CAPADOCIA 1 ✏️ Diarios de Viajes de TurquiaCAPADOCIA. ¿Merece la pena la visita? Sí, claro, allí verás algunas cosas que sólo puedes contemplar allí, pero, igual que Estambul, evita si puedes el verano. -Alojamiento. Nosotros nos alojamos en un hotel de Goreme. El Grand Capadocia Hotel...Diario: Impresiones sobre Estambul y Capadocia⭐ Puntos: 5 (4 Votos) Etapas: 6 Localización: TurquiaCAPADOCIA. ¿Merece la pena la visita? Sí, claro, allí verás algunas cosas que sólo puedes contemplar allí, pero, igual que Estambul, evita si puedes el verano. -Alojamiento. Nosotros nos alojamos en un hotel de Goreme. El Grand Capadocia Hotel. 385 euros cuatro noches en una habitación cuádruple muy grande, incluso mayor que la del Hilton, en la que no había agobios de espacio. Lo elegí, nuevamente, por su piscina, y nuevamente fue una elección que todos agradecimos para aliviar los calores tras un día de visitas. Cuando preparaba el viaje, leía sobre si tal o cual sitio era más o menos “turístico”. Vamos a ver, para mí, todo aquello es como un parque de atracciones gigante, y puedes elegir, efectivamente, sitios más o menos tranquilos, pero turístico es todo. Viven del turismo, y absolutamente todo está enfocado al turista. No me gusta mucho la playa, hace años que no piso una, pero pasear por la noche por Goreme era como hacerlo por el paseo marítimo de cualquier playa española. Restaurantes, hoteles, tiendas de chucherías para turistas, y poco más, pero como base está bien, y además tiene la ventaja de que es un sitio excelente para ver el increíble espectáculo de los globos. -Visitas. Hay una tarjetita de museos, parecida a la de Estambul. Vale para tres días, creo. No la compré y me arrepentí, porque me habría ahorrado bastante dinero. A ver, imagino que visitar la zona en una época menos atestada será una experiencia distinta, pero en verano, era todo bastante surrealista. Me hacían especial gracia aquello de los Sunset Point. Auténticas caravanas de coches y autobuses para ver el dichoso atardecer desde un punto concreto junto a centenares de personas y un montón de tiendas de recuerdos. Ejércitos de Quads recorriendo aquello, camellos para hacerte la fotito. Tch. Entiendo que alejarse un poco y hacer senderismo por los valles (si consigues que no te atropelle un quad de esos conducido por un turista chino con jet lag) debe ser muy bonito, pero en verano, con el sol dando duro no parecía muy buena idea, la verdad. En fin, cumplimos con el museo al aire libre de Goreme (una joya única, pero atestada de gente), con el castillo de Uchistar (era una tarde con poca gente, y merece las vistas), y poco más. Ni me molesté en buscar las piedras esas con forma de falo -bueno vi dos o tres en un sunet point de esos-, y creo que me perdí la mayor parte de los valles, pero a cambio vi otros sitios y me traje otros recuerdos. En cuanto te alejas treinta kilómetros del parque de atracciones de Goreme, la cosa cambia: carreteras horribles (el google maps además se cuidará por elegirte las peores), calles sin asfaltar, y según qué ruta tomes, paisajes desolados con pueblos en los que realmente no te gustaría vivir. He perdido mis apuntes de Capadocia y no recuerdo el nombre exacto de algunos de los lugares que visitamos. Visitamos el Monasterio de Selime, que nos gustó mucho. Como el precio incluía ya la entrada del Valle de Ihlara, nos desplazamos después de comer a verlo. Bajamos como millón y medio de escalones y caminamos un poco. Estaba bien, pero hacía calor, y en el fondo no se diferencia mucho de cualquier paisaje que puedas ver en los cañones de Cuenca, así que regresamos en busca de nuestra piscina, previo paso por una de las ciudades subterráneas que pueden visitarse en la región. Allí, en el aparcamiento, fuimos asaltados por una bandada de abuelitas que vendían unas muñecas que supongo que fabrican ellas. No sé cómo, pero salí de allí con una. Solo cinco liras. Otro día visitamos el monasterio de Gumusler y sus maravillosos frescos. Eramos los únicos turistas del lugar y pudimos disfrutarlo con toda tranquilidad. Cerca de allí, en las afueras de Nidge, existía una iglesia bizantina, pero como el desvío que había que tomar me parecía peligroso, intenté hacer un cambio de sentido en un paso elevado, que resultó ser una autopista de peaje, de la que no había forma de escapar. Había leído sobre ese tipo de autopistas, y que hace falta una tarjeta especial para entrar en ellas. Sea como fuere, no existen cabinas de peaje y me temo que recibiré antes o después noticias de Avis, pues la entrada y la salida se hacen mediante cámaras. Sin encomendarme a ninguna deidad protectora del conductor, decidí sobre la marcha que era buena idea adentrarme en el centro de Nidge para ver una mezquita. No había mucho tráfico, pero llegó un momento en el que me arrepentí de mi ocurrencia. La mezquita está en lo alto de una colina, dentro de una ciudadela, y terminé en un estrecho callejón de doble sentido, donde los coches aparcados solo dejaban paso para un vehículo, y por donde bastantes vehículos trataban de subir y bajar por allí. Resultó que había montado un mercadillo y solo tenía una posibilidad, que era seguir avanzando. No sabía si acabaría abriéndome paso entre puestos de naranjas y melones rodeado de la multitud, pero no cabía más opción que seguir hacia adelante. sorteando el caos. Llegó un punto en el que la única salida visible era el de penetrar por un estrecho arco de la muralla, algo que suele ser una pésima idea, pues lo más normal es que acabes atascado en callejones en los que no quepa ni el coche. Por fortuna, no fue así. De pronto las calles se ensancharon, y acabé en una zona ajardinada con mucho espacio para aparcar, pero que resultó tener una única salida, que era el caótico pasadizo por el que había entrado. Dimos una vuelta por el mercado -nuevamente es muy llamativa la espectacular frescura de las frutas y verduras- y ni siquiera entramos en la mezquita, porque había cerrado. Lo cierto es que solo pensaba en que tendría que meterme de nuevo en el coche y salir por aquel callejón para salir de allí. El caso es que escapé de aquella locura sin llorar ni tan solo un poquito, y nos dirigimos a Ortahisar. El google, siempre caprichoso, llegó un momento en el que nos metió por una carretera de tan mal aspecto que me lo pensé dos veces antes de meterme por ahí. Efectivamente el camino era horrible, alternando zonas asfaltadas con caminos de tierra, pero el desvió tuvo premio. En algún lugar rodeado de cañones, descubrimos tres espectaculares tumbas esculpidas en la roca que imitaban sendos templos griegos con su frontón y columnas. Realmente fue sorprendente descubrir aquella joya en medio de la nada, sin que nadie le prestase atención. Imagenes relacionadas Índice del Diario: Impresiones sobre Estambul y Capadocia
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