Por la mañana salimos a buscar algo de desayunar, y compramos unos dulces muy ricos en una panadería cercana. También vimos que había un mercado de alimentos, sobre todo fruta y verdura, con mucha actividad. Aprovechamos para comprar algo de fruta.
Tras el desayuno quedamos nuestras cosas recogidas en el apartamento y nos fuimos a explorar la ciudad con luz del día. Comenzamos por la zona que no habíamos visto la noche anterior. En primer lugar fuimos al Parque Zvezda y a la Plaza del Congreso, donde destacan los edificios de la Universidad de Ljubljana y de la Filarmónica Eslovena. Fue aquí donde me di cuenta de que la cámara de fotos me estaba dando problemas, y tuve que tirar mucho de fotos con el móvil.

Seguimos por la calle de Vega, donde se conservan restos de las antiguas murallas medievales, hasta la Plaza de la Revolución Francesa. Aquí destaca el edificio del Križanke, un antiguo monasterio, sede de la Orden de los Caballeros, que se asentó Liubliana a mediados del siglo XIII, hoy por hoy alberga al Festival de Liubliana y a la Escuela Media de Diseño y Fotografía. En el fondo de la plaza está el palacio de Turjak (Turjaška palača), sede del Museo Municipal.

Volvimos paseando junto al río, viendo algunos de los palacetes que hay en ambas orillas. Llegamos de nuevo a la zona de los puentes, muy diferentes con la luz del día, y a la Plaza de Prešeren, con la colorida iglesia franciscana de la Anunciación de María.



Pasamos por el mercado y por la Catedral de San Nicolás, hasta llegar a la Oficina de Turismo, con el conocido cartel WOW. Muy cerca de allí está el teleférico para subir al castillo, pero ya no nos daba tiempo a subir, dado que teníamos que dejar el apartamento antes de las 12, así que cruzamos el Puente de los Dragones y volvimos a recoger nuestras maletas. Nos dijimos que ya visitaríamos al castillo el último día, si llegábamos con tiempo (que no llegamos).


El coche lo habíamos alquilado con SIXT, con recogida en la estación de trenes. La verdad es que el trato fue muy bueno, nos explicaron bien las opciones de seguro y combustible sin insistir, los trámites fueron rápidos y nos dieron un SUV que, aunque tenía algunos kilómetros, estaba en perfecto estado. Tenía GPS incluido (aunque no logramos que el menú saliese en otro idioma que no fuera alemán), cámara trasera y sensores de aparcamiento.
Ya con nuestro cochecito pusimos rumbo a nuestro destino para ese día, el valle de Rakov Škocjan. Dejamos el coche aparcado en el hotel del mismo nombre, donde hay un cartel con el mapa y las indicaciones de la ruta a seguir. Es la opción más fácil, aunque se puede aparcar en cualquiera de los extremos de la ruta que recorre este valle. Nosotros hicimos el itinerario señalado en color rojo en el mapa.

Primero nos dirigimos al Mali naravni most (puente natural pequeño) por la pista de tierra hasta que, siguiendo las indicaciones que nos encontramos, nos desviamos por un sendero, que fue descendiendo hasta llegar cauce del arroyo Prunkovec. Un poco más adelante nos encontramos una cueva de donde venía el agua del arroyo.


El sendero continuó cuesta arriba hasta que llegamos al Mali naravni most, un arco de piedra natural formado por el desprendimiento del techo de una cueva. Desde arriba (tiene una altura de 42 metros) se ve en cauce del río y las entradas de las cuevas por las que discurre. Estuvimos rodeando el arco y alrededores por unas pasarelas de madera que te permiten asomarte sin riego y bajamos a las cuevas Zelške, por un sendero con pronunciada pendiente. Hay un cartel que indica peligro (“pozor”) y que la bajada a la cueva no forma parte de la ruta, pero no lo vimos especialmente dificultoso.

Cuando bajas te encuentras con la primera cueva. Hay que entrar y seguir por la izquierda, pegados a la pared. Está oscuro pero se ve bien para acceder. Cuando salimos al otro lado encontramos un puentecito de piedra y mucha vegetación, precioso. Pasamos el puente y a la izquierda hay otra cueva, más grande, que cruzamos pegados a la pared mientras nos caían gotas de agua desde el techo. Al otro lado hay un claro que corresponde a la parte que se ve desde el Mali naravni most. Por tanto, desde allí se ve el arco, un agujero en la pared por el que ese día entraba la luz del sol, haciendo un bonito juego de luces.





Ese fue el lugar que escogimos para sacar nuestro picnic y hacer la pausa para la comida. Estuvimos solos en ese paraje idílico, una maravilla. Desde allí se puede acceder a otras pequeñas cuevas, que estuvimos explorando, pero no se podía avanzar más, así que volvimos a subir.
Continuamos la ruta siguiendo las indicaciones para el Veliki naravni most (puente natural grande), que nos llevaron por un sendero en mitad del bosque hasta el otro extremo del valle, donde hay una concentración de puntos interesantes. Primero vimos las ruinas de la iglesia de San Canciano, del siglo XVII, de la que queda poco en pie.

Después fuimos a la cueva Tkalca, con un acceso muy complicado. Aquí también advierten “pozor”, pero esta vez sí que está justificado, porque no es fácil bajar, hay que ir con mucho cuidado. A diferencia de las cuevas Zelške, que son varias, Tkalca es una sola cueva, muy grande, con una preciosa vista al valle. Además, la entrada de luz en la cueva formaba varios colores, muy bonito.


Ya solo nos faltaba por visitar el Veliki naravni most, al que se accede bajando unas escaleras. A mí este, más que un puente, me pareció una puerta en la roca. Lo bonito era que se reflejaba en el agua, ya que en esa zona el río se ensancha y se estanca un poco. El entorno de este puente también es bonito, una explanada en la que había muchas flores de color morado.

Y desde ahí ya dimos por finalizadas las visitas y volvimos andando al hotel por la pista principal. Lo primero que hicimos fue pedir agua, que ese día hacía calor y humedad y se nos gastó enseguida.
Esa noche nos alojamos en la Gostilna Požar, junto al castillo de Predjama. Un hotelito pequeño y sencillo, con el gran atractivo de que se puede ver el castillo desde su terraza. Nosotros no teníamos intención de entrar al castillo, así que cuando llegamos, dejamos las maletas y nos bajamos a tomar una cerveza con las maravillosas vistas de este castillo construido en la roca, realmente impresionante.


Pronto se fueron todos los visitantes y solo quedábamos 3 parejas allí, en una tranquilidad absoluta, en comparación con el ajetreo de turistas y autobuses que hay por el día. Cenamos en la terraza del hotel, pedimos unas sopas (buenísima la de setas), y unos platos de carne de venado en salsa con polenta y ñoquis y pescado con pesto y polenta. Antes de recogernos dimos una vuelta por el camino que da acceso al castillo, totalmente oscuro. El castillo no se veía, pero una vez se nos acostumbró la vista se intuían las formas en la roca. El cielo estaba despejado y había muchísimas estrellas, fue un momento memorable.
. Para nosotros fue uno de los puntos fuertes