, donde tenemos nuestro alojamiento para esta noche en el Hotel Days Inn. Aún no hemos comido y estamos deseando llegar para tomar algo. La carreterita que va desde Rockport hasta Brockville va pegada al río y a esas horas de la tarde el paisaje es precioso, con los reflejos de las islitas en el agua. El Hotel Days Inn Brockville está bastante bien para ser una especie de motel de carretera. La habitación es amplia y todo está limpio y cuidado. Las camas son anchas y tienen buenos colchones. Tenemos nevera, equipo de planchado, y hasta un calentador de agua con café y té, lo cual agradecemos un montón a esas horas. El hotel tiene hasta una piscina exterior, pero a nosotros no nos apetece mucho un baño esta tarde. Así que comemos en la habitación unos sándwiches que habíamos dejado preparados esta mañana antes de salir de Toronto, nos hacemos unos tés y unos cafés, y salimos para ir a ver el pueblecito de Brockville aprovechando el resto de la tarde. Brockville es una pequeña población pegada al río San Lorenzo que parece ser un lugar muy tranquilo, con sus casitas de porche tan típicamente canadienses. Paseamos por el pequeño puerto y por el parque que lo bordea. A continuación nos acercamos al Brockville Railway Tunnel. Si pasáis por Brockville os recomiendo no perdéroslo. Nosotros íbamos a verlo sin saber muy bien en qué consistía y nos sorprendió. Y además de ser bastante espectacular, es gratuito. Se trata del primer túnel de tren que se construyó en Canadá, allá por 1860, que hoy en día está en desuso. Lo han adaptado para que se pueda recorrer entero de un extremo al otro y disfrutar en su interior de un espectáculo de luz y sonido. Vas caminando mientras que las paredes cambian de color con preciosos efectos de luz, y la música y los sonidos te envuelven. De vez en cuando, te sobrecoge el eco de un tren acercándose, tan real que no te queda más remedio que darte la vuelta atemorizado para comprobar si es cierto. Todo realmente sorprendente y bonito. Se tarda unos quince minutos en recorrerlo de un extremo a otro. Si os fijáis bien, en la tercera foto puede oírse perfectamente el ruido del tren acercándose por el túnel a toda velocidad Regresamos hacia el hotel y por el camino pasamos junto a una Beer Store. En Canadá los supermercados no venden bebidas alcohólicas si no tienen un permiso especial, de modo que normalmente hay que acudir a este tipo de tiendas específicas. No tenemos muchas ganas de cenar porque hemos comido muy tarde, pero a algunos de nosotros sí les apetece una cervecita refrescante, así que entramos y compramos un par de latas. ¡El surtido de variedades es tremendo! Terminamos así nuestro segundo día en Canadá, en que la mañana había empezado fatal entre atascos, pérdidas y retenciones, pero la tarde había resultado fantástica. Índice del Diario: DOS SEMANAS EN EL ESTE DE CANADÁ (ONTARIO Y QUÉBEC)
01: Preparación del viaje
02: Documentación necesaria
03: Llegada a Toronto
04: Todo el día en Toronto (I)
05: Mil Islas y Brockville
06: Montréal
07: Québec
08: Montmorency, Basílica Sainte-Anne de Beaupré, Cañón Sainte-Anne y Tadoussac
09: Avistamiento de ballenas, Fiordo de Saguenay y Desbiens
10: La Tuque: Parc Chutes Petite Rivière Bostonnais
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