En algún sitio he leído que Koper es la ciudad de la costa eslovena con más personalidad. No sé muy bien qué significa esto, quizás se refiere a que su origen es muy antiguo, pues se remonta al año 1500 a.C.; o que ha conocido un sinfín de civilizaciones que dejaron su huella. En cualquier caso, se la suele definir como de esencia romana, vocación medieval y reminiscencia veneciana. Antes de las obras que la unieron a tierra firme en 1825, era una isla bautizada por los romanos con el nombre de Capris o Isla de las Cabras.
Plano turístico municipal.
En el siglo VI, pasó a llamarse Justinópolis en honor del emperador bizantino Justiniano II y posteriormente recibió la denominación italiana de Capodistria (capital de Istria), que todavía conserva en ese idioma. Tras diversas vicisitudes, en 1279 pasó a formar parte de la República de Venecia y vivió su máximo apogeo económico entre los siglos XV y XVII gracias a las salinas y al comercio de cereales. Después, su historia fue similar a la de sus vecinas.
Bajo un sol de justicia y con bastante calor, nos aprestamos a conocer un poquito de esta ciudad, que actualmente cuenta con unos 25.000 habitantes, muchos de los cuales, por razones obvias, hablan italiano además de esloveno. Las visitas turísticas de Koper suelen empezar en la Puerta Muda (Vrata Muda), la única que sobrevive de las doce que llegaron a abrirse en la muralla defensiva construida por los venecianos en 1516. Justo enfrente, un puente conectaba la ciudad con el continente cuando todavía era una isla.
Al cruzar la puerta, se accede a la Plaza Preseren, en cuyo suelo se ha colocado una maqueta en bronce de cómo era la ciudad en 1619. A la entrada, se encuentra la Iglesia católica de San Basso, del siglo XVI, reconstruida en el XVIII. Su interior, de una sola nave, es barroco, y conserva un crucifijo románico del siglo XII en madera policromada.
Más adelante, nos topamos con la pintoresca Fuente del Puente, construida para paliar los problemas de suministro de agua de la ciudad. Data de 1666, tiene forma de puente rodeado por quince pilastras, cada una con el escudo de armas de las familias nobles que aportaron fondos para su construcción.
Continuamos después por diversas callejuelas con atractivas casas con fachadas pintadas de colores; la que más me gustó fue una de color rojo con un precioso balcón en la parte superior. En pocos minutos, llegamos a la calle de los Zapateros (Cevljarsja Ulica), peatonal y flanqueada por antiguos palacios de los siglos XVI a XVIII y de estilos gótico, renacentista y barroco.
Al fondo, la estampa del campanario de la Catedral de la Asunción nos insinuó que estábamos muy cerca de la Plaza de Tito, la más importante de la ciudad desde el punto de vista histórico y monumental. A lo largo del tiempo ha tenido diferentes nombres y recibió el actual en 1946 para mayor gloria del mariscal Tito, quien fue presidente de la desaparecida Yugoslavia. Se trata de uno de los pocos espacios públicos significativos del país que conserva su antigua denominación socialista.
A su alrededor se encuentran varios edificios emblemáticos, siendo el más destacado el Palacio Pretoriano, que data del siglo XIII, aunque su aspecto actual se debe a una reforma del siglo XV. Sede en tiempos de los gobernantes venecianos, ahora en la planta baja se hallan la Oficina de Turismo y una antigua farmacia mientras que en la planta principal hay dependencias municipales con salones de eventos y donde también se celebran bodas. Está coronado por unas almenas dentadas de 1664 y en su centro aparece la estatua de la Justicia con la espada y la balanza y, debajo, el León de San Marcos. De estilo gótico veneciano con toques renacentistas, en su fachada lleva incrustados los bustos y los escudos de armas de personajes y familias ilustres de la ciudad.
En ángulo recto con el Palacio Pretoriano, se encuentra el Palacio de la Armería y de la Foresteria. Construidos como edificios independientes en los siglos XV y XVI, fueron conectados en el XVII. El Palacio de la Armería se utilizó como depósito de armas en la época veneciana, después pasó a ser casa de empeños y allí se instaló el Ayuntamiento en 1871. El Palacio de la Foresteria cuenta con un portal renacentista y se utilizó para albergar a los invitados insignes. Se apreciaba mejor desde lo alto del campanario de la Catedral.
En la zona norte de la plaza, se halla el Palacio de la Logia, de 1492, aunque su aspecto actual data del siglo XVII. Se trata de la única logia urbana que se conserva en Eslovenia. Cuenta con esbeltos pilares de piedra que sostienen arcos apuntados góticos venecianos. En una de sus esquinas hay una Virgen con el Niño esculpida en terracota en 1555 para recordar la epidemia de peste que asoló la ciudad en 1554. En sus soportales solían reunirse pensadores, políticos y literatos para intercambiar ideas. A mediados del siglo XIX, allí se abrió una cafetería, muy famosa entre personajes ilustres, considerada hoy en día la más antigua del país.
La Logia vista desde lo alto del campanario de la Catedral.
A todo esto, llevábamos sin exagerar cerca de una hora escuchando las profusas explicaciones del guía local, que nos explicaba la historia del lugar año por año y detallando hasta la última piedra. Menos mal que la gran bancada de piedra que ocupa una parte de la plaza estaba a la sombra y, además, corría una ligera y agradable brisa lo que nos permitió permanecer cómodamente sentados y sin achicharrarnos mientras escuchábamos o… lo intentábamos. Sin embargo, el asunto se alargó tanto que empecé a aburrirme, pedí interés y terminé por desconectar. Me levanté y empecé a curiosear por las esquinas de la plaza, si bien gracias al pinganillo no se notó demasiado mi ausencia y me fui alejando discretamente del grupo hasta que llegué a la puerta de la Catedral, cuyo acceso es libre y gratuito. No había nadie dentro, así que me moví a mis anchas por el interior, ya que estuve sola todo el rato.
Sus orígenes se remontan al siglo VI, época en que San Nazario, hoy patrón de Koper, era obispo de la ciudad. Tras ser erigidos varios templos en este lugar, los cimientos del actual (el quinto o el sexto según las versiones) datan del siglo XI. De estilo románico en principio, su fachada pasó a ser gótica tras las reformas del siglo XIV y se le añadieron elementos renacentistas lombardos en 1488, aunque no adquirió su tamaño y forma definitivos hasta principios del siglo XVIII, cuando fue remodelada en estilo barroco veneciano. Con 70 metros de largo por 25 de ancho, es una de las iglesias más grandes de Eslovenia.
En sus tres naves separadas por grandes columnas y rematadas cada una por un ábside, conserva varios altares del siglo XVII con retablos de destacados pintores venecianos. Destacan el Altar de la Piedad, del siglo XV, que contiene una pintura de Carpaccio de 1516, y el Altar Mayor, de 1788 y obra de Gaspar Albertini. Cuenta con un trono de 1730 que fue utilizado por el Papa Juan Pablo II en su visita de 1996, mientras que el sarcófago de mármol que contiene las reliquias de San Nazario fue donado a Koper por la República Veneciana en 1350. En resumen: me cundió mucho la visita.
Al salir, volví a fijarme en el Campanario, al que antes había estado un buen rato echándole el ojo mientras estuve sentada en el exterior, casi enfrente. Se trata de una torre de piedra de estilo románico, construida en el siglo XII y utilizada en principio con fines defensivos. Reconstruida en el siglo XV, en 1460 se le colocó el reloj que luce ahora y en 1488 quedó adosada a la Catedral con funciones de campanario. Su aspecto actual se debe a una remodelación llevada a cabo a mediados del siglo XVII.
Tiene una altura de 54 metros y en lo alto se encuentra la Campana de San Nazario, fundida en 1333 y que está considerada la campana más antigua de Eslovenia en funcionamiento. Comprobé que se podía subir y, tras avisar a mi amiga para que, si era necesario, le dijese al guía que no me esperase, fui a comprar la entrada a la Oficina de Turismo, desde donde una empleada me acompañó para abrirme la contundente puerta de la Torre. Luego, se marchó y me dejó sola, allí dentro, tras mostrarme el botoncito que debía apretar para salir al terminar la visita. Cuando cerró tras de sí, resonó un eco tan profundo que me dio cierta cosa quedarme sola dentro, la verdad. Bueno, allí no me iban a dejar…
Después de subir 204 escalones, llegué a la sala de las campanas, a 43 metros de altura, desde donde pude divisar unas vistas espléndidas de toda la ciudad, así como del puerto y la Bahía de Koper, una pequeña porción del Golfo de Trieste que representa la parte más septentrional del mar Adriático. Bajo mis pies, en la plaza, pude distinguir a los compañeros todavía sentados, escuchando muy interesados las explicaciones del guía. O eso parecía.
Cuando bajé, el grupo estaba dentro de la Catedral, aunque ya no volví a reunirme con ellos. Seguí por el Palacio Diocesano hasta el Ayuntamiento Nuevo. Muy cerca están los muelles y el puerto, así como los antiguos bastiones. Más tarde, de nuevo con mi amiga y ya por nuestra cuenta, recorrimos otra de las calles destacadas, Kidriceva Ulica.
Paseando junto a iglesias, casas señoriales y antiguos palacios, algunos convertidos en galerías o museos, llegamos a la que los lugareños llaman la Plaza del Puerto, aunque su nombre oficial es Trg. Carpaccio, en honor al famoso pintor veneciano, quien residió en este lugar, en una casa barroca del siglo XIV que fue reformada en el siglo XX.
Aquí también se encuentran la Columna de Santa Justina, de 1572, construida para conmemorar la victoria en la Batalla de Lepanto sobre los otomanos, y una fuente de mediados del siglo XV, colocada allí en 1935 procedente de Venecia. Cerrando la plaza, frente al mar, está la “Taverna”, un edificio con arcos, antiguamente incrustado en las murallas, donde en el siglo XVII se almacenaba la sal.
Luego seguimos dando vueltas por Koper, pero lo más importante es lo que ya he contado. Como resumen, creo que esta ciudad tiene lugares interesantes que merece la pena conocer -sobre todo la Plaza de Tito-, aunque ni mucho menos le vi el encanto de Piran.