NOV 27 D.- LOS MEJORES PAISAJES ESTÁN EN MADA’ IN SALEH. ✏️ Diarios de Viajes de Arabia Saudi

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Madrugamos para ser de los primeros en subir a la zona de desayunos (este hotel lo llevaba incluido), donde pudimos tomar unos huevos duros, aceitunas, fiambre de vaca, queso salado, quesitos, pan y algo de fruta, junto a café (de sobre) con leche caliente. También había las típicas ensaladas y sopas árabes, pero con lo primero tuvimos bastante, pues ya empezaba a llenarse el comedor y queríamos evitar la mucha gente (por prevención COVID).

Poco después de las 8 salíamos camino de Tabuk, de donde nos separaban 420 km y donde podríamos visitar las tumbas Magaher Shuaib y los arcos naturales del desierto de Mahahja.
Antes de la una del mediodía entrábamos en Tabuk, una ciudad también grande (unos 700.000 habitantes, pero destartalada, como todas) y nos encaminamos hacia el estudio que habíamos reservado en Booking para las dos noches siguientes.

Cuando llegamos y pedimos ver la habitación nos dimos cuenta que nos habíamos equivocado de medio a medio. Aquello estaba viejo y muy sucio, al borde de una calle con un tráfico enorme, sin lugar alguno para dejar el coche (aunque como siempre, el anuncio decía que tenía aparcamiento) y con un aspecto repugnante. Le dijimos al recepcionista (indio) si podíamos anular sin cargo en ese mismo momento, accediendo a ello entendiendo perfectamente que dos europeos normalitos no quisieran quedarse en semejante antro.

Esto trastocaba totalmente nuestros planes para Tabuk, pues ahora tocaba buscar alojamiento a pie de calle (recordemos que no teníamos acceso a internet), cosa que hicimos rápidamente. Recorrimos varias avenidas (a cual más fea, pues realmente eran autopistas urbanas) que se supone eran “el centro” de Tabuk, y donde empezamos a preguntar cada vez que veíamos un hotel.

El primero, un bonito “Best Western”, estaba sin terminar. En el segundo, un “Ramada” de 4 estrellas, pregunté y cuando me dijo el encargado que si y que 400 SAR por noche, le pedí ver la habitación, por lo que me llevó en un ascensor viejo-viejo hasta una enorme suite, con saloncito, cocina y baño (pero sin mampara en la ducha), que necesitaba ser pintada con urgencia y cuyos muebles debían ser de cuando hicieron la ciudad; además todo con una capa de polvo y una pátina cutre similar a la del estudio a que habíamos renunciado una hora antes; como me vio la cara de póker, me dijo que le siguiera por otros pasillos enmoquetados y polvorientos hasta un apartamento que estaban preparando, todavía más grande (pero igualmente sin mampara en el baño) si bien con la misma mugre y mobiliario sesentero que el anterior. Cuando le pregunté el precio, y viendo que no las tenía todas conmigo, me ofreció aquella casa tan desagradable por solo 300 SAR por noche (pero sin desayuno).
Viendo que habíamos salido de Málaga para caer en Malagón, le dije que lo consultaría con la otra persona y escapé de allí con cierta premura.

Vista la oferta de la ciudad, empezamos a peinar calle por calle el centro, donde preguntamos en una docena de establecimientos, todos con magníficas fachadas y muchas estrellas en sus carteles. En algunos, las habitaciones (a primera vista, sin profundizar mucho) tenían buen aspecto y parecían limpias, pero no bajaban de 500-700 SAR por noche (unos 140-190€), algo que nos parecía demasiado para una ciudad como ésta. En otros, nos encontrábamos con la misma cochambre del Ramada y por precio similar. Y en otros, ni pasábamos de la recepción.

Al final, revisando la oferta cultural de Tabuk y viendo que ya eran casi las cinco de la tarde (no quedaba ni una hora de sol), optamos por tirar por la calle de en medio y pasar de Tabuk y alrededores, y tomar la carretera hacia Mada’In Saleh (a unos 270 km), ruta donde creíamos, pillaríamos algún pueblo con algún lugar sencillo y limpio donde dormir esta noche.

Eso implicaba renunciar a los arcos naturales de Mahajha, al manantial de Moisés (a 500 km, ida y vuelta, de Tabuk) y a visitar la zona, junto al Mar Rojo, donde ya estaban comenzando a construir The Neom, una faraónica construcción pensada en 2017 por el príncipe heredero Bin Salmán, que cerca de la frontera norte (provincia de Tabuk), creará una ciudad formada por una especie de bloque monolítico único, de 460 km de longitud y 200 m de altura, forrada en cristal, con ecosistemas interiores (incluidas lagunas, embalses y energías renovables), con un tren de alta velocidad que los recorrerá de norte a sur en una hora, y con capacidad para 3 ó 5 millones de habitantes. La primera fase debería estar terminada en 2025 y la totalidad del proyecto en 2030.

Así que salimos en dirección a Mada’In Saleh (al final fue un acierto, porque los más bellos parajes de Arabia están en la zona de Al Ula), parando a echar gasolina y tomar algo, pero sin dar con una sola opción hotelera.

El crepúsculo nos pilló recorriendo una carretera de las más bonitas que vimos en Arabia, lo que ya fue un premio a nuestra renuncia, pero al tiempo, nos adentraba cada vez más en la oscuridad, de tal suerte que cuando alcanzamos la zona de Al Ula, y sin haber dado con un solo lugar donde preguntar por el hospedaje, ya era noche cerrada (cerradísima, pues no había casi luces en el camino) y optamos por encaminarnos al lugar donde teníamos reservada habitación para dentro de … dos noches.

Cuando llegamos al homestay estaba lloviendo. Uno de los residentes nos dijo que estaba todo ocupado, así que optamos por buscar donde dormir. Preguntamos en cuantos hoteles y similares encontramos sin que tuviéramos suerte, pues nos dijeron que estábamos en temporada alta (festivales de invierno) y que no había ni una habitación disponible.

Pasadas las 10 de la noche entramos en una especie de balneario (con un aspecto magnífico) que hay en King Abdulziz Road, donde el chico marroquí encargado de recepción nos confirmó que cero habitaciones (solo había guiris, tenía piscina y nos ofrecieron té y dátiles, todo con mucho nivel; el precio por noche con desayuno rozaba los 1.000SAR), pero viendo nuestra situación realizó un par de llamadas y en la segunda nos encontró una habitación libre en un hotel nuevo (¿) pero que estaba a las afueras de la ciudad, cosa que nos daba igual, pues el objetivo era encontrar estancia para las dos próximas noches. Nos buscó la ruta en google.maps y hacia allá fuimos.

El tráfico seguía siendo endiablado y cuando dábamos la vuelta a la última rotonda antes del hotel (a menos de 400 m), un todo terreno que acababa de entrar en la plaza y que venía detrás de nosotros a una velocidad fortísima, se nos cruzó por delante para tomar una de las salidas, de forma que no nos dio tiempo más que a frenar para evitar un gravísimo accidente. Aun así, chocamos nuestra aleta delantera izquierda con la trasera derecha suya, generando daños en ambas carrocerías, pero sin afectar ni a luces ni ruedas.

Paramos y nos encontramos ante cuatro jóvenes (tan jóvenes que pensé que no tenían ni carné de conducir) que daban gritos y hacían aspavientos intimidándome. Por mi parte, yo me limité a tomar cuantos datos pude del vehículo por si se daba a la fuga, y ante sus gritos, a pedirles que llamaran a policía de tráfico.

Los chicos seguían erre que erre (no hablaban más que árabe) con sus voces y rodeándome, hasta que mi pareja se bajó, y dirigiéndose a ellos les dio dos voces muy fuertes en inglés (casi órdenes) que consiguieron silenciarlos, pues estas gentes no están acostumbradas a que los extranjeros les planten cara y mucho menos a que les conmine una mujer.

Aunque insistían en que si les pagábamos cierta cantidad por los daños “nos podíamos ir” (cosa que no pensábamos hacer), parecieron entender que de allí no nos movíamos hasta que llegara la policía, pues yo necesitaba un informe donde se recogiera que la culpa había sido del conductor del todo terreno para que el seguro de AVIS no me clavara un dineral por la reparación.

Llegaron hasta 4 policías diferentes: el primero, de uniforme, que pasaba por allí con su coche particular llamó al siguiente que tampoco resolvió nada, aunque telefoneó a un tercero, llegando un todo terreno con dos agentes (tampoco hablaban inglés) que insistía en que el golpe no era importante y que si le pagábamos los daños al otro (allí están más que acostumbrados a esto) “todo resuelto”.

Viendo que yo insistía en que levantaran un atestado y que había tomado fotos de su patrullero, terminaron por llamar a un cuarto agente que llegó a la media hora en otro coche patrulla.
Tras nuevas discusiones entre el conductor del Toyota, otros amigos y familiares suyos que habían ido llegando (allí estábamos ya media docena de vehículos con una docena de “intervinientes”), el policía y nosotros, el agente (éste si hablaba un inglés básico) accedió a tomar fotos del escenario (la rotonda, con doble continua en el suelo para evitar precisamente lo que había ocurrido: vengo por dentro y me salgo por donde quiero, pisando la doble raya y golpeando al vehículo que va girando correctamente, es decir nosotros), de los dos vehículos y de la documentación de los dos conductores y de los coches.

Yo pensaba que en su móvil llevaría algún tipo de aplicación que le permitiría redactar el atestado. Inocente de mí. Pasadas las dos de la mañana, el agente me dice, muy amablemente, que ya está, que nos podemos ir todos a casa. Sorprendido le pregunto qué donde está el informe y entonces me dice que al día siguiente, a las 9, pasemos por la jefatura de tráfico, donde nos harán entrega del documento. Como no me fío nada de esta gente, le pido alguna prueba de que se han incoado las primeras diligencias del accidente, y ni corto ni perezoso, me toma la libretilla que siempre llevo en mis viajes, arranca una hoja y se pone a escribir en árabe sobre el capó, dándome a los pocos minutos una especie de “receta de cocina” (eso me pareció a mi) diciéndome que cuando llegue mañana a jefatura le entregue el papelito al guardia de la puerta. Nada convencido, pero como tenemos fotos del coche patrulla (matrícula, número, etc…) y viendo la hora que es, doy por bueno el “papelito”, agradezco al agente su trabajo y damos por terminado el incidente.


A estas horas la reserva del hotel está más que perdida, por lo que regresamos al centro de la ciudad, parando en todos y cada uno de los hoteles y similares que nos vamos encontrando, que en esta zona son más de una veintena, pero sin resultado positivo alguno. Así que, sobrepasadas las 3 de una madrugada templada (unos 17ºC), optamos por aparcar junto al balneario del chico marroquí, donde teníamos wifi y podríamos dar una cabezada hasta el amanecer (no es la primera vez, y seguro que no será la última, que nos toca “dormir” en el coche).

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