Nos despertamos temprano para aprovechar el día y, luego de desayunar, armamos nuestras mochilas y nos mudamos a un Hostelling International cercano al hotel, en la Zona Rosa, para abaratar costos ya que sólo lo usaríamos para descansar y asearnos, y la verdad que estaba muy bonito.
Por la mañana y siesta recorrimos el Museo de Antropología, obra del Arq. Ramírez Vásquez, de un tamaño gigantesco y provisto de piezas arqueológicas muy variadas. Tiene dos plantas, que conforman una especie de claustro. En el patio central hay un estanque con peces y demás animales acuáticos y lo principal, un “paraguas” de hormigón armado desde donde corre una lluvia permanente hacia el piso. Es un espacio súper fresco y rodeado de cultura.


Al día siguiente, y tras un desayuno menos ostentoso que en el Fiesta Americana, partimos en metro (al que ya le conocíamos todos sus recorridos) hacia la TAPO (terminal de Autobuses) donde tomamos un bus con destino a Teotihuacán, un centro religioso perteneciente a la riquísima cultura teotihuacana, anterior a la azteca. Al haber estudiado mucho este centro en la facultad, decidimos no tomar guía, porque la lectura del mismo es increíble, tal cual nos lo imaginábamos, aunque real, majestuoso, imponente. Se trata de un centro organizado a través de una calle central “La Calzada de los Muertos”, que remata en la Pirámide de la Luna, pasando por la enorme Pirámide del Sol y por otros monolitos menores.

Antes de volver al hostel, hicimos una parada en la Plaza de las Tres Culturas, donde se hayan ruinas aztecas, una Iglesia Colonial y un Edificio moderno, los tres conviviendo en perfecta armonía. La recorrimos rapidito porque el barrio no parecía muy amigable. De camino al hostel encontramos un supermercado y nos aseguramos una rica y económica cena.

Al día siguiente, y por cuestiones de reservas previas, nuevamente nos mudamos de hospedaje. Esta vez un poco más alejado, el Hostel Casa Vieja sirvió de testigo de nuestro último día en la ciudad. Luego partiríamos a Cuba por cuatro días (historia motivo de otro diario) y retornaríamos para seguir viajando por México hasta la Riviera Maya.
El día estaba lluvioso, pero era el último, así que le sacamos provecho. Tempranito nos fuimos en metro hacia el barrio de Coyoacán, donde visitamos la Casa donde vivió León Trosky primero, y luego, muy cerca de allí, visitamos el museo “Casa Azul”, donde vivieron Frida Kalho y Diego Rivera. Como la entrada a este último nos servía también para conocer otro exclusivo de Diego Rivera, después de recorrer la Casa Azul, partimos en Bus para la zona del Estadio Azteca, donde se encontraba el museo de Diego.
Casa Azul: hermosa vivienda plagada de vivencias de esta pareja de artistas tan particular, donde se relata especialmente la vida y obra de Frida, incluyendo los corset utilizados por ella luego del accidente que marcó su vida y su arte.



