El objetivo después de El Reventador era visitar la zona de Mindo. Cerca de la zona de Mindo se encuentra la reserva de Maquipucuna. Maquipucuna es parte de la región de bosque nublado de los Andes. Está situada en el corredor biológico del Chocó-Andino, donde también se ubica Mindo-Nambillo, el parque nacional Cayambe Coca, grandes extensiones de fincas privadas y territorios indígenas conectando hasta Colombia. Conforma uno de los puntos calientes de biodiversidad del mundo. Esta zona es famosa principalmente por la variedad de aves, pero uno de los puntos más interesantes, y no muy conocidos, es que es una zona de paso del elusivo oso de anteojos. El oso de anteojos es la única especie de oso que hay en América del Sur. Es bastante difícil de encontrar ya que habita en grandes extensiones de páramo de alta montaña bajando a bosque nublado de forma puntual. En el bosque nublado de Maquipucuna desde 2008 se observan con frecuencia osos de anteojos que bajan al bosque a comerse las frutas de un árbol que llaman aguacatillo. Esto solo pasa cuando el aguacatillo está maduro y suele ser en los meses de septiembre a diciembre. No hay una fecha exacta y depende de muchos factores. Cuando llegué a Ecuador contacté por Instagram con los de la reserva y me comentaron que ya se están observando osos, así que decidí cambiar Mindo por Maquipucuna.
Para llegar a Maquipucuna me costó levantarme a las 4:30 para ir a la estación y pillar un Uber. Jenny incluso se levantó para despedirse de mí, un amor de mujer. Llegué a la estación a las 5:15. La verdad que el ambiente no mola. Se percibe inseguridad y se nota que la gente la siente. Aquí en Ecuador es quizá donde más claro estoy viendo esa inseguridad. En Chile, Perú, Argentina, México o Bolivia no lo vi en ningún lugar como aquí. Se nota en los comentarios de la gente, en cómo lleva cada uno sus cosas, en las advertencias que me lanzan desconocidos por la calle, etc. Yo, pecando de prudente, en cuanto bajé del Uber me metí en la estación directo a por el primer policía que había; el hombre me acompañó a comprar el billete y luego me llevó hasta el bus que me tocaba y le faltó meterme dentro de la mano, el turismo lo cuida, no se puede decir otra cosa.
A las 5:45 salió el bus hacia Nanegalito. Una hora y media con el reguetón a todo lo que da. En Nanegalito me esperaba Ángel, el hombre que me lleva a la reserva de Maquipucuna y con quien apalabré previamente. Llegar a Maquipucuna en bus público es posible, pero los horarios de los buses están muy descuadrados y un último tramo que habría que andar 13 kilómetros o hacer dedo. Sale a cuenta contratar el transfer desde Nanegalito.
La reserva de Maquipucuna la lleva una pareja de ecuatorianos que hace 40 años compraron 6000 hectáreas de campo, aledaño a bosque primario, y decidieron restaurarlo. El resultado es un bosque secundario espectacularmente restaurado, prueba de ello es que se ha convertido en zona de paso habitual del oso de anteojos desde 2008, con una diversidad de aves récord. Nada más llegar a la reserva se nota el gusto con lo que está hecho. Todo precioso, con bebederos de colibríes alimentándose a medio metro de ti mientras te tomas el café. Precioso.
Ni tiempo me dio en tomarme el café cuando me dijeron que saliéramos ya a ver al oso. Aquí lo tienen organizado algo parecido a Uganda con los gorilas. Tienen unos chavales que a primera hora se levantan a rastrear y comunican a los guías dónde se encuentran los osos. Íbamos dos grupos: yo con dos ingleses y un chileno, y un grupo de 6 argentinos. No llevábamos ni media hora cuando el guía encontró una hembra de oso en lo alto de un árbol. Nos acercamos hasta el árbol y pudimos disfrutar del oso a placer. Comió, meó, descansó, comió y finalmente se bajó con sumo cuidado del árbol y adiós. El guía nos dijo que tuvimos suerte porque a menudo se tarda mucho más en encontrarlo. En ocasiones ni eso.
El resto de la ruta fueron 4 horas recorriendo el bosque y haciendo paradas. Vimos varias aves pero ningún otro oso. Así que sí, menos mal que lo vimos al principio. Finalizada la ruta, comimos bastante bien. Después de comer fui a poner la tienda. Uno puede alojarse en las cabañas, pero son bastante caras, así que la opción de acampar resulta bastante económica. Un buen hombre del alojamiento me ayudó a buscar piquetas para prevenir el desastre que viví con las piquetas en El Reventador. El tío buscó una varilla, sacó una radial, unas tenazas y me hizo 6 piquetas perfectas. Se vino conmigo a poner la tienda y se partía de risa al ver lo pequeña que era.
Por la tarde me dediqué a recorrer un par de senderos de libre recorrido que pasan por el río y una cascada. Un acierto absoluto el sitio. Me quedo dos días y es para quedarse más. Por la noche solo quedamos tres turistas. Cenamos juntos y el dueño se sienta a mi lado y ya está, nuevo amigo. La nueva Jenny. Me contó su vida en verso, cómo empezó y lo que hay ahora. El hombre además se interesó por mí y por el viaje. Muy agradable.
Ya anochecido, me volví a la tienda para poner al día el blog y poco más. Mañana más pajaritos y, con suerte, otro oso.
