La senda del arroyo del Sestil del Maillo, la Chorrera de Mojonovalle y el abedular de Canencia es otra de las rutas que aparecen en la recopilación de Sendas Verdes de la Comunidad de Madrid, en la página web a la que ya me he referido varias veces en anteriores etapas y cuyo enlace es el siguiente: sendasdemadrid.es/
La época ideal para hacer esta bonita caminata es el otoño por el colorido que adquieren las hojas de los árboles de hoja caduca, pero dado que entonces no nos resultó posible ir, decidimos acercarnos durante el pasado mes de febrero, un día que hizo bastante buen tiempo. Además, así aprovechamos las nevadas y las lluvias que proporcionaron una gran cantidad de agua a la zona.
SITUACIÓN EN EL MAPA PENINSULAR Y EN EL DE LA COMUNIDAD DE MADRID.
La ruta tiene su inicio en el área recreativa del Puerto de Canencia, en el kilómetro 8, de la carretera M-629, donde hay sitio para dejar los vehículos. No obstante, hay que tener en cuenta que en los fines de semana y festivos se concentra bastante gente y puede resultar algo complicado. En fin, lo típico cuando hablamos de ir a los destinos de la sierra madrileña. Nosotros fuimos en día laborable y pudimos dejar el coche en otra parte, en el Puente de la Pasada, un poco más abajo. No fue por nada especial, simplemente porque llevábamos el track de unas personas que habían salido de allí, otro punto por el que pasa la ruta. En cualquier caso, como es circular, en realidad da lo mismo.
La distancia desde Madrid capital por la carretera M-607 (la de Colmenar Viejo) es de 66 kilómetros y el tiempo de viaje se acerca a la hora y diez minutos según el itinerario sugerido por Google Maps, cuya captura pongo a continuación.
DATOS DE LA RUTA.
Cito a continuación los datos que pone la ficha de la Comunidad de Madrid, si bien facilito también los míos, que son más completos, ya que incluyen los ramales, pues hicimos la ruta completa.
Foto de la ficha de la caminata descargada de la página web anterior.
Longitud: 4,5 Kilómetros (sin ramales). Según mis datos, hicimos 7 kilómetros incluyendo los ramales.
Duración: 1 hora 45 minutos. Nosotros tardamos unas tres horas, pero con paradas para comer y fotos, y visita doble a la chorrera por el motivo que luego comentaré.
Sentido: circular
Grado de dificultad: fácil
Desnivel: cota mínima: 1.375 metros, cota máxima: 1.626 metros; pendiente: 8,30 por 100.
NUESTRA RUTA.
Pese a ser día laborable, nos encontramos con la sorpresa de que había bastantes familias con niños. Luego nos dimos cuenta de que no había colegio por ser viernes de carnaval. De todas formas, no era ninguna romería y más que nada se apiñaba un poquito más la gente en torno a la Chorrera. Y eso por la mañana, pues por la tarde, cuando volvimos, ya no había casi nadie.
Como ya he comentado, pasamos de largo el aparcamiento del área recreativa del Puerto de Canencia y descendimos hasta el Puente de la Pasada, en donde dejamos el coche, y que supone el final de unos de los ramales de la ficha de la ruta que he puesto arriba. Sin embargo, aviso que aquí hay muy poco sitio para aparcar, pues se aprovechan unos pequeños claros en el bosque, sin pavimento ni nada, con lo cual con malas condiciones climatológicas puede haber barro y en invierno incluso hielo y nieve. De modo que será mejor estacionar en el área recreativa del puerto. Así se ve este lugar en Google Maps.
Nada más empezar a caminar nos dimos cuenta de que el arroyo del Sestil del Maillo bajaba a tope de agua, lo que era una buena noticia, ya que íbamos a pillar la Chorrera en un momento estupendo. Tras dejar a nuestra espalda el Puente de la Pasada, seguimos el sendero que nos llevó en paralelo al arroyo, cuyas aguas quedaban a nuestra izquierda. Me paré varias veces para hacer fotos a los numerosos saltos y cascaditas.
El Puerto de Canencia es un paso montañoso que, geológicamente, forma parte de la vertiente sur de la Sierra de Guadarrama. El puerto pertenece al municipio de Bustarviejo y comunica los municipios de Miraflores de la Sierra y Canencia. Su cota se sitúa a 1.524 metros y tiene una longitud de 16 kilómetros.
Esta zona es muy interesante a nivel botánico en Madrid, ya que, además de robles y encinas, alberga otras especies poco frecuentes en nuestra Comunidad, como los abedules, que son propios de latitudes más frías y húmedas. También se pueden ver abetos Douglas, tejos y acebos, algunos de ellos ejemplares notables y centenarios. Así, nos encontramos con un acebo singular, de más de 13 metros de alto y 120 años de edad aproximada.
En un momento dado, a la izquierda sale una senda que sube y se adentra en el bosque. Allí tuvimos que cruzar el arroyo, aprovechando dos troncos que constituían el único puente. No resultaba complicado. A partir de ese momento, empezamos a ganar altura. Unos minutos después, llegamos a un cruce múltiple, donde giramos hacia la derecha, en dirección a la Chorrera de Mojonavalle. Esta zona pica hacia arriba bastante, aunque sin mayores dificultades. Aparte de las áreas recreativas, fue donde encontramos a más gente.
En el fondo, a nuestra derecha y entre los árboles, podíamos distinguir el arroyo del Toril, que alimenta la Chorrera de Mojonavalle y que un poco más adelante, al unirse con el arroyo de las Chorreras forma el del Sestil del Maillo, que habíamos cruzado hacía unos minutos. El caso es que, con un nombre u otro, todos corrían que daba gusto verlos.
En un momento dado, vimos varias caídas de agua muy bonitas. Así que dejamos el sendero principal y cruzamos a otro que iba más cerca del arroyo. Era casi como andar campo a través, pero tampoco nos costó demasiado trabajo.
No tardamos en llegar hasta el Mirador Chorrera de Mojonavalle, donde había bastante gente concentrada. Sin embargo, enseguida nos dimos cuenta de que no era precisamente el mejor momento del día para ver la cascada porque el sol le daba de lleno y los reflejos hacían muy difícil no ya fotografiarla en condiciones sino incluso contemplarla. Así que decidimos continuar la ruta y volver al final, aunque para ello tuviésemos que repetir ese pequeño ramal, que nos supondría poco más de un kilómetro extra. Y mereció la pena. Pero eso lo cuento luego.
Junto al mirador, la senda sigue girando hacia la izquierda, en continuo ascenso a través del bosque, con melojos y altísimos pinos silvestres. Seguía habiendo agua por todas partes con algunos arroyos improvisados invadiendo los senderos.
Ya a bastante altura, comenzamos a divisar las cumbres de la Sierra de Guadarrama con nieve en sus cimas. En un punto concreto, sin ser un mirador, las vistas eran extraordinarias, pues se contemplaba el bosque en gran parte de su extensión, al fondo las cumbres nevadas y el Valle de Lozoya a la derecha.
Pasamos Centro de Naturaleza del Hornillo, donde también vimos un merendero, y llegamos al Mirador del Norte, cuyo emplazamiento está marcado por un balconcillo de madera, pero cuyas vistas no se encuentran allí, sino un poco más abajo, en un saliente entre rocas que se asoma a la Sierra, mostrándonos un bello panorama.
Aprovechamos para tomar nuestro bocata sentados en una de las enormes rocas, que formaban unas figuras fantasmagóricas, fruto de la erosión y entregadas a la imaginación de cada cual. Estábamos en un alto y pese a la presencia del sol se notaba el fresquito del invierno. Y es que la pandemia nos está enseñando a amar el aire libre y resistir el frío mucho mejor. El bocata nos supo bien, pero tampoco podíamos dejar de añorar los platos de cuchara de los restaurantes de los pueblos de la sierra. En fin, todo volverá a su ser algún día… confiemos.
Después de comer, buscamos junto al Mirador del Norte el sendero de descenso, que sale a la izquierda, junto a un cartel indicador. El problema aquí fue que un arroyo se había apoderado de la senda, invadiéndola y embarrándola. Hubo tramos que tuvimos que caminar sobre el agua tal cual. En fin, menos mal que no cubría demasiado…
Vimos nuevas rocas erosionadas con formas extrañas y algunas vistas de la sierra a través de algún pequeño claro.
Llegamos al cruce múltiple y tiramos nuevamente hacia la Chorrera de Mojonavalle, con la esperanza de poder apreciarla mejor entonces, con el sol en otra posición casi tres horas después. Ahora apenas nos encontramos con nadie. Las familias con niños habían desaparecido como por arte de magia.
El caso es que cuando llegamos a la Chorrera solamente había otra pareja allí. Y la cascada lucía impresionante, pese a que la luz empezaba a resultar algo escasa una vez que el sol estaba de retirada. Mucho mejor al natural que en las fotos, desde luego.
Después de hacer varias fotos y algún vídeo para dejar constancia y mantener el recuerdo de una caída de agua que en varios tramos me pareció que alcanzaba más de treinta metros, volvimos a descender la parte del sendero que habíamos repetido hasta el mirador de la Chorrera de Mojonavalle y, una vez que estuvimos de nuevo en el cruce múltiple, tomamos otro ramal que salía de frente y cuyo indicador anunciaba el tejo centenario a menos de medio kilómetro.
Y mereció la pena buscarlo, aunque nos costó un poquito, porque el cartel explicativo se halla algo escondido y si no te das cuenta lo pasas de largo. Tuvimos que internarnos unos metros en el bosque hasta que apareció espectacular, con su tronco y sus ramas con un tono dorado por los rayos del sol.
Luego, para finalizar, allí mismo tomamos un pequeño sendero que por el propio bosque nos llevó hasta la carretera, a un punto cerca del cual habíamos dejado nuestro coche, al lado del Puente de la Pasada.
En resumen, una ruta muy bonita, de poco más de tres horas y sin demasiadas complicaciones, aunque alguno de sus tramos tienen bastante pendiente y los senderos pueden aparecer embarrados si ha llovido. Nos gustaría volver en otoño, pues las características de la vegetación harán que la ruta adquiera un tono diferente, con una belleza muy especial. Sin embargo, también nos alegramos de haber hecho la excursión en ese momento del invierno por la gran cantidad de agua que tenían los arroyos y la cascada.