Amaneció el día bastante gélido, con una niebla que no se veía dos palmos por delante de las narices, pero eso no nos detuvo y con las maletas a cuestas cargamos nuestro cochecito y salimos de Sibiu en dirección a Brasov, con un desvío por el camino para conocer la Transfăgărășan. No estabamos 100% seguros de que fuesemos a encontrarla abierta, pues en teoría cerraban justo una semana después de nuestra visita, pero dependiendo del clima esto puede cambiar en cualquier momento.
La parte mas famosa de la Transfăgărășan desde abajo.
Los primeros kilómetros desde la carretera principal son a través de un bosque que nos recordó bastante al parque nacional de Ordesa ( ) y una vez atravesado, nos lleva directamente a la parte baja de la zona mas fotografiada de la carretera.
En cuanto nos vimos en lo alto hicimos una parada en un saliente y salimos a echar un vistazo... ¡no duramos fuera ni un minuto, que frío! Mi hermana aprovechó para abrir la maleta y sacar unos leggins térmicos que se puso bajo los pantalones. Los demás nos hicimos los valientes y luego nos arrepentiríamos.
Compitiendo por ver quien llega primero.
Llegamos hasta el lago Balea y casi nos extraña que no haya nadie. ¡Hasta los puestos de venta están cerrados! Parece que hemos sido demasiado madrugadores. Dudamos incluso de que el parking sea el parking, porque sólo hay un coche allí y parece mas de obras públicas que otra cosa.
Bueno, hace el frío suficiente para que la superficie del lago esté completamente congelada. Tanto que incluso tirando una piedra desde 5 metros de altura esta no rompa la capa de hielo a menos que sea tirada con muy mala leche. Hicimos cuatro o cinco intentos hasta que conseguimos colar una piedra en el agua.
Estuvimos dando una vuelta, probando el hielo, subiendo y bajando por las laderas como las cabras y nos fuimos un poco hacia abajo por la carretera para tener las vistas de todo lo que habíamos subido con sus respectivas curvas.
Había hielo ya bastantes metros mas abajo, así que podíamos suponer lo que ibamos a encontrar arriba.
Aprovecho a confirmar el tema de los perros. Hay muchísimos perros salvajes, pero nosotros no encontramos ni uno solo agresivo, al contrario. Quizá es que los tres tenemos perro en casa y adoramos a los animales. Además no vimos apenas ninguno muerto como habíamos oído, fueron casos muy puntuales, al mismo nivel que puedes encontrar gatos aquí en España. No es frecuente. Eso si, subiendo al lago nos encontramos a tres grandecitos, tipo mastín, tirados en mitad de la carretera tomando el sol... y fuimos nosotros los que tuvimos que invadir el carril contrario tras un par de minutos pitando y esperando que se movieran
Cuando empezamos a dejar de sentir los dedos de pies y manos decidimos que es hora de volver al coche y seguir nuestro camino si queremos llegar a comer a Brasov. Justo ahora que salía el sol y se empezaba a estar bien fuera.
El bosque que precede a la carretera.