El Castillo de Liubliana.
Se trata de uno de los lugares, en teoría, imprescindibles en Liubliana, aunque solo sea para disfrutar de las vistas fantásticas que se tienen desde su posición privilegiada, a 376 metros de altitud (ochenta por encima del nivel medio de la ciudad) en medio del valle del río Ljubljanica. Se puede acceder caminando a través de senderos arbolados o mediante un funicular, cuya estación se halla muy cerca del Puente de los Dragones. Nosotras decidimos subir en el funicular y bajar a pie. La entrada combinada del funicular (solo subida) y de las dependencias del castillo para jubilados nos costó unos 13 euros (no recuerdo el pico). Si se va a pie y solo se quiere pasear por el patio para contemplar las vistas desde el muro, creo que es gratis, aunque no estoy segura. También es posible llegar en coche al castillo, donde hay un aparcamiento de pago.
Su origen se remonta al siglo XII, cuando se levantó una fortaleza en piedra para sustituir a un edificio anterior de madera, si bien la mayor parte de lo que queda actualmente fue construido o reconstruido entre los siglos XVI y XIX.
Un puente del siglo XVII conduce al interior, donde destaca un patio, rodeado por diversas dependencias, a las que se accede escaneando el código de la entrada. Se pueden visitar la Torre de los Tiradores, la Muralla de Defensa (convertida en una estupenda terraza panorámica), la prisión, la Casamata, la Torre de Erasmo, la Capilla de San Jorge (restaurada en estilo barroco a finales del siglo XVIII), la Galería, la Cisterna, la Sala de Armas, la Torre Pentagonal… Se trata de espacios preparados en plan museo sobre la historia del castillo y la ciudad.
De todas formas, lo mejor, en mi opinión, son las vistas. Si ya desde la terraza de la muralla se disfruta de un paisaje estupendo, la Torre Panorámica representa la guinda del pastel. Procede de una torre de vigilancia contra incendios levantada en el siglo XIX en lugar de otra defensiva anterior que se derrumbó. Para llegar a lo alto, hay que subir una escalera doble en espiral, en los cuales está grabado (cómo no) el famoso dragón. Son muchos escalones, no recuerdo cuántos, aunque no me resultaron incómodos.
Arriba, al aire libre, el panorama es fantástico. Aunque había nubes y soplaba el viento, tras la tormenta, apareció el sol, y la vista, en 360 grados, alcanzaba toda la ciudad, los campos circundantes y las montañas, algunas de cuyas cumbres presentaban rastros de nieve. Me imagino este lugar en pleno invierno, en un día claro… Debe ser impresionante.
Bajamos caminando por uno de los muchos senderos que circundan el castillo, atravesando el bosque de la colina donde se asienta. Ruta empinada y más larga de lo que nos imaginábamos, pero resultó bastante agradable teniendo en cuenta que había dejado de llover; si no, creo que no lo hubiese sido tanto. Volvimos a pasar junto a la Fuente de Hércules y llegamos al río cruzando un estrecho callejón donde pudimos ver una curiosísima fuente en forma de mano. Luego, después de dar otra vuelta por el centro, nos dirigimos hacia el rascacielos Neboticnik. Bueno, rascacielos… En fin, se le puede catalogar así en Liubliana, que no cuenta con edificios muy altos, aunque en realidad son solo once o doce pisos.
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Se sube en ascensor y es gratis. Los miradores están en las dos últimas plantas, en la inferior hay un restaurante cubierto y en la de más arriba, una cafetería con terraza. Las panorámicas son magníficas en todas direcciones, pero sobre todo hacia el castillo. La temperatura era buena, así que me senté con mi amiga y otras dos compañeras del grupo en una mesa libre que vimos en el exterior. Pedimos unos capuchinos (tres euros cada uno) y pasamos un rato estupendo allí, en la mejor ubicación, con el castillo de frente. En los días siguientes, las cuatro nos juntamos para hacer algunas otras cosillas por nuestra cuenta.
Al salir, teníamos pensado acercarnos a Metelkova, la zona de los grafitis, pero estaba un poco lejos, ya era tarde, estábamos cansadas y el cielo amenazaba con lluvia otra vez. Así que nos conformamos con los que vimos en una calle cuyo nombre no recuerdo. Volvimos al hotel en un taxi, que nos costó 19 euros a repartir entre cuatro.
Nos gustó Liubliana. Es una ciudad muy bonita y agradable, que se puede recorrer tranquilamente en una jornada si no se tiene pensado visitar museos.