RUTA DEL DÍA 1. MADRID/CERVERA DE PISUERGA/MIRADOR DE PIEDRAS LUENGAS/IGLESIA DE SANTA MARÍA DE PIASCA/MONASTERIO DE SANTO TORIBIO DE LIÉBANA/POTES. NOCHE EN POTES.
Aproximadamente, 435 kilómetros y 5 horas y media de viaje en coche.
Itinerario de la jornada según Google-Maps.
Detalle de la parte final del recorrido, ya en tierras cántabras.
Detalle de la parte final del recorrido, ya en tierras cántabras.
Salimos de Madrid en torno a las 10 de la mañana. Hay varias formas de llegar a Potes. Nosotros optamos por tomar la A-6 a Tordesillas y luego la A-62 y la A-67 hasta Herrera de Pisuerga, donde ya se enfila hacia el norte por carreteras provinciales. Para almorzar, nos cuadró muy bien parar en la localidad palentina de Cervera de Pisuerga, después de 374 Kilómetros y algo más de tres horas y media de viaje. Tomamos el menú del día en un mesón del centro; luego dimos una vuelta por el pueblo y nos asomamos al río Pisuerga. El día era soleado y no demasiado caluroso, así que apetecía caminar. Tenemos la intención de volver a no mucho tardar por esas tierras, ya que nos apetece hacer alguna ruta en el Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre para así conocer mejor los paisajes y las estupendas muestras de románico palentino que hay por la zona.
De regreso al coche, seguimos por la CL-627, que presenta bonitas vistas del valle y la montaña, si bien no precisamente en el supuesto lugar acondicionado, el Mirador de las Matas, pues como suele ocurrir muchas veces los árboles han crecido y tapan la mejor parte del panorama.
MIRADOR DE PIEDRASLUENGAS.
De camino hacia el Puerto de Piedrasluengas, atravesamos un pequeño pero atractivo desfiladero. En lo alto del puerto, en el Monte Hoyo Espedroso, hay un amplio mirador donde se contempla una estupenda perspectiva de la Comarca de Liébana, enmarcada por los Picos de Europa, la Sierra de Peña Sagra y la divisoria de aguas de la Cordillera Cantábrica. Pese a las nubes que aparecían al fondo aferrándose a los picos más altos, la verde panorámica lucía espectacular. Muy recomendable parar aquí.
IGLESIA DE SANTA MARÍA DE PIASCA.
En la carretera CA-184, ya por tierras cántabras, nos recibieron algunas nubes, si bien no resultaban preocupantes en cuanto a amenaza de lluvia. Hacía buena temperatura (unos 22 grados) y a tramos aparecía un tímido sol. En las proximidades de Cabezón de Liébana, nos desviamos a la izquierda para visitar la Iglesia de Santa María de Piasca, que junto con la Iglesia de Santa María de Lebeña y el Monasterio de Santo Toribio componen el trío de edificios religiosos más importantes de la comarca. El ascenso de un par de kilómetros depara paisajes muy bonitos sobre el valle.
Según la documentación encontrada, aquí existía ya un monasterio en el año 930, aunque se supone que hubo uno anterior, del siglo VIII. Actualmente sólo se conserva la iglesia que ahora podemos contemplar, cuya construcción se inició en 1172, en estilo románico de transición al gótico, con tres naves, tres ábsides y cuatro tramos, si bien fue remodelada varias veces, sobre todo en el siglo XV. Lo más destacado son las portadas y la decoración escultórica, del siglo XII en su mayor parte. Presenta arquivoltas con representaciones de oficios medievales, capiteles esculpidos, imágenes de santos, la Virgen con el Niño, motivos vegetales, canecillos con dragones y centauros, leones, caballeros, músicos y cacerías; hasta un guerrero con lanza y escudo. En fin, una temática muy variada.
El interior se puede visitar aportando un donativo de un euro. Es conveniente mirar los horarios en internet previamente ya que varían según la temporada y no es difícil que esté cerrado. Creo que hay visitas guiadas a determinadas horas. Nosotros fuimos por libre, pagando el donativo a una joven que estaba en la puerta y que te ofrece alguna explicación si le preguntas. Se puede hacer fotos.
En la cabecera del templo, destacan a cada lado parejas de arcos lobulados sobre capiteles decorados, cuyo grado de conservación es dispar.
Además del interés de la iglesia, el entorno es muy bonito, y varias macetas con flores enormes alegran el panorama. Resulta curioso el gran tamaño que alcanzan en las tierras del norte unas flores de apariencia tan exótica.
A continuación, volvimos a la carretera CA-184 y seguimos hasta el cruce con la N-621, que tomamos hacia la izquierda, ya en las afueras de Potes. Para aprovechar mejor la tarde, antes de que cerrara a las siete –horario de verano-, decidimos ir directamente hasta el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, que se encuentra a un par de kilómetros de Potes, si bien tuvimos que atravesar previamente todo el casco urbano, que se encontraba atestado de gente.
MONASTERIO DE SANTO TORIBIO DE LIÉBANA.
De la carretera CA-185, que va hacia Espinama y Fuente Dé, sale a la izquierda otra que gana altura rápidamente y conduce al Monasterio en menos de cinco minutos. El aparcamiento es muy grande, no sé si se llenara en periodos de peregrinación o máxima afluencia, pero a las seis de la tarde nosotros no encontramos problema alguno para dejar el coche. En realidad, el interés de este lugar es sobre todo de simbología religiosa, ya que del primitivo monasterio del siglo XIII apenas se conserva la Iglesia de estilo gótico, que también fue modificada varias veces. La Puerta del Perdón, que solo se abre con ocasión del año jubilar, se cree que se construyó entre los siglos XIV y XV. El resto procede de obras realizadas en varios periodos, fundamentalmente a mediados del siglo XX, cuando se rescató de las ruinas en que se había convertido tras las décadas de abandono que sucedieron a la Desamortización de Mendizábal.
En el interior de la Iglesia, la Capilla barroca del Lignum Crucis, diseñada en 1702, alberga en un camarín los que se supone que son los dos trozos más grandes (63 y 39 cm) que se conservan de la cruz en la que murió Jesucristo y que fueron traídos a estas tierras junto con los restos del beato Toribio de Liébana en el siglo VIII. Los maderos están incrustados en una cruz de plata dorada y de los análisis realizados parece que puede coincidir su antigüedad con la fecha de la muerte de Cristo. Junto con Roma, Jerusalén, Santiago de Compostela y Caravaca de la Cruz es uno de los lugares santos del Cristianismo. El jubileo se instauró en el siglo XVI con indulgencia plenaria y se celebra todos los años en que la fecha del nacimiento del santo (el 16 de abril) cae en domingo. La última vez fue en 2017. Durante el tiempo que dura, la reliquia sale del camarín y los fieles pueden verla de cerca e, incluso, besarla.
Interior de la Iglesia.
Camarín con la cruz.
Camarín con la cruz.
El acceso tanto al claustro (del siglo XVII) como al interior de la iglesia es gratuito y no hay problema en sacar fotos sin flash.Por lo demás, el monasterio se encuentra enclavado en un entorno natural impresionante, dominando Potes y la comarca de Liébana, con el fantástico fondo de los Picos de Europa.
ERMITAS EN TORNO AL MONASTERIO DE SANTO TORIBIO DE LIÉBANA.
Hay varias ermitas en los alrededores a las que merece la pena acercarse aunque sólo sea para contemplar las vistas. Todas tienen origen prerrománico (siglos VI a X), si bien fueron reformadas en torno al siglo XIII y su grado de conservación suele ser malo. La Ermita de San Miguel (también aparece en los GPS como Mirador de San Miguel de Liébana está a un kilómetro del Monasterio y se puede llegar en coche. Aunque del siglo XIII solamente conserva el ábside, las panorámicas sobre el valle del río Deva y Potes (a los pies de Peña Sagra) a un lado y los Picos de Europa al otro resultan magníficas, incluso en una tarde como aquélla, en que las nubes no permitían apreciar del todo el perfil de las cumbres. Mucho peor hubiera sido con lluvia o niebla, claro.
Regresamos al aparcamiento principal y dejamos allí al coche para seguir a pie por un sendero que sale frente al Monasterio y que conduce a varias ermitas. Las diferentes alternativas están señaladas en un par de paneles informativos. Tras un kilómetro de ascenso, más o menos, llegamos hasta la ermita de Santa Catalina, que presenta unas vistas incluso más espectaculares que la de San Miguel.
Se conserva la espadaña y los muros del presbiterio. En el interior se ha acondicionado una escalera que lleva al último piso, desde donde se obtiene una estampa de postal. Lástima no haber tenido algo más de luz.
Después, tomamos la ruta que lleva a otra de las ermitas, la Ermita de San Pedro, a 690 metros ponía el cartel. Caminamos unos veinte minutos por un sendero en el bosque que subía y bajaba entre marañas de vegetación y la ermita no apareció, con lo cual, en un punto donde el camino a seguir no estaba claro, nos cansamos y dimos media vuelta porque se nos hacía tarde y no estábamos viendo nada destacado, a excepción de un bello paisaje que, sin embargo, se repetía. Si gusta el senderismo y se dispone de tiempo suficiente, se puede completar el itinerario en una mañana o una tarde, llegando hasta las ermitas de Santa María de los Ángeles, Cueva Santa y Santa María Magdalena, la mayor parte en ruinas, eso sí. En este caso, mejor llevar un track.
POTES.
Cuando llegamos a la capital de la comarca de Liébana pensamos si nos habíamos equivocado y estábamos en plena hora punta en la Gran Vía de Madrid. No había ni un hueco libre en los aparcamientos del casco urbano y tuvimos que recurrir al último, ya en pleno campo. Afortunadamente, todo está cerca en Potes y no tardamos ni diez minutos en llegar ya a pie a nuestro alojamiento, la Hostería La Antigua, un hotel de dos estrellas, situado en una bonita casa rehabilitada en pleno centro. La habitación era pequeña pero muy confortable, ideal para pasar una noche, como era nuestro caso. Y lo mejor, el precio: 65 euros, lo que no estaba mal un 30 de julio, con Potes a tope.
Calle Cántabra, al fondo la Hostería.
Hacía muchos años desde nuestra última visita a Potes y nos llamó la atención lo que ha crecido en construcciones (no sé si también en habitantes, ahora tiene 1.350), aunque nos extrañó menos el enorme gentío que deambulaba por sus calles pues lo esperábamos, igual que la otra vez. Y en absoluto lo escribo en plan peyorativo porque Potes me gusta mucho, pero en un primer vistazo el conjunto me pareció un enorme resort, plagado de bares y restaurantes hasta debajo de las piedras anunciando sus menús de día y noche a quince euros con el cocido lebaniego como plato estrella (parecido al madrileño, incluye sopa, garbanzos, patatas, zanahoria, berza o repollo, compango y carne de ternera y cerdo). Seguramente exagero, pero dudo de si alguna vez habré visto tal cantidad de terrazas y restaurantes en tan poco terreno sin estar en un entorno playero. De lo que sí estoy convencida es de que me encantaría venir aquí en un día soleado de pleno invierno y tomarme un buen cocido lebaniego mientras contemplo la nieve coronando los imponentes picos europeos que le sirven de fondo. Espero hacerlo no tardando mucho, pero, de momento, tocaba bregar con los inconvenientes del masivo turismo veraniego al que nos habíamos sumado voluntariamente.
Potes está incluido en el catálogo de la asociación de los pueblos más bonitos de España y su casco antiguo fue declarado conjunto histórico-artístico en 1983. Es pequeño y se visita muy fácilmente, con lo cual no hay problema en regresar varias veces a un sitio para ver algo que se haya pasado por alto previamente. Resulta muy útil consultar los paneles informativos municipales (o el mapa de Turismo), que presentan un plano con tres recorridos básicos: Conocer Potes, Bajo los Puentes y Potes de Postal. Se pueden combinar y completarlos en una mañana o una tarde sin prisas.
Puntos imprescindibles e inevitables (la carretera pasa por ambas) son la Plaza de la Serna y la Plaza del Capitán Palacios, a escasos metros una de la otra. Además de intentar aparcar el coche, en la primera podremos pasarnos por la Oficina de Turismo, situada en la antigua Iglesia de San Vicente, para pedir información, y, a continuación, acceder al interior la Iglesia nueva de San Vicente Mártir si está abierta (como fue nuestro caso) y ver sus retablos barrocos. Muy cerca también están la bolera y el monumento a la Alquitara.
Interior de la Iglesia nueva de San Vicente Mártir.
De camino a la Plaza del Capitán Palacios, desde el puente por el que pasa el tráfico rodado, se pueden captar dos de las imágenes más conocidas de Potes, con el Puente de San Cayetano de un lado y el Puente de la Cárcel del otro. También están en nuestro ángulo de visión numerosas casas típicas y un coqueto quiosco de música.
Puente de la Cárcel.
En uno de los flancos se eleva la Torre del Infantado, una de las cinco con que cuenta la villa y quizás su edificio más emblemático. Data de finales del siglo XIV, tiene planta cuadrada, rematada por cuatro torres angulares almenadas, fiel reflejo de su carácter de fortaleza en las luchas por el poder entre los Manrique y los Mendoza. Muy cerca, se pueden ver otras cuatro torres: Orejón de Lama (del siglo XV con escudos, pináculos y ventanales góticos), Calseco, Osorio y San Pedro.
Puente de San Cayetano al día siguiente.
Torre del Infantado desde el quiosco de música.
A la derecha, asoma la calle Cántabra, muy estrecha y concurrida, con tiendas de recuerdos, bares y alojamientos, entre ellos nuestra hostería. Siguiendo a la derecha, por la calle de San Cayetano que baja al río, llegamos hasta el puente del mismo nombre (también llamado Puente Viejo) sobre el río Quiviesa, que brinda otra foto imprescindible con el ramillete de casas de piedra que bordean las dos orillas, entre ellas la torre de Orejón de Lama.
Cruzamos el puente y seguimos en paralelo por la calle que asciende hacia el barrio del Sol, de suelo empedrado y con varios arcos que acentúan su aspecto medieval. Además, ofrece bonitas perspectivas. Ni que decir tiene que los clientes de numerosos bares y sidrerías apenas dejaban huecos libres tanto en terrazas como en aceras.
De vuelta a la calle Cántabra, subimos esta vez en sentido contrario, por la calle del Obispo, y seguimos un indicador hacia la Solana. Conforme nos alejábamos del río (no mucho porque, como he comentado, el centro de Potes es pequeño), el gentío fue disminuyendo en la misma proporción que los bares y restaurantes hasta casi desaparecer unos y otros, con lo cual disfrutamos más de este bonito barrio de arquitectura tradicional por su tranquilidad. Merece la pena afrontar las cuestas (tampoco demasiado empinadas) y perderse entre sus callejas estrechas, unidas a menudo por pasadizos, mientras se suceden las casas de piedra con fachadas blancas y balconadas de madera, adornadas con flores. Un rincón encantador para los amantes de la fotografía. Otra postal típica de Potes que no todos los visitantes se llevan, por cierto.
También me gustó mucho la ruta que se recorre bajo los puentes, de los que deriva el nombre de la villa (pontes o puentes) (Esta ruta la hicimos el tercer día por la mañana, a la vuelta de Fuente Dé). En Potes confluyen tres ríos, Bullón, Quiviesa y Deva, por lo cual varios de los puntos más destacados para visitar tienen relación con el entorno fluvial y resultan muy atractivos si se descubren desde el paseo que va paralelo al agua. No suele haber mucha gente y el panorama es muy bucólico. Si se dispone de poco tiempo, conviene, al menos, llegar hasta donde el Quiviesa se une al Deva y obtener así otra de las postales más bonitas de Potes. Desde esa zona subimos por unas escaleras que nos llevaron a la calle del Doctor Encinas, en cuyas inmediaciones se encuentra la Casa de Jesús de Monasterio, el Convento de San Raimundo y la Torre de Osorio.
Para cenar, fuimos a la Tasca Cántabra, donde pedimos tapas (ocho croquetas variadas era una ración, ensalada de anchoas y morcilla). Nos quedamos con las ganas del cocido, pero ya no estamos para esos excesos por la noche. En cualquier caso, cierto es que nadie pasará hambre en Potes. Y sin arruinarse. Luego, paseíto de fin de jornada y a la cama.