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Tocaba despedirnos de las Rocosas. Habían sido unos días en los que habíamos disfrutado al máximo de su naturaleza exuberante, su fauna, su gente, su tranquilidad… y hoy abandonábamos Banff para dirigirnos hacia el Sur, cruzando Kootenay National Park.
Nos despertamos sobre las 9 y nos pusimos en marcha tras recoger todo, ya que decidimos desayunar por el camino. El primer punto en el que paramos fue Continental Divide, la línea imaginaria que separa el océano Atlántico del pacífico.
Siempre, en todo viaje, hay un día horribilis, yo no diría tanto de éste, pero si que fue el contrapunto a toda la adrenalina acumulada en las Rocosas. A partir de ese punto, todos los lugares a los que teníamos previsto acceder en el parque Kootenay estaban cerrados por un incendio. Incluso quemados, su belleza es absoluta.
Asía las cosas, continuamos hasta Sinclair Canyon, el punto de acceso hacia las Rocosas, o en nuestro caso, de salida.
Y tras un rato en el que nos cambiamos de ropa, ya que el calor aumentó considerablemente, y de hacer un montón de fotos de cañon y de las Rocosas en la lejanía, seguimos hasta Radium hot Spring, donde desayunamos al sol unos rollos de canela buenísimios y el mejor café de todo el viaje.
Desde ahí, hasta Waterton, el paisaje cambio totalmente. Estábamos en el far west canadiense. Ante nuestros ojos, extensas llanuras salpicadas de algún que otro rancho y algunos pueblos de la Canadá más profunda. He de decir que el viaje se hizo un poco pesado en su parte final. Aún así, sobre las 4 de la tarde, llegábamos a Waterton Lake National Park.
La primera parada fue la reserva de búfalos, pero… no había absolutamente ninguno. Estuvimos mucho rato danto vueltas por si estaban escondidos, pero al no ver nada, nos dirigimos al pueblo donde tras montar nuestra tienda en Townsite Campground, fuimos a preguntar al centro de visitantes. La noticia fue en principio devastadora. Las dos carreteras del parque estaban cortadas por un terrible incendio sucedido ese mismo año. No nos lo podíamos creer, habíamos hecho 6 horas de viaje para encontrarnos con un parque quemado. Lo que nos quedó de tarde, lo dedicamos a pasear por el pueblo y pensar alternativas. Y la mejor alternativa que se nos ocurrió fue darnos un homenaje así que nos fuimos a cenar a un típico lugar americano. Una especie de pub en el que todo el mundo comía hamburguesas, patatas, nachos… mientras veían entusiasmados un partido de beisbol en una pantalla gigante. Nos pedimos una selección de cervezas locales y de pronto comenzó a tocar un grupo local, música country, era lo más. Siempre recordaré ese momento tan auténtico. Para cenar pedimos unos nachos. Nos pusieron una bandeja totalmente descomunal, igual que su precio, Tanto, que nos sobraron más de la mitas, que por supuesto nos llevamos. Cuando salimos del local lloví con fuerza, pero nos dio igual, estábamos felices, y en Canadá.
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