La mañana comenzó con un magnífico desayuno servido en un salón de lo más acogedor. Con las fuerzas renovadas continuamos la visita de la ciudad por la Piazza Bellini, en ella están tres magníficos monumentos: San Cataldo, La Martonara y el Monasterio de Santa Catalina.
Empezamos por San Cataldo, exteriormente lo único que llama la atención son sus tres pequeñas cúpulas rojas, es un buen ejemplo de la arquitectura árabe-normanda, en el interior aunque carente de la decoración que tienen otros muchos templos de la ciudad, me pareció preciosa en su sencillez. La entrada es de pago 2´5€ . Guardar la entrada porque tendréis descuento en las iglesias del “Circuito del Sacro”, normalmente 1€ menos en entrada.
Continuamos por Sta María dell´Amiraglio (La Martonara), que está justo al lado, la pudimos ver muy refilón porque había una boda y no se podía visitar, a pesar de ello la impresión fue fantástica, los mosaicos merecen una visita más tranquila, cosa que no pudimos hacer ya que cuando volvimos otro días nos encontramos con que estaría cerrada durante un par de semanas por obras.
Cruzamos la plaza y nos fuimos al Monasterio y la Iglesia de Sta Catalina, uno de los mejores ejemplos del Barroco siciliano, los estucos abarrotan literalmente cada rincón del templo. El monasterio contrasta por su sencillez, a destacar su claustro ajardinado que es ideal para sentarse un rato mientras disfrutas de uno de los ricos dulces que allí se elaboran
Continuamos hacia la Kalsa, el barrio está bastante degradado, como ocurre con muchas zonas de Palermo, pero te encuentras alguna curiosidad con ver el nombre de las calles en tres idiomas, algún comercio tradicional que parece parado desde hace un siglo.
La hora de comer se acercaba y nos fuimos La Antica Focaccería de San Francesco, un local tradicional en el que poder probar algunos platos de la comida callejera de Palermo como el Can de meusa (bocadillo de bofe que se toma con limón o ricota). El menú está en la pared, primero se paga en caja, y después pides en el mostrador de bebidas y en los de comidas. Tomamos unos arancines pequeños y el bocadillo de meusa con una jarra de cerveza bien fría por 15€
La iglesia de San Francisco estaba cerrada, y continuamos hacia el cercano oratorio de San Lorenzo, en el momento que llegamos no había nadie por lo que lo pudimos ver con toda la tranquilidad del mundo.
El calor y el cansancio empezaban a hacer mella y nos fuimos al hotel a descansar un rato.
Para cenar nos decidimos por ir picoteando en Vía maqueda, tomamos nuestros primeros arancini, otras de las maravillas de la comida callejera siciliana.
Llegamos hasta el teatro Masimo, y regresamos hacia el hotel.