DÍA 3. ITINERARIO DE LA JORNADA.
VILAFLOR. EL TEIDE NEVADO. MONTAÑA COLORADA. MASCA. PUNTA DE TENO. BUENAVISTA DEL NORTE. TACORONTE.
Itinerario de la jornada en Google Maps.
Nos levantamos con la noticia de que el Teide había amanecido completamente blanco. Por cierto que hasta ese momento, aunque habíamos pasado por sitios que ofrecen buenas perspectivas del coloso canario, de su imponente imagen no habíamos visto ni un poquito por culpa de las nubes, lo cual tampoco es tan raro cuando se recorre el norte de la isla: la famosa cortina de nubes. Antes de emprender viaje, desayunamos en el hotel y dimos una vuelta por la finca donde se encuentra el establecimiento, un lugar muy pintoresco con un precioso paisaje, típico canario.
El hotel y su entorno.
EL TEIDE NEVADO
Curiosamente, para la jornada no se anunciaban lluvias e incluso se veía el sol . Sin embargo, hacía mucho viento, lo cual sin duda sería un problema para hacer la ruta senderista del Barranco del Infierno por el alto riesgo de desprendimientos. De modo que decidimos cambiar de planes y, claro, la tentación era obvia: iríamos a ver el Teide nevado, ¡qué guay!. Así que enfilamos la carretera que atraviesa Vilaflor y, pasando por frondosos pinares, conduce hasta las Cañadas del Teide. El cielo estaba bastante despejado y desde la carretera podíamos divisar bonitas panorámicas de una parte del enorme volcán y sus alrededores cubiertos por una espesa capa blanca; incluso llegamos a ver la cima nevada y despejada por completo, a la derecha del Pico Viejo.
Pero… De pronto, ya muy cerca del cruce de carreteras entre la TF-21, que conduce al Parque Nacional, y la TF-38, que lleva al norte de la isla por Santiago del Teide, junto al Museo Etnográfico Juan Évora, nos encontramos con un brusco parón y una enorme caravana de coches (era evidente que todos, turistas y lugareños, habíamos tenido la misma idea): la carretera TF-21 estaba cortada por placas de hielo y no se sabía cuándo se podría abrir. Tras un rato de espera durante el cual tomé algunas fotos, la cumbre nevada, hasta entonces nítida e impoluta, empezó a emborronarse con una caperuza de inoportunas nubes. Entonces comprendimos que no podíamos pasarnos allí las horas muertas sin más: los días son cortos en diciembre y había que aprovecharlos. De todas formas, íbamos a volver para alojarnos en el Parador dos noches después.
Así que dimos marcha atrás, volvimos a Vilaflor y salimos a la autovía por una ruta distinta, recorriendo en esta ocasión las estribaciones de la Montaña Colorada y la Montaña de Ifara y los Riscos, en medio de un paisaje entre verde y árido muy peculiar, vislumbrando al fondo las playas del Medano.
MASCA.
Desde la autovía vimos que hacia el norte el cielo parecía estar despejado. Así que se nos ocurrió que podíamos aprovechar para visitar Masca y, después, la Punta de Teno, lo cual no nos venía del todo mal, ya que teníamos alojamiento esa noche en Tacoronte. Y allá que fuimos.
Llegamos a Santiago del Teide y, en el mismo centro urbano, tomamos el desvío a la izquierda (viniendo el sur), que conduce a la carretera TF-436, que pasa por el poblado de Masca. Enseguida la carretera se estrecha y empieza a retorcerse y a subir que da gusto. Hay que tener especial cuidado cuando viene algún camión o, en nuestro caso, un autobús (pasan los autobuses de línea y también algunos turísticos, así que ojo) con el que nos topamos de frente. De pronto, mirando hacia atrás, vimos al coloso volcán canario en lontananza mostrando orgulloso su caperuza blanca. ¡Qué imagen más bonita! Y es que no solo veíamos el Teide sino también el Pico Viejo, igualmente nevado, y entre ambos el Chinyero. Todo un espectáculo. Tuvimos suerte y pudimos encontrar un pequeño hueco en la cuneta para parar y hacer algunas fotos.
Seguimos ascendiendo hasta alcanzar el Mirador de Cherfe. Había varios coches parados, pero no tuvimos problemas para detenernos también. Las vistas empezaban a ser inenarrables, aunque en este lugar situado en lo más alto del paso el viento soplaba con tal intensidad que apenas me permitía sujetar la cámara para sacar las fotos.
A partir de este punto, el abrupto paisaje de picos negros pintados de verde es un recreo para los sentidos, si bien quien vaya al volante no debe apartar el de la vista ni un momento de la carretera por si las moscas. Como no era mi caso, me dediqué a hacer fotos por aquí y por allá hasta que, unos metros más adelante, llegamos a sitio imprescindible de parada: el Mirador de Masca, que ofrece una panorámica casi completa sobre el barranco, incluyendo la vertiginosa carretera que lo surca. Está habilitado con varios balcones de piedra y hay que ceder a la tentación de asomarse a todos.
La carretera se las trae, más que nada porque hay mucho tráfico, incluso de autobuses. Naturalmente hay que ir atentos, pero tampoco es tan terrible. Las hemos visto mucho peores.
Realmente espectacular y más todavía en un día tan claro y soleado como el que estábamos disfrutando. Y recalco “estábamos”, sí .
Proseguimos nuestro descenso hasta el caserío, a 750 metros de altitud sobre el nivel del mar, donde hay varios aparcamientos, que en torno a la una del mediodía se encontraban a tope; así que tuvimos que dejar el coche en la cuneta, junto a la parada del autobús, que también estaba completa, pero tuvimos la suerte de que otro vehículo saliera en ese momento.
Bueno, pues en el intervalo de dos minutos entre bajar del coche y acercarnos al Mirador del Caserío de Masca, que está en una placita, junto a la Ermita de la Inmaculada Concepción, el tiempo dio un giro brusco y casi inesperado: de pronto, el sol desapareció, el cielo se puso negro y el viento arreció hasta hacer inservible el paraguas que intenté sacar para protegerme de una lluvia que enseguida se transformó en diluvio. No sabíamos qué hacer, si marcharnos, si quedarnos o qué. Así que se me ocurrió la idea de entrar en uno de los restaurantes y preguntar si tenían sitio libre para comer, apostando a dejar pasar un poco de tiempo para ver si amainaba la tormenta. Por supuesto, mucha gente pensó lo mismo y tuvimos la suerte de que nos dieran una de las últimas mesas que había en el comedor cubierto, ya que la terraza se estaba inundando. Tomamos conejo al salmorejo, pero fue un poco de circunstancias porque el local estaba demasiado lleno por el aguacero. Afortunadamente, al salir del comedor la tromba había amainado un poco y pudimos llegar hasta el fondo del caserío.
¡Cómo llovía...!
El Caserío de Masca es un conjunto de casitas que se encuentra en la cresta de las montañas que confluyen en uno de los barrancos más altos de la isla de Tenerife. Marcado por una emblemática roca puntiaguda clavada en su vértice, este punto, seguramente el más conocido del Parque Rural de Teno, está catalogado como Conjunto Histórico, pues su arquitectura responde al estilo tradicional canario, con mampostería, madera y plena adaptación a un entorno tan abrupto como fascinante. Lo curioso es que estas casas, que están consideradas como un ejemplo de arquitectura rural canaria, tuvieron que ser reconstruidas casi completamente tras un incendio que asoló el barranco en 2007.
Mires para donde mires, los ojos se te quedan fijos, pues todo, incluso los cactus y las palmeras que salpican el paisaje por aquí o por allá, parece estar colocado allí para captar la atención de quien lo contempla. Tampoco faltan las leyendas sobre el pasado aborigen de estos lugares, en los que se ha descubierto recientemente un conjunto arqueológico con pinturas rupestres. Y también se dice que fue refugio de piratas.
Hasta no hace mucho tiempo, este caserío, perteneciente al municipio de Buenavista del Norte, permaneció aislado, hasta el punto de no tener acceso a la electricidad, por las enormes dificultades de comunicación con el resto de la isla.
Otro atractivo de este lugar es ser el punto de partida de una de las rutas de senderismo más emblemáticas de Tenerife: el descenso por el Barranco de Masca, cruzando un intrincado desfiladero, que conduce a una playa, en los acantilados de los Gigantes, tras tres horas y media de caminata. Tradicionalmente, este recorrido, muy vertiginoso pero también muy concurrido, se realiza solo de ida, combinándolo con la reserva de un barco que traslada a los excursionistas hasta el puerto deportivo de los Gigantes (el que habíamos visitado la tarde anterior). El trayecto entre Masca y el puerto deportivo de los Gigantes se puede hacer en bus o en taxi. Lamentablemente, no pudimos disfrutar de esta experiencia, ya que el sendero está cerrado desde hace varios meses para habilitarlo y evitar el riesgo de accidentes, pues fueron varios los que se produjeron en los últimos años. Al parecer, estaba previsto que se abriera esta primavera, pero no creo que haya sido así por el desdichado tema que todos conocemos. Espero no quedarme con las ganas la próxima vez.
Al fondo, a la izquierda, el comienzo de la ruta por el barranco, entonces cortada.
La tregua que nos dio la lluvia no duró demasiado y empezó a gotear de nuevo, aunque no con tanta intensidad. De nuevo en el coche, seguimos la carretera ladera abajo, contemplando los imponentes paisajes que nos rodeaban. La ventaja fue que con el chaparrón los coches se habían esfumado y estábamos casi solos, con lo cual circular por la carretera, aunque estaba mojada, resultaba más seguro y tranquilo. Entonces descubrimos dos enormes cascadas que caían montaña abajo, consecuencia de la lluvia sin duda. ¡Qué bonitas!
El sol empezaba a abrirse paso entre las abigarradas nubes, deparando una luz extraña, que reverberaba sobre las rocas. Paramos en el Mirador de la Cruz de Hilda, donde hay un bar-restaurante con las mesas instaladas en el mismo balcón, pero estaba cerrado. Nuevas panorámicas imponentes.
Más adelante, otra parada inexcusable en el Mirador de los Altos de Bacarán, proporciona preciosas vistas en ambas vertientes de los barrancos que se precipitan hacia el mar. Lástima la neblina.
Entonces nos dimos cuenta de que hacia el océano, el cielo estaba aclarando muy deprisa. Miramos el reloj y vimos que estábamos a tiempo de salvar la excursión a la Punta de Teno, adonde no se puede llegar por libre, sino que hay que coger un autobús municipal en el pueblo de Buenavista del Norte. Y allá que fuimos. Por fortuna, ya no volvió a llover.
Por cierto que volvimos a Masca otro día y con un sol espléndido. Lo cuento en la etapa 9, de la que dejo el enlace aquí. SENDERO DEL BARRANCO DEL INFIERNO. REGRESO A MASCA CON SOL.
Pudimos hacer más fotos y con otra luz, pero el reflejo del sol también tenía sus problemas. Un par de ejemplos;
Pudimos hacer más fotos y con otra luz, pero el reflejo del sol también tenía sus problemas. Un par de ejemplos;
PUNTA DE TENO.
Como ya he mencionado, el acceso a la Punta de Teno por la carretera TF-445, la única que conduce allí, está regulado por el Cabildo de Tenerife, de forma que en la franja horaria de 09:00 a 20:00 en verano, y de 10:00 a 19:00 en invierno, no se podrá ir con vehículo privado, sino que habrá que tomar el autobús nº 369, que sale de la estación de guaguas de Buenavista del Norte con una frecuencia de una hora, aproximadamente. Mejor consultar los horarios por internet. El precio del trayecto es de un euro por persona.
Carretera de acceso y vistas.
Tuvimos que esperar un rato hasta que salió el autobús, que tarda unos quince minutos en hacer el trayecto. Os aconsejo vivamente que os pongáis en el lado derecho para contemplar las espectaculares vistas que se contemplan desde lo alto del acantilado, en primera instancia sobre la costa de Buenavista del Norte y luego, sobre todo, una vez que el autobús cruza un túnel abierto en la roca. ¡Espectacular! ¡Qué vértigo! No me resultó fácil sacar fotos algo decentes por el cristal rayado de las ventanillas y con el traqueteo del autobús (el conductor iba bien rapidito), pero lo intenté, y al menos dan una idea.
La parada del autobús está casi en la misma punta. Desde allí es posible moverse por los alrededores, tomar algún sendero, visitar el faro o ir a la playa. No hay tiempo determinado para quedarse, aunque habrá que tener cuidado porque si se pierde el último autobús, la única alternativa a volver caminando sería llamar a un taxi, que sí tienen autorizado el pase en caso de ser requerido por un cliente. Hay gente que va en autobús y vuelve caminando, en una ruta de senderismo. En fin, cada cual que se lo piense. Los madrugadores también pueden ir en coche, aunque el mejor momento para ver la Punta de Teno es el atardecer.
Punta de Teno forma parte del Parque Rural de Teno, al que también pertenece Masca, como ya he mencionado, y es la zona más occidental de la isla de Tenerife. Se encuentra enclavada entre grandes acantilados, diques y pitones, y desde allí se contempla el contraste existente entre los enormes barrancos que caen en picado al mar, formando escondidas calas y pequeñas playas, y los valles que dan lugar a sitios como Isla Baja o Teno Bajo. La variedad de colores y matices es magnífica.
No disponíamos de tiempo para hacer alguna ruta de senderismo salvo la muy cortita que lleva al faro, pero nos gustó mucho lo que vimos.
Hay empresas que realizan paseos en barco para contemplar de cerca los acantilados. Nos hubiera gustado hacer alguno y, de hecho, estuve consultándolo por internet, pero las salidas se suspendieron por el mal estado del tiempo.
A través de un pequeño sendero se puede acceder al faro, que se conserva en buen estado. Desde allí es posible contemplar una de las mejores puestas de sol de Tenerife. Por eso conviene acudir al atardecer.
Además, la Punta alberga una gran diversidad biológica y se conservan especies endémicas protegidas. Las vistas hacia los acantilados de los Gigantes son extraordinarias y he oído comentarios de que se puede hacer buen esnórquel.
Merece la pena reservar unas horas para hacer esta excursión. No hace falta pasarse el día entero en Punta Teno, incluso estando allí una hora es suficiente para dar un paseo majo, es decir, el intervalo de un autobús a otro.
Buenavista del Norte.
Antes de que saliera el autobús y luego, a la vuelta de la excursión a la Punta de Teno, tuvimos tiempo de dar una vuelta por esta población, que cuenta con algo menos de 5.000 habitantes. Conocido por su ganadería, es uno de los pocos pueblos que conserva la tradición de la cría de bueyes, aunque también se dan mucho las plataneras y diversos cultivos.
Tiene un casco histórico interesante y en la línea costera hay un sendero muy agradable de seguir, que nos proporcionó buenas vistas al final de la jornada
.Ya era completamente de noche cuando nos dirigimos hacia nuestro alojamiento de la jornada en Tacoronte, el Hotel Emblemático Casa Casilda. Una vivienda tradicional convertida en pequeño hotel rural. El precio fue de nuevo de 81 euros, con desayuno incluido. Cenamos muy bien y a muy buen precio en el Restaurante El Pole, en la calle del Calvario, muy cerca del hotel. No tengo fotos ni del hotel ni de Tacoronte: no hice (me extraña) o se me borraron
Buenavista del Norte.