Jornada 9: En la reserva de la Biosfera de Sian Ka’an ✏️ Diarios de Viajes de Mexico

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"Habíamos quedado a las 8 am de la mañana en el meeting point de Tulum que Joel de la empresa 4-explore.com nos había señalado, para lo que nos tuvimos que levantarnos un poco más temprano de lo habitual al tener que sacar dinero del cajero que ya teníamos localizado justo delante del lugar de recogida. Nos dirigimos con nuestra van hacia el punto y aparcamos a unos cien metros del mismo. Íbamos un poco justos de tiempo, pero la cosa se nos complicó al sacar dinero, puesto que nos costó entender que había un límite diario (menos mal que llevábamos ocho tarjetas ). Así que un poco apurados por los nervios y la cola que se nos había formado detrás, llegamos a la agencia. Allí nos indicaron que teníamos que ponernos la crema protectora puesto que no estaba permitido hacerlo en la reserva, y nos dispusimos a subir a otra van con la que, tras la recogida de tres clientes alemanas en otro hotel, iríamos hasta el muelle para subir a nuestras embarcaciones. Tras recorrer cerca de treinta minutos por carretera en los que el guía fue explicándonos la orientación de nuestra actividad, los animales que era probable que viéramos, y los famosos que tenían villa por aquella zona, llegamos hasta nuestro embarcadero. Allí nos repartimos en dos botes protegidos con dos lonas, mientras rápidamente empezamos a surcar la laguna. La sensación de libertad era indescriptible, y nuestros mayores se relajaron al ver que aquello no tenía más secreto que dejarse ir . El agua recogía cierta contaminación en su superfície, por cantidades importantes de espuma (¿detergente?). Lo comentamos aquí, puesto que nos sorprendió que un entorno protegido como este tuviera este tipo de residuos. No es que fuera mucho, pero si que era evidente su rastro.

Tras veinte minutos de travesía como intrépidos marineros entre los que tuvimos una navegación combinada entre manglares y laguna abierta, avistamos a lo lejos un grupo de embarcaciones (unas 6) que se habían detenido un poco más adelante. Al acercarnos nuestra capitán para hacer cola, pudimos observar que estábamos avistando un grupo de cinco o seis delfines (en la zona de la laguna) . No podíamos salir de nuestro asombro ante semejante espectáculo. Nada es comparable a ver esos animales libres en la naturaleza como así lo compartimos posteriormente. Después de que nuestro guía se enfadara con otra guía francesa que estaba haciendo de su capa un sayo y no dejaba progresar a las demás embarcaciones en el avistamiento de los delfines (parece ser que lo hacía de forma habitual), nos tocó nuestro turno, en el que, a escasos metros, pudimos contemplar estos bellos animales. Llenos de hermosas emociones pusimos rumbo a mar abierto, no sin antes avistar diferentes especies de aves que descansaban en árboles y bosques de manglares. Llegamos a otro embarcadero donde cambiamos de barco para adentrarnos en el caribe mexicano, con el fin de realizar snorkel y avistar tortugas. No pasó mucho tiempo cuando nuestro guía nos indicó una sombra bajo las removidas aguas. Allí al poco, ascendió a respirar una tortuga carey . El guía se mostró orgulloso de semejante hallazgo, puesto que, según nos indicó, éstas se veían una de cada cien salidas al mar. La tortuga enorme y majestuosa repitió el ascenso varias veces para llenarnos nuestros ojos de ilusión , cuando decidimos dirigirnos hacia el arrecife. En aquel punto, divisamos otro grupo de delfines a cierta distancia, pero estos decidieron no aparecer más en nuestro horizonte por lo que no tuvimos oportunidad de verlos.

Con nuestro equipo de snorkel nos lanzamos los cinco al agua (los abuelos no se veían con ánimo de bajar), para ver la mayor diversidad marina que hayamos podido ver nunca con solo tubo y gafas. Lo decimos con la experiencia de haberlo hecho en diferentes partes del mundo como Thailandia, Cuba, República Dominicana, etc. Así que, sólo haciendo snorkel, nosotros cinco pudimos ver una cantidad de peces y corales como jamás habíamos visto hasta la fecha. Cogidos de la mano, y con un mar en calma dos de nuestros tres hijos (el mayor lo hizo en Contoy) tuvieron su primer (y seguramente el mejor) bautizo de mar. Tras un recorrido por el arrecife (el guía nos indicó que era el segundo mayor del mundo y que empezaba desde Contoy hasta llegar a Honduras) volvimos a nuestro barco donde nos abrazamos por superar de nuevo ciertos miedos y poder acompañar a nuestros hijos en el descubrimiento del mundo .

Nuestro capitán nos dirigió hacia la “piscina natural”, no sin antes “surfear” sobre las olas, y entretenernos con diferentes saltos sobre el mar . La piscina, como así llaman a una zona amplia zona costera donde el agua, alcanza una altura de no más de un metro, lo que lo hace apto el baño para todos . Allí, en las cálidas aguas del caribe mexicano, nuestros padres se abrazaron y se besaron entre ellos como hacía mucho tiempo que no los veíamos. Nosotros lo hicimos también, entre nosotros y con nuestros padres, en una experiencia que no queremos quedarnos cortos al etiquetarla como “vital” . Al finalizar nuestro tiempo, nos dirigimos hacia el pueblo de Punta Allen, donde nos esperaba nuestra comida tipo buffet, en un restaurante con piscina, en el que pudimos comer bien (no había mucha variedad) y darnos un baño en la piscina. En el recinto también había una ducha para quien quisiera darse una (que a la postre fue todo el mundo). Después de comer y tiempo de descanso, caminamos por el pueblecito (con servicios básicos como escuela, médico, etc), con sus calles de arena, sus maromas para hacer de topes, y sus gentes (unos doscientos habitantes) laborando. Tras el paseo de unos diez minutos llegamos de nuevo al embarcadero para tomar de nuevo el barco que nos había de llevar de vuelta.

Aquí queremos poner enfásis en la calidad de la actividad. Nos ahorramos dos horas de ir y dos horas de volver en coche (o van), y el trayecto lo hicimos acompañados de la brisa marina que nos daba la velocidad de la embarcación, lo cual hizo de este viaje algo único, y pudimos ver delfines, cosa que de otra manera no hubiéramos podido hacer. Así, y tras unos veinte minutos de trayecto, nos dirigimos hacia el puente que un narco famoso hizo allí construir para evitar la pérdida de su producto por el ataque de cocodrilos. En ese punto, avistamos uno grande, muy atento a nuestros movimientos bajo un manglar, lo cual y sin lugar a dudas, fue algo muy muy emocionante (eso de ver los animales sin cristal por medio da bastante impresión, y la sensación de seguridad se reduce a casi nada).

Cantando de regreso en nuestra van , llegamos hasta la nuestra (a eso de las 16.30), donde con bastante pena nos despedimos de aquella actividad que tantas emociones nos había brindado en aquel soleado día. De regreso a nuestro hotel nos dirigimos directamente, al restaurante de 24h donde merendamos unos frankfurts y patatas fritas que nos sentaron divinamente, para acabar dándonos un chapuzón en la piscina .

Por la noche, y bajo las estrellas, nos pusimos de acuerdo en acercarnos al día siguiente por la mañana a Playa del Carmen, para hacer una visita a este enclave turístico mencionado muchísimas veces por otros viajeros."

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