Nos levantamos temprano para comenzar nuestro camino a Bucarest, nos despedimos del Delta con ganas de volver algún día, el camino fue más tranquilo de lo esperado, el transbordador fue rápido y la carretera sin atascos, aunque según nos acercábamos a la capital, el trafico aumentaba de forma muy importante, y la velocidad media de los vehículos aumentaba mucho y el respeto a las normas de circulación bastante menor.
Los dos días que estábamos en Bucarest no necesitábamos coche por lo que fuimos directamente a devolver el coche, los trámites muy rápidos y sencillos, ellos mismos nos pidieron un taxi para que nos llevara a nuestro hotel en la ciudad.
Como curiosidad, si os gustan los coches, justo al lado de la oficinas de Klasswagen, está el museo de coches de Tiriac, toda una colección impresionante.
La ciudad ya la conocíamos, porque habíamos estado hace unos cuantos años, por lo que nuestra idea era la de un par de días tranquilos en los que ver como había cambiado Bucarest, mas que visitar demasiadas cosas.
El hotel que elegimos fue el Moxy Bucharest Old Town, 79 € con desayuno, el hotel está en plena zona antigua, a cinco minutos andando de las calles peatonales de Lipscani y a 5 minutos de la estación de metro de plaza universidad. Es un hotel con una estética muy moderna, con un personal agradable y habitaciones muy cómodas con todos los servicios de un hotel actual. El desayuno es un bufet muy bueno.
Como el cansancio empieza a hacer efecto nos sentamos a cenar en una de las muchas terrazas y a descansar que el día ha sido largo.