UN IMPREVISTO Y MONUMENTAL ATASCO MATUTINO.
Las previsiones meteorológicas acertaron de lleno y amaneció un día espléndido. Nos levantamos relativamente temprano (o eso creíamos), tardamos poco en desayunar y antes de que dieran las nueve ya estábamos en el coche para dirigirnos al punto de inicio de la ruta senderista de la jornada: los siete lagos de Colomers, una de las caminatas emblemáticas en el Valle de Arán. La habíamos hecho la vez anterior y nos gustó tanto que queríamos repetirla. Así que fuimos por la consabida carretera C-28 hasta las inmediaciones de Salardú para tomar la pista asfaltada que lleva al aparcamiento de Baños de Tredós, donde tendríamos que dejar nuestro vehículo y coger un taxi que nos llevase hasta un sitio llamado la Montanheta y desde allí continuar a pie, cumpliendo el recorrido habitual. Hasta entonces todo parecía desarrollarse estupendamente bien, pero…
El valle del Aiguamoc desde el puerto de la Bonaigua. Se puede ver la pista asfaltada que conduce a Baños de Tredós.
Un par de kilómetros después del desvío, nos topamos con una enorme fila de coches parados en la calzada y en sentido contrario pasaban también bastantes, algo extraño a esa hora. Aquello pintaba mal. A seis kilómetros de nuestro destino, apenas nos habíamos movido cincuenta metros en veinte minutos y seguramente el avance se debía a algún coche que se había dado la vuelta. A todo esto, detrás de nosotros la cola empezaba a ser inmensa igualmente. En fin, nos hallábamos inmersos en un bonito embotellamiento de tráfico en pleno Valle de Arán, que dejaba en minucias los de la Gran Vía madrileña. Al parecer, después de un día lluvioso, la vista del sol había obrado un efecto llamada en los veraneantes, animándoles a emprender una de las rutas más deseadas. Nos empezamos a impacientar y varios salimos de los coches, preguntando qué pasaba. Uno de los conductores que retrocedían nos explicó que los aparcamientos se habían cerrado porque estaban llenos, lo cual implicaba que debíamos tomar una decisión ya. No podíamos perder media jornada metidos en un atasco, así que, aunque eso nos iba a suponer cierto descalabro en cuanto a los planes futuros, pusimos en marcha un plan b, que suponía un intercambio de rutas: haríamos la ruta de los Lagos de Gerber, la caminata que teníamos prevista para el día siguiente, y los lagos de Colomers quedaban para nuestra última jornada en el Valle de Arán.
De camino hacia los Lagos de Gerber, teníamos que subir el Puerto de la Bonaigua, que ofrece unas panorámicas muy hermosas.
Aun así, tardamos un buen rato en volver a la C-28 por el tremendo lío que se originó en la estrecha pista asfaltada entre los coches que llegaban y los que pretendíamos salir, lo que obligaba a menudo a hacer maniobras a unos y otros. Un caos, realmente. Así que la moraleja de todo esto es que para hacer esta ruta conviene madrugar y bastante si se va en un día en que se prevea mucha afluencia de gente.
LOS LAGOS DE GERBER.
Ya en la C-28, giramos a la derecha, en dirección al Puerto de la Bonaigua, que tendríamos que pasar para llegar al inicio de la ruta de los Lagos de Gerber, que se encuentra en el aparcamiento de Gerber-Peulla, también conocido como Clot Gran. Desde Vielha son 26 kilómetros, media hora en coche, por la C-28. Acompaño itinerario en Google Maps.
Enfilando el Puerto de la Bonaigua, a la derecha, las vistas de los valles son impresionantes, de hecho las recordábamos bien por las fotografías de nuestro viaje anterior. Viniendo desde Vielha, los mejores panoramas se obtienen parando en las zonas habilitadas en el arcén de la carretera, con precaución y si hay sitio, claro está.
Foto de arriba, el Valle de la Ruda. Foto de abajo, vistas de Salardú y Tredós de camino a Baqueira Beret (esta de nuestro anterior viaje, obviamente).
Al llegar al aparcamiento localizamos varios paneles informativos con las diversas rutas de senderismo que parten desde allí. Necesitábamos aprovechar bien el tiempo, ya que era nuestro último día completo en el Valle de Arán, así que optamos por hacer una caminata corta y sencilla, con 6,6 kilómetros en total (ida y vuelta por el mismo camino) y unas tres horas de duración, pasando por tres lagos. El desnivel es de 290 metros (cota mínima 1900 metros y máxima 2.220) y el grado de dificultad se considera bajo siempre que haga buen tiempo, sin lluvia ni nieve.
Salida del Valle de Arán por el Puerto de la Bonaigua.
Al principio se afronta un sendero muy pedregoso en ascenso, con fantásticas vistas en torno al Puerto de la Bonaigua y al Valle de Gerber, situado en la zona periférica (extremo nordeste) del Parque Nacional de Aguas Tuertas y Lago de San Mauricio (Aigüestortes i Estany de Sant Maurici). Cuenta con varias crestas y cimas por encima de los 2.500 metros, hasta la máxima altura que alcanzan los Picos de Bassiero, con 2.903.
El primer lago por el que pasamos fue la Estanyola de Gerber, donde se quedaron buena parte de los excursionistas menos aventureros. Por cierto que está prohibido bañarse en los lagos. En fin, los perros no saben de restricciones y buenos chapuzone que se daban
Seguimos adelante hasta la Estanyera del Mig, un lago alargado que ofrece unas panorámicas bellísimas, como las que saldrían en un documental de lujo. Precioso.
Por último, tras remontar un sendero paralelo al río Gerber, llegamos al Estany de Gerber, de origen glaciar, el de mayor tamaño del Valle. Una maravilla, también. Allí paramos a comer. Con gusto hubiésemos continuado otro trecho más, pero preferimos esperar a otra ocasión en que podamos contar con más tiempo y así hacer una ruta circular que regresa por el valle de la Ruda hasta el Puerto de la Bonaigua.
Al final, recorrimos 8,13 kilómetros y empleamos 4 horas y media, incluyendo múltiples paradas para hacer fotos y tomar el bocadillo en el Lago de Gerber. En resumen, una ruta preciosa, con unos paisajes insuperables, por lo tanto muy agradecida, teniendo en cuenta su corta longitud y su baja dificultad, ya que es asequible para cualquier senderista habituado a caminar por la montaña, si bien hay que tener en cuenta que tampoco se trata de un paseo para hacer en zapatillas.
Quien esté interesado puede leer el relato completo de esta ruta en una etapa de mi diario de senderismo, cuyo enlace es el siguiente: LAGOS DE GERBER DESDE EL APARCAMIENTO DEL CLOT GRAN. (LLEIDA)
CIMA DEL PUERTO DE LA BONAIGUA.
A la vuelta, estuvimos un rato descansando en las praderas del aparcamiento y, luego, volvimos hasta el Puerto de la Bonaigua, en cuya cima nos detuvimos un rato en el aparcamiento para hacer unas fotos, aunque las panorámicas no resultan tan espectaculares como cabría esperar después de lo visto más abajo, en el arcén de la carretera. Pero, bueno, tampoco están mal.
La foto de arriba es actual, la de abajo es del anterior viaje. Salvo las nubes, el resto poco ha cambiado.
SAUT DETH PISH.
Durante la comida estuvimos pensando qué hacer por la tarde, pues el atasco nos había chafado las previsiones. ¿Iglesias? ¿Alguna otra caminata? ¿Pueblos? Lo de las iglesias era complicado: nos quedaba regresar desde la Bonaigua y los horarios de visita se nos escapaban. ¡Dichosos horarios, qué pesadilla! Pueblos… ¿cuál? Al final, habíamos decidido ir al Saut deth Pish, lo que desde nuestra ubicación en la Bonaigua suponía una distancia de 40 kilómetros y una hora de coche. Desde Vielha, hay 17 kilómetros, que se hacen en una media hora.
Itinerario desde Viella hasta el Saut deth Pish en Google Maps.
Fuimos por la C-28 hasta Viella y allí tomamos la N-230 en dirección a Francia, hasta un desvío, a la derecha, en El Pont d’Arros, donde comienza la pista asfaltada que asciende hasta el Saut. Prestando atención no hay problema, ya que está bien indicado. De los diez kilómetros que hay a continuación la gente cuenta de todo, incluso hay quien lo considera un trayecto muy peligroso. En fin, todo depende de la pericia de cada cual al volante, aunque es cierto que se trata de una pista estrecha, con muchas curvas y que va a una altura muy considerable, abierta en ciertos puntos a precipicios inmensos sin protecciones.
Con buen tiempo y llevando cuidado no tiene por qué haber problemas mayores, así que tampoco hay que exagerar. Eso sí, ya de regreso, en un punto concreto el conductor del coche que llevábamos delante tuvo que bajarse a ayudar a otro que no se veía capaz de poner la marcha atrás de su vehículo para que pudiéramos pasar los demas. En su defensa debo explicar que su coche estaba del lado del barranco . Por eso, quien tenga algo de inseguridad al volante será mejor que evite las horas de máxima afluencia para encontrarse con el menor número de coches posible. Cuando fuimos nosotros, ya pasadas las seis de la tarde, nos cruzamos con muy pocos vehículos que bajaban y a la vuelta, los que subían eran todavía menos. En las zonas más expuestas de la carretera, las vistas eran alucinantes, si bien el sol daba de frente y no pude sacar fotos en condiciones que lo demuestren. Además, llevábamos un par de coches detrás y detenernos en un arcén inexistente no era una opción.
Dejamos el coche en el aparcamiento de Plan des Artiguetes y fuimos caminando hacia las cascadas siguiendo las indicaciones. El paisaje era muy bonito, todo verde, con los bosques de Siesso y una maraña de picos imponentes de fondo.
Cruzamos el río Varradós y, en pocos minutos, ya vimos de lejos las caídas de agua del Sauth, aunque primero nos acercamos hasta el lago Varradós.
Después fuimos hacia la zona del Saut deth Pish, considerado el salto de agua más importante y emblemático del Valle de Arán. A una altitud de 1.612 metros sobre el nivel del mar, consta de dos cascadas, la superior y más espectacular, de entre 15 y 20 de altura, y la inferior, de unos cinco metros.
Las aguas provienen en su mayor parte del lago Long de Liat, situado unos kilómetros más al norte, y llegan a través de un curso cárstico que acaba saliendo a la superficie en la fuente de Era Pila, en el barranco de Siesso. Las cascadas se pueden observar bastante cómodamente desde unos miradores habilitados con escaleras y cable de acero, a los que se accede por un sendero muy fácil, incluso pavimentado al final, si bien conviene llevar calzado adecuado.
Si se desea llegar hasta al pie de las mismas para contemplarlas con una perspectiva diferente, hay que aventurarse un poquito más por un sendero que baja al río y que se acerca a través de la hojarasca. Hay que ir con precaución para evitar resbalones, si bien no tiene demasiado peligro y de hecho había bastante gente con niños, metidos incluso en el agua. Ignoro si está permitido. Me acerqué lo más que pude, saqué unas fotos y me di la vuelta.
En resumen, el sitio es muy bonito y merece la pena. Supongo que en primavera la caída de agua lucirá espectacular, pero en verano tampoco desentona ni mucho menos. Y así acabó la excursión, si bien antes de pasar a otra cosa, me voy a permitir la licencia de añadir otras fotos “vintage”. Comparandolas, encontré las cascadas tal cual estaban entonces, quizás ahora con un poquito menos de agua. Lo que no recuerdo es si ya habían instalado los miradores actuales. Por cierto que en nuestro anterior viaje hicimos una ruta más amplia por la zona, recorriendo las praderas de la Collada del Varradós, donde pastaban (supongo que lo sigen haciendo) libremente los caballos. Unos lugares agrestes y solitarios, a los que se accedía por pistas sin asfaltar, donde incluso nos rodearon las ovejas, y que esta vez no hemos visitado por falta de tiempo.
Más tarde, decidimos variar el fin de jornada y, en vez de cenar en Vielha, fuimos hasta Arties, donde habíamos visto varias tascas prometedoras y mucho ambiente la tarde anterior. Lo malo fue que en el centro había fiestas y la concurrencia nos pareció “excesiva” para tiempos de pandemia. Así que fuimos hasta la zona más cercana a la carretera, mucho más tranquila, donde nos acomodamos en la terraza del restaurante La Sal Gorda, que nos gustó bastante y donde nos atendieron muy bien. Era nuestra última noche en el Valle de Arán.