Mi estancia en La Paz fue discontinua, porque estando allí, aproveché para irme un par de días al lago Titicaca y desde La Paz realicé una ascensión de un día al Pico Austria. Así pues, mi estancia se redujo a un escaso día. No tenía grandes expectativas para esta ciudad, con lo que no me produjo ninguna decepción, aunque he de reconocer que tampoco me subyugó.
Es cierto que es una ciudad que sorprende. Recuerdo, según levanté la persiana de mi habitación la primera mañana, haber visto toda la ciudad rodeada de montañas y edificaciones por todas partes. Lo más llamativo vendría luego, cuando me percaté de que La Paz no es sino una sucesión de cuestas. Adonde quiera que se vaya hay que subir o bajar cuestas (o ambas cosas al mismo tiempo).
Lo primero que hice nada más desayunar en mi primera mañana en La Paz (algo que no tenía pensado inicialmente, pues mi intención era dormir toda la mañana para reponerme del largo viaje, habida cuenta de que eran más de las dos de la mañana cuando me acosté, pero a lo que me vi obligado por la imposibilidad de conciliar el sueño) fue tratar de cambiar dinero y de comprar una tarjeta SIM (chip que dicen los bolivianos). Ambas cosas las hice por la zona del Obelisco, a aproximadamente un cuarto de hora a pie del hotel, aunque unos días después también cambiaría dinero en la calle Sagárnaga, así como en las proximidades del hotel. En La Paz conseguí el mejor cambio, 7,5 bolivianos por euro, aunque aquel oscilaba entre 7,5 y 7,3. En cuanto a la compra de la tarjeta SIM, aunque hay varias operadoras en Bolivia, opté por la estatal ENTEL, porque supuestamente, por una parte, ofrece mejor cobertura en el país, y, por otra parte, sus técnicos colocan el chip y dejan listo el móvil. En realidad no conseguí ni lo uno ni lo otro. En determinadas zonas del país comprobé más tarde, como ya he dicho, que no había cobertura. Y en cuanto a que el técnico coloca el chip, ciertamente lo hace, pero fue incapaz de mantener las tarjetas boliviana y española operativas al mismo tiempo.
Es cierto que es una ciudad que sorprende. Recuerdo, según levanté la persiana de mi habitación la primera mañana, haber visto toda la ciudad rodeada de montañas y edificaciones por todas partes. Lo más llamativo vendría luego, cuando me percaté de que La Paz no es sino una sucesión de cuestas. Adonde quiera que se vaya hay que subir o bajar cuestas (o ambas cosas al mismo tiempo).
Lo primero que hice nada más desayunar en mi primera mañana en La Paz (algo que no tenía pensado inicialmente, pues mi intención era dormir toda la mañana para reponerme del largo viaje, habida cuenta de que eran más de las dos de la mañana cuando me acosté, pero a lo que me vi obligado por la imposibilidad de conciliar el sueño) fue tratar de cambiar dinero y de comprar una tarjeta SIM (chip que dicen los bolivianos). Ambas cosas las hice por la zona del Obelisco, a aproximadamente un cuarto de hora a pie del hotel, aunque unos días después también cambiaría dinero en la calle Sagárnaga, así como en las proximidades del hotel. En La Paz conseguí el mejor cambio, 7,5 bolivianos por euro, aunque aquel oscilaba entre 7,5 y 7,3. En cuanto a la compra de la tarjeta SIM, aunque hay varias operadoras en Bolivia, opté por la estatal ENTEL, porque supuestamente, por una parte, ofrece mejor cobertura en el país, y, por otra parte, sus técnicos colocan el chip y dejan listo el móvil. En realidad no conseguí ni lo uno ni lo otro. En determinadas zonas del país comprobé más tarde, como ya he dicho, que no había cobertura. Y en cuanto a que el técnico coloca el chip, ciertamente lo hace, pero fue incapaz de mantener las tarjetas boliviana y española operativas al mismo tiempo.
La Paz no tiene zonas bonitas, todo lo más algunos edificios interesantes y el sistema del teleférico que une las distintas colinas que rodean a la ciudad y que supuestamente ofrecen las mejores vistas. No puedo confirmarlo porque no llegué a subirme a él. No fue por su precio (creo haber oído que cuesta 3 bolivianos -40 céntimos de euro-, sino más bien porque no veía ningún sitio interesante adonde ir. Al fin y al cabo ya había estado de paso por El Alto y ya había visto la ciudad desde arriba.
Tras subir las primeras cuestas decidí que no iba a cansarme inútilmente y que en lo sucesivo iba a abonarme a los trufis, para que que me llevasen a un sitio y otro de la ciudad. Por dos bolivianos (unos 25 céntimos de euro) se puede recorrer toda la ciudad, si bien evidentemente al ritmo que imponen los atascos en esta ciudad donde los atascos son una constante. Los trufis llevan en el cristal el recorrido que hacen, así que no hay más que buscar una referencia de la zona adonde se quiere ir, y buscarla según pasan.
Tras subir las primeras cuestas decidí que no iba a cansarme inútilmente y que en lo sucesivo iba a abonarme a los trufis, para que que me llevasen a un sitio y otro de la ciudad. Por dos bolivianos (unos 25 céntimos de euro) se puede recorrer toda la ciudad, si bien evidentemente al ritmo que imponen los atascos en esta ciudad donde los atascos son una constante. Los trufis llevan en el cristal el recorrido que hacen, así que no hay más que buscar una referencia de la zona adonde se quiere ir, y buscarla según pasan.
Los sitios que recomendaría visitar en esta ciudad son la calle Sagárnaga, pues aquí se encuentran la mayoría de las agencias que organizan excursiones y trekkings, la iglesia de san Francisco y la calle Jaén, con sus cuatro museos en uno. En efecto, se trata de cuatro museos de temática muy variada (oro, costumbrista, litoral y casa de Murillo), pero que se visitan con un único billete. Además la calle Jaén es muy pintoresca y la única que ha permanecido igual que en la época de presencia española. La iglesia de san Francisco, que tiene una preciosa fachada, se visita con guía y la visita, que dura en torno a hora y media, es muy interesante. Se recorren varias salas con cuadros de la escuela cuzqueña, las bodegas, la iglesia, el campanario y la cripta en la que reposan héroes de la independencia. Asimismo, es de resaltar que La Paz es una ciudad llena de mercados. Los hay de todos tipos, en donde se vende de todo, y por todas partes. Por último, he de mencionar que la plaza más bonita y famosa de La Paz es la plaza Murillo. Aquí se ubican la catedral (moderna y que no pude ver por dentro porque estaba cerrada), el Parlamento y el Palacio Presidencial. Está presidida por la estatua del presidente Murillo, que fue sentenciado en esta misma plaza. Realmente es el único lugar con auténtico encanto de la ciudad, junto con la calle Jaén, aunque se limita exclusivamente al recinto de la plaza.
En este apartado he de hacer una referencia a las fiestas del Gran Poder. En una guía había leído que a finales de mayo o principios de junio se celebra la festividad de Nuestro Señor del Gran Poder. Había comprobado que la fecha de celebración en 2022 era el 11 de junio, con lo que, en principio, no me sentí afectado, pues ese día yo ya habría abandonado La Paz. Sin embargo, el taxista que me recogió en el aeropuerto me indicó que el fin de semana anterior (esto es, el de mi llegada a La Paz) se hacía un ensayo general por toda la ciudad. Y así fue. El domingo 5 me resultó casi imposible llegar a mi hotel, puesto que la calle de mi hotel y todas las aledañas estaban cerradas ya que por ellas desfilaban las distintas cofradías. Doy fe de que el ruido y los cantos generados por la celebración duraron hasta la madrugada.
He de reconocer que es un espectáculo curioso, muy genuino, con el que no contaba y que, en cierto modo me trastocó los planes de sueño, pero que merece ser visto (aun cuando yo solo vi el ensayo, y no la gran celebración que tendría lugar a la semana siguiente). Las cofradías desfilan tocando y bailando, con sus trajes típicos. Eso sí, no sé a qué hora habrían empezado, pero el grado de ebriedad de los participantes era notorio y los bolivianos no tienen ningún reparo en ponerse a orinar abiertamente en medio de la calle.
A modo de conclusión de este epígrafe recordaré que, durante los días que pasé en La Paz estuve alojado en el Qantu Hotel. En cuanto a la comida, he de decir que recurrí a los pocos restaurantes que tenían aspecto de tales. En particular, puedo citar el restaurante del Hostal Naira (uno de los hoteles más caros de La Paz pero que ciertamente me causó muy buena impresión, situado en frente de la iglesia de San Francisco) y una pizzería (Martinni) que estaba justo al lado del Qantu.
A modo de conclusión de este epígrafe recordaré que, durante los días que pasé en La Paz estuve alojado en el Qantu Hotel. En cuanto a la comida, he de decir que recurrí a los pocos restaurantes que tenían aspecto de tales. En particular, puedo citar el restaurante del Hostal Naira (uno de los hoteles más caros de La Paz pero que ciertamente me causó muy buena impresión, situado en frente de la iglesia de San Francisco) y una pizzería (Martinni) que estaba justo al lado del Qantu.