Día 1. Miércoles 21 de agosto
El gran día. Empezaba nuestra gran aventura. Pero lo primero de todo y más importante resultaba el desplazarse hasta la capital para poder coger el vuelo. Al ser de Valencia, y habiendo comparado precios de los aviones y del AVE, decidimos que resultaba más económico desplazarnos en nuestro automóvil particular, por lo que a eso de las 7 de la mañana salimos dirección a Madrid. Realizando la parada de rigor a mitad de camino, llegamos finalmente al aeropuerto pasadas las 10 de la mañana. Habíamos reservado con antelación el párking de AENA de la T-4, siendo el procedimiento para entrar el coche bien sencillo: como el sistema tiene guardada la matrícula, al acercar el coche a la barrera, ésta se levanta automáticamente, dándote un ticket que es el que debes guardar para salir al regreso del viaje (y en nuestro caso también para pagar, que decidimos hacerlo al volver).
Una vez aparcado el coche, cogimos el equipaje y fuimos directos a los mostradores de facturación de nuestra compañía, Emirates, los cuales se encontraban a la derecha del todo al entrar en la terminal T-4. Embarcamos dos maletas grandes y una mediana en la bodega, llevando una pequeña arriba en la cabina con nosotros. Como aún era demasiado pronto, pues quedaban aún casi 4 horas, decidimos ir a los aseos y llamar a la familia para decir que estábamos en la terminal ya. Aun así, decidimos pasar los controles porque tampoco teníamos nada que hacer afuera, y siempre es bueno estar ya dentro por lo que pueda pasar.
Mientras estábamos esperando la hora de llegada del embarque, llegó el A380 que nos llevaría rumbo a Oriente Medio. Ciertamente impone cuando lo ves tan de cerca, es realmente un monstruo de los cielos. Tras otro rato de espera, llegó finalmente el momento del embarque, que se realiza siguiendo un código de letras, con cierta prioridad dependiendo de la zona del avión en la que esté situado tu asiento. Realmente todo lo que rodea al avión es brutal, con cada paso que das hacia él sigues sin creerte que por fin vayas a poder volar en su interior. Imaginar la cantidad de personas que pueden viajar en su interior y que pueda ser capaz de remontar el vuelo es simplemente impensable hasta que no vives la experiencia en tus propias carnes.
Una vez aparcado el coche, cogimos el equipaje y fuimos directos a los mostradores de facturación de nuestra compañía, Emirates, los cuales se encontraban a la derecha del todo al entrar en la terminal T-4. Embarcamos dos maletas grandes y una mediana en la bodega, llevando una pequeña arriba en la cabina con nosotros. Como aún era demasiado pronto, pues quedaban aún casi 4 horas, decidimos ir a los aseos y llamar a la familia para decir que estábamos en la terminal ya. Aun así, decidimos pasar los controles porque tampoco teníamos nada que hacer afuera, y siempre es bueno estar ya dentro por lo que pueda pasar.
Mientras estábamos esperando la hora de llegada del embarque, llegó el A380 que nos llevaría rumbo a Oriente Medio. Ciertamente impone cuando lo ves tan de cerca, es realmente un monstruo de los cielos. Tras otro rato de espera, llegó finalmente el momento del embarque, que se realiza siguiendo un código de letras, con cierta prioridad dependiendo de la zona del avión en la que esté situado tu asiento. Realmente todo lo que rodea al avión es brutal, con cada paso que das hacia él sigues sin creerte que por fin vayas a poder volar en su interior. Imaginar la cantidad de personas que pueden viajar en su interior y que pueda ser capaz de remontar el vuelo es simplemente impensable hasta que no vives la experiencia en tus propias carnes.
Día 2. Jueves 22 de agosto
Salimos sin gran retraso a la hora prevista (15:20 del 21/08), y tras unas 7 horas y media de vuelo, aterrizamos en Dubái. Era la 1 de la madrugada y la temperatura superaba ligeramente los 30ºC según las pantallas del avión. Por suerte, el desembarco se realizaba mediante pasarelas y la terminal está perfectamente climatizada, por lo que no podríamos "saborear el caloret" hasta el regreso. El paseo por la terminal está debidamente señalizado mediante abundante cartelería, diferenciando entre las personas que van a realizar una conexión o los que van a salir del aeropuerto y entrar al país. Poco a poco va uno descubriendo el lujo de los Emiratos, donde el aeropuerto de Dubái, principal puerta de entrada al país, debe contribuir a tal visión: palmeras en el interior de la terminal, láminas de agua, ascensores acristalados, etc.
Se debe tener en cuenta que aunque se trate de un vuelo de conexión y no se vaya a salir de la propia terminal 3 del aeropuerto de Dubái (la que usa Emirates), se debe pasar un pequeño control de seguridad, que en nuestro caso fue bastante rápido y no hubo problemas. Cabe destacar que ciertas horas de la madrugada se pueden considerar como hora punta allí, ya que el aeropuerto está enfocado mayormente como hub de conexión, así que no os extrañe si hay comercios abiertos y mucha gente de todos los rincones del planeta. Atención también a los pequeños taxis que van por dentro de la terminal y que aunque tengan medio delimitado el carril para circular, suelen aparecer en ocasiones de imprevisto.
Con las dos horas que había de enlace, no hubo ningún tipo de problemas. Aunque la terminal es bastante grande, no tardamos demasiado en desplazarnos de una puerta a la otra, así que tras esperar otra media hora u hora entera, procedimos al segundo embarque, esta vez del A380 que nos llevaría hasta Osaka. A las 3 en punto estaba prevista la salida, pero al tratarse de hora punta, las salidas suelen no ser puntuales, siendo generalmente el retraso típico de 30 o 45 min hasta poder remontar el vuelo.
En general el trato durante ambos vuelos por parte de la tripulación fue excelente, así como las comidas ofrecidas a bordo. Además, cada cierto tiempo pasaban a ofrecer zumos de ciertos sabores, lo que ayudaba a mantener en cierta medida la garganta hidratada. Durante el vuelo de Dubái a Osaka te proporcionan además los papeles de inmigración que se deben rellenar para poder pasar los controles. En el propio aeropuerto pueden rellenarse también, pero siempre es preferible adelantar faena y así ganar tiempo. Finalmente, a eso de las 5 y media de la tarde, el avión tocaba por fin suelo japonés (aunque realmente el aeropuerto se sitúe en una isla artificial de la bahía de Osaka). Aún no nos lo podíamos creer, pero finalmente habíamos llegado a Japón
Se debe tener en cuenta que aunque se trate de un vuelo de conexión y no se vaya a salir de la propia terminal 3 del aeropuerto de Dubái (la que usa Emirates), se debe pasar un pequeño control de seguridad, que en nuestro caso fue bastante rápido y no hubo problemas. Cabe destacar que ciertas horas de la madrugada se pueden considerar como hora punta allí, ya que el aeropuerto está enfocado mayormente como hub de conexión, así que no os extrañe si hay comercios abiertos y mucha gente de todos los rincones del planeta. Atención también a los pequeños taxis que van por dentro de la terminal y que aunque tengan medio delimitado el carril para circular, suelen aparecer en ocasiones de imprevisto.
Con las dos horas que había de enlace, no hubo ningún tipo de problemas. Aunque la terminal es bastante grande, no tardamos demasiado en desplazarnos de una puerta a la otra, así que tras esperar otra media hora u hora entera, procedimos al segundo embarque, esta vez del A380 que nos llevaría hasta Osaka. A las 3 en punto estaba prevista la salida, pero al tratarse de hora punta, las salidas suelen no ser puntuales, siendo generalmente el retraso típico de 30 o 45 min hasta poder remontar el vuelo.
En general el trato durante ambos vuelos por parte de la tripulación fue excelente, así como las comidas ofrecidas a bordo. Además, cada cierto tiempo pasaban a ofrecer zumos de ciertos sabores, lo que ayudaba a mantener en cierta medida la garganta hidratada. Durante el vuelo de Dubái a Osaka te proporcionan además los papeles de inmigración que se deben rellenar para poder pasar los controles. En el propio aeropuerto pueden rellenarse también, pero siempre es preferible adelantar faena y así ganar tiempo. Finalmente, a eso de las 5 y media de la tarde, el avión tocaba por fin suelo japonés (aunque realmente el aeropuerto se sitúe en una isla artificial de la bahía de Osaka). Aún no nos lo podíamos creer, pero finalmente habíamos llegado a Japón
Nada más cruzar la pasarela del avión y llegar a la terminal, nos dimos cuenta que realmente habíamos llegado a nuestro destino cuando un enorme panel con los protagonistas de las principales franquicias de Nintendo nos daba la bienvenida con motivo de los Juegos Olímpicos de Tokio de 2020. La terminal 1 de Kansai es una de las más largas del mundo con más de 1 km y medio de longitud total, por lo que el desplazamiento hasta la zona central suele realizarse mediante una especie de lanzadera.
Una vez se llega a la zona central, se debe realizar el pertinente control de inmigración, que suele tomar algo de tiempo, sobre todo cuando se juntan bastantes vuelos al mismo tiempo. Al pasar este control, se procede a la recogida del equipaje y, cosa curiosa que no habíamos visto nunca, los operarios se estaban encargando de sacar de las cintas las maletas, dejándolas al lado y permitiendo así una mayor rapidez a la hora de localizar las propias. Tras recoger las maletas, se debe pasar otro control, el de aduanas, que suele ser algo más rápido que el anterior (al menos en nuestro caso) y que una vez atravesado, por fin se llega al mundo exterior.
Una vez afuera, lo primero pasa por canjear los pases tanto del JR como de Nankai en las oficinas situadas en la planta superior del edificio de la estación de trenes, aledaño a la terminal y comunicado directamente a ésta mediante una pasarela elevada. La estación del aeropuerto sólo está servida por trenes de estas dos compañías, estando ambas oficinas correctamente señalizadas y situándose una al lado de la otra. Ya se empezaba a notar la humedad y el calor típico de estas fechas en Japón.
Primeramente, procedimos a canjear el pase del JR, lo cual nos llevó unos 20 o 30 min, ya que la oficina estaba bastante abarrotada tanto de locales como de extranjeros. Lo único que debe hacerse es llevar la orden que habían enviado a casa y los pasaportes (recordemos que el pase está orientado sólo a turistas o a japoneses que hayan vivido bastante tiempo afuera), además de especificar claramente al personal de la oficina que os atienda la fecha de inicio del pase, a partir de la cual se contarán 7 días y quedará grabado en el reverso del pase (en nuestro caso, del 27/08 al 02/09). Tras las firmas de cada uno de los viajeros, los pases serán vuestros.
Una vez disponíamos de los JR Pass, tocaba canjear el Yokoso! Osaka Ticket en la oficina de la compañía Nankai. Este pase ofrece un billete de ida para desplazarse entre el aeropuerto y la estación de Namba de Osaka (situada cerca de la conocida zona céntrica de Dotonbori) y un pase de un día para el metro, a utilizar o el día de llegada o al día siguiente (que fue nuestro caso). Atención porque a la hora de realizar el canje del pase, le dan a cada viajero 4 billetes que deberá conservar: uno de información del ticket, uno del tren para desplazarse entre Kansai y Namba necesario para pasar por los tornos tanto al entrar como al salir, otro con la reserva de asiento en un tren "limited express" y el último será el pase de 1 día del metro y autobús.
Una vez canjeado también el pase de Nankai, procedimos a bajar al piso inferior, donde se sitúan los andenes. Los trenes "limited express" que circulan entre Kansai y Namba (y viceversa) se conocen con el nombre de rapi:t, y sale uno cada media hora aproximadamente. El siguiente se marchaba en menos de 10 minutos, que es para el que nos habían dado los asientos reservados, así que nos dimos prisa para bajar y poder cogerlo sin problemas (la puntualidad suiza es un chiste al lado de la puntualidad japonesa). Son trenes cómodos, espaciosos y con zonas habilitadas para colocar el equipaje durante el trayecto, que además disponen de conexión Wi-Fi, así que durante los 37 minutos que dura el trayecto procedimos a relajarnos e intentar observar el paisaje urbano nocturno que se iba descubriendo ante nuestros ojos.
Tras la media hora de viaje, llegamos a la estación de Namba, donde al bajar pudimos observar el lateral y frontal del tren en el que habíamos venido, de aspecto muy futurista. La estación es grande y además tiene tiendas y centro comercial en el mismo edificio, lo que puede resultar algo confuso en la primera toma de contacto con el país nipón.
Una vez se llega a la zona central, se debe realizar el pertinente control de inmigración, que suele tomar algo de tiempo, sobre todo cuando se juntan bastantes vuelos al mismo tiempo. Al pasar este control, se procede a la recogida del equipaje y, cosa curiosa que no habíamos visto nunca, los operarios se estaban encargando de sacar de las cintas las maletas, dejándolas al lado y permitiendo así una mayor rapidez a la hora de localizar las propias. Tras recoger las maletas, se debe pasar otro control, el de aduanas, que suele ser algo más rápido que el anterior (al menos en nuestro caso) y que una vez atravesado, por fin se llega al mundo exterior.
Una vez afuera, lo primero pasa por canjear los pases tanto del JR como de Nankai en las oficinas situadas en la planta superior del edificio de la estación de trenes, aledaño a la terminal y comunicado directamente a ésta mediante una pasarela elevada. La estación del aeropuerto sólo está servida por trenes de estas dos compañías, estando ambas oficinas correctamente señalizadas y situándose una al lado de la otra. Ya se empezaba a notar la humedad y el calor típico de estas fechas en Japón.
Primeramente, procedimos a canjear el pase del JR, lo cual nos llevó unos 20 o 30 min, ya que la oficina estaba bastante abarrotada tanto de locales como de extranjeros. Lo único que debe hacerse es llevar la orden que habían enviado a casa y los pasaportes (recordemos que el pase está orientado sólo a turistas o a japoneses que hayan vivido bastante tiempo afuera), además de especificar claramente al personal de la oficina que os atienda la fecha de inicio del pase, a partir de la cual se contarán 7 días y quedará grabado en el reverso del pase (en nuestro caso, del 27/08 al 02/09). Tras las firmas de cada uno de los viajeros, los pases serán vuestros.
Una vez disponíamos de los JR Pass, tocaba canjear el Yokoso! Osaka Ticket en la oficina de la compañía Nankai. Este pase ofrece un billete de ida para desplazarse entre el aeropuerto y la estación de Namba de Osaka (situada cerca de la conocida zona céntrica de Dotonbori) y un pase de un día para el metro, a utilizar o el día de llegada o al día siguiente (que fue nuestro caso). Atención porque a la hora de realizar el canje del pase, le dan a cada viajero 4 billetes que deberá conservar: uno de información del ticket, uno del tren para desplazarse entre Kansai y Namba necesario para pasar por los tornos tanto al entrar como al salir, otro con la reserva de asiento en un tren "limited express" y el último será el pase de 1 día del metro y autobús.
Una vez canjeado también el pase de Nankai, procedimos a bajar al piso inferior, donde se sitúan los andenes. Los trenes "limited express" que circulan entre Kansai y Namba (y viceversa) se conocen con el nombre de rapi:t, y sale uno cada media hora aproximadamente. El siguiente se marchaba en menos de 10 minutos, que es para el que nos habían dado los asientos reservados, así que nos dimos prisa para bajar y poder cogerlo sin problemas (la puntualidad suiza es un chiste al lado de la puntualidad japonesa). Son trenes cómodos, espaciosos y con zonas habilitadas para colocar el equipaje durante el trayecto, que además disponen de conexión Wi-Fi, así que durante los 37 minutos que dura el trayecto procedimos a relajarnos e intentar observar el paisaje urbano nocturno que se iba descubriendo ante nuestros ojos.
Tras la media hora de viaje, llegamos a la estación de Namba, donde al bajar pudimos observar el lateral y frontal del tren en el que habíamos venido, de aspecto muy futurista. La estación es grande y además tiene tiendas y centro comercial en el mismo edificio, lo que puede resultar algo confuso en la primera toma de contacto con el país nipón.
Nuestro hotel se situaba a poco más de 1 km aproximadamente de la estación, lo que unido a que llevábamos cuatro maletas hizo que nos decidiéramos a coger el metro por primera vez, realizando la primera compra con dinero en metálico. Los precios de los billetes en la mayoría de lugares y de redes de tren de Japón se basan en la distancia a la estación de origen, y en este caso resultó ser la tarifa más barata, ya que únicamente teníamos que bajar en la siguiente estación de la línea roja. Eran sobre las 8 de la tarde, y pudimos comprobar momentáneamente cómo de real era la hora punta vespertina en el país asiático.
Tras bajar en la siguiente estación y girar la esquina, llegamos a nuestro hotel en Osaka, el Hearton Hotel Shinsaibashi, el cual dispone de un edificio principal y un anexo, ubicados uno enfrente del otro a cada lado de una calle pequeña. A nosotros nos tocaba alojarnos en el edificio anexo, donde hicimos el propio check-in y realizamos el pago de la reserva. Una vez tuvimos las llaves de la habitación, subimos a dejar el equipaje y mochilas y descansar unos minutos, tras los cuales nos pusimos en marcha para realizar una primera toma de contacto. Aún a pesar de conocer que el espacio disponible en Japón suele ser escaso, la habitación nos resultó incluso algo más pequeña de lo que imaginábamos, con poco espacio para moverse en general, aunque como únicamente íbamos a estar una noche, tampoco nos representó mayor problema. Estaba muy bien cuidada, y la ubicación era bastante buena, así que no es mala opción si se desea estar en el centro de la ciudad a un precio no demasiado elevado.
Tras bajar en la siguiente estación y girar la esquina, llegamos a nuestro hotel en Osaka, el Hearton Hotel Shinsaibashi, el cual dispone de un edificio principal y un anexo, ubicados uno enfrente del otro a cada lado de una calle pequeña. A nosotros nos tocaba alojarnos en el edificio anexo, donde hicimos el propio check-in y realizamos el pago de la reserva. Una vez tuvimos las llaves de la habitación, subimos a dejar el equipaje y mochilas y descansar unos minutos, tras los cuales nos pusimos en marcha para realizar una primera toma de contacto. Aún a pesar de conocer que el espacio disponible en Japón suele ser escaso, la habitación nos resultó incluso algo más pequeña de lo que imaginábamos, con poco espacio para moverse en general, aunque como únicamente íbamos a estar una noche, tampoco nos representó mayor problema. Estaba muy bien cuidada, y la ubicación era bastante buena, así que no es mala opción si se desea estar en el centro de la ciudad a un precio no demasiado elevado.
Un pequeño paseo de 10 minutos nos acercó al conocido barrio de Dōtonbori, cuya atracción principal es un canal alrededor del cual se ubican concurridas calles repletas de carteles luminosos, tiendas y restaurantes, entre los que destaca el que sea probablemente el cartel luminoso más importante del país, Glico Man, cuya figura de un atleta con los brazos levantados es mundialmente conocida.
Como llevábamos un poco de cansancio acumulado, decidimos cenar en la calle paralela al canal que estaba a rebosar de gente, en uno de los muchos locales de comida que se amontonan a cada lado del paseo. Probamos los famosos takoyakis, bolas rellenas generalmente de pulpo, y que nos resultaron bastante ricos (aunque quemaban bastante al estar recién hechos).
De vuelta al hotel, antes de subir a la habitación, aprovechamos que había un Family Mart justo al lado del mismo para realizar una pequeña compra del desayuno para el día siguiente. Estas tiendas que suelen abrir 24 horas, conocidas como konbini, son de gran ayuda tanto para locales como para los extranjeros, aunque en ocasiones el precio de los productos vendidos aquí puede no resultar especialmente económico.
Eran más de las 10 de la noche cuando por fin subimos a la habitación listos para descansar y recuperar fuerzas. El día llegaba a su fin, pero las aventuras por el país nipón no habían hecho más que empezar.
De vuelta al hotel, antes de subir a la habitación, aprovechamos que había un Family Mart justo al lado del mismo para realizar una pequeña compra del desayuno para el día siguiente. Estas tiendas que suelen abrir 24 horas, conocidas como konbini, son de gran ayuda tanto para locales como para los extranjeros, aunque en ocasiones el precio de los productos vendidos aquí puede no resultar especialmente económico.
Eran más de las 10 de la noche cuando por fin subimos a la habitación listos para descansar y recuperar fuerzas. El día llegaba a su fin, pero las aventuras por el país nipón no habían hecho más que empezar.