ITINERARIO DEL DÍA 2: PONTA DELGADA/LAGOA DO FOGO/ MIRADORES DE LAS ANTENAS REPETIDORAS, PICO DA BARROSA, LAGOA DO FOGO Y BELA VISTA. CALDEIRAS DE RIBEIRA GRANDE: RUTA SENDERISTA DEL SALTO DO CABRITO. CALDEIRA VELHA. RABO DE PEIXE. PONTA DELGADA.
Unos 70 Km. Hora y media de coche, aproximadamente
Perfil del día en Google Maps.

No llevábamos incluido el desayuno en el hotel porque era bastante caro y, además, vimos que en los alrededores hay un área comercial con todo tipo de servicios. El primer día fuimos a una cafetería próxima, donde pedimos unos croissants con relleno de jamón y queso, dos cafés con leche y sendos zumos de naranja. Los croissants nos los pusieron cortados por la mitad; eran enormes (quizás por eso los cortan, para compartir) y un poco mazacotes, aunque lo peor fue que tardaron una eternidad en cobrarnos los 5,65 euros de los dos desayunos. Como no nos convenció, decidimos cambiar de lugar la mañana siguiente.

Aparte de desayunar, la primera tarea del día fue consultar el pronóstico del tiempo y cotillear las diferentes cámaras web para comprobar cómo se presentaba la jornada. Cumpliendo las previsiones, haría sol y buena temperatura en el destino fijado de antemano: la Lagoa do Fogo, donde no es fácil encontrar unas condiciones favorables pues las nieblas son frecuentes, lo que puede estropear la visita. Así que decidimos aprovechar y salir “pitando” para allá, no fuera a torcerse la cosa en otro momento.
LAGOA DO FOGO.
De camino, seguimos conociendo los paisajes de Sao Miguel, a la que llaman la isla verde por la fertilidad de su suelo. El terreno es volcánico y montañoso, aunque no se trata de un gran número de elevados y puntiagudos picos como en Madeira, sino de conos basálticos que alcanzan alturas de entre 200 y 500 metros, especialmente en la parte central de la zona oeste de la isla. El punto más alto es el Pico da Vara, con 1.150 metros de altura sobre el nivel del mar.

Por la autovía de circunvalación R1-1A enlazamos con la EN1-1A y enfilamos en dirección a la población de Lagoa hasta que encontramos un indicador que marcaba hacia la Lagoa do Fogo, tomando la EN5-2A, a la izquierda. La carretera empezó a ganar altura rápidamente en su ruta hacia el norte, atravesando la isla en un trayecto de unos 20 kilómetros. Tras media hora de viaje, alcanzamos el primero de los Miradores sobre la Lagoa do Fogo. Está muy cerca de las antenas repetidoras y merece mucho la pena detenerse aquí: las vistas son fantásticas, bueno, al menos lo eran aquella mañana, con el cielo casi despejado. Una maravilla. Estábamos frente a una laguna de aguas azules, de dos kilómetros de largo por uno de ancho, rodeada de montañas y vegetación. Como muchas otras de la isla, la Lagoa do Fogo ocupa el fondo de un cráter de un volcán ya apagado, cuya caldera se formó tras la erupción de 1563.

Desde este amplio mirador, muy concurrido ese día, también se contemplan unas vistas preciosas hacia el sur de la isla, salpicada apenas por alguna nube blanca dispersa. Caminando un poco en ambas direcciones, la perspectiva cambiaba y la máquina de fotos echaba humo. Una suerte. No es fácil ver con tanta claridad la Lagoa do Fogo.
Seguimos la carretera hasta llegar al Miradouro do Pico da Barrosa, que ofrece otra estupenda perspectiva, algo más cercana sobre la lagoa, aunque se pierde parte de uno de los márgenes.
Unos centenares de metros después llegamos al Miradouro de la Lagoa do Fogo propiamente dicho, con unas vistas espléndidas. Desde aquí salen varios senderos. Uno sube hasta el borde superior del cráter y permite caminar contemplándola a vista de pájaro. Hice un poco de ese camino, pero pronto lo dejé porque no teníamos pensado entretenernos allí demasiado. Otro de los senderos desciende hasta la misma laguna, que cuenta con algunas playas, aunque la zona es Reserva Natural y está prohibido el baño en ellas, tal como anuncian numerosos carteles, aunque había gente que no lo cumplía. Aquí hay un aparcamiento bastante grande al ser un lugar al que acude en gran número todo tipo de visitantes en Sao Miguel, incluyendo autocares de excursiones organizadas.

Otra forma de acceder a la lagoa es hacer la ruta senderista que parte desde la localidad de Praia, a la que se llega por el sur, con 11 kilómetros y cuatro horas de duración aproximada. No era una ruta prioritaria para nosotros, si bien la llevaba en mente por si se presentaba la ocasión de hacerla, lo cual no ocurrió. Por cierto que vimos unas cuantas gaviotas volando sobre nuestras cabezas, aunque no se mostraron agresivas, lo que, según he leído, sí que sucede en periodo de anidación.
Más adelante, paramos en el Mirador de la Bela Vista, que ofrece una perspectiva diferente hacia la costa.
Continuando por la misma carretera, pasamos junto al acceso al Monumento Natural de Caldeira Velha, cuyo aparcamiento estaba hasta los topes. Pasamos de largo pues pensábamos volver por la tarde, cuando hubiera menos gente. Nuestro destino inmediato era Caldeiras de Ribeira Grande, de donde sale la ruta de senderismo que teníamos previsto hacer esa jornada.
CALDEIRAS DE RIBEIRA GRANDE.
En Caldeiras encontramos una zona de servicios, con bar y restaurante y, además, un antiguo balneario. En unas pozas se puede ver el agua termal hirviendo. En las proximidades, hay un mirador con una zona para hacer los “cozidos”, de los que comentaré más largo y tendido en otra etapa.
RUTA SENDERISTA DEL SALTO DO CABRITO.
También vimos los carteles informativos de la ruta que pensábamos hacer:
Salto do Cabrito, PRC29-SMI.
Oficialmente, la ruta comienza ahí y sus datos son:
7,5 kilómetros, 2 horas 30 minutos de duración, fácil y circular. Sin embargo, hay alternativas que luego comentaré.
El día era caluroso y a la una de la tarde el sol apretaba de verdad. Empezamos a caminar en dirección “Monte Escuro” y “Lombadas”, según marcaba la ruta, pero enseguida nos dimos cuenta de que tendríamos que ir casi dos kilómetros por una pista empedrada y sin sombras por la que podían circular los coches sin problemas. De hecho, un par de vehículos pasaron a nuestro lado y decidimos que aquel extra de pasos, solanera y calor no tenía sentido. Así que volvimos al coche, que nos llevó cómodamente al lugar donde comienza la verdadera ruta a pie. No tiene pérdida porque hay paneles informativos y sitio para aparcar. Desde aquí se puede ir en dos direcciones: al Salto do Cabrito o a lo que se llama “Barragem Dam”, que ya explicaré lo que es. Nosotros empezamos yendo hacia el Salto do Cabrito.
De inmediato nos encontramos siguiendo una gran tubería en medio de un espeso bosque con una vegetación exuberante. Entonces nos acordamos de nuestras rutas por Madeira.
Entre una maraña de hojas enormes, el estrecho sendero dio paso a una pista de tierra más amplia, que bajaba hasta el cauce del río, mostrando una variedad espectacular de árboles y arbustos que formaban una tupida masa boscosa, parte de la cual se vislumbraba desde algunos claros. A final de la bajada, llegamos hasta la Central Hidroeléctrica de Faja do Redondo, que está fuera de servicio, aunque se puede visitar concertando una cita previa.
Subimos unas escaleras metálicas y cruzamos el río por una pasarela con suelo de rejilla que va por encima de la tubería. Aquí comienza el trecho más interesante de esta ruta pues se camina sobre dicha pasarela, flanqueada por árboles y vegetación, a veces sobre el cauce del río, a veces entre las rocas, en ocasiones a ras de suelo y otras a una altura bastante considerable, que quizás pueda dar vértigo a algunas personas.
Por fin, tras bajar una empinada escalera metálica con gran número de peldaños (no sé cuántos) y otra con escalones de piedra llegamos al lecho del río y a la Central Hidroeléctrica del Salto do Cabrito.
Nada más sobrepasarla, ya teníamos ante nosotros la preciosa cascada del Salto do Cabrito. Desde que dejamos el coche, tardamos menos de 40 minutos en llegar allí.
Había siete u ocho personas frente a la cascada y aprovechamos para ponernos en primera fila y tomar nuestro bocadillo mientras contemplábamos caer el agua. Entonces nos fijamos en que la pasarela metálica por la que habíamos venido pasaba por encima de las rocas sobre las que se desliza la cascada. Daba casi más vértigo desde abajo que desde arriba.
La pasarela, arriba a la derecha, sobre la roca.

Disfrutamos de lo lindo haciendo esta ruta según la he comentado, pero quien solo quiera ver la cascada, tiene otra posibilidad mucho más corta y fácil: acceder por la carretera EN5-2 (la que traíamos desde la Lagoa do Fogo), ya en las proximidades de Ribeira Grande. Está indicado. Una pista lleva a un aparcamiento, desde donde apenas se tarda 10 minutos andando hasta la cascada. Sin embargo, no es lo mismo.
Se puede continuar por la carretera, haciendo la ruta de senderismo oficial, que es circular, pero no nos apetecía nada andar sobre pista empedrada o asfalto, así que regresamos por el camino que habíamos traído, lo cual no nos importó en absoluto por lo bonito que era el paisaje.
BARRAGEM DAM.
De nuevo en el coche, fuimos hacia el otro lado, siguiendo el indicador que ponía “Barragem Dam”. Llegamos a una especie de aljibe o piscina con aguas burbujeantes de las que emanaban grandes nubes de vapor (estaban hirviendo, claro), aunque no despedían mal olor, el típico a huevos podridos que notamos en otros lugares.
Flanqueados por una vegetación lujuriosa, seguimos la levada que llevaba el agua y alcanzamos una presa. Continuamos un poco más siguiendo la indicación del “sendero· y llegamos al río, a cuyo lecho bajamos y donde pudimos contemplar otro precioso par de cascadas, con el agua enmarcada por unas hojas gigantes dignas del mejor film de dinosaurios. Un sitio agreste, solitario y fácil de alcanzar, aunque puede haber barro en época de lluvias. Apenas se tarda un cuarto de hora en llegar desde donde habíamos aparcado.
CALDEIRA VELHA.
Deshicimos el camino y regresamos al coche para ir a Caldeira Velha, donde teníamos intención de tomar un bañito en sus piscinas naturales de agua caliente.
Cuando llegamos, ya por la tarde, había muchos menos coches aparcados que por la mañana. El acceso a este Monumento Natural está restringido a 250 personas simultáneamente y el tiempo máximo que cada visitante puede permanecer en el interior es de dos horas. El precio de las entradas es de 3 euros la de paseo y de 8 euros si también se quiere tomar un baño. En la taquilla te dan instrucciones y te ponen una pulserita según la modalidad elegida. Nos aseguraron que con dos horas tendríamos tiempo suficiente para verlo todo con tranquilidad, incluyendo el baño. Y fue cierto. En el interior hay vestuarios, servicios y duchas.

Además de muy bonito, este lugar es sumamente especial, con una vegetación fantástica, que parece trasladarte a un Parque Jurásico, con árboles de todo tipo, helechos gigantes, líquenes y flores de lo más variado. Y a la sorprendente masa vegetal hay que añadir las pozas de agua caliente ferruginosa de origen volcánico, convertidas en piscinas naturales, cuya temperatura supera los 30 grados. Un aviso: que nadie espere unas pozas enormes cual piscina olímpica. Son charcas pequeñas, que cubren algo más de un metro como mucho. Además, se debe tener precaución porque el piso puede estar resbaladizo, pero teniendo cuidado no existe ningún peligro y se disfruta un montón.

Aunque el día era caluroso, la verdad es que fue un gustazo meterse en las aguas templadas de la primera piscina. Las aguas de la segunda estaban más calientes y las de la tercera ya casi quemaban, aunque no tanto como las de una de las charcas, en la cual un cartel advierte de que nadie se atreva a meter ni un dedito porque el agua está en punto de ebullición, entre 60 y 100 grados, lo cual se apreciaba a simple vista por las burbujas y el vapor de la fumarola.
Para recorrer el parque hay un sendero de unos 350 metros y, aunque en continuo ascenso, se llega tranquilamente a la guinda del pastel, es decir la fuente termal o nacimiento, que cae en forma de cascada sobre una amplia poza con mirador incluido, en la cual pudimos relajar la mente y el cuerpo tras haber recibido en la cabeza el grato impacto del agua templada (26 grados) de la cascada. ¡Qué bonito era todo y qué bien se estaba allí!
Si da tiempo, también se puede visitar el Centro de Interpretación Ambiental, que está junto a la zona principal de servicios y vestuarios. Sin embargo, lo más importante es disfrutar del sitio natural, que es una maravilla. Aunque la mano humana ha habilitado el entorno como es obvio, lo que no sucede en otros lugares de la isla, la Caldeira Velha tiene un gran encanto y, en mi opinión, es de visita obligada en Sao Miguel, pudiendo combinarse fácilmente con la visita a la Lagoa do Fogo.
RABO DE PEIXE.
Para rematar la jornada, fuimos hasta Rabo de Peixe, una localidad eminentemente pesquera como bien apunta su nombre. Nos habían recomendado el restaurante “O Pescador”, y allá que fuimos. Llegamos pronto, lo cual fue un acierto, ya que la dueña nos atendió estupendamente bien. Aunque tenía otros pescados y mariscos, nos aconsejó la caldeirada, una especie de caldereta de marisco y pescado cocinada con capturas de la zona. Nos enseñó los pescados en cuestión, pero nos quedamos tal cual, ya que no los habíamos visto nunca antes (los mariscos, sí, claro) y sus nombres no nos decían gran cosa. En cualquier caso, tanto el caldo como el propio guiso estaban para chuparse los dedos.
Cuando terminamos de cenar, dimos una vuelta por el puerto, que estaba casi desierto. No tardó en hacerse de noche y volvimos al coche, para poner ya rumbo al hotel y dar por concluida una jornada muy intensa.