Esta ruta era una de las que teníamos marcadas como prioritarias para hacer en cuanto se presentase la ocasión propicia. Y es que pese a que llevo muchos años pasando periodos de vacaciones en la provincia de Alicante, no fue hasta hace unos cuantos meses que supe de su existencia. Su apelativo me llamó la atención, así que me puse a investigar y descubrí que es porque cuenta con más de 6.000 escalones (sí, seis mil) excavados en la montaña en tiempos de los moriscos para facilitar los recorridos de los lugareños por la sierra. Pese a nuestro desconocimiento inicial, está considerada una de las rutas clásicas que todo senderista que se precie debe acometer alguna vez, como pueden ser la del Cares o las del valle de Ordesa, en los Pirineos.
Se recomienda hacer esta ruta a finales de marzo, cuando los cerezos están en flor, como aliciente que realza la belleza del paisaje. En cualquier caso, no se aconseja realizarla en época de lluvias abundantes (nunca si hay amenaza de “gota fría”) ni tampoco en pleno verano, ya que puede resultar agobiante por el sol y el calor. Como este año la Semana Santa caía a primeros de abril, cuadraba perfectamente con la època recomendada y sólo nos faltaba que el tiempo acompañase, lo cual, felizmente, sucedió. El resultado fue una excursión realmente espectacular que paso a relatar a ver si animo a unos cuantos foreros a seguir nuestro ejemplo,
Los datos principales de la ruta son los siguientes:
- Ubicación: La Vall de Laguar, en la comarca de la Marina Alta de Alicante. A 25,4 Km. de Denia y a 101 de Alicante.
- Ruta circular de 14,5 Km, alternando tramos de subidas y bajadas, con un desnivel acumulado de 727 metros. El punto de salida y llegada es la población de Fleix, que junto a Campell y Benimaurell componen el municipio de La Vall de Laguar.
- Dificultad: media, más que nada por la duración de la ruta y por los tramos de subida, ya que el sendero está bien marcado y conservado, sin ninguna dificultad técnica que mencionar. Por cierto, vimos familias con niños (desde luego acostumbrados a caminar por el monte) a partir de ocho años haciendo esta ruta. El cartel informativo pone como duración 4 horas y 5 minutos, pero supongo que será de “tiempo en movimiento” porque hay que parar a comer y, por supuesto, para hacer fotos (muchas) y contemplar el paisaje. Así que entre 5 y 5 horas y 30 minutos creo que es una estimación adecuada para los senderistas de tipo medio. En el panel se aprecia perfectamente el perfil de diente de sierra de la ruta, un típico “rompepiernas”, si bien al final no nos resultó tan terrible como parece a primera vista porque hay varios tramos llanos tanto en las subidas como en las bajadas.
- La ruta coincide con el PR-CV147, denominada también Camí de les Jovades, el Barranc de l’infern o, más recientemente rebautizada como La Catedral del Senderismo.
- Hay varias fuentes a lo largo del camino, aunque conviene llevar agua por si acaso. Por supuesto, como en toda ruta de este tipo hay que llevar botas de montaña (ligeras), gorra y protección solar. Hay algunas zonas de piedras sueltas y gravilla, pero no son peligrosas.
La noche anterior nos habíamos alojado en la población de Castell de Castells, a unos 20 Km. de Fleix. Dejamos el coche en un aparcamiento, a la izquierda de la carretera que conduce a Benimaurell, frente al cartel informativo del PR.
Los cerezos estaban en flor, con lo que el entorno lucía espléndido. Seguimos unos metros por la carretera, divisando Benimaurell encaramado en todo lo alto, y tomamos un camino asfaltado a la derecha, que conduce a un antiguo lavadero, junto a la Font Grossa, donde apetece refrescarse. A unos metros, encontramos ya el inicio del sendero, que sale por la derecha, empezando con los primeros tramos de escalones en bajada. A quien le apetezca puede ir contándolos, aunque no fue ese nuestro caso: preferimos fiarnos de los que lo han hecho con anterioridad y aseguran que son más de seis mil… ¡no me extrañaría! Se trata de escalones irregulares (no en plan escalera de casa), algunos rotos o muy desgastados, pero tampoco muy altos, y no tan incómodos como me imaginaba (todavía recuerdo los de la ruta del Pico Arrieiro en Madeira, ni punto de comparación para los que la conozcan). La verdad es que los llevamos bastante bien. Inmediatamente, vimos el camino que serpentea por el fondo del primer barranco al que nos encaminábamos. El paisaje era muy bonito, sobre todo estando tan verde y florido, con las abundantes lluvias caídas en la zona apenas una semana antes.
En poco más de un cuarto de hora alcanzamos un túnel en la roca (Forat de la Juvea), desde donde se contemplan unas vistas panorámicas espectaculares, con el pedregal blanco que recibe el agua de una cascada que solo cae en época de lluvias abundantes y que a esas alturas apenas había dejado algunas pequeñas lagunillas aisladas. Aún así, el lugar es impresionante, sobre todo al vislumbrar el sendero de escalones que avanza en zig-zag por ambos lados de la montaña.
Alternando zonas de bajada con otras de subida suave y también de sendero de tierra llano, llegamos al cauce seco y pedregoso del río Girona, cuyas aguas no se ven porque, al parecer, se filtran en el subsuelo. Aquí completamos la primera parte del recorrido señalada en el cartel informativo del PR (punto 1 a 2), aproximadamente 2 Km, que hicimos en unos 50 minutos, a paso reposado porque no había prisa y se agradecía parar a disfrutar del panorama y hacer fotos.
Tras cruzar las piedras blancas del cauce seco del río Girona, iniciamos la primera gran subida hasta Les Juvees D’Enmig. Los escalones trepan aquí en zig-zag, y el sol empezó a acrecentar la sensación de calor, pero no resultaba agobiante porque corría algo de aire. La verdad es que no lo llevábamos mal y menos aún cuando nos deteníamos a contemplar el paisaje, impresionante por lo agreste e idílico por lo insospechadamente verde, matizado además por flores de los más variados colores y un cielo intensamente azul.
Llegamos a unas casitas, con un pozo de agua, que sale accionando una palanca (el Pou Juvea). En este punto, el entorno parecía de otra ubicación: cielo azul, vegetación exuberante, cerezos en flor…
Poco después llegamos al punto 3 de la ruta: un pequeño núcleo de casas: Les Juvees D’Enmig. Llevábamos unas dos horas de marcha cuando nos encontramos con un cartel indicador de la ruta hacia el Barranc de l’infern, donde puede realizarse actividades de aventura y barranquismo en la época apropiada.
Acometimos la bajada por un sendero estrecho, con escalones a veces poco marcados, que nos iba dejando unas vistas espectaculares al fondo de barranco y a la Sierra Carrasca. El descenso se tornó un poquito largo porque ya teníamos ganas de comer, aunque por el camino nos encontramos con otra fuente, la Font de Reinós, sobre cuyos pilones algunos afortunados se habían sentado a disfrutar de su almuerzo. Paramos a tomar nuestros bocatas una vez terminado el descenso, en el lecho pedregoso del río Girona, entre dos inmensas moles rocosas que abren la boca del barranco del infierno. Es un lugar impresionante y muy apropiado para almorzar, con abundantes sombras y, aproximadamente, a mitad de la ruta.
Después de la comida, continuamos el camino, sabiendo que nos aguardaba una buena subida, tomando el sendero, que sale de las piedras blancas del río seco a la izquierda. Es increíble la altura que se gana en poco tiempo: los escalones trazan unas revueltas bruscas que salvan un gran desnivel rápidamente. Quizás sea la subida más exigente de toda la ruta, pero el esfuerzo queda compensado con las extraordinarias vistas del barranco, que se iba abriendo ante nuestros ojos conforme ganábamos altura, y de todo el trayecto que habíamos recorrido en bajada desde Les Juvees D’Enming. A medio camino nos encontramos con una casa en ruinas y un pozo, todavía con agua.
Otro tramo de subida y alcanzamos un nuevo núcleo de casas, llamado Juvee de Dalt, desde donde podíamos ver al fondo un nuevo barranco al que teníamos que dirigirnos, el barranco Racons (en el panel informativo figura como barranco del tuerto), y unas vistas espectaculares de toda la sierra en torno a La Vall de Laguar. La bajada es pronunciada pero no incómoda ya que junto con escalones muy empinados hay tramos bastante llanos, a modo de descansillos, que hacen el trayecto muy llevadero. A lo lejos, desde abajo, divisamos la picuda punta a la que, supuestamente, teníamos que dirigirnos a través de la serpenteante subida final, según adivinábamos por las figuras de senderistas que se distinguían como motas de colores en el horizonte rocoso. Un poco antes de iniciar esta última subida, apareció, a la izquierda, una increíble vista entre la montaña: una silueta costera, casas en una llanura y el mar.
Ante nosotros acechaba el último tramo de escalones que nos conduciría al punto más alto de la ruta, que prometía nuevas vistas espectaculares. El sol empezaba a mostrarse como el peor enemigo de la ruta, mucho más que los escalones y el cansancio acumulado durante una jornada anormalmente calurosa para primeros de abril. Como en tramos anteriores, ganamos altura rápidamente y, casi sin esperarlo, nos encontramos a nuestros pies con toda la ruta que habíamos traído desde Juvee de Dalt y el barranco de Racons, con sus serpenteantes caminos a modo de finos costurones en la montaña. Varias revueltas más arriba, llegamos a un mirador natural que nos ofreció una panorámica de lo ya recorrido por una parte y de la zona costera de Denia por la otra.
Ya solamente quedaba un pequeño tramo de subida final y, con nuevas vistas costeras, moteadas por las flores de cerezos y otros árboles, alcanzamos la población de Benimaurell, donde no nos resistimos a tomar un bien ganado refresco en un bar, convenientemente situado junto a la carretera.
Un camino en descenso entre campos de labor, cerezos y frutales, conduce hasta Fleix (también se pueden hacer estos dos últimos kilómetros por la carretera), sin que falten en todo el trayecto las preciosas vistas de la costa alicantina, con Denia y el Montgó hacia el este, y Benimaurell, que se queda encaramda en alto, con un marco de flores de cerezos, detrás de nosotros. A nuestra derecha, se adivina otro sendero en zig-zag que lleva también al barranco del infierno.
En resumen, una excursión extraordinaria. No sé si fue por el buen tiempo que tuvimos, el paisaje inusitadamente verde y salpicado de flores de frutales y plantas o el trazado de la ruta, que aún siendo sinuoso y duro no llegó ni mucho menos a hacerse agotador, lo cierto es que pasamos un día estupendo con esta ruta, que recomiendo a todos los que les gusta el senderismo (mejor en primavera y, en todo caso, evitando los días más calurosos del verano).
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