Tras acomodarnos en el apartamento y dejar todas nuestras cosas, salimos a visitar la ciudad. Tan solo teníamos esa tarde y al ser finales de octubre no anochece precisamente tarde, pero consideramos que es una ciudad que se puede ver fácilmente en medio día, al menos las cosas mas importantes. Seguro que nos dejamos mucho por ver en todo el viaje, pero en general somos personas mas de exteriores que de interiores, así que nos fue bien.
Mapa en mano proporcionado por nuestro apartamento (nos habían dejado uno limpio y otro con sus imprescindibles marcados) fuimos de vuelta a la plaza para verla ya con mas detenimiento y de ahí nos dirigimos al famoso puente de las mentiras.
Según la leyenda, si te sientas encima de él y cuentas una mentira, el puente se derrumbará. Nosotros estuvimos a punto de tentar a la suerte, pero decidimos dejarlo pasar finalmente... no fuese a ser cierto y nos echan del país nada mas empezar el viaje.
Desde ahí nos dedicamos un poco a lo que mejor se nos da: callejear por los alrededores.
Finalmente volvimos a la plaza y estuvimos entretenidos un rato viendo a los niños jugar con las palomas.
Nuestro día en Sibiu no terminaba todavía, pero el madrugón sumado al poco dormir empezaba a hacer mella y volvimos al apartamento a descansar un poco. Nuestro amigo fue capaz de dormirse (y luego nosotras no fuimos capaces de despertarlo!) pero nuestro lado de turisteo nos hizo imposible conseguirlo, así que lo dejamos a él durmiendo en el apartamento y aprovechamos los últimos rayos de luz para visitar la catedral ortodoxa y merendar un caprichillo.
20LEI (4€)
De vuelta al apartamento echamos un vistazo al restaurante donde pensábamos cenar, con idea de reservar una mesa. Le hacemos ojitos al camarero y fácilmente nos asegura que tendremos una mesa ahí si decidíamos volver.
Viendo que los horarios de comida allí son mas europeos que españoles, decidimos volver a despertar al bello durmiente y de ahí, ir a cenar. Él se había echado un buen descanso pero nosotras llevábamos ya mucho tute sin haber descansado apenas.
El elegido para la cena fue el Crama Sibiul Vechi, ubicado en una antigua bodega de mas de cien años. Los camareros llevan trajes tradicionales. Es de cocina rumana, pero estando allí no queremos otra cosa.
En esta ocasión probamos la sopa de pollo (increíble, sabía como la de mi abuela y esa es insuperable!) una tabla de quesos y de nuevo nos decantamos por lo que ellos llaman "saco del pastor", pero este era indudablemente mas rico que el que habíamos tomado a mediodía. Con una cerveza, un agua y un postre, la cuenta asciende a 140.6LEI (28€) con propina incluida.
El camarero, al que ya habíamos encandilado con nuestros encantos, decide convertir nuestra cena en algo mas romántico y nos apaga la luz de la mesa, encendiendo velas en su lugar. La verdad es que nos reímos mucho esa noche con él, fue muy divertido. El pobre tuvo que acabar encendiendo velas a todas las mesas porque se lo pedían después de ver la nuestra.
Nos pareció curioso que, hablando con otro de los camareros que entendía y hablaba algo de español, nos dimos cuenta de las diferentes excusas que había en distintos países para evitar la vacunación del Covid. En España la excusa que mas habíamos oído había sido la desconfianza por lo poco testadas que podían estar las vacunas, el no saber que contenían, efectos secundarios, etc... pero mientras aquí rozábamos ya el 70% de vacunados allí rozaban el 19% apenas porque el rumor que se había extendido era que la vacuna...¡te dejaba estéril! Y allí tener descendencia es algo a lo que le dan mucha importancia.
Con el estómago lleno y el buen humor que nos había dejado nuestro estupendo camarero, volvemos al apartamento mas dormidos que despiertos, listos para madrugar de nuevo al día siguiente.
Distancia recorrida: 13.000 pasos, 8.56 kilómetros.
Gastos del día: 579LEI (115€)