Entre las muchas rutas de senderismo de todos los niveles de dificultad que pueden realizarse en La Pedriza, en esta ocasión nos dispusimos a llegar hasta los Chorros del Manzanares, unas bonitas cascadas que forma el río que atraviesa la capital y que es mucho más atractivo y agreste cuánto más cerca está de su nacimiento, en plena Sierra de Guadarrama. Se trata de una ruta muy bonita y bastante asequible, que puede combinarse si se desea con la de la Charca Verde, calculando una hora extra al menos si solo se desea echarle un buen vistazo. Si se pretende llegar hasta ella y conocer más a fondo su entorno (merece mucho la pena) habrá que calcular otras dos horas mínimo. Yo las he puesto en este diario como rutas separadas porque así las realizamos, ya que incluimos ciertas variantes para alargar cada una de ellas. No obstante, el camino de regreso lo hicimos por un sendero que pasa cerca de la Charca Verde.
SITUACIÓN EN EL MAPA PENINSULAR EN GOOGLE MAPS Y EN LA COMUNIDAD DE MADRID.
La Pedriza del Manzanares se encuentra dentro del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama y en su enorme berrocal se pueden contemplar multitud de formas graníticas consecuencia de la tremenda erosión causada a lo largo de milenios por los glaciares, el viento y el agua mediante la descomposición química de las rocas. Sin embargo, el objetivo de esta caminata (lo será de otras) no era contemplar esas peculiares formas pétreas, únicas en la península, sino algunas de las pozas y chorreras que forma el río Manzanares en su curso alto. Uno de las cascadas más bonitas, con el agua deslizándose en varios saltos al caer encajonada entre paredes de granito que forman una especie de tubo, constituye lo que se denomina Chorros del Manzanares.
Como de costumbre, fuimos en día laborable para evitarnos los controles de acceso a los aparcamientos, pues hay una barrera con horarios de apertura y cierre, además de un cupo limitado de vehículos que suele alcanzarse muy pronto durante los fines de semana, cuando acuden verdaderas multitudes.
Tomando como referencia la localidad de Manzanares el Real, existen varios lugares habilitados para dejar los coches, por lo que antes de nada hay que localizar el parking más conveniente según la ruta que queramos hacer, ya que La Pedriza es muy extensa. El horario de la barrera varía dependiendo de que sea verano, del 1 de junio al 30 de septiembre, o invierno, que abarca el resto del año. Puede consultarse en la siguiente página web www.parquenacionalsierraguadarrama.es/ ...ra-barrera Si nos encontramos la barrera cerrada, hay otros aparcamientos previos, a la salida de Manzanares el Real, en cuyo caso habrá que llegar caminando (existen senderos señalizados) hasta el inicio de nuestra ruta.
El aparcamiento de referencia para ir a los Chorros del Manzanares es el de Cantocochino, desde donde parten muchas rutas y cerca del cual hay bares, un restaurante y un centro de información.
Aprovechando que no vimos demasiados coches, seguimos hasta el parking siguiente, el de la Rana, y aún llegamos sin problemas hasta el último, el de Machacaderas, a unos 500 metros de Cantocochino, distancia que nos ahorramos en ida y vuelta. A partir de allí no se puede pasar en ningún momento, pues hay una barrera que impide el paso permanentemente a los vehículos no autorizados. Antaño, la pista que sigue estaba abierta a todos los coches y aquello era una auténtica romería, con el río en verano convertido en una especie de piscina municipal. Por fortuna, la protección del medio ambiente llegó a La Pedriza en 2016, fecha en que se reguló el acceso y se prohibió el baño. Todo un acierto para la conservación de este espacio natural único.
La distancia desde Madrid capital hasta Cantocochino está en torno a los 60 kilómetros y existen varias opciones para llegar dependiendo del lugar de donde se salga. Lo más habitual tomar la A-6 hasta Collado-Villalba y luego la M-608 hasta Manzanares el Real, o ir por Colmenar Viejo (M-607), los dos itinerarios sugeridos por Google Maps:
DATOS DE LA RUTA.
Si hay una cosa que no me gusta de La Pedriza, aparte de las aglomeraciones en los aparcamientos durante los fines de semana (una vez en ruta, la gente se dispersa y no hay problema), es la señalización de las rutas de senderismo, que muchas veces es bastante confusa, aparece y desaparece, o, directamente, brilla por su ausencia. Como si todo estuviese diáfano, sin sitios por los que perderse… Por eso es muy recomendable llevar un mapa impreso de la caminata que se desea hacer o, mucho mejor aún, un track con GPS. Y así lo hicimos en esta jornada, aunque ésta es una de las sendas que más claras están y, además, cuenta con algunas indicaciones.
Si bien no existe ruta oficial, los datos aproximados desde Cantocochino según el track que seguimos, y que es el itinerario más habitual, son los siguientes:
Longitud: 12,5 kilómetros
Duración: 4 horas (sin contar paradas)
Sentido: Un tramo circular (ida por la Zorra y regreso por la Charca Verde) y otro lineal
Desnivel: altitud máxima, 1.460 metros; altitud mínima: 1.013
Grado de dificultad: Fácil.
NUESTRA RUTA.
Nuestra ruta fue de 12,2 kilómetros y duró algo más de cinco horas (incluyendo bocatas y paradas para fotos). La cota más alta alcanzó los 1.534 metros, pues continuamos ascendiendo un tramo más pasados los Chorros. Ya lo explicaré luego. Así aparecie el perfil en mi copia local de wikiloc.
Mientras nos poníamos las botas al lado del coche, apareció un burrito, empeñado en que le diésemos nuestra merienda. Sintiéndolo mucho, no estábamos por la labor. Además, él tenía un montón de hierba fresquita y muy apetitosa por allí. Aunque todavía estábamos a mediados de febrero, el día era soleado y con una temperatura muy buena, en torno a los 16 grados.
Pasamos la barrera y el hito de piedra que señala el Parque Nacional viendo ya unas primeras rocas enormes y curiosas. Este tramo es muy sencillo, pues sigue una pista forestal paralela al río y que era la que antaño utilizaban los coches de los excursionistas para pasar el día en La Pedriza. En esta zona, el Manzanares, que quedaba a nuestra derecha, bajaba muy alegre, formando cascaditas y saltos, en un entorno muy bonito, con helechos, sauces, fresnos y algún que otro tejo. A nuestra espalda, de frente y a la derecha veíamos las imponentes crestas pétreas como dientes de sierra de los roquedales. Al fondo, un poco a la izquierda, aparecían las cumbres nevadas en torno a Navacerrada, la Bola del Mundo y Peñalara.
En un suave pero continuo ascenso, llegamos a una bifurcación: por la derecha se va a la Charca Verde y por la izquierda al Puente del Francés y los Chorros del Manzanares. Nos tocaba a la izquierda, pues.
La pista empezó a trepar rápidamente tras girar a la izquierda y pronto alcanzamos primero un abrevadero y luego la Fuente de la Zorra (o de las Zorras, que lo he visto escrito en singular y plural). Pese al desnivel, el camino era cómodo y me entretuve haciendo algunas fotos por aquí y por allá dándole al zoom, mientras jugaba a adivinar a qué se parecían algunas de las curiosas formaciones rocosas que parecían vigilarnos desde su inexpugnable atalaya.
Tras varias zetas, la pista entró en un terreno más llano y nos ofreció bonitas perspectivas sobre el río, en la zona donde se encuentra la Charca Verde, aunque sin mostrárnosla nunca. Enseguida pasamos junto a la boca de un sendero que en fuerte bajada se internaba en el bosque y que tomaríamos a la vuelta con el fin de no repetir este tramo y, además, atajar.
Pese a las ramas desnudas de la vegetación de hoja caduca, los extensos pinares le proporcionaban un bonito tono verde al paisaje, coronado por el pedregal gris a la sombra y marrón en toda su gama al sol. Los colores de algunas plantas aromáticas, romero, sobre todo, empezaban a despuntar.
Al fin, localizamos el Puente del Francés a nuestra derecha. Cuando nos asomamos, vimos el río discurrir por debajo con mucha fuerza. Sin embargo, no teníamos que cruzarlo, así que volvimos a la pista para afrontar unas escaleras de piedra que subían por la izquierda y se perdían en el bosque en busca de un nuevo sendero. A partir de aquí, la pista anterior a las escaleras se convirtió en un caminito muy estrecho, que alcanzó cierta altura rápidamente. Abajo, a nuestra derecha, aparecía y desaparecía el cauce del río entre una maraña de vegetación, mostrando el dibujo de bonitos saltos de agua al deslizarse con fuerza.
Al cabo de un cuarto de hora, llegamos al Puente del Retén, restaurado en 2005 con barandillas de madera, aunque alguna de ellas se encuentra en mal estado. Hay que tener cuidado y no apoyarse mucho. Ofrece unas bonitas vistas sobre el joven Manzanares, que forma aquí una poza cristalina.
La ruta continúa por la derecha, pero nosotros, siguiendo el track que llevábamos, tomamos un sendero que salía a nuestra izquierda con intención de ir a ver antes unas pozas y unas cascadas más. El sendero era un poco más complicadillo, porque trepaba entre raíces y piedras, pero nada serio y tampoco tuvimos que recorrer mucha distancia, unos doscientos metros, más o menos. Así tuvimos la oportunidad de contemplar una preciosa y recóndita cascada.
Retrocedimos hasta llegar nuevamente al Puente del Retén y, esta vez sí, lo cruzamos y tomamos un sendero pedregoso, marcado de amarillo y blanco, que trepa por la montaña. Éste es sin duda el tramo más complicado de la ruta, el típico de La Pedriza, con sus caprichosas rocas que te rodean y sus pedruscos en el suelo, arriba, abajo y a los lados, que hay que sortear como se pueda, mientras se sube y se baja constantemente, incluso trepando y empleando manos y trasero en algún caso. No es que tenga una especial dificultad técnica y tampoco representará ningún problema para las personas acostumbradas al senderismo en el monte, pero dista de ser el anterior paseo por la pista forestal y quizás no le agrade a todo el mundo. Por lo demás, el terreno estaba seco, de modo que no existía riesgo de resbalones.
Según ganábamos altura, el paisaje se fue haciendo más salvaje y atractivo. Hubo un lugar donde la vista nos recordó a la escena de alguna película rodada en Canadá, pero una piedra almenada sobre nuestras cabezas nos confirmó que estábamos en La Pedriza.
Después de una media hora de bregar con el camino sinuoso pero bien dibujado en el cancho, mi marido encontró una roca con vistas interesantes e iluminada por el sol, lo que nos vendría bien para tomarnos el bocadillo sin pasar frío. Aunque la temperatura era muy agradable, no dejábamos de estar en invierno y a la sombra se notaba cierta rasca.
Habíamos dejado el río bastante abajo y, a lo lejos, escuchamos el profundo rugido de las aguas deslizándose por entre las rocas formando sorprendentes saltos, aunque muy lejanos, imposibles de alcanzar desde allí, pues la Pedriza puede ser muy traicionera si se abandonan los senderos. Pese a los molestos reflejos del sol, pude sacar alguna que otra foto de aquellas chorreras lejanas.
Sin saber por qué, en el punto donde el track señalaba que estábamos cerca de los Chorros del Manzanares, en lugar de meternos directamente por un pequeño sendero que salía a nuestra izquierda en dirección al río, preguntamos a una pareja con la que nos encontramos y nos dijeron que allí no habían visto nada interesante. Así que continuamos sendero arriba, y arriba, y arriba, cada vez más arriba, siguiendo las marcas blancas y amarillas. Teníamos ya muy cerca el cauce, a unos diez metros y casi a nuestro nivel, pero la imagen que yo llevaba en la mente de los Chorros por una foto que había visto no la identificaba con aquel paisaje.
Cruzamos algunos arroyos que salpicaban el sendero y mojaban las piedras. Al fin, llegamos hasta una zona con una amplia explanada de roca, donde el Manzanares a su paso proporcionaba una estampa estupenda. Aprovechamos para hacer unas fotos, mientras acordamos que no debíamos avanzar más porque lo cierto era que no sabíamos adónde nos conducía aquel sendero. Y los Chorros, incluso en el track, habían quedado muy atrás.
Retrocedimos y, en el punto nos habíamos encontrado con la pareja a la que me he referido antes, tomamos el desvío hacia el río y, en un par de minutos alcanzamos el lugar conocido como los Chorros del Manzanares, una preciosa cascada, un chorro, más bien, que caía en vertical por una especie de tubo de piedra, componiendo varios saltos, cinco al menos. La gran cantidad de agua que llevaba el río hacía la imagen todavía más bonita, como de postal o revista de viajes. Si no estaba en su plenitud, le faltaba poco.
El, llamémosle, mirador no está acondicionado como tal, sino que es un grupo de rocas grandes y planas que se encaraman sobre el río, abierto y con una gran pendiente por la parte contraria a la cascada. Con tiempo seco y la debida precaución no resulta peligroso asomarse, pero si se va con niños pequeños, mejor no soltarles de la mano porque no existen protecciones artificiales de ningún tipo.
Vistos los Chorros, regresamos por el sendero hasta el Puente del Retén y desde allí retomamos el mismo camino de la ida hasta el Puente del Francés; luego, al poco de recuperar la pista forestal, nos desviamos por el sendero que habíamos visto por la mañana, que ahora quedaba a nuestra izquierda, y que nos conduciría al inconfundible y espectacular entorno de la Charca Verde, atajando el tramo de la pista que va por la Fuente de la Zorra.
El sendero resultó un poco empinado e incómodo al principio, pero luego se suavizó y nos proporcionó vistas muy bonitas del río y las crestas nevadas. En esta parte, es posible desviarse a la derecha hasta llegar a vislumbrar la Charca Verde, que se encuentra muy cerca y que incluso se llega a vislumbrar en este sendero pero no completa. Si se quiere hacer esta combinación de Chorros y Charca, será mejor llevar un track para no equivocarse y coger la ruta correcta. Además, si se quiere contemplar bien el entorno, seguramente interesa hacer la ruta a la inversa para contemplar todas las perspectivas.
Ya no había demasiada luz y las fotos se resintieron en una zona que es espectacular cuando brilla el sol. No queríamos que se nos hiciese de noche, además, nosotros conocemos de sobra la Charca Verde, de modo que nos dirigimos directamente al enlace del sendero (el que había quedado a nuestra derecha por la mañana) con la pista que lleva al aparcamiento donde habíamos dejado el coche. En resumen, una bonita y poco complicada excursión a pie en La Pedriza.
OTRAS RUTAS EN LA PEDRIZA:
- EN BUSCA DE LA CHARCA VERDE. LA PEDRIZA. SIERRA DE GUADARRAMA (MADRID).