Hacía muchos años desde nuestra anterior visita y ya tocaba volver. Así que aprovechando las limitaciones de viajes durante el verano pos-pandemia, decidimos pasar unos días por el Pirineo Catalán, si bien al final no fueron tantos días como teníamos previsto en un principio, ya que debido a los rebrotes suspendimos la parte del viaje que teníamos reservada en el Valle de Arán, dejando solo la concerniente al Valle de Bohí (La Vall de Boi), pues yo tenía muchísimas ganas de visitar esta zona, con sus paisajes y su románico, que no conocíamos.
SITUACIÓN EN EL MAPA PENINSULAR de Google Maps.
Como simple referencia, señalar que, según Google Maps, la distancia desde Barcelona hasta Boi es de 295 kilómetros (3 horas 40 minutos en coche), desde Zaragoza, 241 kilómetros (3 horas) y desde Madrid, 557 kilómetros (algo más de 6 horas).
Además de movernos por los encantadores pueblecitos y sus iglesias, historia que narraré en otra etapa, decidimos realizar también alguna ruta de senderismo por el Parque Nacional de Aiguas Tortas y Lago de San Maurcio (en catalán, Parc Nacional d’Aigüestortes i Estany Sant Maurici y Parc Nacionau d’Aigüestòrtes e Estanh de Sant Maurici, en occitano), donde habíamos estado ya anteriormente, aunque por el otro lado, accediendo desde Viella. Todavía me acuerdo de lo fantástico que me pareció el Parque y sus alrededores, donde, por ejemplo, me viene a la memoria la estupenda caminata que nos llevó a recorrer los 7 lagos de Colomers: qué bonita ruta, la recomiendo.
A ver si volvemos, que ya va siendo hora...
Este Parque Nacional, el único con esa calificación en territorio catalán, se creó en 1955, está situado en la zona central de los Pirineos y se reparte entre cuatro comarcas: Alta Ribagorza, el Pallars Sobirá, el Pallars Jussá y el Valle de Arán. Cuenta con dos zonas diferenciadas: la oriental, de clima continental, regada por los afluentes del Noguera Pallaresa, y la occidental, con clima de alta montaña, por donde corren los tributarios del Noguera Ribagorzana. Casi toda su superficie cuenta con una altitud superior a los 1.000 metros, con cotas máximas que superan los 3.000. En la zona protegida se localizan numerosos lagos de origen glacial cuaternario y destacan dos valles: al oeste, el del río San Nicolás (riu Sant Nicolau), donde abundan los prados y los meandros; y al este, el del Escrita (riu Escrit), cuya referencia principal es el Lago San Mauricio.
Un borroso recuerdo escaneado del Lago San Mauricio.
En esta ocasión, programamos una ruta que nos llevaría caminando por la ribera del riu Sant Nicolau desde el Planell de Aigüestores hasta el Estany Llong y el Estany Redó; allí daríamos la vuelta para descender a pie hasta el aparcamiento de la Palanca de la Molina. Aunque bastante largo (más de veinte kilómetros), el recorrido es factible en una jornada de primavera o verano salvo imponderables… como el que sufrimos nosotros aquella la tarde, a modo de gran tormenta que nos partió la excursión por la mitad. Menos mal que pudimos completarla en dos partes, volviendo al día siguiente.
El último parking al que se puede acceder en vehículo particular es el de la Palanca de la Molina. Desde allí ya solo es posible ascender a pie o utilizando un servicio municipal de taxis, que suben y bajan durante toda la jornada, en un trayecto que va desde la población de Bohí (Boi), y que pasa también por los aparcamientos recogiendo pasajeros, hasta el Planell de Aigüestortes. Igualmente, es posible quedarse en puntos intermedios, a conveniencia, siempre que se avise al conductor. El precio depende del recorrido y creo recordar que la tarifa más cara eran 11 euros por persona en el trayecto más largo, desde Boi hasta el Planell. Los taxis no suelen salir hasta que están completos (ocho personas normalmente), lo que no se demora demasiado en verano, cuando las esperas vienen dadas más bien por la falta de sitio en los coches. El primer día, más que nada por cuestión de tiempo, cogimos el taxi en Boi, en la puerta de la Oficina de Turismo, hasta el Planell de Aigüestortes, donde comenzaríamos nuestra ruta a pie. El servicio nos pareció que estaba bien organizado y guardando adecuadamente las medidas de seguridad en cuanto a prevención de la pandemia, con obligación de ponerse gel desinfectante en las manos y, naturalmente, llevar mascarilla; además, las ventanillas iban bajadas para que circulase el aire, si bien se ocupaban todos los asientos.
PLANELL D’AIGÜESTORTES A ESTANY LLONG.
Los datos de las rutas varían ligeramente dependiendo de las fuentes, así que voy a poner los que me parecen más ajustados, teniendo en cuenta nuestra experiencia.
DATOS DE LA RUTA.
Longitud: 10 kilómetros (completa)
Sentido: lineal, ida y vuelta por el mismo camino
Duración: unas tres horas y media
Grado de dificultad: medio/bajo
Desnivel: 160 metros.
NUESTRA RUTA.
Como he comentado, el taxi nos dejó en el Planell d’Aigüestortes, donde se localizan una pequeña marquesina y varios carteles informativos. Los que íbamos en el vehículo no tardamos en dispersarnos y apenas nos cruzamos con una docena de personas por el camino hasta llegar al Estany Llong, con lo cual disfrutamos mucho de la caminata. En los alrededores, existe una senda turística que se interna un poco en el bosque de pinos y que cuenta con pasarelas adaptadas para personas con movilidad reducida. Un lugar muy bonito para dar un paseo sosegado apto para todo el mundo.
A pocos metros de la parada de los taxis, encontramos una pasarela adaptada que nos condujo hasta el Mirador de Sant Esperit, a 1.800 metros de altitud, que nos ofreció una espléndida panorámica de picos y bosques, destacando de izquierda a derecha, el Serrat de les Mussoles, el Bony del Graller (2.647 m) y el Montanyó des Llacs, según leí en el correspondiente panel explicativo.
En otra perspectiva, pudimos divisar una pequeña lengua azul, que eran las aguas del Estany de la Llebreta, que tenía de magnífico telón de fondo cumbres como los Roies de Cardet, el Pic de Gelada y L’Aüt (2.529 m).
Volvimos a la pista y durante varios minutos seguimos en paralelo el brioso curso del Sant Nicolau, que nos fue deparando estampas de gran belleza, con pozas cristalinas, un sinfín de reflejos de espejo y múltiples cascaditas. En algunos lugares, el panorama resultaba idílico, enmarcado por un tropel de montañas salpicadas por bosques de pino negro que le prestan un aspecto inconfundible.
Durante el recorrido, la senda pica hacia arriba constantemente, pero no de manera brusca y hay descansillos, con lo cual resultaba perfectamente llevadera. Como a una media hora, nos encontramos con la Fuente de Planell Grande, que se me quedó un poco temblona en la foto. Por lo demás, el paisaje continuaba siendo magnífico.
Al cabo de un rato, llegamos a los Prados d’Aiguadassi, donde pastaban decenas de vacas, algunas de las cuales nos contemplaban con curiosidad mientras caminábamos sobre las pasarelas de madera que nos ayudaban a cruzar el juguetón curso del río, que inundaba las praderas por donde le apetecía, componiendo unas estampas muy bonitas en la escena típica que da origen a uno de los nombres del parque. Y es que el catalán “aigüestortes” puede traducirse al castellano por “aguas torcidas o tortuosas”, en referencia a los meandros que forma el río en su curso por las praderas planas que van desde el Estany Llong al Estany Llebreta.
Una vez superados los prados, seguimos camino por un sendero empinado y con bastantes piedras, que nos dejó en las puertas de… ¡un bar! Sí, sí, tal cual, una especie de refugio, que cuenta con quiosco de bebidas y un pequeño merendero. Estaba abierto y había gente tomando algo. No nos detuvimos.
Tras otro tramo en cuesta sorteando piedras, avistamos las aguas azules del Estany Llong. Recorrimos la pista contemplando diferentes perspectivas del lago hasta llegar al final de la senda.
Nos acercamos al agua y nos sentamos a tomar nuestros bocadillos. Había varias personas cerca del lago haciendo lo propio. Desde luego no se trataba de una multitud, pero fue donde más personas juntas nos encontramos durante todo el itinerario. En cualquier caso, el lugar era un remanso de paz y tranquilidad, del que se podía disfrutar sin llevar mascarillas, pues había mucha distancia de unos senderistas a otros.
Las vistas se presentaban extraordinarias, bien mirásemos a un lado o a otro. Por fortuna, la jornada parecía estar aguantando bien, de momento, climatológicamente hablando, a pesar de los pesimistas pronósticos del tiempo, que auguraban tormentas fuertes para por la tarde en toda la zona.
Cuando terminamos de comer, nos disponíamos a proseguir la ruta hacia el Estany Redó, a poco más de media hora de donde nos hallábamos. Sin embargo, súbitamente, el aspecto del cielo comenzó a cambiar y aparecieron un tropel de nubes de lo más amenazadoras. Nos planteamos qué hacer. La distancia no era mucha, pero… Finalmente, se impuso el sentido común al recordar los avisos de tormenta y decidimos regresar. Y fue con buen criterio porque al cabo de unos minutos empezó a llover con fuerza. Menos mal que ya habíamos pasado la zona peor, la de las piedras, y el único inconveniente fue mojarnos un poco. En cualquier caso, el aguacero tampoco duró demasiado, aunque estaba claro que la tormenta no pararía allí, con lo cual no era cuestión de arriesgar.
Llegamos hasta la parada de los taxis y nos pusimos a la cola, donde ya teníamos unas quince personas delante. No tuvimos que aguardar mucho y nos montamos en el segundo vehículo, que apareció pronto. Evidentemente, fue necesario renunciar a nuestra idea de descender a pie hasta el aparcamiento de la Palanca de la Molina, incluyendo lo que también se conoce como la Ruta de la Nutria, que finalmente haríamos de otra tacada, al día siguiente.
CASCADA DEL SANT ESPERIT Y RUTA DE LA NUTRIA (ESTANY LLEBRETA A LA PALANCA).
DATOS DE LA RUTA DE LA NUTRIA O DE LA LLÚDRIGA: Desde Estany Llebreta al aparcamiento de la Palanca de la Molina.
Longitud: 7,5 kilómetros (solo la ida)
Duración: 2 horas (solo la ida)
Sentido: Lineal (ida y vuelta por el mismo camino)
Grado de dificultad: fácil.
Desnivel: 430 metros.
INCLUYENDO LA CASCADA DE SANT ESPERIT hay que sumar a la ruta anterior 2 kilómetros de longitud y media hora más (solamente ida).
NUESTRA RUTA.
En nuestro caso, decidimos subir en taxi hasta la Cascada de Sant Esperit para ahorrar tiempo y esfuerzo, ya que nos marchábamos a Benasque esa misma tarde. De esa forma, hicimos aproximadamente unos 9 kilómetros, casi todos en descenso. Y resultó una mala solución para aprovechar mejor el día, evitando también ir y volver por el mismo camino. Algo a tener en cuenta.
Esa mañana me levanté con un dolor muy fuerte en el muslo derecho. Ignoró lo que me ocurrió, pues no había sufrido ningún golpe ni caída, pero estuve bastante molesta durante toda esa jornada y la siguiente. Dejamos el coche en el aparcamiento de la Palanca de la Molina. Encontramos sitio, aunque ya escaseaban las plazas en torno a las diez y media. A mitad de julio, estábamos en una época complicada porque había rebrotes de la covid en la provincia de Lleida y el turismo no era tan abundante como otros años. En un verano normal supongo que será preciso madrugar y mucho para encontrar un hueco libre aquí. En caso contrario, el aparcamiento previo, cerca del Pont de la Farga, está dos kilómetros antes, lo que alargaría la ruta que se pretenda realizar en la misma medida. En la caseta de información turística pedimos un taxi. El personal se encarga de contactar con los conductores.
Al cabo de un cuarto de hora apareció uno con plazas libres y nos subió hasta el punto donde le pedimos que nos dejase, en un mirador que hay en la parte superior de la Cascada de Sant Esperit. Desde allí iniciamos el camino de descenso, unos 9 kilómetros, como he mencionado anteriormente.
La zona entorno a la cascada nos gustó mucho y estuvimos un buen rato deambulando para arriba y para abajo, contemplando las diversas perspectivas de las preciosas caídas de agua. Hay miradores con barandillas de madera, pero también apetece perderse un poco pateando sobre las rocas para sacar fotos y oír el bramido del agua.
La cascada tiene unos 30 metros de caída y forma unas espectaculares pozas excavadas en la roca, de esas que se llaman “marmitas de gigante”, algunas de las cuales superan los seis metros de profundidad. Eso sí: está prohibido bañarse. En caso de hacer la ruta de la nutria, merece la pena alargarla un poco para llegar hasta aquí.
Desde la senda paralela a las cascadas divisamos el Estany Llebreta, nuestro próximo objetivo, al que nos dirigimos por una pista señalizada a nuestra derecha. Llegamos a unas pasarelas de madera, que pronto nos condujeron al Estany.
Empezamos a bordearlo por una pista paralela a la carretera, dejándolo a la izquierda. En contraste con los prados verdes y el cielo azul moteado por alguna nube, las aguas del lago formaban una estampa estupenda, enmarcada por las montañas y el reguero blanco vertical de las cascadas. ¡Precioso!
Al final del lago, cruzamos el río por un puente y tomamos un sendero que salía por la izquierda en ascenso. En pocos minutos ganamos altura y el Llebreta quedó a nuestros pies. A lo lejos divisamos la Ermita de Sant Nicolau y numerosas chorreras brillando en las montañas. Había llovido los días anteriores y se notaba. Por la ladera del Tuc de Llebreta seguimos hasta la Pleta del Pago, con una amplia zona de pastos. Allí empecé a notar más fuerte el dolor de mi pierna, que se acentuaría poco después, cuando la senda inició un acusado descenso que ya se prolongó durante casi todo el trayecto.
El sendero se hizo más estrecho y nos acercó al río, donde localizamos lugares con gran encanto y belleza para descubrir en sus orillas. También nos topamos con fuentes mientras multitud de flores alfombraban los campos verdes. Además, el sol nos dio un respiro, pues los árboles proporcionaban una sombra gratificante.
Finalmente, alcanzamos de nuevo el aparcamiento y llegamos a nuestro coche. Otra bonita excursión con paisajes fantásticos. Imprescindible si se está por la zona.