Partimos desde Bikaner hacia
Jaisalmer, la ciudad dorada ubicada en pleno desierto indio.
Solo iniciar el trayecto, hicimos una parada en una "tienda-comisión" a las afueras de Bikaner, donde compramos nuestro primer recuerdo del viaje. A pesar de que no queríamos comprar nada, al final terminamos llevándonos un bonito cuadro de Krishna y Rama, los dioses del amor, por 2000 rupias indias, después de ver una demostración de pintura en miniatura con un pincel hecho de pelo de ardilla. Aunque habíamos caído en la trampa, no podíamos evitar sentirnos un poco orgullosos de nuestra adquisición.
Una vez en Jaisalmer, nuestro conductor Dashrath nos llevó a conocer a Mahendra, donde nos ofreció una cena para esa noche en el desierto, la cual declinamos ya que habíamos tenido una experiencia similar durante un viaje anterior a Marruecos. Luego fuimos al restaurante "The Golden Fort" donde comimos bien y probamos algunos platos locales con un nivel de picante que era soportable para nuestro paladar. Las comidas en Jaisalmer siempre las hicimos en este restaurante, excepto la cena de la segunda noche, que la disfrutamos en la terraza de nuestro hotel.
Al terminar de comer, nuestro conductor Dashrath nos ofreció un masaje ayurvédico, y decidimos aceptar la oferta. Así que nos llevó a una casa donde una amable chica india nos ofreció té masala y una carta de precios con diferentes tipos de masajes. Miquel se hizo un masaje completo de cuerpo y cabeza, mientras que yo opté por un masaje corporal básico. Sin embargo, nuestra experiencia con el masaje ayurvédico no cumplió nuestras expectativas. No sentimos que las masajistas fueran muy profesionales, y la única diferencia con un masaje corporal común fue que nos untaron aceite por todo el cuerpo. Pagamos 4500 rupias por los dos masajes, pero en retrospectiva, probablemente no lo volveríamos a hacer.
Con la decepción del masaje a un lado, fuimos a los
cenotafios Bada Bagh para disfrutar del atardecer. A pesar de que el sol decidió esconderse detrás de las nubes, el lugar tenía una atmósfera mágica y única. Hicimos algunas fotos impresionantes que nos recordarán este momento para siempre.
Después de regresar al restaurante The Golden Fort para cenar, nos retiramos al hotel para descansar. Al día siguiente, teníamos la excursión por el desierto, así que necesitábamos recargar energías y descansar bien.
En resumen, aunque el masaje ayurvédico no fue lo que esperábamos, la belleza del desierto indio compensó cualquier inconveniente. El viaje sigue siendo una experiencia inolvidable.