ITINERARIO DEL DÍA.
PONTA DELGADA. FURNAS. MIRADOURO DO PICO DO FERRO. CALDEIRAS. RESTAURANTE TONY’S. PARQUE DA TERRA. MIRADOUROS DO SALTO DO CAVALO, DO SALTO DA FARINHA Y DA PEDRA DOS ESTORNINHOS. PONTA DELGADA.
Perfil según Google Maps: 109 kilómetros, 2 horas en coche.
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MIRADOURO DO PICO DO FERRO.
La mañana amaneció con algunas nubes, pero sin amenazar lluvia. Además, las previsiones eran muy optimistas y anunciaban una mejoría radical del tiempo en toda la isla para ese día y los dos siguientes. Así que después de desayunar en nuestra cafetería favorita del Centro Comercial, nos dispusimos a emprender el itinerario fijado previamente y por la EN1-1A (los navegadores aconsejan ir por el norte, pero en esta carretera el paisaje es más bonito), que en un lugar que no recuerdo deja de ser autovía y se convierte en carretera convencional, nos dirigimos hacia Furnas, pasando por Agua de Pau y Vila Franca do Campo, bordeamos Lagoa de Furnas, dejandola a nuestra izquierda y continuamos hasta el Miradouro do Pico do Ferro, indudablemente, el mejor para contemplar esta nueva Lagoa, que también presenta en muchas ocasiones problemas para dejarse ver por las frecuentes nieblas. En nuestro caso hubo suerte y pudimos ver perfectamente la lagoa, Furnas y sus verdes alrededores a pesar de la presencia de algunas nubes en el cielo. Con un amplio aparcamiento, es uno de los miradores más concurridos ya que llegan autocares con muchos turistas, que luego toman el típico “cozido” incluido en casi todas las excursiones organizadas.

A una altura de 544 metros, el mirador cuenta con una amplia balconada y, además del cráter donde se asienta la lagoa, de 7 kilómetros de diámetro y 250 metros de profundidad, se puede distinguir perfectamente a vista de pájaro la zona de las caldeiras, donde se preparan los cozidos y que teníamos la intención de visitar más tarde. En días despejados, tanto desde el propio mirador como desde la carretera que va a él se pueden divisar unas amplias y bonitas perspectivas del valle donde se asienta Furnas y de las montañas que hay alrededor.
Existe una ruta senderista circular de seis kilómetros y tres horas de duración, que desde Furnas va a la Lagoa, pasa por las Caldeiras y sube la ladera por el bosque hasta el mirador, pero, sinceramente, pudiendo llegar en coche cómodamente, mejor emplear el tiempo (salvo si sobra) y las fuerzas para otros objetivos.
La zona de fumarolas y de cozidos desde el Mirador.

En mi opinión, se trata de uno de los miradores imprescindibles en Sao Miguel siempre que haya buena visibilidad, claro está. Para eso resultan de inestimable ayuda las cámaras web que he citado al principio del diario.
Entorno del Miradouro do Pico do Ferrro.

CALDEIRAS DE FURNAS.
En cuanto terminamos en el mirador, fuimos directamente al pueblo de Furnas para reservar nuestro cozido en el restaurante Tony’s, el más famoso y recomendado para ello. Desde luego, no viene mal reservar con antelación porque se suele llenar. Sin embargo, que no cunda el pánico: en caso de no encontrar hueco en Tony’s, vimos varios restaurantes por la zona con muy buena pinta y con menos gente a la espera. Tony’s fue muy fácil de localizar, ya que se haya al lado de la Iglesia de Nuestra Señora de la Alegría y del Ayuntamiento. Reservamos mesa para las dos sin ningún problema.
Entorno del restaurante Tony's con la Plaza de la Iglesia y del Ayuntamiento.

Desde allí, fuimos hasta las Caldeiras, que se encuentran junto a la Lagoa, a unos cuatro o cinco kilómetros del centro urbano de Furnas. Y para verlas de cerca, hay que pagar. El importe se abona en el aparcamiento pero no me acuerdo si nos cobraron tres o cinco euros (es por cada coche). Ya de lejos, antes de entrar, pudimos distinguir el vapor de las fumarolas elevándose varios metros y formando un escenario de lo más singular. Hay unas pasarelas que permiten recorrer las distintas calderas hirviendo, con su típico olor a huevos podridos a causa del azufre. Sin embargo, había oído comentar tanto al respecto que el olor me pareció menos nauseabundo de lo que me imaginaba y las calderas que están en el mismo pueblo huelen bastante peor.

Además del fenómeno de las fumarolas ferruginosas, también pudimos ver cómo se preparan los cozidos, que luego se sirven en los restaurantes, aunque cualquier persona también puede llevar el suyo para que se lo hagan allí, según nos comentaron. Y es que en estas calderas, o zonas encharcadas en las que emana el azufre y el agua hirviendo, se han habilitado unos montones de tierra, que cubren unos agujeros que aprovechan el calor interno, en los cuales se introducen las ollas cerradas que contienen la carne y las verduras que se cocerán durante siete u ocho horas con el vapor que desprende su propio líquido, sin añadir agua. Cada tapa tiene un cartel con el nombre del restaurante o del dueño de las ollas que hay dentro. Mientras estábamos allí, mirando, llegó una furgoneta de Tony’s con dos empleados, que sacaron los pucheros para llevarlos al restaurante. ¿Sería uno de ésos el nuestro? En cualquier caso, fue curioso verlo. El proceso en imágenes es el siguiente:

Luego dimos una vuelta en torno a la laguna, un paseo muy agradable, ya que como es habitual en Sao Miguel el paisaje era verde, muy verde. Hay un sendero para dar la vuelta a la laguna y cuenta con una ermita en sus orillas, la de Nossa Senhora das Vitorias.
Una media hora antes de la hora de la reserva, volvimos a Furnas. Nos costó un poco encontrar aparcamiento y al final tuvimos que dejar el coche a unos diez minutos del restaurante, que ya estaba casi lleno. Nos colocaron en una buena mesa, junto a la ventana. El cozido de Furnas tiene verduras, carnes, chorizo, morcilla, como el madrileño pero en vez de garbanzos lleva arroz. Se sirve de un solo vuelco, sin sopa, aunque te ponen caldo de entrante si lo pides. El caldo está incluido en el menú turístico (el que tomamos nosotros), que cuenta también con una botella de vino, agua y un postre, al precio de 20 euros por persona. Rico (si te gusta el cocido, claro), contundente y abundante: con una ración de cocido hubiésemos tenido suficiente para los dos. Tienen otros platos aparte del cocido, pero aquí se viene a lo que se viene, evidentemente. Sin embargo, cuidado con las cantidades porque el cozido llena muchísimo.
Menú completo de cozido, con caldo y postre.

Después del atracón, dimos un paseo por Furnas, una localidad de unos 1.500 habitantes, muy agradable, en la que casi todo gira en torno a las calderas y a las aguas termales, pues no en vano cuenta con 22 manantiales de barro, sulfurosos y otros minerales. Sin embargo, hay otras cosas interesantes para ver como su iglesia, algunas casonas antiguas con encanto, el río "limpio" y el marrón y, sobre todo, un fantástico jardín botánico.
JARDÍN BOTANICO TERRA NOSTRA.
Este parque fue inaugurado en el siglo XVIII por Thomas Hickling, el Cónsul Americano en la isla por aquella época. El diplomático consiguió reunir un maravilloso conjunto de árboles centenarios y vegetación exuberante de todo el mundo, tanto plantas como flores. Además, embelleció el entorno con estanques, esculturas, fuentes, pérgolas y pabellones; y tampoco faltan las inevitables grutas con pequeñas cascadas.
Nada más entrar, nos encontramos con este magnífico panorama.

Actualmente el jardín forma parte de un hotel de lujo, pero se puede visitar por un precio de 8 euros (adultos), que incluye el baño en las piscinas de aguas termales. En mi opinión, merece la pena pagar la entrada porque es uno de los jardines botánicos más bonitos que he visto tanto en variedad de especies vegetales como por su disposición y la belleza del entorno. Vamos, que si esta isla es ya por sí misma un gran jardín botánico, no digamos en lo que se convierte si encima lo cuidan. Fue escogido como uno de los más bonitos del mundo por la revista Condé Nast Travel.
Hay que dedicarle un buen rato porque el parque es grande y muy entretenido de visitar: la máquina de fotos apenas para. Conviene seguir el recorrido que figura en el plano que entregan con el tique para no perderse nada, pues hay rincones preciosos un tanto escondidos.
Mención especial merece el jardín de bromeliaceas, la colección de helechos y los dos jardines de flores, uno de especies endémicas de Azores. A quien le guste fotografiar flores, aquí tiene una cantidad ingente de todos los colores, algunas fácilmente identificables y otras muy poco comunes.
También es muy bonita la zona dedicada a los nenúfares, entre los que se puede pasear, saltando sobre las piedras del estanque de agua volcánica que los contiene.
Y para culminar el recorrido, no puede faltar el baño en la gran piscina de aguas termales ferruginosas, cuyo color marrón advierte de que hay que llevar un bañador de color oscuro o uno al que no se tenga mucho aprecio, pues lo más probable es que acabe manchado o, incluso, teñido. El agua se notaba un poco caliente porque la temperatura era alta, pero particularmente me gustó la experiencia. Es cierto que estaba bastante concurrido, pero al tratarse de un espacio grande (12 hectáreas en total) no sentimos agobio ni en la piscina ni en los propios jardines.
También se pueden utilizar unas piscinas más pequeñas (jacuzzis), pero el agua en ellas me resultó demasiado caliente. Por cierto que hay servicios, duchas y vestuarios en esta zona. En resumen, nos lo pasamos bastante bien aquí.
Muy cerca está también otra zona de baños, la Poça Da Dona Beija, igualmente de aguas ferruginosas y color rojizo. Según me han contado, también son muy recomendables, pero no entramos porque no era cuestión de repetir baño justo después de haber estado en Terra Nostra. La ventaja que tiene este sitio es que está abierto hasta las 23:00 horas, con lo cual es posible bañarse de noche. Tiene que ser toda una experiencia. Una lástima no haber tenido otra ocasión para hacerlo, pero había muchos sitios donde ir y no nos cuadró el momento de volver.
MIRADOUROS DO SALTO DO CAVALO, SALTO DA FARINHA Y PEDRA DOS ESTORNINHOS.
Dejamos Furnas y seguimos la carretera en dirección al noreste hasta que nos encontramos con otro mirador de los imprescindibles, el Miradouro do Salto do Cavalo, a una altitud de 805 metros, que nos deparó unas fantásticas vistas de parte de la Lagoa do Furnas, Furnas y un amplio panorama de la zona central de Sao Miguel, llegando también a divisarse las costas norte y sur con muchos de sus pueblecitos.

Antes de volver a la capital, nos dirigimos hacia el norte para asomarnos a otros dos miradores: el Miradouro do Salto da Farinha y el Miradouro de la Pedra dos Estorninhos, al que se accede caminando como continuación al anterior. Este último cuenta con mesas a cubierto y otras exquisiteces propias de los miradores de Sao Miguel y su balcón está colgado del acantilado, ofreciendo una vertiginosa panorámica de la costa, incluyendo una playa de piedras y arena negra a la que se accede bajando una empinadísima pista, que también conduce a la base de la cascada que se contempla desde el Miradouro do Salto da Farinha en una mini ruta de senderismo. Como apenas llevaba agua, no nos animamos a bajar hasta allí.
Miradouro do Salto da Farinha. Abajo, las rocas por las que cae la cascada, cuando lleva agua.
Miradouro da Pedra dos Estorninhos.

Terminamos la jornada en Ponta Delgada, pero el relato de nuestra visita a la capital de la isla lo dejo para la última etapa de nuestra estancia en Sao Miguel.