El día amanece muy nublado, pero ¿quién dijo miedo? Las previsiones del tiempo la semana anterior marcaban lluvia para todos los días y de momento no hemos visto una gota, así que somos precavidos y nos vestimos de largo, cargamos los paraguas en las mochilas y a las 7.45 estamos ya en la calle listos para un día mas.
Tenemos reserva para la visita a Liberty Island a las 9 de la mañana. La compramos aparte de la Go City porque la mayoría de tarjetas de visita no incluyen la entrada al pedestal y dado que el precio es el mismo, nos interesaba la entrada con el pedestal. Echando cuentas, la diferencia de coger una atracción mas o coger las entradas por libre eran de 1$ por persona, así que eso nos acabó de decidir. (97,20$ las cuatro entradas)
Antes de ir a Battery Park nos desviamos para pasar por el Charging bull, a sabiendas de que mas tarde estaría rodeado de turistas. No nos equivocamos, pues nos cuesta apenas 30 segundos hacernos las fotos de rigor, tanto en la cabeza como en sus partes nobles. La zona está desierta. ¡Minipunto para el minucioso planning!
Nos vamos caminando hasta Battery Park, donde hay ya bastante cola para el ferry. Hay un control de seguridad bastante minucioso y una vez pasado conseguimos subir al primer ferry del día.
Nada mas bajar del mismo nos vamos directos hacia el pedestal con idea de visitarlo sin demasiada gente. Ya tendríamos tiempo de visitar la isla después. Hay que dejarlo prácticamente todo en unas taquillas en el exterior de la estatua (funcionan con monedas de cuarto de dolar, aunque si no tenéis monedas hay máquinas de cambio en las propias taquillas). Dentro se puede meter el móvil, la cámara y poco mas. Aun así, una vez mostrada la entrada y dejadas atrás las taquillas, vuelve a haber oootro control de seguridad todo sea por proteger a Miss Liberty.
Por cierto, en el interior de la estatua siguen requiriendo mascarilla obligatoria. En la mayoría de sitios hemos encontrado carteles de mascarilla pero en todas partes era sugerida. Aquí deben tener miedo de que la estatua contraiga Covid, porque es el primer sitio donde la encontramos obligatoria. De hecho, dos del grupo tienen que dar media vuelta y volver a la taquilla a por la dichosa mascarilla.
Una vez estamos todos dentro, vemos que los ascensores están cerrados así que sólo queda la opción de subir por las escaleras. Cinco o seis dichosos pisos a las nueve de la mañana. ¿A quien se le ocurrió la idea de coger las entradas con pedestal?
Ahora, a toro pasado, os voy a hacer una confesión. No vale la pena subir al pedestal. Las vistas del skyline no son mejores que desde la propia isla, y las vistas de la estatua tampoco, pues se está tan cerca que no es disfrutable. Además el espacio arriba es irrisorio, y si con poca gente a primera hora ya era difícil moverse, no quiero imaginar en hora punta.
Lo único disfrutable es el museo de la estatua, pero no cuenta nada que no pueda encontrarse por internet. Y como minipunto, si le voy a conceder el acceso a la "estrella" en la base del pedestal, desde donde se pueden conseguir unas fotos increíbles junto a la estatua.
Tras dejar atrás la estatua, recogemos nuestras pertenencias de las taquillas e intentamos llegar al próximo ferry (parten cada 25 minutos) pero se nos escapa en los morros. Un minuto antes y habríamos llegado.
Decidimos ir a por el café obligatorio y aprovechamos a re-desayunar con mas calma. Ojito con los precios. Compramos una bolsa pequeña de doritos y un kitkat XL (doble que el normal) y creo recordar 3.5$ por los doritos y 5$ por el kit kat. Luego hay cachondeo con una familia de españoles en el ferry, pues los niños quieren Doritos en el bar del ferry y la madre quiere hacerles esperar... le digo que no espere, que en la isla estaban aún mas caros
Casi nos quedamos en tierra otra vez por relajarnos demasiado, pero conseguimos coger el ferry esta vez y nos quedamos en la primera planta a cubierto, pues el cielo empieza a coger todavía peor aspecto del que ya tenía. Estamos llegando a Ellis Island cuando empieza a llover. Por suerte habíamos descartado la visita a la isla, así que continuamos nuestro recorrido hasta Battery Park y aquí si que se rompe el cielo y empieza a caer la mas grande.
Salimos ya del ferry armados con nuestros paraguas pero la que está cayendo es tan tremenda que de poco nos están sirviendo. Voy haciendo resumen de los monumentos de Battery Park mientras pasamos corriendo entre ellos y descartamos nuestro planning previsto de pasear por los distintos puntos de interés del Downtown a favor de irnos hacia el museo del 11S que teníamos planeado para mas tarde.
No es mucha distancia caminando, pero con la que esta cayendo nos metemos en la boca de metro y por lo menos evitamos seguir calándonos con la lluvia.
Esperamos cerca de media hora de cola, pero por suerte la lluvia va remitiendo y los últimos minutos incluso podemos guardar los paraguas. Como ya sucedió en el museo de historia natural, cambiamos nuestra Go City por las entradas físicas y para dentro.
Para variar, otro control de seguridad, pero no les vamos a discutir, ya sabemos que este lugar es un tema sensible, para ellos y para medio planeta.
Respecto al museo...
¿Es interesante? Si.
¿Está bien hecho? Si.
¿Es crudo, real e incluso un poco estremecedor? Definitivamente si. Sobretodo para quienes lo vivimos pegados a la radio o el televisor, tanto el atentado como sus consecuencias. Si lo fue para mi, que lo viví relativamente joven, mas lo fue para las mamás del grupo, que lo vivieron ya como adultas, con la seriedad y el impacto que un hecho así tuvo en el mundo.
Dicho esto, es una visita que no recomiendo hacer con niños. Porque no es un museo donde se puedan entretener, hay muchos testimonios, objetos, videos, recuerdos... es duro y los padres lo vais a entender y puede que incluso a sufrir, pero los niños se van a aburrir. Y es un museo extenso al que hay que dedicarle su tiempo. Así que a menos que vengáis con niños ya un poco mayores a los que les podáis explicar el tema e incluso ponerles uno o dos documentales del tema antes de venir, descartaría la visita.
Punto negativo aquí para los States: no me parece correcto pedir "donaciones", tener tienda de recuerdos, etc... vale que aquí venden souvenirs de absolutamente todo, pero un museo de algo que todavía está tan fresco y que invita al respeto, lo veo de mal gusto tener una tienda de souvenirs sobre el 11S. Y respecto a las donaciones... amigos, que la entrada cuesta 28$. Si con eso no hay bastante donación... apaga y vámonos.
Para variar, el aire acondicionado aquí dentro lo tienen a tope, y entre la ropa mojada por la lluvia, los testimonios y la crudeza de las imágenes, me estoy quedando pajarito. Llevo un tembleque en el cuerpo que no es normal y ya me estoy temiendo caer enferma.
Son ya las dos de la tarde cuando abandonamos el museo. Frente a nosotros las dos grandes fuentes/piscinas que ocupan el lugar donde veinte años antes se alzaban las famosas torres gemelas. A un lado se abren cual símbolo de paz las alas del increíble Oculus, firmado por el afamado Santiago Calatrava. Al otro lado se alza imponente y majestuoso el One World Trade Center.
No soy una experta en arquitectura ni una aficionada siquiera, pero me parece un edificio digno de admirar, impresiona mucho verlo de cerca y cumple su función como llamada de atención, como sustituto de sus hermanas las torres gemelas. Llama la atención sobre el skyline de Manhattan lo mires desde donde lo mires.
Cruzamos la calle para meternos en el centro comercial de Brookfield Place. Nos habían recomendado su food court y no fallamos. Probamos los tacos y los nachos de Dos Toros y una hamburguesa y un milkshake de Umami Burger (64.40$)
Estamos tan hambrientos que ni siquiera tengo fotos de la comida esta vez.
Después de un pequeño descanso y darnos tiempo de volver a entrar en calor, estamos a punto de movernos en dirección a Wall Street cuando nos da por consultar nuestras apps del tiempo y vemos que va a llover por las próximas dos horas, y no precisamente poco. Oops.
Mientras esperamos nos llega un correo del velero que teníamos contratado para esta noche. Llevábamos todo el día padeciendo porque en las condiciones de reserva indicaba que salía incluso con lluvia y la verdad, no nos parece atractivo estar dos horas en medio del río en un velero descubierto mientras cae una lluvia torrencial. Por suerte, nos indican que el barco que teníamos reservado tiene problemas técnicos y no va a poder zarpar esta noche. Nos habían cambiado de barco dos noches antes con la misma excusa y estamos un poco ya con la mosca detrás de la oreja, pero decidimos mantener la reserva cambiando de día y cruzando los dedos. Con esta nueva previsión, cambiamos nuevamente los planes y usamos la vía subterránea que conecta Brookfield Place con el Oculus, dispuestos a visitar su interior (otro must del joven del grupo) y de paso tiendear un rato hasta que pase lo mas gordo de la lluvia.
Vemos algunas tiendas, cotilleamos la estructura de la estación y alucinamos con ella. En las fotos no se ve tan inmensa e impresionante como realmente es. ¡Una de esas visitas que sorprenden!
Cuando al fin la lluvia nos da un respiro, decidimos salir al exterior y viendo que todavía nos quedan unas horas de sol, vemos las zonas de calle que teníamos previstas para la mañana.
Caminamos hasta Wall Street, visitando la Trinity Church donde está enterrado Hamilton, el federal hall y por supuesto la bolsa de Nueva York, enfrentada por la famosa niña sin miedo. Para quien no la conozca, esta estatua fue puesta frente al Charging Bull el 7 de marzo de 2017, víspera del día internacional de la mujer. Su objetivo era llamar la atención sobre la brecha de género en el mundo de los negocios, por eso la niña enfrenta al toro, que simboliza el optimismo y la fuerza en las finanzas.
El escultor del famoso toro protestó por la ubicación de la niña, argumentando que su escultura estaba pensada como un ente individual que no necesitaba ser complementada, así que la niña, que había sido apreciada por los ciudadanos, en lugar de retirarse fue trasladada a su nuevo lugar, frente a la bolsa de Wall Street, representando la lucha de todas las mujeres del mundo. Con el tiempo, han aparecido réplicas de la estatua en distintos lugares del mundo: frente a la bolsa de Londres, Johannesburgo, Oslo, Tokio y Melbourne. Nosotras, como fieles defensoras de los derechos de la mujer, tuvimos que darle un toque personal.
Siendo mi madre gran fan de las series de abogados, no podíamos irnos de allí sin hacer una rápida visita a la corte suprema, aunque se quedó con ganas de hacerse una foto en la famosísima escalinata, porque estaba todo vallado. No se si es algo habitual por ser el sitio que es o era cosa de ese día.
Ya con el atardecer empezando a hacer su aparición, volvemos al metro y nos desplazamos hasta la zona del Rockefeller. Era nuestro plan para la última noche, pero viendo que teníamos que mover el velero, decidimos adelantarlo y vamos a la entrada del Top of the Rock. Habíamos oído que con la tarjeta de atracciones teníamos que ir, pedir hora y esperar a que hubiese un hueco libre. Pero también una compañera había estado la semana anterior y a última hora no había tenido problema en llegar y subir, así que decidimos probar suerte.
En la cola, vemos como los que suben delante de nosotros les dan hora a las 20.00, siendo las 19.50. ¡Bien! Pero en cuanto llega nuestro turno, la máquina marca "siguiente hueco, 20.45" Ups.
Sin embargo escanean nuestros pases, nos dan las entradas para las 20.45 pero nos indican que avancemos hacia los ascensores. ¡Bueno, no nos vamos a quejar!
La verdad es que lo que es el ascenso es el menos impresionante de los que hemos visto hasta el momento. De hecho, para los fanáticos de Disney como yo, me recordó un poco a la Tower of Terror con ese aire de los años 30 que caracteriza a todo el complejo...
Una vez arriba, nos damos cuenta de por qué les ha importado tan poco que cogiésemos el ascensor casi una hora antes de tiempo. ¡Todo el mirador para nosotros!
Era el mirador que menos me atraía, no me preguntéis por qué, pero la verdad es que lo disfruté muchísimo. Quizá tenga que ver el hecho de encontrarlo tan vacío, o el llevar las expectativas tan bajas. Además el hecho de estar medio nublado por la lluvia de todo el día, con el humo de los edificios, las nubes rozando los edificios mas altos, las luces... bua, de mis recuerdos favoritos del viaje. Teníamos claro que queríamos subir a un mirador por la noche y fue un acierto hacerlo, incluso cuando habíamos visto ya el atardecer desde el empire state el primer día y llegamos ya a ver la ciudad desde lo alto de noche. Pero han pasado días desde ese primer vistazo y ahora el grupo es ya un poquito mas neoyorquino.
Nos encontramos en las alturas con varios grupos de españoles y estamos un rato intercambiando impresiones y recomendaciones. En todos los casos es su primer viaje a la gran manzana, igual que nosotros, así que tenemos muchas opiniones que cruzar.
Cuando damos el mirador por visto, la charla por terminada y el frío empieza a hacer acto de presencia decidimos decir adiós y nos retiramos, dispuestos a encontrar un lugar para cenar.
De camino al hotel tenemos un Junior's que es famosísimo por su tarta de queso. Decidimos darle una oportunidad, y creo que es de las pocas veces que nos arrepentimos de la elección en el viaje. Aparte de carísimo, la comida es mas bien escasa y la calidad no es nada del otro mundo. La tarta de queso si coincidimos todos en que resulta espectacular, quizá con mas sabor y textura a queso que la que acostumbramos a tomar aquí en España. A mi me dio la sensación de estar comiendo Philadelphia a cucharadas.
Unas costillas, un combo de pescado, una coca cola y una tarta de queso, 105,17$ con propina incluida.
Para que os hagáis una idea, el combo de pescado (arriba en el centro en la foto) eran dos trozos de bacalao no mas grandes que un cubilete de parchís, tres gambas y tres vieiras. Por 36$ + tax + propina. Los precios del desayuno eran mas moderados, pero por la noche el mismo plato costaba casi un 50% mas que por la mañana. Si aún con lo que os cuento os quedan ganas de probarlo, hacedlo a mediodía o en el desayuno que os saldrá bastante mas a cuenta.
Sin mas que contar, nos pegamos nuestro ya habitual paseíto de quince minutos hasta el hotel, para bajar la cena antes de pisar la cama.
Recorrido del día: 22.681 pasos, 15,13 kilómetros.
Nota grupal del día: 8 sobre 10.
Visitas favoritas: Las madres se decantan por el museo del 11S, los hijos votamos una por Liberty Island y otro por el Oculus.