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Antes de comenzar esta etapa del diario, es importante leer estos consejos.
El sendero hacia la Playa de Güigüi (o Guguy) es de dificultad media-alta, llegando a ser extrema a causa de las altas temperaturas. Especialmente en agosto y en plena ola de calor que azotaba Gran Canaria.
Ficha rápida de la ruta (ida)
• Dificultad: media-alta (extrema con altas temperaturas)
• Distancia: 4,8 km
• Duración: 1:58 (tiempo en movimiento y paradas breves)
• Ascenso total: 414 m
• Descenso total: 590 m
• Altura mínima: 56 m
• Altura máxima: 574 m
No es una ruta cómoda, por lo que sólo es aconsejable para personas que estén preparadas físicamente y puedan soportar un duro “paseo” de 11 km y más de cuatro horas sin sombra, con continuos y duros desniveles y soportando temperaturas que sobrepasan ampliamente los 35-40ºC.
Como punto positivo, está muy bien señalizada y no tiene pérdida.
La playa bien merece el pateo, pero hay mucha gente que piensa que hay mejores playas que no precisan tanto esfuerzo. Cuestión de gustos.
No tenéis más que ver algunas opiniones en Google Maps.
A nosotros nos gustó mucho la experiencia, y lo tomamos como un desafío (que por momentos nos puso al límite por el extremo calor).
La ida es muy dura, ya que los dos primeros kilómetros son completamente de subida, con un desnivel total de casi 450 metros.
Comenzamos la ruta muy tarde, pasadas las 10:30 horas. Lo ideal es empezar lo antes posible para evitar al máximo el sol de justicia, que desde bien temprano irradia con toda la rabia que os podáis imaginar. Pero llegar a Tasartico (aldea desde donde parte el sendero) no es cosa baladí.
Los tres kilómetros restantes son de bajada y pueden parecer fáciles, pero el calor pesa mucho.
En total, casi 5 km y aproximadamente dos horas en movimiento (sin contar las paradas más largas, muy necesarias).
Imprescindible calzado cómodo de montaña, gorra, protección solar de factor alto (50 FPS como mínimo) y muchísima agua (lo ideal es 3 litros por persona como mínimo). Hay que pensar es que tras esta dura ruta habrá que pasar varias horas en la playa.
Y además no hay fuentes ni agua potable. Sólo una manguera con agua “hirviendo” junto a la playa, cuya principal utilidad es limpiar los pies de arena antes de enfundarnos las botas para la vuelta.
La altura máxima fue de 574 km, con 590 m de descenso hasta llegar a la playa.
La playa, totalmente virgen, es un tesoro inaccesible, lo que la hace más especial. Está declarada como reserva natural especial y área de sensibilidad ecológica. Incluso están intentando declarar el entorno como parque nacional.
Concurrida, pero sin agobios. Nos sorprendimos al ver tanta gente con poca “pinta” de senderista, con sillas, neveras, sombrillas y demás. Después supimos que hay servicios de traslado en barco, lo que explicaba tal situación, jejeje.
Es importante saber que no hay ni una sombra. Excepto la poca que daba alguna roca o palmera. Pero claro, quién es el valiente que carga con una sombrilla...
Pasamos toda la tarde tranquilamente en la playa. Sobre todo porque después de tal titánico esfuerzo había que aprovechar bien la estancia. Y temiendo por el
momento de la vuelta, por supuesto.
Tuvimos la suerte de coincidir con la marea baja a media tarde, lo que permite cruzar hasta la más remota y virgen aún playa de Güigüi Chico. Espectacular.
Hay que calcular bien la hora, teniendo en cuenta cuándo se produce la puesta de sol y que la vuelta nos llevará dos horas, como mínimo, a buen ritmo. Es un riesgo innecesario hacerla de noche o con poca luz.
Ficha rápida de la ruta (ida)
• Dificultad: media-alta (extrema con altas temperaturas)
• Distancia: 4,9 km
• Duración: 2:08 (tiempo en movimiento y paradas breves)
• Ascenso total: 541 m
• Descenso total: 402 m
• Altura mínima: 59 m
• Altura máxima: 575 m
A pesar de salir un poco antes de las 17 horas, la mitad del camino de vuelta lo hicimos con el sol sobre nuestras espaldas. Y aunque no era el calor de las 10-11 horas, era duro.
Son 3 km de dura subida (540 m de ascenso) y 2 km de bajada (402 m de descenso) que
hicimos en 2:10 horas, aproximadamente (sin contar paradas más largas para beber, comer algo o descansar un poco).
Según el reloj, la temperatura máxima rondó los 40ºC, aunque pensamos que los superó
ampliamente por momentos.
El descenso ya nos cogió con sombra total, lo que agradecimos enormemente. Ya fue pan
comido, prestando atención sólo para evitar resbalones en la empinada bajada.
Nuestro gran error fue no llevar comida. Como desayunábamos fuerte todos los días, no teníamos hambre de nuevo hasta casi la noche. Pero con una ruta tan exigente no hay que pensar en el hambre, sino en las piernas.
Nos paramos un rato para comer unos frutos secos y chocolatinas porque las piernas estaban pesadas y necesitaban algo de “combustible”. Y lo notamos bastante.
Una vez llegamos al parking pusimos rumbo al Parador para darnos una ducha y llegar justo para cenar. El camino de vuelta era bastante largo, casi 1:45 horas para cubrir 55 km. de sinuosas aunque bonitas carreteras.
Las carreteras son tan endiabladamente retorcidas y estrechas que cerca de una presa tuvimos que retroceder, marcha atrás, bastantes metros para que pudiera pasar un inmenso camión. Era totalmente imposible que los dos pasáramos, así que tuvimos que buscar un ensanche junto a un túnel que lo permitiera.
En resumen, una aventura divertida y loca a partes iguales.
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