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Completamente recuperados de la paliza del día anterior en el Güigüi, hoy poníamos rumbo hacia la última parada de nuestro viaje: Lanzarote.
Antes de comenzar, comentar que decidimos ir un poco a nuestro aire, así que no visitamos los destinos típicos del CACT (Centros de Arte, Cultura y Turismo de Lanzarote). Es decir, Jameos del Agua, Cueva de los Verdes, etc.
E incluso prescindimos de la visita en guagua al Parque Nacional del Timanfaya.
En esta y las siguientes etapas del diario os mostraremos algunas alternativas que, a nosotros al menos, nos satisficieron enormemente.
No sabemos si tras dos semanas de viaje sueles "quedarte" con el destino más reciente, como podría ser normal, pero Lanzarote nos pareció espectacular.
Como es lógico, tres días se nos hicieron cortísimos. Así que seguro que volveremos (al igual que al resto de islas) cuando tengamos más tiempo.
Durante los días previos se nos pasó por la cabeza realizar una escapada rápida a Maspalomas antes de abandonar Gran Canaria, pero suponía madrugar mucho y preferimos descansar y desayunar en el último turno posible una vez liberada la mañana.
Tras dejar el Parador, con inmensa pena, nos dirigimos al aeropuerto de Gran Canaria, donde devolvimos el coche de alquiler de Cicar. Tomamos un vuelo directo a Lanzarote con Air Nostrum, operado por Canary Fly. Todo bien, al igual que con Binter.
Ya en Lanzarote, recogimos el coche de alquiler de Medina Cabrera (Grupo Cicar) y partimos hacia la zona de El Golfo, en el oeste de la isla y a menos de 30 minutos en coche.
Alquilamos finalmente con Medina Cabrera porque, siendo del mismo grupo que Cicar, el alquiler era algo más barato incluso con las mismas condiciones.
Elegimos El Golfo porque estaba muy cerca del Parque Nacional de Timanfaya, y al ser una isla bien comunicada por carretera no suponía un desplazamiento exagerado en coche al movernos entre los diferentes destinos.
Fue un gran acierto, sin desmerecer otras zonas de Lanzarote. Pero El Golfo es una zona preciosa, tranquila e ideal para descansar y disfrutar de un entorno único lejos de excesivos bullicios.
Nos alojamos en la Casa Rural Caletón del Golfo. Otro gran acierto. Todo genial: ubicación, precio, atención recibida, limpieza, etc.
Dentro de la casa tienen 4-5 apartamentos de diferentes tamaños (vistas y precios), con zonas comunes tales como cuarto de café, patio-terraza, piscina y acceso a piscina natural junto a los acantilados. Y con el “sello”, en parte, de Manrique.
Llegamos bastante tarde, pero el anfitrión nos esperó y nos hizo una rápida introducción sobre la casa, su familia e historia.
Nuestro plan esa tarde era muy sencillo, realizar una ruta por la costa, adentrándonos en la única parte del Timanfaya que transcurre por suelo costero de dominio público, por lo que el acceso es totalmente libre.
Se trata del Sendero del Litoral, que parte desde las afueras de El Golfo y recorre la costa oeste del parque nacional a lo largo de unos 9 km, adentrándose a través de la lava y bordeando los inmensos acantilados.
Aunque la ruta es muy larga, aconsejan no pasar más allá de la Playa del Cochino (por no merecer la pena).
Antes hicimos una pequeña parada para almorzar (más bien merendar) en uno de los restaurantes de la zona: El Caletón.
Pescado y marisco fresquísimos, buena variedad de vinos de la zona y precio adecuado.
A las 18:30 horas, aproximadamente, comenzamos la ruta. Teníamos claro que sólo queríamos dar un paseo, así que decidimos “recortarla” a la altura de la Playa del Paso, para volver por otro camino paralelo.
Hay un pequeño cruce donde nos indican que hacia delante sigue el camino rumbo a Playa del Cochino, y a la izquierda hacia la Playa del Paso. El desvío hacia la playa será de unos 700-800 m, aproximadamente.
Ficha rápida de la ruta
• Tipo: circular
• Dificultad: fácil-media (sólo por el terreno, lava y malpaís)
• Duración: 2:20 horas
• Ascenso total: 198 m
• Descenso total: 195 m
• Altura mínima: 4 m (nivel del mar)
• Altura máxima: 96 m
• Consejos: llevar bañador. El calzado ha de ser apropiado, de montaña, ya que el recorrido es sobre roca volcánica “suelta” todo el tiempo (lava y malpaís), que se “come” (literalmente) la suela, amén de resbalar bastante.
La ruta no tiene pérdida, a pesar de las pocas indicaciones que hay (2-3 carteles informativos), puesto que el sendero se diferencia fácilmente entre la roca volcánica.
En menos de una hora ya estábamos en nuestro destino, la Playa del Paso. Nos dimos un pequeño chapuzón cerca de la orilla con muchísima precaución. Hay mareas fuertes y no existe puesto de salvamento ni vigilancia, a excepción de los guardas del parque nacional que hay por la zona dando vueltas. La playa es un remanso de paz, ya que está prácticamente aislada.
Pasadas las 20 horas el sol estaba ya muy “bajito” en el horizonte, por lo que no quedaba mucho rato de luz.
La puesta de sol no fue plena, a causa de las densas nubes, pero la vimos desde el camino de vuelta.
Dirección a El Mojón, que es un islote que quedó sepultado y rodeado por la lava en las últimas erupciones, llegamos a una barrera que, lógicamente cerrada, impide el paso de los coches hacia el parque nacional.
Seguimos por ese camino de arena y piedra, pero apto para circular (LZ-705), dirección a El Golfo. Nada de tráfico, a excepción del coche del guarda del Timanfaya (al que vimos varias veces desde que nos lo encontramos la playa).
La luna llena, imponente, salió mucho antes de que se produjera el ocaso, aportándonos un poco más de luz.
Perimetrando el parque, seguimos nuestra ruta dejando atrás algunas casas y caseríos espectaculares, rodeando un pequeño volcán (Montaña Quemada).
Con noche cerrada a las 21 horas, seguíamos la ruta sin problema alguno gracias a las linternas y frontales que, sabiendo que volveríamos tarde, metimos en la mochila.
Hay un momento en el que el sendero (ya en itinerario libre, a nuestra manera) llega a la carretera que lleva hasta El Golfo (LZ-703).
Obviamente, y más de noche, buscamos una alternativa menos peligrosa.
En el mapa vimos perfectamente cómo salía un camino entre la roca que enlazaba con El Golfo, que sin duda tomamos para evitar la carretera. Era una especie de acequia o similar.
A las 21:30 llegamos al Golfo y dimos por finalizado el día.
Como nota importante, como ya nos indicaron, los restaurantes de la zona cierran muy pronto. Prácticamente el último turno de cena es a las 20:30, estando todos cerrados a las 21:15-30, básicamente.
Además, no hay supermercados cerca (la cena del día posterior la compramos “en ruta”).
Como lo sabíamos, picamos algo en la casa (pues almorzamos muy tarde) y nos tomamos unas copas de vino en la terraza disfrutando del bonito entorno.
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