Día 3: Península de Snaefellsnes
Hoy tocaba visitar la península de Snaefellsnes, conocida por el glaciar que lleva su nombre, el Snaefellsjökull (inmortalizado por Julio Verne en Viaje al centro de la Tierra). Se trata de una península de unos 100 km de largo donde no solo podéis encontrar el susodicho glaciar (y el parque Nacional que lo contiene), sino también muchas otras maravillas de la naturaleza: volcanes, acantilados basálticos, playas (alguna de ellas con focas), fiordos, cascadas y campos de lava.
Con la idea de visitar todo lo posible, incluyendo alguna caminata corta, nos levantamos poco después de las 8 de la mañana. En la Guesthouse habían preparado café recién hecho para los huéspedes, así que una vez bien provistos de cafeína salimos a la aventura. Nuestro gozo en un pozo: aquello parecía mordor . Ya contábamos con que el tiempo en Islandia sería bastante malillo, pero es que había una niebla y unos nubarrones que no se veía tres en un burro…
Pero, en fin, no quedaba otra que apechugar y seguir con el plan previsto, así que nos dirigimos por la carretera 54 hacia nuestra primera parada: Budakirkja. Por el camino pasamos por una zona montañosa donde no veíamos nada a un metro del coche, pero luego al volver a bajar hacia el otro lado estaba más despejado y solo había nubes, la niebla desapareció. Se tarda poco más de media hora en llegar de Grundarfjördur a Budakirkja, por buenas carreteras excepto un pequeño tramo final más estrecho.
Budakirkja es una iglesia negra muy fotografiada, uno de los puntos más visitados de la península. Podréis encontrar más información aquí:
www.discover.is/location/budir/
La verdad es que, aunque el día no acompañaba, la neblina que envolvía la cordillera de Snaefellsnes al fondo le daba un aire aún más misterioso:
Desde la iglesia salen algunos senderos para caminar por la zona, pero no recorrimos ninguno de ellos porque teníamos un día bastante apretado y pensamos que no nos daría tiempo.
Así pues, nos pusimos en marcha hasta nuestro siguiente destino: el cañón Raudfelsgja, a unos 15 minutos en coche de Budakirkja. Desde el aparcamiento hay que andar unos 10 minutos hasta llegar a la inmensa grieta en la roca que divide la montaña en dos.
Las nubes seguían con nosotros, pero al menos no llovía. Nuevamente las fotos no hacen justicia al paisaje, pero verlo (y caminar por allí) en persona es impresionante.
También se puede entrar a cotillear dentro del cañón:
Tras la visita al cañón nos dirigimos ya hacia Arnarstapi, la pequeña población costera donde se inicia el popular sendero que va bordeando acantilados basálticos hasta la vecina Hellnar. Es el itinerario número 48 de la ruta Rother, una ruta corta y fácil pero muy recomendable. Se tardan unas 2 horas ida y vuelta por el mismo camino (no es circular). Las formaciones de basalto y las colonias de aves marinas son una constante ya desde el inicio de la ruta:
Desde el parking de Arnastapi enseguida se llega al punto más conocido (y visitado) de la ruta: el arco de roca de Gatklettur. De nuevo nos acompañan los nubarrones, pero por lo menos no llueve y hace poco viento. Si se decide no hacer la caminata completa, es fácil y recomendable venir al menos hasta aquí, se llega en un momento desde el parking. La formación rocosa es cuanto menos curiosa:
Seguimos por la costa hacia Hellnar, en dirección suroeste por un camino que va pegado al litoral. La senda serpentea por un campo de lava escarpado, aunque cubierto de musgo. El paisaje costero durante todo el recorrido es una maravilla:
Llegamos a Hellnar, al final de la ruta hay una pequeña cafetería recomendada en la guía, el Café Fjöruhúsid. No paramos, sino que iniciamos el camino de vuelta hasta Anarstapi. Una vez a la altura del arco, seguimos un poco más hacia el norte, para acabar de ver la zona de costa que nos quedaba pendiente:
Regresamos a Arnarstapi, comimos nuestro picnic sobre las 13 y luego entramos a una cafetería que había frente al parking, a tomar unos cafés: cuidado que te clavan 4 euracos por cada bebida caliente, avisados quedáis .
Continuamos con nuestra ruta y paramos en el siguiente parking que encontramos en la carretera que bordea la península de Snaefellsnes. Un corto sendero nos lleva hasta la costa, con impresionantes vistas de los pilares rocosos de Lóndrangar, un cráter erosionado que actualmente se erige en forma de agujas (según la guía los lugareños afirman que los elfos usan estas formaciones de lava como iglesia).
Seguimos adelante por la carretera 574 y se accede a un desvío que lleva al parking del centro de visitantes del parque nacional (Gestastofa). Desde aquí salen varios senderos que llevan a distintos puntos, uno de ellos el faro de Lóndrangar, que no tiene ninguna gracia en especial:
También se puede andar por una playa hacia las formaciones rocosas, esta vez desde su lado sur:
Continuando con la ruta en coche en sentido horario por la península la siguiente parada que hicimos fue en la playa de Djúpalón. Se trata de una playa de arena negra con curiosas formaciones rocosas (según dicen, una iglesia élfica, una mujer troll…).
A esta playa se llega fácilmente desde el aparcamiento sin apenas caminar, así que estaba muy transitada, había bastante gente ya que todos los tours hacen parada aquí. Peeerooo… si buscamos, siempre encontraremos algo más, en Islandia: desde el lado derecho de la playa de Djúpalón (si nos ponemos mirando hacia el mar) sale un pequeño sendero que recorre la costa en dirección sur hacia el campo de lava y playa de Dritvík.
Nada más alejarnos un poco de Djúpalón estuvimos solos, apenas nos cruzamos con un par de caminantes más. Vale la pena andar un poco y alejarse de las multitudes, ya que se llega a otra playa de arena negra en mi opinión más bonita y espectacular que la anterior:
Del s. XVI al XIX Dritvík fue el mayor puerto pesquero de Islandia, con más de 60 barcos, pero hoy solo quedan las ruinas junto al borde de la colada de lava. Y esta bonita casita roja que contrasta con el verde intenso de la hierba fresca y el negro de la roca volcánica:
El camino entre Djúpalón y Dritvík atraviesa el campo de lava cubierto de musgo:
Volvemos a Djúpalón (son unos 15 o 20 min andando desde Drítvík) y pillamos el coche para desplazarnos hasta nuestro siguiente objetivo: el volcán Saxholl. Desde la carretera 574 un corto desvío señalizado nos lleva hasta el aparcamiento al pie del cráter. Desde allí tan solo hay que seguir los escalones que permiten salvar la subida hasta el borde del volcán. El boquete dentro del cráter:
Arriba hacía mucho viento, pero subir hasta la cima vale mucho la pena: vistas impresionantes del interior del cráter y también de los campos de lava de Neshraun. Aquí os recomiendo, en caso de viento, tener un tío de metro noventa a mano, te agarras a él y ni un huracán te despega de ahí. El volcán Saxhöll como puede apreciarse, es responsable de gran parte de la lava de la zona. Pequeñito pero matón, poca broma .
En un día soleado imagino que desde este volcán debe de haber vistas espectaculares del glaciar Snaefellsjökull de fondo, ese día únicamente pudimos ver una pequeña cumbre cubierta de hielo a lo lejos, mientras bajábamos (se ve en la foto, pero hay que fijarse porque se confunde con las nubes):
Tras la visita al volcán seguimos por la costa, ya en dirección hacia Grundarfjördur. Queríamos pasar por algún supermercado a comprar cuatro cosillas antes de que cerrasen a las 18, así que nos paramos en el pueblo de Ólafsvik. Nada destacable, tiene el honor de ser la población comecial más antigua del país, ya que se le concedió una licencia comercial en 1687, pero se conservan pocos de sus edificios originales.
Antes de entrar a Grundarfjördur nos encontramos ya con la joya de Snaefellsnes: la montaña Kirkjufell y la emblemática cascada Kirkjufellsfoss. La montaña, con sus 463 metros de altura y su curiosa forma, es uno de los lugares más fotografiados de Islandia (también aparece en Juego de Tronos). Hay una ruta que permite escalarla, aunque no es recomendable hacerlo si ha llovido o no se conoce bien la zona.
No hace falta ni decir que hicimos mil fotos aquí, pero tan solo os compartiré un par de ellas, una al inicio de la etapa y ésta, ya que seguro que esta imagen la habéis visto cientos de veces en el Instagram de todo el que haya pisado Islandia :
Y lo que digo siempre: lo mejor es ir y comprobar la belleza del lugar por uno mismo.
Pasamos bastante rato allí, es fácil empanarse y que el tiempo pase volando. Nuestro alojamiento estaba a unos cinco minutos en coche, así que en un momento nos plantamos allí. La verdad es que Grundarfjördur es un buen lugar donde hacer base, está ubicado en una bahía preciosa con un paisaje espectacular, tienes Kirkjufell al lado y el pueblo cuenta con buenos servicios turísticos.
Nos retiramos pues a descansar, de nuevo cocinamos y cenamos solos en la cocina compartida de la guest house porque no había nadie más utilizándola en ese momento. A nosotros nos fue bien hacerlo así para ahorrar algo y estar tranquilos después de tanto trote, pero como comentaba, hay opción de ir de restaurante en el mismo pueblo.
Al día siguiente acabaríamos de ver alguna cosa de la península que nos quedaba pendiente y cruzaríamos en ferry hacia los Fiordos del Oeste, otro de los lugares de Islandia que más me gustaron. ¡Y con frailecillos incluidos!
Hoy tocaba visitar la península de Snaefellsnes, conocida por el glaciar que lleva su nombre, el Snaefellsjökull (inmortalizado por Julio Verne en Viaje al centro de la Tierra). Se trata de una península de unos 100 km de largo donde no solo podéis encontrar el susodicho glaciar (y el parque Nacional que lo contiene), sino también muchas otras maravillas de la naturaleza: volcanes, acantilados basálticos, playas (alguna de ellas con focas), fiordos, cascadas y campos de lava.
Con la idea de visitar todo lo posible, incluyendo alguna caminata corta, nos levantamos poco después de las 8 de la mañana. En la Guesthouse habían preparado café recién hecho para los huéspedes, así que una vez bien provistos de cafeína salimos a la aventura. Nuestro gozo en un pozo: aquello parecía mordor . Ya contábamos con que el tiempo en Islandia sería bastante malillo, pero es que había una niebla y unos nubarrones que no se veía tres en un burro…
Pero, en fin, no quedaba otra que apechugar y seguir con el plan previsto, así que nos dirigimos por la carretera 54 hacia nuestra primera parada: Budakirkja. Por el camino pasamos por una zona montañosa donde no veíamos nada a un metro del coche, pero luego al volver a bajar hacia el otro lado estaba más despejado y solo había nubes, la niebla desapareció. Se tarda poco más de media hora en llegar de Grundarfjördur a Budakirkja, por buenas carreteras excepto un pequeño tramo final más estrecho.
Budakirkja es una iglesia negra muy fotografiada, uno de los puntos más visitados de la península. Podréis encontrar más información aquí:
www.discover.is/location/budir/
La verdad es que, aunque el día no acompañaba, la neblina que envolvía la cordillera de Snaefellsnes al fondo le daba un aire aún más misterioso:
Desde la iglesia salen algunos senderos para caminar por la zona, pero no recorrimos ninguno de ellos porque teníamos un día bastante apretado y pensamos que no nos daría tiempo.
Así pues, nos pusimos en marcha hasta nuestro siguiente destino: el cañón Raudfelsgja, a unos 15 minutos en coche de Budakirkja. Desde el aparcamiento hay que andar unos 10 minutos hasta llegar a la inmensa grieta en la roca que divide la montaña en dos.
Las nubes seguían con nosotros, pero al menos no llovía. Nuevamente las fotos no hacen justicia al paisaje, pero verlo (y caminar por allí) en persona es impresionante.
También se puede entrar a cotillear dentro del cañón:
Tras la visita al cañón nos dirigimos ya hacia Arnarstapi, la pequeña población costera donde se inicia el popular sendero que va bordeando acantilados basálticos hasta la vecina Hellnar. Es el itinerario número 48 de la ruta Rother, una ruta corta y fácil pero muy recomendable. Se tardan unas 2 horas ida y vuelta por el mismo camino (no es circular). Las formaciones de basalto y las colonias de aves marinas son una constante ya desde el inicio de la ruta:
Desde el parking de Arnastapi enseguida se llega al punto más conocido (y visitado) de la ruta: el arco de roca de Gatklettur. De nuevo nos acompañan los nubarrones, pero por lo menos no llueve y hace poco viento. Si se decide no hacer la caminata completa, es fácil y recomendable venir al menos hasta aquí, se llega en un momento desde el parking. La formación rocosa es cuanto menos curiosa:
Seguimos por la costa hacia Hellnar, en dirección suroeste por un camino que va pegado al litoral. La senda serpentea por un campo de lava escarpado, aunque cubierto de musgo. El paisaje costero durante todo el recorrido es una maravilla:
Llegamos a Hellnar, al final de la ruta hay una pequeña cafetería recomendada en la guía, el Café Fjöruhúsid. No paramos, sino que iniciamos el camino de vuelta hasta Anarstapi. Una vez a la altura del arco, seguimos un poco más hacia el norte, para acabar de ver la zona de costa que nos quedaba pendiente:
Regresamos a Arnarstapi, comimos nuestro picnic sobre las 13 y luego entramos a una cafetería que había frente al parking, a tomar unos cafés: cuidado que te clavan 4 euracos por cada bebida caliente, avisados quedáis .
Continuamos con nuestra ruta y paramos en el siguiente parking que encontramos en la carretera que bordea la península de Snaefellsnes. Un corto sendero nos lleva hasta la costa, con impresionantes vistas de los pilares rocosos de Lóndrangar, un cráter erosionado que actualmente se erige en forma de agujas (según la guía los lugareños afirman que los elfos usan estas formaciones de lava como iglesia).
Seguimos adelante por la carretera 574 y se accede a un desvío que lleva al parking del centro de visitantes del parque nacional (Gestastofa). Desde aquí salen varios senderos que llevan a distintos puntos, uno de ellos el faro de Lóndrangar, que no tiene ninguna gracia en especial:
También se puede andar por una playa hacia las formaciones rocosas, esta vez desde su lado sur:
Continuando con la ruta en coche en sentido horario por la península la siguiente parada que hicimos fue en la playa de Djúpalón. Se trata de una playa de arena negra con curiosas formaciones rocosas (según dicen, una iglesia élfica, una mujer troll…).
A esta playa se llega fácilmente desde el aparcamiento sin apenas caminar, así que estaba muy transitada, había bastante gente ya que todos los tours hacen parada aquí. Peeerooo… si buscamos, siempre encontraremos algo más, en Islandia: desde el lado derecho de la playa de Djúpalón (si nos ponemos mirando hacia el mar) sale un pequeño sendero que recorre la costa en dirección sur hacia el campo de lava y playa de Dritvík.
Nada más alejarnos un poco de Djúpalón estuvimos solos, apenas nos cruzamos con un par de caminantes más. Vale la pena andar un poco y alejarse de las multitudes, ya que se llega a otra playa de arena negra en mi opinión más bonita y espectacular que la anterior:
Del s. XVI al XIX Dritvík fue el mayor puerto pesquero de Islandia, con más de 60 barcos, pero hoy solo quedan las ruinas junto al borde de la colada de lava. Y esta bonita casita roja que contrasta con el verde intenso de la hierba fresca y el negro de la roca volcánica:
El camino entre Djúpalón y Dritvík atraviesa el campo de lava cubierto de musgo:
Volvemos a Djúpalón (son unos 15 o 20 min andando desde Drítvík) y pillamos el coche para desplazarnos hasta nuestro siguiente objetivo: el volcán Saxholl. Desde la carretera 574 un corto desvío señalizado nos lleva hasta el aparcamiento al pie del cráter. Desde allí tan solo hay que seguir los escalones que permiten salvar la subida hasta el borde del volcán. El boquete dentro del cráter:
Arriba hacía mucho viento, pero subir hasta la cima vale mucho la pena: vistas impresionantes del interior del cráter y también de los campos de lava de Neshraun. Aquí os recomiendo, en caso de viento, tener un tío de metro noventa a mano, te agarras a él y ni un huracán te despega de ahí. El volcán Saxhöll como puede apreciarse, es responsable de gran parte de la lava de la zona. Pequeñito pero matón, poca broma .
En un día soleado imagino que desde este volcán debe de haber vistas espectaculares del glaciar Snaefellsjökull de fondo, ese día únicamente pudimos ver una pequeña cumbre cubierta de hielo a lo lejos, mientras bajábamos (se ve en la foto, pero hay que fijarse porque se confunde con las nubes):
Tras la visita al volcán seguimos por la costa, ya en dirección hacia Grundarfjördur. Queríamos pasar por algún supermercado a comprar cuatro cosillas antes de que cerrasen a las 18, así que nos paramos en el pueblo de Ólafsvik. Nada destacable, tiene el honor de ser la población comecial más antigua del país, ya que se le concedió una licencia comercial en 1687, pero se conservan pocos de sus edificios originales.
Antes de entrar a Grundarfjördur nos encontramos ya con la joya de Snaefellsnes: la montaña Kirkjufell y la emblemática cascada Kirkjufellsfoss. La montaña, con sus 463 metros de altura y su curiosa forma, es uno de los lugares más fotografiados de Islandia (también aparece en Juego de Tronos). Hay una ruta que permite escalarla, aunque no es recomendable hacerlo si ha llovido o no se conoce bien la zona.
No hace falta ni decir que hicimos mil fotos aquí, pero tan solo os compartiré un par de ellas, una al inicio de la etapa y ésta, ya que seguro que esta imagen la habéis visto cientos de veces en el Instagram de todo el que haya pisado Islandia :
Y lo que digo siempre: lo mejor es ir y comprobar la belleza del lugar por uno mismo.
Pasamos bastante rato allí, es fácil empanarse y que el tiempo pase volando. Nuestro alojamiento estaba a unos cinco minutos en coche, así que en un momento nos plantamos allí. La verdad es que Grundarfjördur es un buen lugar donde hacer base, está ubicado en una bahía preciosa con un paisaje espectacular, tienes Kirkjufell al lado y el pueblo cuenta con buenos servicios turísticos.
Nos retiramos pues a descansar, de nuevo cocinamos y cenamos solos en la cocina compartida de la guest house porque no había nadie más utilizándola en ese momento. A nosotros nos fue bien hacerlo así para ahorrar algo y estar tranquilos después de tanto trote, pero como comentaba, hay opción de ir de restaurante en el mismo pueblo.
Al día siguiente acabaríamos de ver alguna cosa de la península que nos quedaba pendiente y cruzaríamos en ferry hacia los Fiordos del Oeste, otro de los lugares de Islandia que más me gustaron. ¡Y con frailecillos incluidos!
Casitas en la península de Snaefellsnes