En ruta, de Las Vegas a Kanab ✏️ Diarios de Viajes de USAZion National Park. Sábado, 21 de septiembre de 2019. El paso por Nevada había sido corto, pero es que solo un pico de este estado entra por la frontera entre California y Arizona. De éste solo pisamos unos centímetros según el mapa, pero fueron...Diario: Ruta por el Oeste Americano⭐ Puntos: 5 (10 Votos) Etapas: 20 Localización: USASábado, 21 de septiembre de 2019 El paso por Nevada había sido corto, pero es que solo un pico de este estado entra por la frontera entre California y Arizona. De éste solo pisamos unos centímetros según el mapa, pero fueron unas cuantas millas por carretera, por la Interestatal 15 Norte (I-15-N) en dirección a la siguiente fase del viaje, a la búsqueda de cañones naturales. Sí, esos sitios donde los elementos se erigen en escultores, mayormente el agua, y crea, cual virtuoso del instrumento de turno, verdaderas obras de arte que no nos podemos llevar a un museo; por eso se hace el museo allí mismo y, para verlos, hay que llegar. Esta vez no madrugamos demasiado. No es que el desayuno fuera gran cosa, pero, como en otros, nos sirvió para empezar el día. Nos despedimos de la ciudad justo bajo el cartel que nos daba la bienvenida, originales que somos. Rumbo norte, pues. La idea era llegar de día a otro parque, el de Zion. Buscamos otro Wallmart para reponer provisiones, sobre todo agua, se consume en grandes cantidades. Por el camino, a la altura de Mesquite, no recuerdo si entramos buscando un súper o un bar para tomar algo, pero nos llamó la atención una concentración de gente y paramos a cotillear, a ver qué sorpresa nos deparaba el camino. Ya nos considerábamos expertos de la carretera, de la conducción de un automático, del continuo trasiego de camiones y de las peculiaridades de las señales de tráfico. Pero siempre estamos conscientes de que en un viaje, y sobre todo en este, el camino es parte fundamental del destino y estábamos siempre dispuestos a aprovechar lo que fuera ofreciendo. Esta vez nos dimos con una experiencia bastante americana: una feria de vehículos clásicos. Para nosotros, europeos de pro, un vehículo clásico tiene más de un siglo, pero, para ellos, los modelos de los años 50 son historia antigua seguramente. Eso sí, modelos maravillosos incluso para incultos del motor como somos. Cadillacs, Mustang y cosas parecidas, mil veces vistos en las pelis de cualquiera que haya visto cine anterior a Los Vengadores. Actores de reparto y, en ocasiones, protagonistas de historias de carretera, de gansters, de parejas en un autocine, de, yo qué sé cuántas situaciones. Brillantes, impolutos, muy agradable el ratito que pasamos bajo el sol de, todavía, Nevada. Al entrar en Utah tocaba tener en cuenta el adelanto del reloj, una hora. A la entrada de un túnel, nos sorprendió y nos hizo reír a carcajadas un cartel que decía: “Dark tunnel take off sunglasses”, lo que traduje sobre la marcha como: “Túnel oscuro, quítese las gafas de sol”. Si es que una no habla ni entiende inglés, pero tiene ciertos recuerdos de los tiempos del cole, por lejanos que sean, algo queda. Zion National Park A la obra realizada por el rio Virgin llegamos algo más tarde de lo previsto, y, encima, nos pasamos del Centro de Visitantes, para dejar el coche y tomar el autobús que penetra en el Parque Nacional de Zion, al propio valle o mejor cañón, porque no es muy ancho, no se puede entrar en coche particular. Antes de llegar, varios luminosos nos advertían para dejar el coche en Sprindale (donde el aparcamiento es de pago, por lo que llevaba leído), porque el aparcamiento del parque estaba completo, pero nos dejaron pasar sin problema. Subimos bastante por una carretera maravillosa, la 9, antes de poder dar la vuelta y dejar el coche cerca de donde paraba el bus del parque. Todo ello se sumó para que entráramos al cañón ya a última hora de la tarde, cuando las sombras copaban todos los recovecos interiores y solo en las alturas se veían las rocas iluminadas. Aun así, nos gustó mucho. El recorrido para llegar al inicio de la ruta de los Narrows, aunque no teníamos intención de hacerla, a mí ya se me hizo de más de largo, con molestias en la rodilla y tras el tute de la noche anterior, y solo llegó mi hermano. Yo me quedé en una roca a cierta distancia todavía del final del sendero. Aguanté con estoicidad las miradas acusadoras de algunos senderistas por estar fumando, pero, como siempre, solo dejé el humo, nunca tiro una colilla al suelo, para eso están mis ceniceros “portátiles y con cierre estanco”. La salida hacia Kanab nos llevaba de nuevo por la carretera que tanto nos había gustado al llegar y, con las primeras sobras de la noche, se nos mostró espectacular. El asfalto tiene el color de la roca circundante, pero un punto más oscuro, marrón rojizo más fuerte que los cerros de alrededor. Vegetación no mucha, pero las formas ondulantes de las rocas, que parecen recién hechas y salidas del horno a medio cuajar, nos alucinaron, y fuimos parando a cada poco para intentar plasmar en nuestras cámaras algo de la magia que nos rodeaba. Un pequeño rebaño de carneros nos salió al paso y se cruzaron por delante, otros se quedaron en la cuneta, posando para nosotros. Eran una especie de cabras pequeñas, parecidas a los muflones; al menos los machos, por el estilo de la cornamenta. Mi formación acerca de la fauna caprina no es muy extensa, la verdad. Llegó el momento en que ya ni con los faros del coche se apreciaba el entorno, así que enfilamos rumbo a Kanab, donde tenía reservado alojamiento, esta vez para dos noches, para relajar el tute de kilómetros y en unas bonitas cabañas, al menos según las imágenes que había visto. Hicimos el cheking con la pareja de asiáticos que nos atendió y pudimos presenciar como otros turistas que llevaban un coche grande se llevaban por delante los escalones de acceso de una de las cabañas más próximas y una enorme manada de chinos se bajaba de un autobús y empezaba a dispersarse por el complejo, deseamos que no nos tocaran demasiado cerca, porque eran bastante ruidosos. Tuvimos suerte, nuestra cabaña estaba casi en un extremo y nuestras vecinas resultaron ser tres chicas (ya no tan chicas) que llegaron aún más tarde que nosotros. Teníamos porche y nos tomamos una cerveza de nuestras provisiones arropados con las mantitas que tan gentilmente nos “regaló” Tap Portugal. Esta vez podíamos sacar más cosas de las maletas, de hecho, aprovecharíamos a hacer la colada en la lavandería del alojamiento, que las hay en muchos moteles, lavadora y secadora con monedas. Mañana tocaba un plato fuerte del viaje, nuestro primer contacto con El Gran Cañón del Colorado. Índice del Diario: Ruta por el Oeste Americano
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