Después de visitar la Geoda de Pulpí (relato en la etapa de este diario LA ESPECTACULAR GEODA GIGANTE DE PULPÍ Y SAN JUAN DE LOS TERREROS (ALMERÍA).), quisimos aprovechar para conocer un poco de la llamada “Comarca de los Vélez”, (el Rubio y el Blanco) pues habíamos pasado muchas veces cerca de allí al circular por la autovía A-92N, que enlaza en Puerto Lumbreras con la A-7 y comunica Levante y Murcia con Granada. Desde la carretera siempre me llamaba la atención la estampa de la que luego supe que era la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, de Vélez-Rubio, enclavada en un alto y que con sus 37 metros de altura domina toda la población y sus alrededores. Por eso, y por lo que leí después sobre su parque natural y la historia del castillo de los Fajardo, figuraba entre los destinos que tenía apuntados para visitar en algún momento.
Situación el mapa peninsular según Google Maps. A kilómetros de Madrid y 162 de Almería capital.
Vélez Rubio y Vélez Blanco distan entre sí poco más de 6 kilómetros, diez minutos en coche por la carretera A-317.
Vélez Rubio y Vélez Blanco distan entre sí poco más de 6 kilómetros, diez minutos en coche por la carretera A-317.
Sólo podíamos pasar allí una noche, así que después de ver fotos de los dos Vélez en internet, decidí buscar alojamiento en Vélez Blanco, quizás menos monumental que su vecino, pero con el gran encanto que le proporcionan sus casas, tan blancas como su nombre, que yacen colgadas hasta alcanzar el río por la ladera del cerro sobre el que se yergue el imponente castillo de los Fajardo, del que hay mucho que comentar.
En nuestros viajes, para alojarnos no suelo reservar apartamentos, pues preferimos los hoteles. Sin embargo, en esta ocasión, la mejor opción tanto por precio como por disponibilidad resultó ser “El Palacil”, situado en un lugar muy bonito, junto al río y cerca del centro histórico, al que se llega en un paseo de unos pocos minutos, eso sí, en cuesta, pero disfrutando de unas vistas magníficas. Cuenta también con aparcamiento privado, piscina y un estupendo restaurante. En mi opinión, muy merecidos los comentarios positivos publicados en internet. Aunque los apartamentos ni son de lujo ni tienen mobiliario vanguardista, están muy limpios y me pareció que tienen una buena relación calidad/precio. El apartamento de una habitación, con amplio salón-cocina, nos costó 52 euros. Sin embargo, como ya he dicho, no tengo demasiada experiencia reservando apartamentos.
COMARCA DE LOS VELEZ
La comarca de los Vélez, a la que pertenecen Vélez Rubio, Vélez Blanco, María y Chirivel, se encuentra situada al norte de la provincia de Almería y representa aproximadamente un 13 por 100 de su superficie total. Por hachas de piedra y puntas de flecha pedernal descubiertas en el municipio de Vélez Rubio parece que la presencia del hombre en estas tierras se remonta a unos 30.000 años. En Vélez Blanco, entre otros yacimientos, la Cueva de Ambrosio y la Cueva de los Letreros contienen importantes pinturas rupestres del paleolítico, con 18.000 años de antigüedad, todos ellos declarados Patrimonio de la Humanidad. Lamentablemente, no nos cuadró el horario de visitas. Se suele decir que de la Cueva de los Letreros procede el famoso “indalo” (figura humana, de finales del neolítico, que aparece con los brazos extendidos y un arco sobre la cabeza), símbolo de la provincia, aunque en realidad se localiza en el llamado Abrigo de las Colmenas, también en Vélez Blanco. Tras la presencia de otras civilizaciones, como los íberos, llegaron los romanos que construyeron la Vía Augusta para facilitar su comunicación con Granada y Murcia. De la época romana se conserva una escultura de Dionisos que data del siglo II d.C.
La comarca de los Vélez desde el coche.
Por su parte, los musulmanes dieron mucha importancia estratégica a esta zona para contener a los cristianos en su avance hacia Granada. Para ello, edificaron el primitivo castillo de Vélez Blanco, que se convirtió en una fortaleza prácticamente inexpugnable hasta que se produjo su rendición pacífica a los Reyes Católicos en 1488.
En 1988 se constituyó el Parque Natural de los Vélez, en Sierra María, con casi 20.000 hectáreas de extensión de las cuales 15.000 pertenecen a Vélez Blanco. El paisaje presenta fuertes contrastes, aunando zonas áridas y pedregosas con parajes de montañas de cimas peladas y extensos bosques de pinos. Y tampoco faltan el agua y las fuentes, sobre todo en Vélez Blanco.
VÉLEZ BLANCO.
Llegamos a Vélez Blanco ya casi de noche, así que fuimos directamente a nuestro alojamiento, que se encontraba en la parte baja, a orillas del río, con lo cual enseguida estrenamos las fuertes pendientes de las calles, tan típicas de Andalucía. Habíamos leído muy buenos comentarios acerca de su restaurante, de modo que reservamos para cenar y no nos arrepentimos. Tenían una carta de raciones y un menú, pero no cerrado, sino que cada uno podía pedir a voluntad. No recuerdo lo que tomamos, pero sí que todo estaba muy bueno, con especial mención de un completísimo postre.
Cuando terminamos, salimos a dar una vuelta por el pueblo, para lo cual subimos la cuesta por el mismo camino que trajimos con el coche al llegar. No sabíamos que existe un sendero mucho más corto y fácil desde los apartamentos. De todos modos, no nos importó porque las vistas del caserío, con el enorme castillo iluminado a modo de antorcha en todo lo alto, merecían mucho la pena. Aunque estábamos en verano (principios de septiembre), debido a la altura y estar en zona serrana, la temperatura era muy agradable.
El paseo no se prolongó demasiado porque ya era muy tarde y apenas había gente en las calles, con lo cual ambiente nocturno, cero. Sin embargo, sí que nos fijamos en los callejones vericuetos, de empinadas escaleras, que trepaban hacia el castillo; así como en las macetas con flores que embellecían las plazas, en varias fuentes pintorescas, en las elaboradas rejas y en que algunas casas estaban encaladas y tenían un zócalo pintado o de baldosa de colores marrón, amarillo u ocre.
Resumen de nuestro paseo nocturno por Vélez Blanco.
Después de desayunar en la cafetería del edificio de apartamentos, había llegado la hora de conocer el pueblo, para lo cual decidimos ir a pie pese a las inevitables cuestas porque moverse con el coche por unas calles tan tortuosas no parecía tarea fácil, aunque luego nos dimos cuenta de que en Vélez Blanco hay bastante sitio para aparcar a la entrada de la localidad, junto a un estupendo mirador al que luego me referiré.
Ya con la luz del cálido sol de la mañana, nos dimos cuenta del bonito sitio donde se encuentra el hotel, prácticamente a la orilla del río, en el denominado Barranco de las Fuentes. De allí mismo sale una ruta que le llaman “del agua” y que en menos de un kilómetro (veinte minutos más la vuelta) lleva a contemplar fuentes, acequias, lavaderos y abrevaderos, completando un recorrido en un entorno muy bonito a lo largo del cual mediante paneles informativos se explica el aprovechamiento del agua, que mana en forma de surgencias.
Después, emprendimos la ardua subida hacia el castillo por una calle sin tráfico que se asoma directamente al Barranco de las Fuentes, mostrando una imagen espléndida del pueblo, que se encuentra a 1070 metros de altitud sobre el nivel del mar y cuenta actualmente con unos 2.000 habitantes censados.
Vélez Blanco está catalogado como Conjunto Histórico-Artístico pues conserva bastante bien su arquitectura tradicional, que proviene de los siglos XVIII y XIX, a la que se añaden varios ejemplos de edificios renacentistas y barrocos. Durante nuestro itinerario, pasamos por el Convento de San Luis, que data de 1602, con fachada blasonada y torre de estilo mudéjar, y junto a la Casa de Arcos, llamativa construcción de estilo neoclásico que se asoma al barranco, y que actualmente se ha convertido en hotel y lugar de celebración de seminarios.
Ya en el centro urbano, nos encontramos con el Ayuntamiento y la Iglesia de Santiago Apóstol, del siglo XVI, que mezcla elementos góticos y renacentistas.En adelante, cualquier estrecha calleja conduce hacia el castillo, mediante empinadas escaleras o cuestas que aunque hacen sudar la gota gorda mientras se atraviesa el pintoresco Barrio de la Morería, que tiene su origen en la población musulmana primero y morisca después que habitó aquí hasta 1570.
Poco a poco, se deja atrás el caserío y se empieza a avistar más de cerca el castillo, hasta llegar a lo que queda de la [align=justify]Iglesia de la Magdalena
, construida sobre la antigua mezquita a principios del siglo XVI y cuyas ruinas ofrecen un aspecto tan misterioso y decadente como romántico. A esta altura, las vistas sobre Vélez Blanco son ya magníficas. [/align]Y, por fin, alcanzamos la mayor joya de Vélez Blanco, que lamentablemente no se encuentra completa.
Castillo de los Fajardo.
Sobre las ruinas de una antigua alcazaba musulmana, de la que aún se conservan lienzos de la muralla y un aljibe, entre 1505 y 1515 se levantó esta imponente construcción a instancias de Don Pedro de Fajardo y Chacón, primer marqués de los Vélez, que lo dotó de todo tipo de defensas para convertirlo en una fortaleza inexpugnable, incluyendo una torre del homenaje de más de 30 metros de altura. Sin embargo, también deseaba una residencia palaciega, con lujosos salones y toda clase de esculturas y obras de arte. Para ello contrato a los mejores artesanos que con el bello mármol blanco de Macael diseñaron un patio de dos alturas, de estilo italiano, sin duda uno de más hermosos y proporcionados del renacimiento español.
La zona fortificada se comunicaba con la residencial mediante el puente elevado que le otorga tanto carácter a este castillo.
Pero, al igual que ocurrió con otros monumentos españoles a principios del siglo XX, se produjo su expolio, que no deja de serlo aunque, supuestamente, se realizase de manera legal. En 1903, el Duque de Medina Sidonia, vendió el patio y sus elementos decorativos a un anticuario parisino, que lo desmontó piedra a piedra, desprendiendo los mármoles, hasta que solo quedaron los muros desnudos, y tal cual se lo llevó a Marsella. Allí un financiero norteamericano adquirió el patio completo, lo embarcó y se lo llevó a Nueva York para utilizarlo como revestimiento del suntuoso salón de una de sus mansiones. Al morir sin descendencia, lo donó al Museo Metropolitano de Nueva York, donde actualmente conforma una sala espectacular, dedicada al arte renacentista italiano. En la misma época también se vendieron a otro anticuario francés diez magníficos frisos de madera que adornaban los salones contiguos al patio. Al cabo de un tiempo desaparecieron y se dieron por perdidos hasta que se encontraron en 1996 entre los fondos del Museo de Artes Decorativas de París. Toda una odisea, tan dura como los Trabajos de Hércules que representa uno de los frisos. En 2008, la Junta de Andalucía decidió recuperar en lo posible las pasadas glorias del castillo e inició una importante labor de recuperación, incluyendo el escaneado del patio para intentar devolverle poco a poco lo que se le quitó.
La entrada es gratuita y muy recomendable tanto por la visita en sí como por la reflexión que este caso en cuanto a los expolios artísticos tan frecuentes en nuestra historia lamentablemente. El exterior del castillo presenta un aspecto magnífico y las vistas panorámicas que se tienen junto a sus muros son espectaculares. Merece la pena recorrer todo su perímetro (hasta donde es posible llegar, claro), que abarca un inmenso horizonte con Vélez Blanco y buena parte del Parque Natural de los Vélez y Sierra María.
En el interior, se puede ver una sala con paneles informativos y varias estancias, la más interesante de las cuales es el propio patio que se está intentando reconstruir. Realmente impresiona su aspecto, sobre todo pensando lo que tuvo que ser cuando estaba completo, con sus dos alturas, revestido de mármol y con sus adornos. En internet hay numerosas fotografías de cómo está instalado el patio en el Metropolitan de Nueva York. No pongo aquí ninguna por si infrinjo algún derecho de autor.
Actualizo la información para incluir unas fotos que tomé en el Metropolitan de Nueva York, en la Sala que se ha construido tomando como base el patio, que es realmente magnífico:
De nuevo resultan fantásticas las vistas que se tienen desde el balcón principal, dispuesto a modo de inmenso mirador, desde donde se contempla el caserío escalonado de Vélez Blanco en el que destaca la Iglesia de Santiago Apóstol, sus tierras de labor, el verde serrano y, muy al fondo, las estepas de los Filabres y las estribaciones del desierto de Tabernas.
Sin entrar en el fondo de la actuación, que desconozco, me pareció digno de encomio el esfuerzo que se está haciendo para recuperar al menos la esencia de esta joya renacentista perdida para nuestro país y que pasó a incrementar el patrimonio artístico americano.
Mi visión particular del castillo desde la carretera que va a María.
Volvimos al centro de Vélez Blanco y estuvimos dando otro paseo por sus callejuelas y contemplando sus artísticas fuentes: la de los cinco caños, cuyo origen se remonta al siglo XVI, la de los Caños de la Novia, la los Caños de Caravaca y la de los Caños del Mesón.
Para terminar, compramos en una panadería unos pastelitos dulces y salados recién hechos que estaban de vicio y mientras nos los tomábamos fuimos hasta el mirador que hay a la entrada de Vélez Rubio, que pese a no tener nombre ofrece uno de los mejores y más amplios panoramas de la provincia de Almería, con vistas espléndidas del Barranco de la Canastera, el Monte de la Muela de Montalviche y los cultivos en terrazas según la tradición árabe, con acequias y balsas para regar olivos, huertas y almendros. El balcón se extienda a lo largo de toda la calle que va paralela a la carretera y merece mucho la pena dedicarle un rato de paseo tranquilo. Normalmente, hay sitio para aparcar.
VÉLEZ RUBIO.
Ya en el coche, dejamos Vélez Blanco y seguimos un rato por la carretera que se adentra en la sierra y se dirige hacia María. Son paisajes bonitos, pero no nos parecieron tan impactantes como los que se contemplan desde Vélez Blanco. Quizás sea preciso emprender rutas de senderismo para apreciarlo en su justo valor. De modo que dimos la vuelta y nos encaminamos hacia Vélez Rubio, con la intención de visitarlo y almorzar allí, objetivo que luego cumplimos solo a medias.
Paisaje en torno al pueblo de María.
Entre Vélez Rubio y Vélez Blanco, inmediaciones de la Cueva de los Letreros.
Vélez Rubio cuenta con casi 7.000 habitantes y se encuentra muy cerca de la autovía A-91N que va a Granada. Su altitud sobre el nivel del mar es de 847 metros, doscientos menos que su vecino Blanco, y también está catalogado como Conjunto Histórico.
La tarde anterior, de camino a Vélez Blanco, habíamos pasado por Vélez Rubio, que nos recibió por sus “Puertas de Lorca”. La foto la hice desde el coche y es muy mala, pero sirve para hacerse una idea. En esta ocasión, llegamos por el lado contrario y dejamos a un lado las llamadas Puertas de Granada. Aparcamos el coche en la Carrera del Carmen, unas de las vías amplias que surgieron como consecuencia del desarrollo urbano de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Desde allí nos dirigimos al casco histórico, que se encuentra unos cinco minutos caminando. En realidad, casi todo lo interesante para ver está a poca distancia, así que se puede hacer una visita bastante completa aunque no se disponga de mucho tiempo. En varios lugares hay paneles informativos municipales con los puntos más interesantes para ver y una pequeña explicación.
Enseguida aparecimos en la plaza en la cual se encuentran el Ayuntamiento (data de 1732, aunque de esa fecha solo conserva su fachada barroca) y la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Encarnación, cuya construcción se llevó a cabo entre 1573 y 1768, en sustitución de la anterior Iglesia de San Pedro, del siglo XVI, que tuvo que demolerse como consecuencia de los datos estructurales producidos por el terremoto de 1751. Es un edificio de grandes dimensiones, que domina el entorno urbano y con sus dos torres de 37 metros de altura se divisa desde mucha distancia, incluyendo la autovía. Su interior es de planta latina, tiene una gran cúpula y presenta una original decoración con fondo blanco y líneas verdes, azules y ocres. Está considerado el monumento más destacado del barroco de Almería.
La Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación con el Ayuntamiento a la derecha.
Interior de la Iglesia.
Interior de la Iglesia.
Otros lugares destacados son el Convento y la Iglesia de la Inmaculada (del siglo XVII, fue cuartel de las tropas napoleónicas), el Palacio de las Damas Catequistas y el Hospital Real (de 1765, actualmente museo municipal).
Además de las calles estrechas y las casas de fachadas encaladas que responden a la arquitectura tradicional de estilo andaluz, como consecuencia del auge económico que vivió en los siglos XVIII y XIX, Vélez Rubio cuenta también con un buen conjunto de mansiones señoriales de estilo barroco, así como numerosas viviendas de influencia modernista e historicista. Para verlas, no hay más que darse una vuelta por el centro y fijarse en los carteles informativos, que señalan la ubicación exacta de las más destacadas, incrustadas entre otras más modestas, de tradición popular.
Íbamos con la intención de almorzar en Vélez Rubio, pero no encontramos ningún sitio que nos convenciera ya que el único restaurante que nos podía interesar estaba cerrado. De modo que en vez de perder más tiempo, regresamos a Vélez Blanco para comer en el restaurante “El Palacil”, el establecimiento de apartamentos donde nos habíamos alojado la noche anterior. Y volvimos a acertar. Tenían un menú muy completo, con varios entrantes y un principal al gusto. No recuerdo el precio, pero fue muy razonable para la cantidad y la calidad de la comida.
Como resumen decir que aunque nuestro viaje a la comarca de los Vélez fue corto, apenas un día y medio, quedamos muy contentos con lo que vimos, pues se trata de una zona de la provincia de Almería no muy conocida, pero que merece la pena explorar tanto por su riqueza arqueológica (una lástima que no pudiésemos visitar las cuevas), monumental y con parajes naturales realmente llamativos. Seguramente volveremos en alguna otra ocasión.