LOS IBONES DE ANAYET.
Otra de las rutas que hicimos durante nuestras vacaciones en el Valle de Tena (Huesca) fue a los Ibones de Anayet, cuyo relato paso a hacer a continuación. Por cierto que durante este viaje se me estropeó la cámara de fotos, así que algunas de ellas dejan bastante que desear, sobre todo teniendo en cuenta los maravillosos paisajes que contemplamos in situ.
Situación de la ruta en el mapa peninsular según Google Maps.
Datos de la ruta.
Duración: unas cuatro horas ida y vuelta, más el tiempo que se quiera estar arriba).
Dificultad: media (hay algún tramo duro por la subida continuada pero sin peligro alguno, al menos en verano.
Desnivel: 600 metros.
Esta excursión salía de muy cerca de nuestro hotel en El Formigal. Sólo tuvimos que acercarnos con el coche un par de kilómetros dirección Francia hasta el lugar llamado “Corral de las Mulas”. Hay que dejar el coche en el aparcamiento que está junto a la carretera porque la pista que sube hasta el telesilla (cerrado en verano) está cortada por una cadena, lo cual es un latazo, ya que obliga a caminar más de media hora extra por una pista asfaltada. Y menuda cuesta... Por fin dejamos a un lado los remontes y tomamos el sendero GR11 por la parte de la derecha. En nuestro camino nos fuimos cruzando con un arroyo que iba formando preciosas cascaditas.
Iniciamos el ascenso del Barranco de Culibillas, por el cual fuimos ganando altura:
De frente parecía que el final de la ascensión estaba justo ahí, pero cuando creíamos que lo íbamos a alcanzar, nos dábamos cuenta de que no era cierto, que faltaba otro tramo, y luego otro, y así se iban sucediendo, cada vez más empinados y duros (o eso pensábamos cuando nos empezaban a flaquear las fuerzas, jeje). Menos mal que a nuestra espalda dejábamos unos imponentes panoramas que nos parábamos a contemplar, lo que,de paso, también nos permitía descansar.
Unas dos horas después alcanzamos la explanada junto a la que se encuentra el Pico y el Ibón mayor de Anayet a una altitud de 2.227 metros. El paisaje era espléndido y compensaba con creces del esfuerzo de la subida. Curiosamente, el primero que apareció fue un ibón pequeño, con el onmipresente y precioso Midi D'Osseau (siento debilidad por este pico), coronando el panorama:
Aquí, por fin, ya pudimos distinguir el Pico Anayet, que guarda cierto parecido con el Midi D'Osseau.
Una vez allí no pudimos si no maravillarnos con el paisaje de roca y agua que nos rodeaba. La imagen que iba surgiendo ante nosotros según nos acercábamos a la ladera vertical que baja hasta el valle era sobrecogedora:
Había pocos senderistas y sentimos el silencio, roto solo por el gemido del viento y el correr del agua. Pudimos pasear por las orillas de los ibones y acercarnos al precipicio desde el que se observaba el verdor inmenso del valle, el llamado Canal Roya con la guinda del Midi D’Osseau.
Sacamos nuestros bocatas y nos sentamos junto al curso de agua que se derramaba en torrente varios cientos de metros en una hermosa cascada a nuestros pies. Tumbarse en semejante pradera es un auténtico placer para la vista y los sentidos.
Lo ideal hubiera sido bajar al valle y completar la marcha subiendo a Canfranc, por donde también se accede a Anayet. La duración hubiese sido similar y la dificultad parecida, pero no habíamos previsto el asunto del coche para el regreso y por carretera hay muchos kilómetros, así que, por si no encontrábamos un taxi al llegar que nos devolviera a nuestro hotel, preferimos asegurar y volver por donde habíamos venido. Antes paseamos por las orillas de los Ibones y divisé a uno (mi marido, jeje) que se sentía pequeño frente a la naturaleza, pero también feliz por tener la suerte de estar allí y poder contemplarlo.
Cada vez había más nubes y a cada paso más negras y amenazantes. Por fortuna, empezó a gotear cuando ya estábamos en la pista asfaltada que lleva desde la carretera al remonte. A paso ligero, todavía pudimos deleitarnos con las pequeñas cascadas que corrían a nuestro lado y descubriendo glaciares muy al fondo:
Preciosa marcha, la recomiendo de verdad, y si es posible con el añadido que nosotros no llegamos a hacer.