Nuestro vuelo salía del aeropuerto de Barcelona a las 11:45h de la mañana, volando con ITA Airways (diría que es la actual Alitalia). Llegamos al aeropuerto, como siempre, con suficiente antelación para pasar el control de seguridad, que es realmente rápido a pesar de que estamos en agosto y hay mucha gente en el aeropuerto. Hay que añadir a esto que no hemos facturado maletas y lo hemos llevado todo en cabina, un detalle que agiliza un poquito más las cosas.
El vuelo hasta Roma es super rápido, a penas tarda una hora y media. Con algunas turbulencias, sobrepasamos algunas islas, lo que imagino que son las Baleares y más tarde Córcega y Cerdeña, con sus aguas a zonas turquesa y sus costas salpicadas de barquitos.
Durante el vuelo nos ofrecen algo de beber y un pequeño snack a elegir, entre dulce y salado.
El precio total de los vuelos con ITA Airways fue de 325€ (162€ por cabeza). Y añadimos un seguro de cancelación al viaje que nos costó 70€ en total las dos, con Intermundial. También pedimos con antelación nuestra tarjeta sanitaria europea.
Pero volviendo al cielo, en un suspiro llegamos a Roma, concretamente al aeropuerto de Fuimicino, situado a unos 30 kilómetros del centro de la ciudad. Bajamos del avión y tenemos que subir en un autobús que en un par de minutos nos deja en la terminal. De ahí, como ya llevamos el equipaje puesto vamos siguiendo las indicaciones hacia el tren. Hay que caminar un ratito, pero no tiene ninguna perdida porque está todo muy bien señalizado.
Entramos en la estación de tren y compramos, en una de las máquinas, dos billetes de ida a la estación de Termini, que como ya sabréis es la principal estación ferroviaria de Roma y de donde salen todos los trenes, tanto regionales como los de alta velocidad que llevan a otras ciudades italianas como Florencia, Milán o Turín, entre otras. Elegimos la opción del tren Leonardo Express, porque queremos llegar lo antes posible a Termini. Como ya sabréis, hay opciones más económicas para llegar, por ejemplo autobuses de distintas compañías que cubren el trayecto desde el aeropuerto hasta Roma, aunque tardan prácticamente el doble que el Leonardo Express. A nosotras nos estaban esperando en Roma, así que pagamos 14€ cada una por un viaje de 30 minutos en el tren (es directo y sin paradas, con lo cual muy cómodo). Una vez la máquina nos imprime los billetes vamos hacia el andén donde ya está el tren esperando. Antes de subir, validamos los billetes en unas pequeñas máquinas verdes que hay en el andén. Este gesto, que nos puede parecer superficial, puesto que ya hemos pagado por nuestro billete, es imprescindible porque el revisor pasa dentro del tren y se asegura de que el billete esté correctamente validado. Es tan simple como antes de subir en el tren buscar la pequeñas máquinas verdes y meterlo por la ranura de la susodicha para que le haga una pequeña muesca.
El tren a estas horas (sobre las 2 de la tarde) va casi vacío y tiene muchos asientos disponibles y espacio de sobra para dejar las maletas. La mascarilla, como dentro de todos los transportes, es obligatoria en estos momentos. En media hora llegamos a la estación de Termini, que como siempre, será un hervidero de gente. Nada más salir nos encontramos con nuestra amiga y como es la hora de comer nos sentamos a tomar algo en la misma estación, donde encontramos tiendas de todo tipo y algunos locales de restauración, además de aseos, que son de pago, por cierto. Tomamos un trozo de pizza margherita y una cerveza. No hay nada reseñable del local, más que el buen rato que pasamos charlando nosotras y el calor que hacía. Por cierto, yo intentaba chapurrear el italiano pero enseguida me cambiaban al inglés o incluso en muchos sitios directamente al castellano. En hostelería y servicios, por lo menos, lo hablaba casi todo el mundo, al menos lo más básico. Fue el caso de este local.
Salimos de la estación de Termini y ya que estamos en la zona, aprovechamos para hacer nuestra primera parada turística en la basílica de Santa Maria Maggiore (Santa María la Mayor). Está a menos de cinco minutos caminando de la estación de Termini, así que no hay excusas para no visitarla. Además de que es una de las cuatro basílicas papales y por lo tanto de las más importantes, junto con San Pedro del Vaticano, San Giovanni al Laterano (San Juan de Letrán) y San Paolo fuori le mura (San Pablo Extramuros). Esta última no la hemos visto aún, porque queda un poco más lejada, a pesar de que éste es nuestro segundo viaje a Roma, pero es que Roma tiene tanto que ver que siempre te dejarás cosas pendientes.
Pues volviendo a Santa Maria Maggiore comentar que en la misma plaza de la iglesia ya se te van los ojos a la imponente fachada, de estilo barroco (de las últimas modificaciones que sufrió la basílica) coronada por una figura de la Virgen y el niño. A un lado de la fachada destaca su imponente campanario, que además de por su altura -es el más alto de Roma-, lo hace porque corresponde a otro estilo de época medieval (románico) y por tanto es bastante anterior a la fachada. También vemos la columna de la plaza, frente a la fachada. Esta columna romana procedía de la basílica de Majencio, en el foro (además fue la única que quedó de la basílica de Majencio, de las 8 que tenía). En el año 1615 se le añadió en el extremo de la columna una Virgen María y un niño Jesús en bronce.
Según su leyenda, esta iglesia fue mandada construir por el Papa Liberio, en el año 356. Dicho Papa había tenido un sueño, en el cual, la Virgen María le ordenaba construir una iglesia donde encontrara nieve (que diréis nieve en Roma, complejo, eh). Pues si ya de por sí eso no fuera complicado, no sólo eso, es que además, nevó un 5 de agosto (!!) en plena colina del Esquilino. Sin duda éste era el milagro y la señal que el Papa estaba esperando para ponerse manos a la obra con la construcción. Actualmente, cada 5 de agosto representan este milagro haciendo 'nevar' pétalos blancos en el altar de la basílica.
Al entrar sus dimensiones nos dan alguna pista de su importancia – es la iglesia más grande de toda Roma de las que hay dedicadas a la virgen –.
La basílica actual, la que vemos, fue erigida un siglo más tarde, por el Papa Sixto III, sobre los cimientos de la primera. Aunque realmente la primera ya se habría erigido encima de un templo romano dedicado a la diosa Cibeles.
Así pues, sus orígenes como basílica de culto a la virgen María se remontan al siglo IV-V aunque en la actualidad lo que podemos ver es una acertada mezcla de estilos y épocas distintas. Lo que se conserva de la basílica original de época paleocristiana es su planta de 3 naves. También son de época paleocristiana (s.V) los mosaicos del arco de triunfo, que representan escenas de la vida de la Virgen y los paneles que encontramos bajo las ventanas de la nave central, que representan escenas del Antiguo Testamento.
De épocas posteriores son el suelo de mármol, de estilo cosmatesco y el campanario, que son medievales. El estilo cosmeti o cosmatesco es típico de Italia durante la edad Media, especialmente en Roma, donde hay varias iglesias y basílicas que lo presentan. Básicamente es un suelo creado a partir de trozos de mármol (a veces de otros materiales) provenientes de algunas ruinas romanas, que se aprovechaban y se colocaban siguiendo formas y figuras geométricas, con distintos patrones de colores. El nombre viene de la familia Cosmeti, que era una familia de artesanos que se dedicaban a este tipo de arte.
El artesonado del techo es del Renacimiento, obra de los hermanos Giuliano y Antonio da Sangallo y se dice que el material empleado fue un regalo de los reyes católicos al papa Alejandro VI Borgia, tratándose del primer oro que trajo Colón de América. Además, en esta iglesia entra bastante luz natural, porque tiene bastantes ventanas, lo que la hace relucir todavía más.
En el altar tiene un baldaquino, parecido al de San Pedro, aunque más pequeño, del siglo XVIII. El mosaico del ábside, que representa la coronación de la virgen, es del siglo XIII.
A mí me fascinó particularmente una de sus capillas, de estilo tardo renacentista, la capilla Sixtina, construida por Domenico Fontana y Carlo Maderno en 1587. Bellísima . En ella se encuentra la tumba del Papa Sixto V y de Pío V.
Por otro lado, también destaca la capilla Paulina, unos años posterior pero imitando a la anterior, donde se encuentra enterrada Paulina Bonaparte, hermana de Napoleón, entre otros tantos Papas.
En el exterior es reseñable verla por delante pero también por su parte trasera, donde nos encontramos con el obelisco que mandó construir el Papa Sixto V en el año 1587 en la plaza del Esquilino, como guía para peregrinos.
Como curiosidad, en ésta basílica encontramos la tumba del célebre escultor Gian Lorenzo Bernini, de cuyas obras, por fortuna, está llena la ciudad de Roma, aunque se puede decir que pasa muy desapercibida.
La entrada a la basílica es gratuita -aunque tiene un museo que se paga aparte- y el horario es bastante amplio porque abren temprano por la mañana (7 o 8 de la mañana) y es de las basílicas que no cierran a mediodía. Para entrar es necesario pasar por un detector de metales.
Pues esperando no haberos dado demasiado la chapa con la basílica, sólo añadir que merece mucho la pena su visita.
Lo siguiente que hicimos fue llegarnos hasta el parque Vittorio Emanuele II, que no tiene nada destacable, pero fuimos a sentarnos a un banco en la búsqueda de un poco de sombra y frescor, pero nada...
Como curiosidad, en el centro de esta plaza hay restos de un ninfeo romano de la época de Alejandro. El ninfeo era un tipo de monumento (generalmente algún tipo de fuente considerable) que estaban consagrados a las ninfas. Las ninfas eran, según la mitología, pequeñas divinidades que vivían en bosques, cuevas, grutas... y por lo tanto siempre asociadas al agua. Además, en este parque también encontramos la Porta Magica, una puerta que data del siglo XVII y que contiene unas inscripciones y fórmulas, pues era la puerta de entrada a una antigua villa, donde residía un conocido alquimista, aunque la villa se derrocó entera y sólo quedó la puerta.
Antiguamente, a finales del s.XIX en el centro de esta plaza había un mercado al aire libre, básicamente de alimentos. Más tarde, después de la II Guerra Mundial surgió otro mercado, en los soportales que rodean la plaza, donde se vendían todo tipo de cosas. En la década de 1980 el mercado se trasladó a un sitio cubierto, cercano a la plaza.
En la zona de Santa Maria Maggiore hay otras iglesias y basílicas que merecen la pena ser visitadas, pero como íbamos con nuestra amiga, nos apetecía estar charlando tranquilamente. Pero podéis juntar esta visita, obviamente, con otras como la de la basílica de Santa Prassede y Santa Pudenziana con sus impresionantes mosaicos, San Pietro in Vincoli con el Moises de Michelangelo, etc.
La zona de Termini, como ya sabéis, no será de las más bonitas de la Roma monumental que todos tenemos en la cabeza, pero sí tiene cosas interesantes que ver, como las que he comentado anteriormente y museos como el de las Termas de Diocleziano o el Palazzo Massimo Alle Terme, que albergan auténticos tesoros de la Roma imperial.
Además, está excelentemente comunicada, tanto en tren como con autobuses y los alojamientos son bastante más baratos que en otras zonas. Ni mucho menos me parece una zona peligrosa, sí que hay muchos inmigrantes y comercios regentados por ellos y obviamente esta cerca de la estación, lo que hace que haya mucha gente sin techo y carteristas, pero es lo lógico al estar la estación allí, además de que por desgracia gente sin techo y carteristas están por TODA la ciudad. Yo me alojé allí la primera vez y esta segunda hemos querido cambiar, pero si vuelvo una tercera vez a Roma (que dicen que no hay dos sin tres) volveré a la zona de Termini.
Sobre las 6 de la tarde nos despedimos de nuestra amiga, cargadas de bolsas de comida que nos regaló y volvimos a la estación de Termini, donde teníamos que coger al autobús hacia nuestro alojamiento, al cual ya habíamos avisado previamente que llegaríamos sobre las 7 de la tarde.
Compramos los billetes en la misma estación de autobus: 1,50€ cada billete sencillo, que permite un uso de 100 minutos, pudiendo usar diferentes autobuses dentro de ese límite horario. Al subir al autobús es muy importante también validarlo en unas máquinas amarillas que están dentro del mismo. Si no lo validas es como si viajaras sin billete y te ponen una multa igual que si viajaras sin billete, así que no lo olvidéis y mucho menos penséis que el autobús se puede coger gratis o que nadie se va a enterar, porque pasan controladores y vimos más de una multa en directo. La gente que no valida su ticket es porque tiene otro tipo de pase semanal/mensual y no necesita hacerlo cada vez que sube al autobús.
En unos 15 minutos llegamos a la parada en la cual nos bajamos con todo los bártulos, maletas y bolsas de comida.
Nuestro alojamiento era un pequeñísimo apartamento, junto a Campo dei Fiori. Las llaves las teníamos que coger de una especie de caja fuerte que había en el portal con un código que nos daban los dueños del apartamento, así que realmente no los vimos en persona en ningún momento.
El apartamento era un segundo piso sin ascensor de una finca bastante antigua. El espacio era realmente pequeño, aunque suficiente para el tiempo que pasamos dentro. Se trataba de una habitación doble, con un mínimo balcón y una pequeñísima zona de cocina en un lateral. Había a los pies de la cama una mesita y un par de sillas para comer. Obviamente el baño era independiente, aunque también de reducidas dimensiones. En cuanto al estado general, había cosillas que podrían estar en mejores condiciones, pero en definitiva estaba limpio. Ah! Y contaba con aire acondicionado. Por el precio tampoco se podía exigir mucho más, así que lo calificaría como correcto.
Guardamos toda nuestra ropa y comida en el apartamento y bajamos a un supermercado que teníamos justo al lado para comprar cosas de higiene que nos hacían falta y algo más de comida.
Terminamos el día dando un paseo en la zona del Trastevere ya que estábamos muy cerca. Solamente teníamos que cruzar el río por el Ponte Sisto y llegábamos al centro del meollo del Trastevere.
Cruzando el puente mientras se ponía el sol...
Mirando hacia el lado del Vaticano...
Qué decir de este barrio. Que estaba a reventar es quedarse corta. El Trastevere está lleno de restaurantes, ostarias, pizzerias, etc., con sus terrazas, todas repletas de gente cenando a esas horas, pero además, en algunos casos, haciendo colas larguísimas fuera para conseguir una mesa. También os digo que me parecía bastante estresante comer en la calle con una ríada de gente pasando literalmente a 2 centímetros de tu mesa. En otros locales sí tenían un poquito de terraza un pelín más resguardada, pero en general de noche me pareció bastante caótico todo. Seguramente no sería así en el interior de los locales. No pongo en duda que el barrio tiene mucho encanto, porque así es, pero definitivamente no a esas horas .
Durante nuestra pequeña caminata pasamos por delante de la iglesia de Santa Maria en Trastevere, ya siendo totalmente de noche.
Después de un breve paseo de reconocimiento por el Trastevere nos fuimos al apartamento a hacernos la cena. Poco más que añadir a este día de aterrizar en Roma. El pequeño adelanto que os puedo dar es que al día siguiente teníamos la visita al Colisseo reservada y que, casi sin enterarnos (al menos hasta el final del día), nos íbamos a hinchar a caminar!!