MARTES 19/10/2021
Nos levantamos sobre las 9 y pasamos al comedor de nuestro Alloggi Santa Sofía a desayunar, pues estaba incluido en el precio. Una señora servía las mesas, atendiendo a las voluntades de los huéspedes, sin llegar a ser un buffet libre: dulce, fruta, embutido, café, etc. Había unos croissants de crema y chocolate riquísimos.
Tras la comilona salimos del alojamiento en dirección a la Piazza San Marco, que estaba igual o más bonita aún de como la recordaba. Dimos una vuelta, admirando la Basílica de San Marco, el Campanile, el Palazzo Ducale, el León, etc. Os pongo algunas de las centenas de fotos que hicimos, y es que el lugar es para volverse loco…
En la plaza, en el extremo opuesto a la Basílica nos encontramos con una tienda de Ferrari en la que Pelayo no pudo resistir la tentación de entrar, y finalmente comprarse un chaleco muy chulo (65€). Hicimos numerosas fotos en la plaza, su arcada, pero también de sus alrededores, pues en un lateral está el famoso Puente de los Suspiros, unas bonitas vistas de la isla de San Giorgio Maggiore, las góndolas atracadas, etc. Para mí ese punto es quizás el más bonito y fotogénico de Venecia.
Allí mismo cogimos el Vaporetto 2, aunque nos costó encontrar el muelle de donde salía, pues hay muchísimos (activando así el bono de transporte). El barco nos dejó en unos minutos en la isla de enfrente, como ya he comentado, San Giorgio Maggiore, atravesando el Canale della Giudecca. Entramos en la preciosa Basílica, cuya entrada es gratuita, pero pagamos los 6€/persona para subir al Campanile (tranquilos, hay ascensor). Os recomiendo vivamente esta visita, pues hay unas vistas de toda Venecia que quitan la respiración.
Estábamos tan tranquilos haciendo fotos en el campanario, admirados por la belleza del lugar, cuando de repente dieron las 12 del mediodía y empezaron a sonar las campanas. Estuvimos a punto de morir de un infarto todos los que allí estábamos del susto que nos dieron, además de que el sonido es ensordecedor. Una vez que bajamos volvimos a coger el Vaporetto 2 hasta el final de la isla de Giudecca, en una parada que se llama Palanca.
Cruzamos por un puente hasta la última isla, llamada la Sacca de San Biagio, que descubrimos que es donde está el vertedero, así que estaba lleno de personal y barcos de recogida de restos (de hecho hay una parte a la que directamente no se puede entrar). Desde ésta volvimos caminando, prácticamente solos, atravesando todas las pequeñas islas que conforman Giudecca. Vimos el famoso Hotel Hilton, bonitos canales y casas, gasolineras de barcos, etc. Nos pareció realmente auténtico y lo mejor, sin agobio de gente.
Decidimos comer en un restaurante lo más alejado posible del paseo, que era donde había un poco más de turistas, así que caminamos hacia la otra cara de la isla (la que no da al Canale della Giudecca) y nos encontramos con un local encima de un astillero llamado Crea. Disponen de salones interiores y una terraza fuera, desde donde las vistas de la laguna son realmente bonitas desde lo alto; he de decir que es una de las comidas con más encanto que recordamos de nuestra estancia en Venecia.
Pedimos los siguientes platos, que estaban exquisitos, además de que la camarera fue realmente agradable:
-Sarde con souer acompañadas de polenta, de primero para compartir
-Bigoi con anchoas (el más rico que comimos durante nuestro viaje por Italia)
-Ravioli de branzino (lubina) y ricotta affumicata
-Tiramiú de postre
Para beber pedimos una garrafa de vino blanco de la casa, muy decente, y dos cafés, pagando 70€. Tras la estupenda comida caminamos hasta la famosa Iglesia Il Redentore. En Julio se celebra la fiesta del Redentor y yo tuve ocasión de vivirla hace años, con unos increíbles fuegos artificiales que aún recuerdo a día de hoy. Delante de la misma para el Vaporetto 2 así que lo cogimos y nos dejamos llevar a lo largo de su trayecto para dar una vuelta por toda la isla: Santa Lucia, San Marco, Castello, etc. Bajamos finalmente en Gardini, tras casi un paseo en barco de una hora, con unas vistas de Venecia impresionantes.
Gardini es la parada que hay en el Barrio de Castello, uno de los más alejados y por tanto pocos turistas van por allí. Encontramos parques con niños y, en general, viviendas más parecidas a las que estamos acostumbrados el resto de mortales que no son de Venecia. Vimos el Arsenale, que actualmente es un espacio polivalente con exposiciones y centro de investigación (allí se celebra, por ejemplo, la Bienale de Venecia); sin embargo fue una base naval con astilleros y armerías de gran importancia.
Continuamos caminando hasta la famosa Librería Acqua Alta, donde hay libros y turistas por todas partes: hicimos unas cuantas fotos y nos fuimos agobiados (no hay más que gente haciendo fotos para subir a Instagram). Acqua alta es la marea alta que se produce cuando el Mar Adriático sube y Venecia se inunda; al parecer para que no se mojen los libros están muchos metidos en góndolas y bañeras; también hay una escalera hecha de libros y distintos rincones muy atractivos pero muy estrechos y abarrotados. Resulta que mi amigo Enrico, originario de Venecia pero que vive en UK, estaba de casualidad esos días en la ciudad así que quedé con él para tomar algo en la Plaza Santa María Formosa, después de mucho tiempo sin vernos. Se quedó con nosotros ya hasta última hora de la noche y es que teníamos mucho que contarnos después de quince años.
En la plaza nos tomamos unos spritzs (10€) y luego fuimos otra vez a la Vedova que tanto nos había gustado: tres vinos, dos polpette, sepia, ensalada de pulpo y demás pinchos (31’5€). De ahí fuimos al Campo San Giacomo y Campo Cesare Battisti, zona famosa para tomar algo entre los venecianos (de hecho Enrico ya me había llevado allí en otras visitas previas). Tomamos unos spritzs en un conocido local llamado Al Mercà.
Posteriormente nos dirigimos a una enoteca que nos habían recomendado nuestros amigos de Cambados, Jose y Olga, quienes habían visitado recientemente la isla. Se llamaba Vino Vero y, a pesar de no ser barata, es uno de los pocos sitios que vimos donde ofrecían vinos por copa de la zona. Tomamos tres vinos y cuatro cicchetti, pagando 32€ sentados al borde del canal de la Misericordia, un lugar ideal.
Decidimos cenar algo y como ya estaban prácticamente todos los locales cerrados nos quedamos con pocas opciones así que nos decantamos por el único restaurante de la misma Fondamenta della Misericordia que estaba abierto: Osteria Bea Vita. Pedimos un plato para cada uno:
-Enrico quiso un combinado de mejillones, almejas y berberechos
-Pelayo taglioni con gambas y vieiras
-gnochi para mí
De postre tomamos un tiramisú y una panacotta. Para beber tomamos un vino del Veneto, pagando 90€ por todo, bastante barato para ser Venecia pero la comida fue normal, nada reseñable. Estuvimos charlando hasta tarde, nos despedimos de Enrico, que vivía justo en ese canal, y volvimos al hotel dando un bonito paseo nocturno por la isla, prácticamente solos.
Nos levantamos sobre las 9 y pasamos al comedor de nuestro Alloggi Santa Sofía a desayunar, pues estaba incluido en el precio. Una señora servía las mesas, atendiendo a las voluntades de los huéspedes, sin llegar a ser un buffet libre: dulce, fruta, embutido, café, etc. Había unos croissants de crema y chocolate riquísimos.
Tras la comilona salimos del alojamiento en dirección a la Piazza San Marco, que estaba igual o más bonita aún de como la recordaba. Dimos una vuelta, admirando la Basílica de San Marco, el Campanile, el Palazzo Ducale, el León, etc. Os pongo algunas de las centenas de fotos que hicimos, y es que el lugar es para volverse loco…
En la plaza, en el extremo opuesto a la Basílica nos encontramos con una tienda de Ferrari en la que Pelayo no pudo resistir la tentación de entrar, y finalmente comprarse un chaleco muy chulo (65€). Hicimos numerosas fotos en la plaza, su arcada, pero también de sus alrededores, pues en un lateral está el famoso Puente de los Suspiros, unas bonitas vistas de la isla de San Giorgio Maggiore, las góndolas atracadas, etc. Para mí ese punto es quizás el más bonito y fotogénico de Venecia.
Allí mismo cogimos el Vaporetto 2, aunque nos costó encontrar el muelle de donde salía, pues hay muchísimos (activando así el bono de transporte). El barco nos dejó en unos minutos en la isla de enfrente, como ya he comentado, San Giorgio Maggiore, atravesando el Canale della Giudecca. Entramos en la preciosa Basílica, cuya entrada es gratuita, pero pagamos los 6€/persona para subir al Campanile (tranquilos, hay ascensor). Os recomiendo vivamente esta visita, pues hay unas vistas de toda Venecia que quitan la respiración.
Estábamos tan tranquilos haciendo fotos en el campanario, admirados por la belleza del lugar, cuando de repente dieron las 12 del mediodía y empezaron a sonar las campanas. Estuvimos a punto de morir de un infarto todos los que allí estábamos del susto que nos dieron, además de que el sonido es ensordecedor. Una vez que bajamos volvimos a coger el Vaporetto 2 hasta el final de la isla de Giudecca, en una parada que se llama Palanca.
Cruzamos por un puente hasta la última isla, llamada la Sacca de San Biagio, que descubrimos que es donde está el vertedero, así que estaba lleno de personal y barcos de recogida de restos (de hecho hay una parte a la que directamente no se puede entrar). Desde ésta volvimos caminando, prácticamente solos, atravesando todas las pequeñas islas que conforman Giudecca. Vimos el famoso Hotel Hilton, bonitos canales y casas, gasolineras de barcos, etc. Nos pareció realmente auténtico y lo mejor, sin agobio de gente.
Decidimos comer en un restaurante lo más alejado posible del paseo, que era donde había un poco más de turistas, así que caminamos hacia la otra cara de la isla (la que no da al Canale della Giudecca) y nos encontramos con un local encima de un astillero llamado Crea. Disponen de salones interiores y una terraza fuera, desde donde las vistas de la laguna son realmente bonitas desde lo alto; he de decir que es una de las comidas con más encanto que recordamos de nuestra estancia en Venecia.
Pedimos los siguientes platos, que estaban exquisitos, además de que la camarera fue realmente agradable:
-Sarde con souer acompañadas de polenta, de primero para compartir
-Bigoi con anchoas (el más rico que comimos durante nuestro viaje por Italia)
-Ravioli de branzino (lubina) y ricotta affumicata
-Tiramiú de postre
Para beber pedimos una garrafa de vino blanco de la casa, muy decente, y dos cafés, pagando 70€. Tras la estupenda comida caminamos hasta la famosa Iglesia Il Redentore. En Julio se celebra la fiesta del Redentor y yo tuve ocasión de vivirla hace años, con unos increíbles fuegos artificiales que aún recuerdo a día de hoy. Delante de la misma para el Vaporetto 2 así que lo cogimos y nos dejamos llevar a lo largo de su trayecto para dar una vuelta por toda la isla: Santa Lucia, San Marco, Castello, etc. Bajamos finalmente en Gardini, tras casi un paseo en barco de una hora, con unas vistas de Venecia impresionantes.
Gardini es la parada que hay en el Barrio de Castello, uno de los más alejados y por tanto pocos turistas van por allí. Encontramos parques con niños y, en general, viviendas más parecidas a las que estamos acostumbrados el resto de mortales que no son de Venecia. Vimos el Arsenale, que actualmente es un espacio polivalente con exposiciones y centro de investigación (allí se celebra, por ejemplo, la Bienale de Venecia); sin embargo fue una base naval con astilleros y armerías de gran importancia.
Continuamos caminando hasta la famosa Librería Acqua Alta, donde hay libros y turistas por todas partes: hicimos unas cuantas fotos y nos fuimos agobiados (no hay más que gente haciendo fotos para subir a Instagram). Acqua alta es la marea alta que se produce cuando el Mar Adriático sube y Venecia se inunda; al parecer para que no se mojen los libros están muchos metidos en góndolas y bañeras; también hay una escalera hecha de libros y distintos rincones muy atractivos pero muy estrechos y abarrotados. Resulta que mi amigo Enrico, originario de Venecia pero que vive en UK, estaba de casualidad esos días en la ciudad así que quedé con él para tomar algo en la Plaza Santa María Formosa, después de mucho tiempo sin vernos. Se quedó con nosotros ya hasta última hora de la noche y es que teníamos mucho que contarnos después de quince años.
En la plaza nos tomamos unos spritzs (10€) y luego fuimos otra vez a la Vedova que tanto nos había gustado: tres vinos, dos polpette, sepia, ensalada de pulpo y demás pinchos (31’5€). De ahí fuimos al Campo San Giacomo y Campo Cesare Battisti, zona famosa para tomar algo entre los venecianos (de hecho Enrico ya me había llevado allí en otras visitas previas). Tomamos unos spritzs en un conocido local llamado Al Mercà.
Posteriormente nos dirigimos a una enoteca que nos habían recomendado nuestros amigos de Cambados, Jose y Olga, quienes habían visitado recientemente la isla. Se llamaba Vino Vero y, a pesar de no ser barata, es uno de los pocos sitios que vimos donde ofrecían vinos por copa de la zona. Tomamos tres vinos y cuatro cicchetti, pagando 32€ sentados al borde del canal de la Misericordia, un lugar ideal.
Decidimos cenar algo y como ya estaban prácticamente todos los locales cerrados nos quedamos con pocas opciones así que nos decantamos por el único restaurante de la misma Fondamenta della Misericordia que estaba abierto: Osteria Bea Vita. Pedimos un plato para cada uno:
-Enrico quiso un combinado de mejillones, almejas y berberechos
-Pelayo taglioni con gambas y vieiras
-gnochi para mí
De postre tomamos un tiramisú y una panacotta. Para beber tomamos un vino del Veneto, pagando 90€ por todo, bastante barato para ser Venecia pero la comida fue normal, nada reseñable. Estuvimos charlando hasta tarde, nos despedimos de Enrico, que vivía justo en ese canal, y volvimos al hotel dando un bonito paseo nocturno por la isla, prácticamente solos.