Martes 6 de Agosto
Todo viaje tiene su fin, incluso éste que nos había llevado durante algo más de tres semanas por distintas partes de Canadá, y éste era nuestro último día en Vancouver. Por suerte, el viaje continuaba y al día siguiente volaríamos a Hawaii.
Nos levantamos temprano para aprovechar las horas de menos calor ya que hoy teníamos previsto visitar zonas de exteriores. Además teníamos que recoger la habitación y desalojarla, ya que ese día teníamos que dejarla. La primera parada fue en Beach Avenue, la misma donde presenciamos el desfile del orgullo un par de días antes. Esta vez la encontramos con muy poco tráfico y pocos peatones también, muy diferente al gentío y la fiesta del domingo. Queríamos ver el Inukshuk, un montículo de piedras con forma humana construido y utilizado por los inuit, inupiat, kalaallit, yupik y otros pueblos de la región del Ártico. Se ha convertido en uno de los símbolos de Canadá y de hecho insipiró el logo de los JJOO de Vancouver en 2010. Los inuksuk pueden haber sido utilizados para la navegación, como punto de referencia, un marcador para las rutas de viaje, lugares de pesca, campamentos, zonas de caza, lugares de culto o para marcar un escondite de alimentos, Este está en un sitio muy fotogénico, junto al mar, pero casi que me gustó más el que vimos junto al Skybridge en Whistler, aunque era más pequeño, pero el entorno montañoso alrededor era espectacular.
Unos metros más adelante volvimos a parar, esta vez en la zona de Davie Stret en su confluencia con Beach Avenue, ya en la famosa English Bay. Esta zona parece la típica ciudad de vacaciones de playa con sus bares y sus apartamentos, pero nuestro objetivo no era bañarnos, si no ver otra escultura llamada A-maze-ing Laughter. Fue diseñada por el artista chino Yue Minjun. Realmente es un conjunto de 14 esculturas de bronce, cada una de tres metros de altura y más de 250Kg de peso, que muestran al escultor en diferentes poses pero en todas está desternillándose de risa. Es curiosa de ver y da pie a innumerables fotos frikis y divertidas .
De aquí ya nos fuimos al Parque Stanley, el gran pulmón verde de Vancouver. Está situado en el extremo noroeste de la ciudad, en una península que casi toca North Vancouver, con la que está comunicado por el puente Lions Gate Bridge. El parque es inmenso y tiene enormes extensiones de cesped y senderos para hacer deporte. Vimos mucha gente corriendo o en bici por allí. Aunque la mayor parte está cerrado al tráfico rodado, hay una carretera de circunvalación, con aparcamientos en sitios estratégicos, para poder visitar cómodamente los puntos más destacados. El parque también alberga el Acuario, pero no lo visitamos.
Lo primero que vimos del parque fue la zona de los totems. Justo al lado de una de las zonas de estacionamiento (de pago, por cierto), se encuentran una serie de totems indios, que constituyen otra de las estampas típicas de la ciudad. Estaba lleno de gente, pero aún así me gustaron mucho. Puedes estar un rato tranquilamente observándolos con detenimiento, ya que están muy cerca y puedes centrarte en los detalles. Al lado se encuentra la escultura de bronce "Shore to Shore", que conmemora las relaciones que hubo entre el aventurero portugués Joe Silvey, nacido en las Azores, y los habitantes de las Primeras Naciones de la zona, además de ser uno de los pioneros de Gastown.
Cruzando la carretera, en dirección al mar, se llega al Hallelujah Point, desde donde se tienen una de las vistas más típicas del skyline de Vancouver. Allí cerca se encuentra también la escultura dedicada a Harry Jerome, un atleta canadiense especializado en la prueba de 100 m en la que llegó a ser medallista de bronce olímpico en 1964.
Volvimos al coche y seguimos hasta el Brockton Point, presidido por un faro de modestas dimensiones, y desde donde ya se puede ver el Lions Gate Bridge. Un poco más adelante volvimos a parar en una zona donde se podía ver una escultura de una chica en bañador, que parecía la sirenita de Copenhague, y otra que era una réplica de una pieza de barco japonés. Nos metimos por la Pipeline Road para salir ya del parque, pero antes hicimos una parada para ver el Beaver Lake, ya que el nombre le hizo a Víctor crearse ilusiones de que allí encontraríamos castores... pero no. El lago apenas se veía, pues estaba casi totalmente cubierto de vegetación y no nos gustó nada, no aconsejo parar aquí.
Como ya era mediodía fuimos al alojamiento que teníamos reservado para esa última noche en Canadá. Era la noche extra que nos encontramos por el cambio de vuelos. Como todo era tan caro elegimos una habitación en una casa en Burnaby. Era una zona residencial, con las típicas casitas adosadas o solas. La nuestra estaba al final de una calle sin salida que acababa en una especie de rotonda, y parecía la típica de las hermandades de las películas de universitarios. Para entrar teníamos un código que había que teclear en la puerta principal, y como nos habían mandado un correo con la habitación que teníamos asignada subimos directamente. No nos encontramos con nadie. Nuestra sorpresa fue que la habitación era inmensa!!. Tenía cama de matrimonio y mucho espacio libre, un vestidor gigante, baño con ducha y jacuzzi... de los mejores alojamientos del viaje.
Una vez instalados nos conectamos al wifi de la casa y buscamos algún sitio para comer que estuviera por allí cerca. A pocos pasos aparecía un restaurante serbio, Tenen, y además tenía buenos comentarios, así que no lo dudamos y allí que nos plantamos. Eramos los únicos clientes, y eso que estuvimos un buen rato. Nunca hemos estado en Serbia pero estamos ya pensando en cuándo iremos porque la comida nos encantó, de las mejores del viaje, y eso que había sido muy variado gastronómicamente hablando. El local tampoco tenía desperdicio, estaba decorado con artesanía y ropas típicas serbias, pero cuando entrabas al baño era un espectáculo. El pasillo que te llevaba tenía mapas y posters de la antigua Yugoslavia, retratos de Tito, fotos antiguas... y el baño estaba decorado con carátulas de discos de vinilo de los 50, 60 y 70 de cantantes yugoslavos. Era todo un homenaje a Tito y la época yugoslava.
En el local escuchamos también la única canción eurovisiva de todo el viaje (somos fans de Eurovisión los dos y en esas cosas nos fijamos mucho). Era canción Dzuli, de Daniel, un artista famoso por los Balcanes. A esta canción le tengo cierta tirria, pero me hizo gracia escucharla tan lejos de Europa.
Tras la comida volvimos a la habitación a descansar un rato, volvía a hacer mucho calor, y aprovechamos para reservar una habitación de escape en la ciudad de New Wesminster, que nos pillaba a unos 15 minutos en coche. Llevamos unos años en que nos ha dado por esto y ya llevamos 50 habitaciones hechas, y también estamos probando en el extranjero cada vez que viajamos. De momento hemos hecho en Vancouver, San Petersburgo, Bakú y Jerusalén.
La tarde la aprovechamos para ir a lavar la ropa sucia que teníamos acumulada, con la idea de llegar a Hawaii con todo limpio y que fuera más fácil hacer las maletas otra vez. Fuimos a una lavandería que estaba allí cerca también, de las de monedas, y mientras se lavaba la ropa nos tomamos un café en una cafetería cercana. También entramos en una licoreria para comprar cervezas locales para regalar a algunos amigos y en un super para comprar algo de cenar para esa noche.
A eso de las 8 de la tarde nos fuimos a la Escape Room, Exit. Nos costó un poco encontrarla ya que la dirección no estaba nada clara, estaba dentro de la zona comercial de una estación de tren. Al final tuvimos que preguntar a gente de por allí, pero la localizamos.
El juego no estuvo mal del todo pero las hemos hecho mucho mejores, tanto en España como fuera. Fue una decepción, y eso que según las críticas de TripAdvisor era la mejor empresa de la zona. Volvimos a la casa y cenamos en la cocina, ya que teníamos derecho a usarla. Estando allí apareció un chico hindú. Según nos contó él vivía allí, la casa era de sus padres, y trabajaba para una empresa hindú. De hecho estaba preparándose la cena para luego empezar su jornada laboral, ya que se regía por el horario de la India, no el de Canadá.
Con eso pusimos punto y final a nuestras andanzas por el país. Al día siguiente sólo teníamos que ir al aeropuerto a dejar el coche y coger el vuelo a Hawaii, pero eso es otra historia que contaré en otro diario.