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Hoy comenzamos el día con un plan un poco más alternativo, nos vamos al barrio de Bushwick. Este barrio era bastante humilde y creo que incluso algunas zonas un tanto peligrosas, pero poco a poco, también presa de la gentrificación como muchos barrios de moda, empezó a recibir artistas y llenarse de street art hasta llegar a lo que es hoy. Aún así, no esperéis encontrar un Williamsburg todavía, pero supongo que se seguirá modernizando en el futuro.
Nos bajamos en Montrose Avenue y lo primero es desayunar, así que nos vamos a una cafetería que habíamos visto recomendada por sus donuts veganos, Dun-Well Doughnuts. No estaban mal pero nos decepcionaron un poco, tal vez demasiadas expectativas. Nos cuesta 15 dólares.
Buscamos información por internet para hacernos una ruta de las calles más importantes, aquí os dejo la imagen.
Aunque tengo que decir que las primeras calles son algo más prescindibles, las mejores zonas son alrededor del metro de Jefferson Street, al menos para nosotros, lo que aparece entre el punto E y G en la imagen. También es cierto que en la primera zona, entre que era temprano y no había absolutamente nadie, y la limpieza era bastante escasa, parecía que estábamos en una ciudad fantasma.
Llegamos a la zona que os comentaba y aunque no había gente, si que hay muchos más graffitis y comercios (aunque la mayoría están cerrados)
Nos encontramos también la imagen del famoso cuadro de Los Cazafantasmas 2, y bastantes graffitis del rapero Notorius BIG, que era de Brooklyn.
También entramos en una especie de mercadillo pequeño, hay zonas que están cerradas pero parecen interesantes, como un “Street art Beer garden”, en el que seguro que habrá ambiente por las tardes.
Queremos seguir explorando Williamsburg, y antes de volver a la zona principal, cerca de donde nos alojamos, aprovechamos los viajes ilimitados en metro para hacer una parada literaria intermedia, la biblioteca pública Leonard Branch, que por si os interesa, es a la que va la protagonista del libro Un árbol crece en Brooklyn, que uno de mis libros favoritos, hay una placa conmemorativa.
Volvemos a Bedford Street, la zona más hipster del barrio, y comenzamos a callejear por la zona, llena de tiendas, casas pequeñas, algún que otro graffiti y cafeterías chulas. De hecho, llevaba anotada una, Butler Cafe, pero resulta que tenía solo una barra fuera porque dentro es una barbería… Hay otra Butler en Dumbo y esa si que tiene mesas dentro.
Esto resultó ser una suerte, ya que decidimos buscar otra, y entramos en una que se llama Martha's Bakery, y ya os adelanto que se ha convertido en nuestra cafetería preferida de Nueva York jeje. Tienen villancicos de Michael Bublé, una decoración preciosa y un mostrador enorme lleno de tartas. Decidimos probar la tarta de calabaza, un clásico americano que ninguno de nosotros había probado nunca, y está… ¡Deliciosa! Además, aunque las tartas no son baratas, vemos que tienen ofertas para desayunar, así que ya decidimos volver a desayunar otro día. Un café, un té y una porción de tarta nos cuesta 16 dólares.
Con la tripa llena seguimos la ruta por Williamsburg para visitar el mercado de Smorgasburg. Este mercado es exterior en verano, y en 2019 lo han hecho también en invierno por primera vez en un edificio cerca del río.
Esta zona está a medio construir, por decirlo de alguna manera, y todo tiene un aire industrial, y hay varios hoteles y bares con azoteas aprovechando las vistas a Manhattan, nosotros no fuimos a ninguna porque hacía frío, pero en verano podéis aprovechar.
Dentro del edificio del mercado, también hay unas vistas muy chulas a Manhattan.
El mercado es pequeño, pero tiene cosas chulas, hay antigüedades, alguna cosa de bisutería, decoración…
Y también tiene zona de comidas, algunas muy típicas de este mercado que yo ya había visto por internet como los cupcakes de pizza o los donuts de spaguetti. Aunque me dio la impresión de que en la versión de invierno hay menos sitios para comer. Íbamos con intención de comer allí, pero con el tema de la tarta no teníamos hambre, así que después de dar una vuelta, decidimos irnos ya hacia Manhattan y comer allí.
De paso que vamos hacia el metro, empezamos a ver un poquito el barrio de Greenpoint, una zona muy residencial y tranquila.
Decidimos comer un Poke, ya que tenemos un sitio apuntado en la calle 43. Se llama Red Poke y la verdad es que está bastante bien, aunque he de decir que posteriormente nos hemos aficionado mucho a esta comida y los he comido mucho mejores. Estos nos costaron 29 dólares.
Después nos vamos a Times Square, en este viaje pasamos bastante de esta zona, pero vamos para para cumplir de noche y de día jeje.
Después empezamos una tarde cargada de Navidad en Bryant Park, es domingo, y se nota en la cantidad de gente que hay en la plaza, hay muchos puestos y en algunos cuesta ver las cosas, yo estoy en caza y captura de unos adornos para nuestro árbol, aunque lo que veo no me convence. Luego llegamos al árbol, el primero de los importantes que vemos, la verdad es que es una preciosidad de árbol, aunque hoy hacerle fotos bonitas es misión imposible.
Damos una vuelta por la zona y nos quedamos un buen rato cotilleando puestos, mirando la pista de hielo…
Me hizo mucha gracia que al cabo de un rato, vaciaron la pista para pulir el hielo, y la pulidora llevaba un cartel que ponía, Powered by Hot Chocolate. Estos americanos no pierden detalle jeje…
Va anocheciendo y la plaza se va poniendo cada vez más bonita, el hecho de que esté a rebosar de gente puede ser incómodo a ratos, pero el ambiente navideño es total.
Para descansar un ratito del frío visitamos una librería que está al lado de la plaza, Kinokuniya, especializada en manga y productos de merchandising japoneses, es muy chula y tiene cafetería.
Teníamos intención de visitar la biblioteca, pero en invierno cierra temprano, a las 5 si no recuerdo mal, así que nos queda pendiente para el último día.
Donde si entramos es en Grand Central, sobriamente decorada pero preciosa como siempre, tenía la idea de que había puestos navideños dentro pero los que encontramos nosotros eran pocos y no había nada interesante.
Después, por fin, vamos a ver ÉL ÁRBOL, por supuesto, el de Rockefeller Center, que desde que vi de muy pequeña Solo en Casa II soñaba con ver.
La verdad es que el primer momento de vislumbrar la zona es como entrar en una película, la fachada de Sacks, los ángeles, la pista de hielo y como corona el árbol… No tengo muchas fotos de este momento porque con la cantidad de gente que había era complicado que salieran bien, pero volveremos varias veces a lo largo del viaje.
Alucinamos con el tamaño, y es que se utiliza un abeto que mida al menos 22 metros de alto, y que esté en los últimos años de su vida, creo que el récord de altura está en los 31 metros, se adorna con 50.000 luces led y se corona con una estrella Swarovski de casi 3 metros de altura, como para no impresionar… Eso sí, al ser domingo es muy complicado moverse, y se nos hace imposible bajar a la zona de la pista de hielo por el colapso que hay. Pero da igual porque la emoción de verlo por primera vez es inigualable.
Después de un buen rato, seguimos caminando hacia el Radio City Music Hall, que también es una fachada mítica, que ya me encantó la primera vez que estuvimos, nos emocionamos por saber que en un par de días estaremos ahí dentro…
Justo enfrente del Radio City hay también dos decoraciones típicas de la ciudad, las bolas rojas y las luces de árbol.
Después de un buen rato paseando por la zona, entramos también al edificio del Rockefeller, donde hay una tienda de la NBC que está cerrada pero a la que fijo que volveremos…
Estamos totalmente agotados, después de unos cuantos kilómetros y muchas emociones, así que decidimos irnos a Brooklyn a cenar. Como os contaba al principio, las obras en el metro se hacen aún más patentes hoy, debe ser por ser domingo y ya algo tarde que tardamos un montón en llegar a Williamsburg, así cogemos comida de un carrito de falafel y nos lo subimos a la habitación. Además cogemos unas bebidas en un supermercado, y ya constatamos que nos hemos adictos al Snapple de melocotón, una bebida sin gas tipo nestea.
Nos vamos a dormir felices y deseando seguir explorando lo que nos ofrece Nueva York.
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