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Nuestro tercer y último tour en Tailandia fue la excursión de un día desde Bangkok para ver las cascadas de Erawan, con una parada en el río Kwai.
El Parque Erawan se encuentra al oeste de Bangkok, a unos 200 kilómetros de distancia, y se precisan unas tres horas para llegar, principalmente por los grandes atascos que hay en Bangkok y sus alrededores.
Hacíamos el tour solos y, muy temprano por la mañana, nos recogió en nuestro hotel el conductor que, como ya era costumbre, sólo hablaba tailandés, y nos llevó hasta la ciudad de Kanchanaburi, donde recogimos a la guía que nos iba a acompañar en las visitas.
Tuvimos la suerte de tener una guía muy simpática que hablaba un inglés perfectamente comprensible para nosotros, así que durante toda la jornada pudimos hablar de temas variados y conocer más de la vida y costumbres del país.
Muy cerca de donde la recogimos, nos desviamos algo de la ruta para acercarnos al río Kwai y ver el famoso puente construido durante la Segunda Guerra Mundial por los japoneses, utilizando presos como mano de obra esclava.
Dimos un paseo por el puente, donde la guía nos contó la conocida historia de su construcción y otra, que desconocíamos: que la película que lo hizo mundialmente famoso no se rodó aquí, sino en Ceilán (hoy Sri Lanka).
El puente sigue teniendo un uso ferroviario, además del turístico, de tal manera que si viene el tren mientras das el paseo, hay que apartarse a unas plataformas hasta que pasa. En el rato que estuvimos nosotros no pasó ninguno.
Después de dejar Kanchanaburi, tomamos la carretera para Erawan, que ya discurre por una parte más montañosa y con bosque selvático.
El Parque Erawan es visitado muy mayoritariamente por sus cascadas y dispone de una zona de acampada usada por el turismo nacional. Cuando hicimos la reserva de la excursión, nos recomendaron evitar el fin de semana, porque la afluencia es aún mucho mayor.
Era día entre semana, pero la zona de parking, accesos y restaurante estaba más que concurrida. Esperamos en el Parking a que la guía viniera con las entradas y accedimos al interior del parque.
Al entrar hay un letrero, con el itinerario de las siete cascadas, con la distancia entre ellas, su nombre y una fotografía de cada una, que recuerda a los menús de sus restaurantes, donde va la foto del plato, su nombre y el precio.
Teníamos la opción de usar una consigna para dejar las pertenencias y unos vestuarios donde cambiarte, porque en algunas de las cascadas está permitido el baño. Hecho todo esto, con bañador, chanclas y cámara de fotos, nos dispusimos a hacer la caminata de las siete cascadas.
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