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Cuando contacté con Leandro (nuestro driver de hoy) allá por noviembre ya solo le quedaban libres el día 5 y el 6 de enero. Y me vi obligada a tener que repartir las salidas con Andrés de la Mora.
Leandro ofrece unos precios mucho más competitivos para excursiones privadas, y es muy buena persona además de un gran profesional.
Si vais no dudéis en contactar con él, en el foro de este portal es bastante conocido, pero aún así os dejo su teléfono y os atenderá de maravilla: +52 984 141 0020.
A las 7.30 estaba puntual en nuestro lobby con su van de 9 plazas para nosotros solos (toma ya!!) lleva una nevera repleta de hielos donde metemos agua y bebidas que hemos cogido del minibar de la habitación. Le pagamos la salida y rápidamente ponemos rumbo a las RUINAS DE TULUM, quiere que lleguemos cuando abren para evitar las hordas de gentes.
A Leandro le falta el último examen para conseguir el documento que le acredite como guía oficial y poder acompañar a los turistas en las excursiones, pero aún así nos fue contando un montón de peculiaridades de las ruinas de Tulum, nos acompañó a las taquillas, nos sacó las entradas (ya incluidas en el precio de la jornada de hoy) y nos esperó en la furgo hasta nuestro regreso. Como él pasa todo el tiempo en la van podemos dejar absolutamente todo en ella y no ir cargando con mochilas.
Tulum es la única ciudad amurallada frente al Caribe, sus habitantes estaban especializados en el estudio de las estrellas y la astronomía, de hecho su primer edificio fue la torre astronómica, y alrededor de esta se construyó la urbe.
En la pirámide del Castillo de Tulum, se conjuntaron la sabiduría astronómica y marítima de los mayas. Además de marcarse en sus puertas el paso del sol en los solsticios de verano e invierno, también tenía la función de guía y faro para los navegantes, quienes al seguir en línea recta a la altura de sus puertas centrales, evitaban encallar en el arrecife frente a la costa. De día la luz del sol hacía de faro; de noche se colocaban antorchas en sus ventanas.
Caminamos sin rumbo por los senderos que recorren las ruinas, subiendo y bajando pequeñas cuestas (las vistas más bonitas están arriba en el Castillo), parándonos a leer cada cartel informativo, haciendo fotos por doquier.
Cuando terminamos nos reunimos de nuevo con Leandro, en ese momento llegaban hordas de gente, era realmente agobiante caminar a contracorriente, así que no quiero imaginar dentro de las ruinas. Así que cuando los guías dicen que hay que madrugar, hay que obedecer sin rechistar jaja, porque nosotros llegamos en el mejor momento.
Desde allí el siguiente destino son las RUINAS DE COBÁ, que estaban como a una hora o así de las de Tulum, así que a Hugo le vino fenomenal para reponer fuerzas, de hecho nosotros dos nos echamos una siestecita para aliviar el madrugón mientras marido charlaba con Leandro.
Me desperté justo a tiempo para escucharle hablar de los conocidos como "sacbé", caminos sagrados y blancos, construidos por los mayas para conectar ciudades. Estos caminos tenían una pequeña elevación para evitar ser anegados, y sus piedras se recubrían de cal, por ello, en las noches y gracias a la luz de la luna se podía ver el camino sin problema. De Cobá salía uno de ellos que recorría casi 100 kilómetros.
Cobá llegó a tener casi 80km cuadrados de extensión, y solo está descubierto alrededor de un 10%, el resto está cubierto por la más espesa selva, a la espera de ser excavado.
Leandro nos sacó las entradas rápidamente, nos dijo donde nos esperaría y nos recomendó alquilar una bici-taxi para recorrer las ruinas.
Y después de ver la razón que tenía con el tema de las multitudes en Tulum, hicimos caso y a los pocos pasos encontramos las taquillas de las bici-taxis. Son bicis que llevan delante a 2 personas mientras uno de los trabajadores de las ruinas pedalea. No recuerdo el precio exacto pero sí que era asequible, y con las dificultades de Hugo, ni lo pensamos.
Además el conductor que nos tocó fue súper amable y nos fue contando un montón de cosas de las ruinas, sin ser guía. Se lo compensamos al terminar con una propina, porque de lo que pagamos por el servicio de bici taxi ellos se llevan una parte ínfima.
2 son los kilómetros a recorrer a través de la más pura selva mientras se visitan las diferentes ruinas.
Destacan 2 juegos de la pelota magníficamente conservados, un túnel, varios templos y la joya de la corona: La gran Pirámide.
Antes dejaban subir hasta arriba, en la actualidad está prohibido. Es la pirámide más alta de todo Yucatán, con 120 escalones y fue un importante centro ceremonial.
Os dejo fotos del Juego de la Pelota, que consistía en meter una pelota de caucho por los aros que veis con la cadera, el codo o la rodilla:
Esta pirámide se encuentra en la entrada, a la derecha, y puede pasar desapercibida, así que no olvidéis visitarla, porque aunque no es tan espectacular como la Gran Pirámide, merece mucho la pena:
El conductor de la bici-taxi te va parando por cada una de las ruinas, te bajas, las visitas, haces fotos y regresas a la bici para continuar el recorrido.
De hecho nos llevó incluso a conocer a las abejas mayas...allí llamadas meliponas. Las abejas meliponas, se caracterizan por hacer miel natural con cualidades medicinales, que se conoce como miel de abeja melipona. Los sacerdotes mayas aseguran que el destino de los hombres y abejas está unido, y esta gente, a la vista está, de estas cosas saben un rato.
Os dejo más fotos, incluida la Gran Pirámide, donde antes, con ayuda de una cuerda que había en el centro, se podía subir hasta arriba del todo. Y el camino por el que va la bici-taxi, que tiene muchas sombras; a marido le picaron varios los mosquitos, a nosotros en cambio, ninguno.
Cuando terminamos la visita nos reunimos con Leandro, y nos enseña el verdadero chicle maya. Un chicle completamente natural, sin azúcar, sin sabor, y que obviamente, inventaron los mayas. Nos contó que lo usaban para mitigar la sed en épocas de sequía, ya que se produce más saliva, y para limpiarse la boca antes de las ceremonias. Se extraía la savia del árbol de chicozapote y se cocinaba en ollas a fuego lento para secarla, resultando el "sicte", una goma suave que podía masticarse por un tiempo indefinido. Nunca se ponía duro. Nos compró un par de bolsitas para que probásemos y era real, podías guardar el chicle después de mascarlo que pasadas varias horas, seguía conservando su elasticidad.
Después nos llevó a comer a una auténtica cantina mexicana, muy cerca de las ruinas. También estaba incluida en el presupuesto que nos dio Leandro, con el que compartimos mesa y charla durante la comida. Pedimos cochinita pibil y Hugo unos tacos, todo delicioso, se notaba que era casero.
Al dejar Cobá pasamos con la furgo por 3 poblados mayas, me quedé con muchas ganas de parar y visitar uno, pero íbamos ajustados de tiempo.
Cuando inicialmente hablé con Leandro y concretamos la salida no entraba en nuestros planes visitar otro cenote, ya que supuestamente, el día anterior habríamos visitado 2 y nuestro cupo estaría cubierto.
Pero tras ponerse malo Hugo y la anulación de la visita, no queríamos irnos de Riviera Maya sin haber pisado un cenote, y así se lo hicimos saber a Leandro, y él, súper flexible no dudó un momento en buscar uno por la zona.
Inicialmente íbamos a visitar el Cenote Mariposa, pero tras recorrer un par de kilómetros por un camino de tierra, vimos que había cerca de 4 autobuses en él, por lo que lo desechamos al momento y nos llevó a visitar el GRAN CENOTE.
Lo primero que hay que saber es que este cenote no tiene bar, ni restaurante...por lo que está menos masificado que otros. Está a pie de carretera, lo que le hace muy accesible. Su precio no es barato, creo recordar 500 pesos mexicanos (Hugo menos, porque por altura entró como un niño).
Es súper bonito, con aguas azules, limpias y cristalinas. Hay tortugas y peces, pero me horrorizó ver cómo la gente cogía las tortugas, las sacaba del agua, las perseguía....estas cosas deberían estar más controladas.
Es obligatorio entrar con chaleco, y aunque al principio el agua está fría (en el mes de enero al menos) rápido te acostumbras, y la belleza del lugar hace que te olvides del frío. Es obligatorio entrar duchado, ya que está prohibido entrar con crema solar puesta ni productos en el pelo.
Consta de una parte descubierta, una gruta y una segunda parte semi abierta. Así que yo creo que es muy completo.
Había bastante gente, es verdad, pero las horas a las que fuimos no eran las mejores, pero todo no se puede hacer en el mismo día.
Es un lugar para llevar unos bocadillos y pasar allí unas horas, porque fuera hay duchas, césped...
Recomendable bañarse con escarpines y llevar la cámara.
Fue una visita rápida, que nos encantó, pero a la que, como os decía, nos hubiera gustado dedicarle más tiempo. No queríamos abusar porque aún nos quedaba el SNORKEL CON TORTUGAS EN TULUM, y estábamos ansiosos.
Leandro nos lleva hasta el camino que conduce a Playa Paraíso, en Tulum y allí nos espera un amigo suyo que nos lleva hasta la zona donde nos espera una embarcación.
Subimos 5 personas, lo que hizo de esta parte de la excursión una maravilla, además argentinos, con lo cual pudimos charlar con ellos.
Lo primero que hacen es llevarnos hasta la altura de las ruinas de Tulum que esta mañana hemos visitado para que tengamos otra perspectiva de las mismas desde las aguas azul turquesas.
Y después te dan el equipo de snorkel, te llevan mar adentro y con una guía nos vamos al agua en busca de tortugas.
Llevamos las cámaras pero no pudimos sacar nada, en primer lugar porque al ser mar abierto había corrientes y oleaje, llevábamos a Hugo, del que tuvimos que estar muy pendientes (solo aguantó un rato, luego tuvimos que subirle a la barca) y entre unas cosas y otras no pudimos grabar nada.
Lo disfrutamos a tope: corales, caracolas, estrellas de mar, mantas y mantarrayas, tortugas enoooormes, entre ellas la tortuga carey, que me emocionó verla inmensamente.
Lo que no me gustó fue el final del snorkel, cuando se juntaron muchas barcas y todo el mundo se acercaba a las tortugas, intentando tocarlas de nuevo, y entre las aletas de unos y otros te golpeabas.
Las tortugas nadaban súper rápido y tenías que tener cuidado porque iban directas a ti. Fue un momentazo.
Finalmente regresamos a la barca y a la orilla. Yo bastante mareada, las cosas como son, la próxima vez me tomaré algo antes de hacerlo.
Leandro nos esperaba y en la furgo nos cambiamos y nos pusimos ropa seca. Y como último favor del día le pedimos que nos llevase a algún súper de la zona para comprar algunas cosas para traernos a España y accedió de inmediato. Hugo se quedó con él en la furgo y nosotros entramos al súper a comprar café de Chiapas para regalar, tequila, algunas salsas mexicanas y los famosos takis que le encantan a mi hijo y allí sobra decir la cantidad de variedad que había y a precios muy razonables.
Llegamos al hotel a última hora, maravillados por el día que habíamos pasado, agradecidos a Leandro por sus servicios y su amabilidad y con una gran pena porque en 24h dejaríamos México.
Nos duchamos y hoy nos vamos a cenar a La Gran Tortuga, el restaurante rodicio del hotel donde habíamos reservado.
La cena estuvo muy bien, aunque yo no soy muy de carnes para cenar, pero aún así nos encantó, y las margaritas especialidad del chef estaban de muerte.
Al salir, Hugo tuvo la mejor despedida, un par de mapaches esperaban fuera...los adora...
Terminamos la noche con el padre y el hijo en el club teenager jugando al ping pong y después tomando algo mientras escuchábamos música en directo.
Hicimos las maletas al llegar a la habitación para poder aprovechar el último día hasta el último minuto en Riviera Maya.
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