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El día lo comenzamos con madrugón y sobre las 3h (11ºC y lluvia), nos dirigimos a recoger a nuestro amigo Alberto que se ofreció a ir con nosotros y llevarse luego nuestro coche desde el aeropuerto de Loiu (Bilbao) donde nuestro vuelo salía las 6h50.
Como ya os he comentado, Lufthansa permite facturar 2 maletas de hasta 23kg. por viajero en esta ruta y dos que yo conozco bien, llevaban una maleta dentro de otra. !Qué miedo dan estas dos hermanas juntas jajaja!
Poco antes de las 6h pasamos el control de pasaportes y accedimos a la zona de embarque. Aprovechamos para desayunar en el Starbucks que acababa de abrir. Unos cafés y unas raciones de tarta. Compramos también agua para el viaje (30,90€).
Nuestro avión ya nos estaba esperando. Un Airbus A321 ¡Nos vamos!
Poco antes de las 6h pasamos el control de pasaportes y accedimos a la zona de embarque. Aprovechamos para desayunar en el Starbucks que acababa de abrir. Unos cafés y unas raciones de tarta. Compramos también agua para el viaje (30,90€).
Nuestro avión ya nos estaba esperando. Un Airbus A321 ¡Nos vamos!
Poco después de dar las 7 despegamos sin incidencias y el avión puso rumbo a Frankfurt. Al ser noche cerrada no tuve oportunidad de sacar ninguna foto de los alrededores del aeropuerto desde el aire que es en lo que me entretengo. Estaríamos sobrevolando Poitiers, tras aproximadamente 45’ en el aire y nos trajeron una especie de refrigerio en forma de botellín de agua y chocolatina. ¡Ay! ¿dónde quedó el sándwich y refresco del 2016 Lufthansa?
Llegando las 9h el avión comenzó a descender y aproximarse a tierra alemana. A los pocos minutos, tomamos tierra en el aeropuerto internacional de Frankfurt. Llovía y la temperatura había bajado hasta los 4°C.
Entre un vuelo y otro teníamos algo más de cuatro horas así que pasamos el rato dando vueltas y viendo pasar el tiempo básicamente. A las 10h45 vimos que ya nos habían asignado puerta de embarque y fuimos acercándonos hasta allí. Desde las cristaleras, nos encontramos de frente con el morro de un enorme Boeing 747-8 esperándonos.
No teníamos claro a qué hora nos darían de comer en el vuelo así que decidimos comer un tentempié, unos pretzel, algo de bebida y unos cafés, todo por el módico precio de aeropuerto de 25,50€. Ante el inconfundible arremolinamiento de gente cerca de la puerta de embarque, nos fuimos acercando porque preferimos entrar más antes que tarde al avión. Cuestión de manías. Pero es que una vez que se llenan los portaequipajes de la parte superior, no nos gusta perder de vista nuestras pertenencias porque en nuestro caso llevamos todo el material de fotografía. Obviamente no porque alguien lo vaya a robar, sino porque no sabes cómo van a tratar la mochila y el viaje es suficientemente largo como para que no estés al tanto todo el trayecto.
La verdad es que nos llevamos una agradable sorpresa cuando llegamos a nuestros sitios. No teníamos a nadie por delante nuestro. Generalmente estas filas están reservadas para familias con bebés porque es donde tienen habilitado el sitio para poner las cunas portátiles. Pero en esta ocasión no habría familias porque ya os decimos, que nos los asignaron a nosotros. Y para un viaje de 13 horas poder ir con las piernas estiradas, no tiene precio. (Bueno, sí lo tiene y todos sabemos que hablamos de first class). Con un pequeño retraso de 15’ nos comenzamos a mover para enfilar la pista de despegue, sobre las 13h45.
De antemano sabíamos que no podíamos ir por la ruta habitual que cruza el espacio aéreo ruso y teníamos curiosidad por saber qué ruta haríamos. Con el GPS del teléfono pudimos conocer cuál es el nuevo corredor aéreo entre Europa y Asía. Al menos partiendo desde Alemania. Aquí lo podéis ver con un poco de detalle:
Como nos dirigimos hacia el este, no pudimos disfrutar mucho del paisaje porque se dieron las circunstancias de estar completamente nublado y que enseguida nos alcanzó la oscuridad de la noche.
A las 16h (mientras sobrevolábamos el Mar Negro) nos trajeron la comida. De menú tuvimos: rico pollo al curry con arroz con un poco de ensalada y postre.
Del vuelo, poco se puede contar al hacerlo completamente de noche. Cada uno se las apañó como pudo. Leyendo, viendo películas, dormitando, paseíto al baño, estiramientos, charla por señas con bebés, cogiendo algo de comida y agua que dejan preparado para que cada uno se sirva cuando lo necesite o le apetezca...
A las 16h (mientras sobrevolábamos el Mar Negro) nos trajeron la comida. De menú tuvimos: rico pollo al curry con arroz con un poco de ensalada y postre.
Del vuelo, poco se puede contar al hacerlo completamente de noche. Cada uno se las apañó como pudo. Leyendo, viendo películas, dormitando, paseíto al baño, estiramientos, charla por señas con bebés, cogiendo algo de comida y agua que dejan preparado para que cada uno se sirva cuando lo necesite o le apetezca...
Y llegó el día y la luz. Pudimos ver entonces la isla de Okinoshima que nos anunciaba que el destino ya estaba muy cercano. Y a las 9h, hora de Japón (1h de la madrugada para nuestra cabeza) nos trajeron el desayuno (foto de arriba/derecha).
Al poco el comandante ya nos anunció por megafonía que íbamos a empezar la maniobra de aproximación al aeropuerto de Tokio-Haneda. En alguna de las fotos que pudimos sacar está la Tokyo SkyTree (no teníamos pensado ir a verla porque ya la vimos en el viaje anterior así que nos gustó verla desde el aire).
Al poco el comandante ya nos anunció por megafonía que íbamos a empezar la maniobra de aproximación al aeropuerto de Tokio-Haneda. En alguna de las fotos que pudimos sacar está la Tokyo SkyTree (no teníamos pensado ir a verla porque ya la vimos en el viaje anterior así que nos gustó verla desde el aire).
A las 10h15 (2h15 hora española) tocamos suelo japonés. Se agradeció un aterrizaje tan suave porque después de trece horas de viaje, solo estás pensando en llegar, pisar tierra y lo que no quieres son sobresaltos. Estaba nublado pero el sol hacía sus pinitos entre las nubes.
Nada más salir del avión, personal del aeropuerto estaba esperando a los viajeros para preguntarnos sí teníamos hecho el trámite del COVID a través de la aplicación oficial. En nuestro caso, yo sí que lo puede tramitar hasta el final, pero Anna y Raquel, les daba error cuando subían la foto del pasaporte y lo llevaban sin completar totalmente. Aquí vino el despiste de encender los móviles sin caer en la cuenta de que habíamos dejado habilitados los datos móviles y posterior sableada …. en fin, conectados ya a la wifi del aeropuerto, ellas pudieron completar el trámite que les faltaba. Pasar por los controles fue un trámite sencillo y rápido, coser y cantar.
Localizadas y recogidas las maletas, lo siguiente fue localizar el local donde teníamos que recoger el Pocket Wifi. Para ponerlo en marcha no tuvimos ningún problema y en menos de dos minutos ya teníamos nuestra propia conexión a internet.
¿Os suena el chico que aparece en la foto? Sí sois aficionados al patinaje sobre hielo estamos seguros que sí porque es uno de los mejores patinadores de todos los tiempos. Es Yuzuru Hanyū. No podemos decir otra cosa porque es uno de nuestros ídolos. Amigo de Javier Fernández, nuestro mejor patinador. Y en Japón es una auténtica estrella. Sí no le conocéis, estáis tardando jaja … os dejamos este vídeo por sí os apetece verle en acción. Ya nos diréis qué os parece.
¿Os suena el chico que aparece en la foto? Sí sois aficionados al patinaje sobre hielo estamos seguros que sí porque es uno de los mejores patinadores de todos los tiempos. Es Yuzuru Hanyū. No podemos decir otra cosa porque es uno de nuestros ídolos. Amigo de Javier Fernández, nuestro mejor patinador. Y en Japón es una auténtica estrella. Sí no le conocéis, estáis tardando jaja … os dejamos este vídeo por sí os apetece verle en acción. Ya nos diréis qué os parece.
Casi ya era mediodía y aún no habíamos abandonado el aeropuerto. Para ir al centro de la ciudad cogimos el monorraíl que une el Haneda con el centro (estación de Hamamatsucho) en apenas 20 minutos. Aunque el monorraíl está incluido en la JRPASS, al no tenerla activada aún, tuvimos que pagar el billete normal (¥500 por persona, unos 3,5€). Desde allí cambiamos a la Yamanote Line para llegar a Yotsuya. Desde la estación hasta nuestro hotel, teníamos aprox. 1 km. (15 minutos andando). El cielo seguía cubierto, pero la temperatura era más que agradable para estar casi en diciembre, 21°C.
Aproximadamente a las 14h llegamos a la recepción del hotel y nos dijeron que teníamos que esperar un poco para hacer el check-in. Sin las maletas, buscamos un restaurante en los alrededores para comer. Y nada mejor que un bol de ramen calentito para ir tomando un primer contacto con la gastronomía local. El precio para tres personas fue de ¥2640 (unos 18€).
Al terminar de comer volvimos al hotel para poder hacer el check-in. Nos dieron una habitación con tres camas amplias y una zona de entrada junto al baño donde dejar las maletas y trastos varios. La ventana daba a una calle principal con bastante tráfico, pero no tuvimos problemas de ruido. Buena insonorización y piso alto.
En el primer día sólo habíamos planificado una visita nocturna a los jardines Rikugien, pero pensamos que teníamos un poco de tiempo extra e intentamos aprovecharlo haciendo una visita a otros jardines, los de Furukawa. No tuvimos en cuenta la cuestión del horario y cuando llegamos a la puerta solamente quedaban 15’ para el cierre por lo que decidimos dejar la visita pendiente para otro momento.
Mientras desandábamos el camino comenzó a llover y no tuvimos otra que comprar un par de paraguas en un konbini (tienda de 24h) que encontramos (Ya contábamos con la alta posibilidad de tener que hacerlo y ambos están ahora en nuestro paragüero de casa). Aprovechamos para coger unos cafés. Total gastado ¥2368/16,10€.
Habíamos leído de antemano que el aforo para entrar a los Jardines Rikugien era limitado, así que reservamos las entradas a través del móvil (¥3176/21,60€). A continuación, os ponemos algunos detalles de los jardines sacados de su web. Se abrió al público en octubre de 1938 y cuenta con una zona ajardinada de 87 km². Entre otras especies se pueden ver pinos, arces, cornejos, cerezos llorones y flores como la azalea y la hortensia.
Mientras desandábamos el camino comenzó a llover y no tuvimos otra que comprar un par de paraguas en un konbini (tienda de 24h) que encontramos (Ya contábamos con la alta posibilidad de tener que hacerlo y ambos están ahora en nuestro paragüero de casa). Aprovechamos para coger unos cafés. Total gastado ¥2368/16,10€.
Habíamos leído de antemano que el aforo para entrar a los Jardines Rikugien era limitado, así que reservamos las entradas a través del móvil (¥3176/21,60€). A continuación, os ponemos algunos detalles de los jardines sacados de su web. Se abrió al público en octubre de 1938 y cuenta con una zona ajardinada de 87 km². Entre otras especies se pueden ver pinos, arces, cornejos, cerezos llorones y flores como la azalea y la hortensia.
Es el primer jardín que visitamos y el primero también que veíamos iluminado. Solo podemos decir que nos encantó. La luz estratégicamente situada y estudiada para acentuar los colores, nos dejó boquiabiertos en algunos de los escenarios. La visita no es guiada pero las zonas están delimitadas y había personal para indicarte en todo momento la ruta. La mezcla de colores resulta una explosión otoñal que llena tu retina de luces ocres, rojos y verdes. Juzgar vosotros mismos.
Sobre la mitad del recorrido, en la zona del puente (muy muy fotogénico) tuvimos que hacer una pequeña parada porque empezó a llover con ganas durante algunos minutos, pero pudimos ponernos a resguardo debajo de una especie de espacio de descanso con tejado.
Después de hora y media pusimos fin a la visita y nos fuimos camino del hotel. Nos vimos en la obligación de hacer una parada inexcusable en la estación de Shinjuku porque al día siguiente estábamos de cumple y era de recibo celebrarlo con tarta incluso estando lejos de casa.
Como cerca del hotel había un Family Mart, aprovechamos para comprar la cena y los cafés para el día siguiente.
Este puede ser un buen momento para hablar de las tiendas 24h o konbini (denominación japonesa y que realmente son muy convenientes porque están abiertas a cualquier hora y tienen un poco de todo lo que puedas necesitar). Las más conocidas son Family Mart, 7Eleven y Lawson. Prácticamente te encontrarás con una de cada cadena en cualquier calle y a pocos metros unas de las otras. Por nada en concreto, la verdad, nos hemos dado cuenta de que las que más frecuentamos fueron las dos primeras.
Y como hacemos en cada uno de nuestros viajes, llegados a este punto tras cenar, cada uno se pone a sus asuntos. En mi caso, descarga de fotos, copia de seguridad y subir alguna foto a redes para dar señales de vida.
Y sin darnos cuenta, estábamos a punto de llegar a la medianoche. Raquel y yo teníamos pactado hacernos los dormidos antes de llegar al día 30 y ser lo primerísimos en felicitar a Anna. Esta vez iba a resultarnos especialmente fácil porque teníamos 8 horas de ventaja con respecto a España. Además, habíamos traído algún que otro regalito escondido en la maleta así que una que yo me sé, se fue contenta a dormir. Que entre el viaje, el cambio horario y el tema del cumple, llevábamos 36 horas despiertos.
Y sin darnos cuenta, estábamos a punto de llegar a la medianoche. Raquel y yo teníamos pactado hacernos los dormidos antes de llegar al día 30 y ser lo primerísimos en felicitar a Anna. Esta vez iba a resultarnos especialmente fácil porque teníamos 8 horas de ventaja con respecto a España. Además, habíamos traído algún que otro regalito escondido en la maleta así que una que yo me sé, se fue contenta a dormir. Que entre el viaje, el cambio horario y el tema del cumple, llevábamos 36 horas despiertos.
*** final del día 1 ***
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