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De Desenzano a Milán hay una hora y media en tren. Compramos los billetes por la web.
En Milán hemos elegido un hotel muy cercano a la estación de tren. Esta zona está llena de hoteles pero actualmente muchos están cerrados y las calles están un poco tristes/tranquilas.
La estación Centrale de Milán es digna de mención. Una enorme obra arquitectónica llena de estatuas, relieves, mosaicos y pinturas, combina varios estilos, entre ellos Art Decó y Art Nouveau.
Para moverse por Milán es recomendable usar el metro o el tranvía.
Nosotros valoramos que nos sale más a cuenta comprar billetes individuales en vez de un abono.
Usamos el transporte público para llegar al Castillo de los Sforza (aquí no llegaron los Della Scala) o “sforzesco”.
La enorme fortaleza de planta cuadrada y 180 metros por lado se encuentra totalmente reconstruida y habilitada para albergar varios museos, como los de Arte Antiguo, Arqueología o Artes Decorativas.
Este verano tienen un horario de apertura muy limitado, así que nos los encontramos cerrados.
De todas formas, se puede caminar por el interior de sus patios, ver los fosos, las torres, las varias puertas de acceso, y finalmente acceder al parque Sempione, un espacio verde donde milaneses y turistas pasean, juegan, se relajan…
Al otro extremo del parque está el Arco della Pace, un monumental arco del triunfo que sirvió en su día de límite de la ciudad.
Desde el Castillo hasta la Catedral son unos 15 minutos caminando por la comercial via Dante.
Los edificios del centro de Milán son grandes y majestuosos pero la Catedral es otra liga.
Esta obra gótica, también llamada Duomo, cuya construcción duró seis siglos, está en el top 10 de las iglesias más grandes del mundo.
Por poner una comparación, su capacidad es de 40.000 personas, mientras que la Sagrada Familia de Barcelona, cuando esté terminada, tendrá una capacidad de 14.000.
Y ojo, que la estatuita dorada de la Virgen, que está en lo alto de la punta más alta, mide más de 4 metros.
Pero no sólo destaca por su tamaño, sino por su detalle en las más de tres mil estatuas de mármol y en sus coloridos vitrales.
En mi opinión, hay poco de interés en Milán, pero solo por el Duomo, ya vale la pena una visita.
Su entrada es de pago, las taquillas están en el lateral derecho, pero también se pueden comprar por la página web oficial.
Hay varios tipos de entradas: El interior de la Catedral, las Terrazas (la subida por ascensor y escaleras tienen un precio distinto), la Cripta, el Museo y el Área Arqueológica.
También se pueden comprar abonos combinados.
Hoy hay un evento privado, así que compramos entradas para mañana.
En la misma plaza está la elegante Galería Vittorio Emanuele II.
Dos arcadas transversales con techos acristalados dan hogar a tiendas de lujo y restaurantes históricos.
De estilo neorrenacentista, en sus paredes se encuentran decoraciones alegóricas, y en el suelo, un mosaico con el escudo de la casa real de los Savoia.
En el otro extremo de la galería está el Teatro alla Scala, la famosa ópera, de fachada sobria y poco memorable.
A unos 15 minutos de la Catedral en dirección suroeste se encuentran las Columnas de San Lorenzo.
Se trata de 16 columnas corintias pertenecientes a una edificación pública romana del siglo II dC.
Aunque originariamente su ubicación era otra, ahora están en frente de la Basílica de San Lorenzo Maggiore (de ahí el nombre de las columnas).
El templo, de origen bizantino, es la iglesia más antigua de Milán.
Pocos metros al sur tenemos la antigua Porta Ticinese, que formaba parte de las murallas medievales, y a continuación, la nueva Porta Ticinese, una reconstrucción de la original, del siglo XIV, que formaba parte de la "muralla española", llamada así porque fue construida durante la ocupación española de la ciudad.
Al cruzar la puerta entramos en el barrio de los Navigli, es decir, los canales.
Milán no dispone de río, así que para abastecerse de agua, entre los siglos XII y XVI construyeron una red que llegó a tener 90 kilómetros de canales. Actualmente quedan dos en esta zona, el Grande y el Pavese.
Las calles laterales de ambos están repletas de bares, restaurantes y terrazas.
Es muy peculiar la callejuela de los lavanderos (Vicolo dei Lavandai), que parece anclada siglos atrás.
Hacemos una “apericena” en River Navigli Cocktail Bar, una tradición italiana que descubrimos en Turín hace años y por aquí no habíamos visto todavía. Por el precio de un cocktail (10€) se incluye un buffet libre frío para picar (o cenar).
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