No era el día más apacible para ir de excursión, pero era tal y como estaba organizado el itinerario y no nos queríamos ir sin pasar a ver los molinos de Zaanse Schans. Y no es que lloviera, pero sí hacía mucho viento, y no era muy agradable. Empezamos el día, como todos los demás, desayunando en el comedor del hotel. Teníamos pensado estar toda la mañana de excursión y pasar la tarde en Amsterdam, recorriendo un poco más y mejor el Barrio Rojo y aprovechar también para hacer un crucero por los canales de la ciudad.
Llegar a Zaanse Schans no tiene ningún misterio. Cogimos el tren en la estación de Amsterdam centro y el recorrido no fue de más de 20 minutos. Cuando nos bajamos del tren, en la estación de Zaandijk, del tren bajamos un reguero de turistas. Diría que es la excursión donde encontramos más visitantes. Seguimos en línea recta la calle a la salida de la estación, hasta toparnos con unas casas. Allí torcimos a la izquierda y enseguida llegamos al puente desde donde se ven los molinos a lo lejos.
En este puente nos agolpamos todos los turistas a hacer fotos de los molinos
En Zaanse schans encontramos también las típicas casidetas de madera de colores, negras, verdes... Muchas de ellas son tiendas de souvenirs, cafeterías... aunque lo que predomina allí es el campo y los molinos a orillas del agua, cuyas aspas giraban frenéticamente porque era un día en que hacía bastante viento como ya he dicho.
De camino a los molinos
Aquí se ve el airazo que hacía...
Nosotras entramos en un par de molinos: en el aserradero y en el de pigmentos.
El molino de pigmentos data del año 1782 y se usa para moler sustancias naturales de las cuales se sacan un montón de colores, que se usaban en su día para teñir lana, para hacer pintura, etc. Hoy en día es el único molino de pigmentos que sigue en funcionamiento en todo el mundo. En la planta baja hay una tienda donde se pueden comprar algunos de sus productos y souvenirs. La entrada al molino cuesta 5€ -entrada de adulto-, los niños pagan 2,5€. Con la Amsterdam Card (que aún aguantaba) no tuvimos que pagar nada por entrar a verlo.
El interior del molino...
Dentro de los molinos se puede subir hasta la plataforma superior y salir al exterior, con unas escaleras de mano un poco incómodas de subir y bajar. Eso sí, controlando el aforo porque en el interior son muy pequeñitos y había mucha gente.
Desde la parte de arriba de un molino
Desde el otro lado
Estuvimos paseando alrededor de los molinos. Hay también algunas tiendas, nosotras entramos a la típica de queso, Henri Willig, que estaba de turistas hasta la bandera, pero no compramos nada.
A la izquierda, al lado del carro, la tienda de quesos. Esquivando al montón de gente que había...
Lo que sí que nos compramos fue un gofre de chocolate en una pequeña tienda tipo confitería. Esto sí no lo pudimos resistir. También nos encontramos con muchos animales de granja por allí pastando tranquilamente. Especialmente ovejas. A los pequeños seguro que les gustará hacer esta excursión.
Ovejitas ajenas a la horda turística
Entorno muy bonito, pero mirad al fondo...
Zaanse Schans es una visita que recomendaría si se tienen suficientes días y se han visto ya cosas más interesantes, como algunas ciudades (Delft, los pueblos de Marken, Volendam y Edam...).. Para mí, sin duda, es de lo último que pondría en la lista, aunque no deja de ser interesante ver los molinos, tanta gente que éramos le restó encanto porque es como un pequeño parte temático.
El puente aguantó
Volviendo a la estación...
Volvimos a Amsterdam justo para comer y después aprovechamos la tarde y gran parte de la noche en el Barrio Rojo. La comida la hicimos en un restaurante al lado del hotel, en un restaurante chino -no el típico chino del arroz tres delicias y el pollo con almendras que todos imaginamos, sin desmerecer lo digo -. Cuando llegamos ya estaba todo lleno a excepción de 2 mesas, de las cuales 1 ya estaba reservada. Así que comimos por los pelos... Había muchos asiáticos comiendo allí, imagino que será por algo.
El restaurante se llama One Dim Sum. Los platos que quieres pedir se apuntan en un papel y después vienen a tomar nota. Pedimos varios platos, entre ellos unos pastelitos de castaña que estaban muy buenos... Salimos súper llenas. Sitio muy recomendable, moderno, muy limpio y el personal encantador, aunque eso sí, un pelín alejado del centro. Si estás en el barrio de los museos sí os podéis acercar andando, son a penas 10 minutos a pie. Por desgracia no guardamos el ticket así que no sé cuánto nos costó, pero no era muy caro.
Ñam Ñam!
Todavía nos quedaba pendiente hacer el tour en barco por los canales de Amsterdam. Nos decidimos muy tarde a hacerlo, porque no era de las cosas que más ilusión nos hacía, y no llegamos a poder usar el viaje que nos venía con la Amsterdam Card (vaya cagada), así que lo tuvimos que pagar a parte.
Como hay un montón de empresas para hacerlo, al final decidimos que daba lo mismo en cuál hacerla y elegimos la que estaba más a mano. Una decisión muy rigurosa. Pero ya nos estábamos volviendo locas entre barcos grandes, barcos pequeños, barcos cubiertos, barcos descubiertos, que si comida a bordo…
Al fondo la estación de Amsterdam. A la izquierda de la foto es el embarcadero donde salen y vuelven los barcos (en este caso los de la compañía con la que fuimos nosotras. El edificio blanco de la derecha es la oficina de turismo. Ahí se compran los tickets.
Al final fuimos con Stromma Netherlands e hicimos el recorrido 100 Highlights, en un barco bastante grande y cubierto. El recorrido duró alrededor de una hora, pasas por los canales más ‘típicos’ y nos costó 16,50€ por persona. Según íbamos viendo cosas podíamos ir escuchando en unos auriculares alguna explicación y de vez en cuando el capitán añadía alguna anécdota. Había audio en muchos idiomas, por supuesto, también en español. La experiencia estuvo normalita, la verdad, para mi gusto mucho mejor recorrer los canales a pie.
Vista desde el barquito...
Una vez terminada la vuelta, nos dejaron en los embarcaderos delante de la estación central de Amsterdam. Desde allí salen todos los cruceros por los canales. Ya iréis viendo los puestos según la empresa.
Como era el día de pasar cuenta a aquellas cosas pendientes, nos fuimos para las calles del Barrio Chino a tomarnos una ginebra, que también es algo bastante típico. Entramos en un pequeño café que hacía esquina y parecía ser un lugar interesante a juzgar por el público que se veía desde la puerta. El local no era muy grande y estaba atestado de gente, pero era bastante encantador. El nombre del bar era De Ooievaar, que por cierto significa ‘cigüeña’ a juzgar por las imágenes de google. La decoración era la típica de los bruin café. Paredes oscuras, vigas y suelos de madera, techos altos e infinidad de botellas. En la barra una cesta con huevos hervidos (qué curioso) que los parroquianos iban cogiendo de vez en cuando.
El interior del 'De Ooievaar'
Y así se sirven las jenever
Nosotras nos sentamos en la única mesa que quedaba libre, un poquito apartadas del barullo principal. Le dijimos al señor de la barra que esta vez queríamos probar las jenever -ginebra- y nos explicó a grosso modo que estaban las ‘old’ -viejas- o las ‘yong’- jóvenes. Esto lo sabíamos de haberlo leído en el foro. La denominación es simplemente porque las ‘viejas’ se destilan siguiendo las técnicas antiguas y las nuevas pues con técnicas más nuevas… pero eso no influye en la calidad. Como no teníamos ni idea de nada, le dijimos que nos pusiera la que él quisiera y ya está. Nos sirvió dos copitas llenas hasta arriba, que tuvimos que beber primero sorbiendo directamente del vaso, sin coger la copa. Esto también es costumbre hacerlo así...Y a mí mi madre me regañaba cuando de pequeña lo hacía en casa, hay que ver. A mí me gustan los brebajes fuertines, pero reconozco que lo estaba y bastante. Aun así no bebimos la copita y luego aún nos quedaron ganos de pedirnos una cerveza, porque se estaba muy bien en el local. Además eran las únicas ‘guiris’. Yo cogí una Vedett Extra White, una cerveza blanca belga. Ya estaba bien, suavecita para después de la ginebra…
Salimos alegremente del bar y pasamos por las típicas tiendas raras, como algunas de máscaras, sexshop, escaparates rojos...
Calle principal del Barrio chino
dimos una vuelta por los canales cercanos a la Oude Kerk...Vimos la enigmática placa de bronce de la mano tocando el pecho que se encuentra en el suelo, al lado de la iglesia. No es tan fácil localizarla, entre la gente que hay por la zona y que tampoco es muy grande. El significado pues eso...la imaginación es libre y estamos en Amsterdam. Además, este barrio está lleno de curiosidades. También debemos incluir aquí la escultura de la prostituta ‘Belle’, situada detrás de la iglesia, y rodeada de varios escaparates. Es un homenaje a la prostitución y a las personas que ejercen dicha profesión.
Aquí podéis ver la Oude kerk (Iglesia Vieja) y justo al lado los escaparates rojos donde se colocan las prostitutas cuando empieza a oscurecer
La iglesia vieja desde otra perspectiva
Seguimos con nuestro paseo en el Barrio Rojo, que se iba llenando de gente y de actividad a medida que iba oscureciendo. Nos compramos algo para comer en un FEBO, que como ya sabéis son las cadenas de comida rápida donde te presentan la comida en cajitas expositoras y compras directamente metiendo el dinero cual máquina expendedora.
Canal del Barrio Rojo
Nos apetecía pasear y ver lo máximo posible. Pasamos al lado de un bar de donde salía música de Rammstein, el Excalibur, y como nos pareció guay y nos recordaba a nuestra adolescencia, nos metimos allí y nos tomamos otro par de cervezas mientras escuchábamos buena música y veníamos vídeos de caídas a lo Jackass, que tenían puestos en las pantallas.
Para finalizar el día dimos otra vuelta por el Barrio Rojo, ya sí, en pleno apogeo. Al día siguiente se terminaba nuestro viaje, nos tocaba volver a casa...pero nos íbamos contentas de haberle sacado mucho partido a la ciudad.
Por cierto, al hacer las fotos anocheciendo en el Barrio Rojo hay que tener mucho cuidado de no sacar a ninguna prostituta o se cabrean y mucho, con razón. Yo hice las fotos justas por si acaso, no quise tener ningún disgusto...
Barrio rojo anochenciendo
Al fondo Casa Rosso, un local de espectaculos eróticos y sexo en vivo
El museo del cannabis
Y sin más, nos vamos a la próxima y por desgracia última etapa del diario y del viaje!