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Hoy era 30 de diciembre, día en el que cerraban los pocos mercadillos que quedaban abiertos. En concreto eran los de tres pueblos: Obernai, Turkheim y Egusheim.
Comenzamos con Obernai que era el más lejano. Realmente hicimos más km de los necesarios, ya que este pueblo está pegado a Estrasburgo, y aquí fuimos el día 31, pero era la forma de poder visitar los mercadillos.
Obernai fue la primera toma de contacto real con la navidad. Ya pudimos respirar el ambiente, la gente por las calles, los carruseles y los puestecillos. Había dos plazas con puestecillos de navidad y una calle super concurrida con muchísima decoración, donde muchos bares tenían una barra fuera y ofrecían productos típicos de Alsacia: vino caliente, Bretzel, etc.
Queríamos sacarnos el carnet de Alsaciano en la primera, así que aprovechando que solo nos habíamos tomado un café antes de salir, nos compramos un dulce en unos de los puestecillos, y poco después íbamos con el vino caliente y el Bretzel de queso gratinado en la mano. Paseamos tranquilamente, nos paramos en cada esquina, y nos fuimos encantados de Obernai parecía que estábamos en un cuento. Este pueblo requiere una visita obligatoria, tiene muchísimo encanto y está decorado con mucho detalle. Además de la decoración del pueblo en sí, es increíble cómo cada tienda dedica tanto cariño a decorar su fachada!!
Después nos dirigimos a Turkheim. Es un pueblo pequeñito, famoso por su calendario de adviento, pero ya en esas fechas había terminado. Los puestecillos del mercado eran muy pintorescos y esa plaza requiere una visita, pero es un pueblo muy pequeño y lo recorrimos pronto. Seguro que semanas antes tenía mucho más que ofrecer.
Tras pasear un rato, eran ya las 2:30. No teníamos nada de hambre pero sabíamos que se acababan las posibilidades de almorzar ya a esas horas, así que entramos en un sitio muy curioso: era bar, estanco, y sitio de loterías. Se llamaba “Au Rendez-vous de 22h08”. Si se os va la hora de la comida, esto está abierto hasta las 18:00 y aunque no sea el más bonito estéticamente, se come muy bien, pedimos una sopa de calabaza riquísima para compartir, y 2 tartes flambee (que tenía yo antojo desde la noche anterior). No teniamos mucha hambre pero estaba tan rico que no sobró nada!! Si es que comer y rascar….
Cuando terminamos de comer eran las 15:30 y solo nos quedaba por conocer Eguisheim. Teníamos la cena reservada allí y nos parecía demasiado pronto aún para llegar allí ,visto lo rápido que se ven los pueblecitos. Así que decidimos volver un rato a Colmar y disfrutarlo a una hora más concurrida, y con algo de luz.
Si la noche anterior nos había parecido bonito, en ese momento nos fascinó, el atardecer era precioso, el ambiente, las luces comenzando a encenderse cuando comenzaba a oscurecer, estábamos sin palabras, nos hacíamos fotos por todas partes y todos los rincones nos llamaban la atención. Sin duda es de los sitios más bonito que he visitado, cómo cuidan hasta el más mínimo detalle!!!!
Como el mercado de Eguisheim cerraba a las 19:00, a las 17:45 estabamos en el coche de camino para no perdérnoslo.
Al llegar aquí comprendí una cosa, y es que hay pueblos que son más bonitos de día y otros de noche, es difícil cuando haces una ruta tener esto en cuenta, pero a pesar de las expectativas, Eguisheim no fue de los mas bonitos que visitamos. Aparte de los mercadillos había decoración, pero la mayoría no estaba iluminada, por lo que de noche perdía mucho, seguro que de día era mucho más bonito. Lo recorrimos rápido, estaba lloviendo, hacía fresquete y fue el momento de descansar un rato y tomar una cerveza hasta la hora de la cena.
Teníamos reserva a las 21 en el restaurante KAS'FRATZ. Son especialistas en quesos y nosotros adictos a eso, así que no podíamos dejar de pasar la oportunidad!! Había cosas riquísimas, pero siendo solo dos y con el ritmo de papeo que llevábamos, pedimos lo que más llamaba la atención (que ya era grande): un bollo gigante de pan relleno de queso fundido, con unos embutidos aparte para combinar. Nos encantó, aunque no fuimos capaces de acabarlo del todo pero sin duda mereció la pena, además el restaurante era muy bonito, con las paredes de piedra, y fue de los pocos que contestaron a mis mails para hacer una reserva, en general fueron encantadores, lo recomiendo muchísimo!
Tras esto emprendimos la vuelta a Colmar y nos fuimos directos al hotel a descansar y reposar la comilona. Mañana tocaba Estrasburgo
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