Hoy hace un día frio, pero sin lluvia ni viento. El tiempo salvo el día de la península de Reykjanes nos está respetando. Salimos de Selfoss sobre las 8 de la mañana rumbo a la antigua aldea islandesa de Keldur, con las construcciones típicas vikingas. En ella sobreviven una hilera de casas cubiertas de cesped, una iglesia y un pequeño cementerio. Para llegar a Keldur hay que atravesar una carretera que está en muy buenas condiciones, pero es de gravilla. Una vez llegas a los aparcamientos lo primero que te encuentras es un rio donde se encuentra una de esas casas, y de donde sale el rio. Piensas que es un manantial de donde sale el rio y no. Se trata de un túnel que comunica con una de las casas de más arriba, y por donde se supone los vikingos escapaban en caso de sufrir ataque o invasión. Algo más arriba se encuentran las hileras de casas de madera semienterradas en césped. Un buen sistema para protegerse del frio, las lluvias y los fuertes vientos. Sobreviven 4 o 5 casas, pero hay restos de más casas un poco más arriba. El paisaje donde está ubicado Keldur es muy pintoresco, con el volcán Hekla al fondo. De hecho, durante nuestra visita, nos pasó una cosa muy curiosa. Nos llegan de repente a todos los móviles del grupo un mensaje de policía islandesa: “From Civil Protection: You are close to Hekla, an active volcano that can erupt without warning. Take care.” (De Protección Civil: Estás cerca de Hekla, un volcán activo que puede entrar en erupción sin previo aviso. Cuídate.) ¡Madre mía, que controlados nos tienen! ¡Y que bien informados! Total, que menos mal nos llegó el mensaje tras finalizar la visita, que si no, estamos más pendientes del volcán que de la aldea.
Continuamos camino en dirección al este de Islandia por la costa, y nos dirigimos a Seljalandfoss, a unos 39 km de Keldur. La cascada de Seljalandfoss no es muy caudalosa, pero su salto de altura de 60 metros y el hecho de que la puedas rodear completamente la hace especial. Eso si, llevate un buen chubasquero puesto que mojar, te mojas.
Las cascadas son elementos naturales que te dejan hipnotizado. Pasa un poco como cuando observas el fuego en una chimenea. Te cautivan. Pero una vez que vuelves en si, reaccionas y sigues adelante. Y eso hicimos. Continuamos hacia el siguiente punto de destino, que no está muy lejos de Seljalandfoss. De hecho, no hay que coger el coche, simplemente caminar por un sendero y en 10 minutos llegas a la cascada de Gljùfrabui. En esta ocasión la particularidad de esta cascada y lo que le hace hermosa, es el hecho de que se encuentra escondida en una cámara rocosa, por la que se accede únicamente por una pequeña grieta, que además es por donde el rio se precipita en dirección al mar. Dicho de otro modo, para acceder a la cascada hay que meterse en el rio y acceder a la cámara o pequeño desfiladero, que es tan cerrado que parece una cueva, y una vez te mojes los pies y accedes unos metros veras un salto de agua de 40 metros de altura que se precipita al lado tuyo. Ya no son solo los pies, el resto del cuerpo puede sufrir los embites del agua. Un lugar y una experiencia única.
Volvemos de nuevo por el sendero que recorrimos hasta llegar a Seljalandfoss y de ahí al parking, para continuar camino en coche hasta nuestro siguiente destino y lugar de almuerzo: Seljavallalaug.
Pero antes de llegar a Seljavallalug, paramos en un mirador desde donde se divisa el volcán innombrable, el “Eyjafjallajökull”, que entró en erupción en el año 2010 y provocó un caos aéreo en el cielo europeo. En este lugar hay fotografías del lugar durante la erupción, y un pequeño museo que estaba cerrado.
Nos quedaban pocos kilómetros para llegar a Selvajallalug. Se trata de una piscina fascinante, construida hace unos 100 años, que actualmente está casi abandonada. Digo casi, porque solo se limpia y acondiciona una vez al año. Eso sí, el agua no está estancada. Por un lado, entra agua del tubo que bombea agua geotermal. Por otro lado, hay un desagüe. Se accede a ella por un camino de grava y junto al rio en un recorrido de 1,5 km. y está escondida entre montañas, muy cerca del volcán Eyjafjallajokull. De hecho, quedo cubierta de cenizas en la erupción de 2010. Bañarse fue una experiencia única. Da algo de grima meterse en ella, pero una vez estas dentro, es una maravilla. No está muy caliente, pero con el frio del exterior, se compensa. Y esas vistas con las cumbres nevadas y verdor del valle no tiene precio.
Una vez disfrutamos del baño durante una hora volvimos a recorrer el valle hasta el parking. Cogimos el coche y rumbo a la última visita del día: la lengua glaciar de Solheimajökull. Nuestro primer acercamiento del viaje a un glaciar, situado sobre uno de los volcanes más temidos en Islandia. El Katla.
La lengua glaciar de Solheimajökull es uno de los más fácilmente accesibles de Islandia. Una vez dejas el coche en el parking, hay un pequeño recorrido y voila… el glaciar ante nuestro pies. Es increible el juego de colores que ofrece este glaciar. Un negro intenso de los sedimentos volcánicos unidos con el blanco del hielo milenario del glaciar, y en donde el glaciar finaliza, un calmado lago de un verde claro salpicado de pequeños icebergs. Tras asombrarnos sin parar de lo que nuestra vista observaba, avanzamos hasta acercarnos al mismo glaciar, y poder tocarlo. Si el fuego y el agua te dejan hipnotizado, el hielo negro te deja boquiabierto. Sin duda, uno de los sitios que más recordaré del viaje y tendré grabado en mi retina.
Aquí estuvimos casi una hora y media. Y más que nos hubiéramos quedado. Pero debíamos llegar a Vik. Comprar comida para los próximos días y acomodarnos en el nuevo alojamiento, en esta ocasión en una cabaña de madera en el Monte Petursey, cerca de Vik.