Nos levantamos temprano para el desayuno que venía incluído en la reserva del hotel. Era de tipo buffet sin ser demasiado espectacular y algo escaso en cuanto a variedad, pero nos hizo el servicio de quitarnos el hambre para estar a la 08 am en la puerta del hotel. La marina de Punta Sam se encontraba a unos veinticinco minutos que con el servicio redondo nos quedó por 1.000 pesos en un solo vehículo para los 9. Acordé con el conductor que me pondría en contacto con él para la recogida, puesto que no sabíamos si optaríamos por no regresar con la excursión y hacerlo con el Ferry (con salidas cada 30’) para aprovechar más el tiempo en Isla Mujeres.
Al llegar a la marina nos esperaba Joel de la empresa 4-explore.com que con gran amabilidad nos indicó donde debíamos pagar el resto de la excursión, dio instrucciones a la empresa para que subiéramos a la primera “tiburonera” (lancha rápida para 20-25) y con el que tuvimos la ocasión de hablar un buen rato e informarnos de cuestiones diversas. A su vez, su hijo jugaba con los nuestros a dar un plátano a las numerosas iguanas que había en los alrededores.
Tardamos un poco en salir, puesto que habíamos llegado los primeros y teníamos que esperar a que vinieran el resto de viajeros alojados en los diferentes hoteles, tiempo en el que nos ofrecieron un desayuno ligero. Aprovechamos para ponernos la camiseta acuática para el sol y la crema solar, puesto que ya teníamos avisado de antemano que para no dañar la fauna marina en la Isla no podríamos ponernos. A su vez, nos pusieron sendos brazaletes y salimos los primeros del puerto. Durante la navegación nos ofrecieron bebidas, algunas explicaciones de lo que íbamos a ver, y que el trayecto seria de unos 40’. El paseo matutino fue excepcional, la brisa marina, ver como los abuel@s dibujaban la sonrisa al verse cómodos y con confianza a bordo del barco , el mar de color turquesa bajo un sol radiante y cielo claro, nos hizo tener la sensación de no tener límites y estar dentro de un sueño .
Tras un rato de navegar y ya avistando la isla, paramos en un punto del arrecife para hacer snorkel. Si bien todo el equipo de buceo iba incluído, nosotros llevábamos el nuestro específico (sobre todo las máscaras para los “chamacos”). Para esta ocasión, el guía nos indicó que solo los mayores de 12 y los menores de 63 años que supieran nadar y con buena condición física, podían realizar esta actividad, puesto que la corriente era fuerte y el nado era algo exigente. Flydash se quedó llorando y enfadado en el barco, puesto que tenía asumido el nadar, y su hermana, en un ejercicio de empatía , quiso acompañarle para amenizar al resto de la embarcación. Así, el hermano mayor (al que aquí llamaré Kiweojur) se preparó con el equipo y le incorporamos la cámara acuática con un accesorio que encontramos sin buscar en el Decathlon para GoPros y similares. Padre e hijo nos lanzamos al agua en busca de ese escenario del que tanto habíamos hablado y preparado. El resumen de Kiweojur es que había sido épico, y ciertamente hasta ese momento fue así. La cantidad de arrecifes de coral y de cardúmenes de peces era el que jamás había podido avistar en la fecha para un simple nado en superfície. Asimismo, poder compartir cogidos de la mano ese trayecto son de las cosas que difícilmente uno puede olvidar en la vida…
Una vez recogidos todos los bañistas, subimos de nuevo al barco, donde nos esperaba toda la familia (con Flydash y su hermana ya más tranquilos después de haberse bañado alrededor del barco) y nos dirigimos hacia la isla, donde de nuevo llegamos los primeros al embarcadero y a las playas. Así, pudimos tomarnos unas fotos maravillosas del entorno sin el resto de viajeros que estaba por llegar (que efectivamente no superaron los doscientos como habíamos leído). Indicar que la playa se encuentra dividida en dos por el embarcadero, donde en un lado hay una zona poco profunda (ideal para niñ@s) y otra más amplia y profunda para todo tipo de edades. Allí vimos una pareja de peces de tipo vela (nadan con las aletas superior e inferior), mantas-raya, caracolas gigantes y peces de todo tipo, del que quiero destacar uno enorme con forma cuadrada de aletas pequeñas que nadaba tras un manglar. Mientras los abuel@s se bañaban en la orilla y se tomaban fotos, volvimos a hacer snorkel en familia cogidos de la mano y compartiendo esa visión tan particular y desconocida del mundo. Nos llamaron a comer a eso de las 13h en unas palapas enormes habilitadas para ello, comida que había estado preparando la tripulación y que nos supo a gloria después de tanto ejercicio. El lugar en el que nos situamos nosotros no tenía ni mosquitos ni avispas (o similares) como hemos podido leer por aquí, si bien, y aunque de manera muy puntual nos picó algún tábano (uno a mí y otro a Flydash). También decir que alguno de los bancos para comer se encontraba en mal estado, de tal forma que uno de los abuelos y otro viajero se cayeron de espaldas en momentos diferentes (no por ebriedad ni muchísimo menos) de los asientos debido a su inestabilidad o falta de mantenimiento. En cualquier caso, y a pesar del golpe en la cabeza, la cosa no pasó a mayores y al rato pudimos despreocuparnos de su estado. Tras el susto y la comida tuvimos de nuevo tiempo libre que aprovechamos para nadar y pasear por la playa, para observar las dotes de rompecocos de Kiweojur. Lo resaltamos porque pocas veces hemos visto a un niño reirse tanto con la faena de abrir un coco (cosa que no consiguió).
Salimos los últimos de la Isla a eso de las 15:30h y llegamos a Isla Mujeres a eso de las 16:15. No obstante, durante el trayecto pudimos ver como la pareja de abuel@s que más miedo tenía se situaba en la proa del barco (en la de más movimiento) y se hablaban de forma tierna y cariñosa, lo que hacía fácil recordar a una pareja de enamorados . Fue una escena romántica para sus hijos, que vimos como el cariño de más de cuarenta años de convivencia retomaba fuerzas en aquel hermoso paisaje del Caribe Mexicano.
El guía nos dio 1:45 minutos para visitar la Isla, en especial playa norte, la cual según él estaba entre las más bonitas del planeta. También nos indicó la zona más comercial para aquel que estuviera interesado en ir de compras. Nos dimos un paseo, sobre todo con la ilusión de encontrar alguna camiseta caribeña de multitud de colores, aunque nos quedamos con algunos refrigerios y cervezas de un supermercado que encontramos en la parte más alejada de las playas (no más de 100 metros). Isla Mujeres nos desencantó un poco, no tanto por la comparación del lugar del que veníamos (que también), si no por la evolución que había tenido en los últimos quince años. Aquel pueblo de pescadores que conocimos se había dispuesto y transformado en algo que no nos gustó ver. A su vez, indicar que los precios aquí han sido los más altos comparativamente con el resto de sitios que visitamos después. Durante el paseo echamos de menos la vaselina para las rozaduras y el agua salada de los diferentes baños. De forma puntual, nos dirigimos al punto de recogida puesto que la Isla no nos daba para quedarnos mucho más tiempo allí, desde donde nos trasladaron de nuevo a Punta Sam donde nos esperaba el transfer.
Durante la vuelta, aprovechamos para intercambiar impresiones con el conductor sobre el trayecto del día siguiente hacia Mérida en nuestra van alquilada, y sobre la corrupción de la policía (algo que también había preguntado a Joel en la mañana). Los más jóvenes nos dirigimos de nuevo a la piscina antes de arreglarnos para la cena (no sin antes quedarnos encerrados en el ascensor del hotel por quince minutos ), y así despedirnos de aquel espacio para nosotros privilegiado que estaba siendo aquel conjunto de piscinas.
A la hora indicada, salimos del hotel para buscar un sitio para cenar, que dado el estado de cansancio generalizado fue cerca, a unos dos cientos metros de nuestro alojamiento. Así, encontramos un paseo con diferentes bares y restaurantes, y decidimos quedarnos en “Taquerías el Poblano” pues tenía barbacoa en el exterior y los precios eran muy asequibles. Allí estuvimos conversando en la noche mexicana, mientras iban cayendo los cubos de quintos con diferentes tipos de cervezas. Todo estaba saliendo a pedir de boca, todos estábamos inmensamente felices y además nos traían la comida (una excelente parrillada de carne con su carbón para mantenerla caliente), ceviche y tacos, a uno de los mejores precios en los que hemos comido en nuestro viaje.
Con la pequeña dormida en el carro y los otros dos dormitando en las sillas, nos retiramos, no sin antes observar que la empresa con la que habíamos reservado la van nos solicitaba poder traernos el vehículo una hora antes de lo señalado, lo cual nos pareció una excelente noticia. Asimismo, ya teníamos decidido que el viaje a Mérida lo haríamos por carretera pública para poder ver la vida en el interior del Yucatán. Nos despedíamos para vernos a las 8 am en el desayuno, recoger la van y salir para alcanzar los cenotes Agua Dulce y Palomitas, Izamá y nuestra estancia en Mérida.
Calidad
Solo después de realizar la excursión y con la experiencia previa en la Riviera Maya, hemos podido observar que la calidad de las excursiones se encuentra en el tiempo de navegación y de los servicios a bordo. En nuestro caso, llegamos los primeros a Isla Contoy y nos fuímos los últimos a las 15:30, y comentamos esto por que habíamos leído que había que salir de la isla obligatoriamente a las 14h, lo cual no es cierto. Lo que si es cierto es que las embarcaciones más grandes y lentas salieron antes que la nuestra (a eso de las 14h), y que nosotros las adelantamos durante la navegación, lo cual redundó en menos tiempo de barco y más tiempo en Contoy e Isla Mujeres. A su vez, para nosotros Contoy ha sido una excursión inolvidable y altamente recomendable por la baja masificación y el alto contacto con la naturaleza, en muchos casos virgen.
Al llegar a la marina nos esperaba Joel de la empresa 4-explore.com que con gran amabilidad nos indicó donde debíamos pagar el resto de la excursión, dio instrucciones a la empresa para que subiéramos a la primera “tiburonera” (lancha rápida para 20-25) y con el que tuvimos la ocasión de hablar un buen rato e informarnos de cuestiones diversas. A su vez, su hijo jugaba con los nuestros a dar un plátano a las numerosas iguanas que había en los alrededores.
Tardamos un poco en salir, puesto que habíamos llegado los primeros y teníamos que esperar a que vinieran el resto de viajeros alojados en los diferentes hoteles, tiempo en el que nos ofrecieron un desayuno ligero. Aprovechamos para ponernos la camiseta acuática para el sol y la crema solar, puesto que ya teníamos avisado de antemano que para no dañar la fauna marina en la Isla no podríamos ponernos. A su vez, nos pusieron sendos brazaletes y salimos los primeros del puerto. Durante la navegación nos ofrecieron bebidas, algunas explicaciones de lo que íbamos a ver, y que el trayecto seria de unos 40’. El paseo matutino fue excepcional, la brisa marina, ver como los abuel@s dibujaban la sonrisa al verse cómodos y con confianza a bordo del barco , el mar de color turquesa bajo un sol radiante y cielo claro, nos hizo tener la sensación de no tener límites y estar dentro de un sueño .
Tras un rato de navegar y ya avistando la isla, paramos en un punto del arrecife para hacer snorkel. Si bien todo el equipo de buceo iba incluído, nosotros llevábamos el nuestro específico (sobre todo las máscaras para los “chamacos”). Para esta ocasión, el guía nos indicó que solo los mayores de 12 y los menores de 63 años que supieran nadar y con buena condición física, podían realizar esta actividad, puesto que la corriente era fuerte y el nado era algo exigente. Flydash se quedó llorando y enfadado en el barco, puesto que tenía asumido el nadar, y su hermana, en un ejercicio de empatía , quiso acompañarle para amenizar al resto de la embarcación. Así, el hermano mayor (al que aquí llamaré Kiweojur) se preparó con el equipo y le incorporamos la cámara acuática con un accesorio que encontramos sin buscar en el Decathlon para GoPros y similares. Padre e hijo nos lanzamos al agua en busca de ese escenario del que tanto habíamos hablado y preparado. El resumen de Kiweojur es que había sido épico, y ciertamente hasta ese momento fue así. La cantidad de arrecifes de coral y de cardúmenes de peces era el que jamás había podido avistar en la fecha para un simple nado en superfície. Asimismo, poder compartir cogidos de la mano ese trayecto son de las cosas que difícilmente uno puede olvidar en la vida…
Una vez recogidos todos los bañistas, subimos de nuevo al barco, donde nos esperaba toda la familia (con Flydash y su hermana ya más tranquilos después de haberse bañado alrededor del barco) y nos dirigimos hacia la isla, donde de nuevo llegamos los primeros al embarcadero y a las playas. Así, pudimos tomarnos unas fotos maravillosas del entorno sin el resto de viajeros que estaba por llegar (que efectivamente no superaron los doscientos como habíamos leído). Indicar que la playa se encuentra dividida en dos por el embarcadero, donde en un lado hay una zona poco profunda (ideal para niñ@s) y otra más amplia y profunda para todo tipo de edades. Allí vimos una pareja de peces de tipo vela (nadan con las aletas superior e inferior), mantas-raya, caracolas gigantes y peces de todo tipo, del que quiero destacar uno enorme con forma cuadrada de aletas pequeñas que nadaba tras un manglar. Mientras los abuel@s se bañaban en la orilla y se tomaban fotos, volvimos a hacer snorkel en familia cogidos de la mano y compartiendo esa visión tan particular y desconocida del mundo. Nos llamaron a comer a eso de las 13h en unas palapas enormes habilitadas para ello, comida que había estado preparando la tripulación y que nos supo a gloria después de tanto ejercicio. El lugar en el que nos situamos nosotros no tenía ni mosquitos ni avispas (o similares) como hemos podido leer por aquí, si bien, y aunque de manera muy puntual nos picó algún tábano (uno a mí y otro a Flydash). También decir que alguno de los bancos para comer se encontraba en mal estado, de tal forma que uno de los abuelos y otro viajero se cayeron de espaldas en momentos diferentes (no por ebriedad ni muchísimo menos) de los asientos debido a su inestabilidad o falta de mantenimiento. En cualquier caso, y a pesar del golpe en la cabeza, la cosa no pasó a mayores y al rato pudimos despreocuparnos de su estado. Tras el susto y la comida tuvimos de nuevo tiempo libre que aprovechamos para nadar y pasear por la playa, para observar las dotes de rompecocos de Kiweojur. Lo resaltamos porque pocas veces hemos visto a un niño reirse tanto con la faena de abrir un coco (cosa que no consiguió).
Salimos los últimos de la Isla a eso de las 15:30h y llegamos a Isla Mujeres a eso de las 16:15. No obstante, durante el trayecto pudimos ver como la pareja de abuel@s que más miedo tenía se situaba en la proa del barco (en la de más movimiento) y se hablaban de forma tierna y cariñosa, lo que hacía fácil recordar a una pareja de enamorados . Fue una escena romántica para sus hijos, que vimos como el cariño de más de cuarenta años de convivencia retomaba fuerzas en aquel hermoso paisaje del Caribe Mexicano.
El guía nos dio 1:45 minutos para visitar la Isla, en especial playa norte, la cual según él estaba entre las más bonitas del planeta. También nos indicó la zona más comercial para aquel que estuviera interesado en ir de compras. Nos dimos un paseo, sobre todo con la ilusión de encontrar alguna camiseta caribeña de multitud de colores, aunque nos quedamos con algunos refrigerios y cervezas de un supermercado que encontramos en la parte más alejada de las playas (no más de 100 metros). Isla Mujeres nos desencantó un poco, no tanto por la comparación del lugar del que veníamos (que también), si no por la evolución que había tenido en los últimos quince años. Aquel pueblo de pescadores que conocimos se había dispuesto y transformado en algo que no nos gustó ver. A su vez, indicar que los precios aquí han sido los más altos comparativamente con el resto de sitios que visitamos después. Durante el paseo echamos de menos la vaselina para las rozaduras y el agua salada de los diferentes baños. De forma puntual, nos dirigimos al punto de recogida puesto que la Isla no nos daba para quedarnos mucho más tiempo allí, desde donde nos trasladaron de nuevo a Punta Sam donde nos esperaba el transfer.
Durante la vuelta, aprovechamos para intercambiar impresiones con el conductor sobre el trayecto del día siguiente hacia Mérida en nuestra van alquilada, y sobre la corrupción de la policía (algo que también había preguntado a Joel en la mañana). Los más jóvenes nos dirigimos de nuevo a la piscina antes de arreglarnos para la cena (no sin antes quedarnos encerrados en el ascensor del hotel por quince minutos ), y así despedirnos de aquel espacio para nosotros privilegiado que estaba siendo aquel conjunto de piscinas.
A la hora indicada, salimos del hotel para buscar un sitio para cenar, que dado el estado de cansancio generalizado fue cerca, a unos dos cientos metros de nuestro alojamiento. Así, encontramos un paseo con diferentes bares y restaurantes, y decidimos quedarnos en “Taquerías el Poblano” pues tenía barbacoa en el exterior y los precios eran muy asequibles. Allí estuvimos conversando en la noche mexicana, mientras iban cayendo los cubos de quintos con diferentes tipos de cervezas. Todo estaba saliendo a pedir de boca, todos estábamos inmensamente felices y además nos traían la comida (una excelente parrillada de carne con su carbón para mantenerla caliente), ceviche y tacos, a uno de los mejores precios en los que hemos comido en nuestro viaje.
Con la pequeña dormida en el carro y los otros dos dormitando en las sillas, nos retiramos, no sin antes observar que la empresa con la que habíamos reservado la van nos solicitaba poder traernos el vehículo una hora antes de lo señalado, lo cual nos pareció una excelente noticia. Asimismo, ya teníamos decidido que el viaje a Mérida lo haríamos por carretera pública para poder ver la vida en el interior del Yucatán. Nos despedíamos para vernos a las 8 am en el desayuno, recoger la van y salir para alcanzar los cenotes Agua Dulce y Palomitas, Izamá y nuestra estancia en Mérida.
Calidad
Solo después de realizar la excursión y con la experiencia previa en la Riviera Maya, hemos podido observar que la calidad de las excursiones se encuentra en el tiempo de navegación y de los servicios a bordo. En nuestro caso, llegamos los primeros a Isla Contoy y nos fuímos los últimos a las 15:30, y comentamos esto por que habíamos leído que había que salir de la isla obligatoriamente a las 14h, lo cual no es cierto. Lo que si es cierto es que las embarcaciones más grandes y lentas salieron antes que la nuestra (a eso de las 14h), y que nosotros las adelantamos durante la navegación, lo cual redundó en menos tiempo de barco y más tiempo en Contoy e Isla Mujeres. A su vez, para nosotros Contoy ha sido una excursión inolvidable y altamente recomendable por la baja masificación y el alto contacto con la naturaleza, en muchos casos virgen.
#IslaContoy #IslaMujeres