Llega la hora de poder entrar a los camarotes por lo que para allá que vamos. Nos encontramos en el pasillo ya nuestras maletas y en la entrada de la cabina el sobre con las tarjetas por lo que accedemos al interior.
[align=center]NUESTRO CAMAROTE DEL VOYAGER OF THE SEAS
[align=center]NUESTRO CAMAROTE DEL VOYAGER OF THE SEAS
Como sospechaba no han hecho ni caso a la petición de que dejaran la habitación configurada con 2 camas por lo que va tocar pedirle al cabinista que para la noche lo deje en orden. En una de las mesillas de noche hay un código QR para hacer peticiones, lo activamos y una de las opciones es la separación de camas por lo que le damos el placet. Es útil este sistema para según qué horas pero mejor decírselo al tripulante directamente. Como último detalle vemos que han dejado el diario de a bordo en español, lo cual me congratula de que hayan estado pendientes de la nacionalidad del pasajero de turno en cada cabina.
Como el hambre aprieta decidimos dejar la apertura de maletas y guardado de ropa para después de comer y volvemos a la cubierta 11 en popa para entrar en el buffet Windjammer. Tras el lavado de manos washy, washy, yummy, yummy vamos rápidamente a la búsqueda de mesa puesto que se empieza a notar que el pasaje también está en un estado de inanición parecido al nuestro. Pillamos una mesa de 2 y le comento a mi acompañante que es mejor que nos alternemos a la hora de ir a buscar los alimentos y siempre se quede alguno de los 2 sentado porque los camareros de Royal Caribbean Internacional tienen tendencia, en un exceso de celo, a imaginarse que las mesas están vacías aunque haya comida en las mismas y las desocupan. Mi acompañante me dice que exagero y que dejando cubiertos y vasos de bebidas llenos debería ser suficiente para significar que la mesa está ocupada. Le dejo hacer, dejamos cubiertos y vasos y nos vamos a la pitanza. Volvemos y…. mesa desalojada y ocupada por otras personas. Más vale el diablo por viejo, que por diablo, dice el saber popular. Él se cabrea pero yo no porque lo tengo asumido y sé lo que hay…. Cogemos otra mesa y en lo que restó de semana nos alternamos y ya no tuvimos problemas. En otros días le señalé ejemplos de pasajeros que arramblaban comida, la dejaban casi entera y se marchaban tan panchos y por eso ya los camareros están acostumbrados y si no ven a nadie en un pequeño lapso de tiempo se piensan que hay abandono alimentario y retiran y limpian la mesa. Pagamos justos por pecadores….
Nos ponemos las botas, digo las chanclas, como casi todos los que campamos por la instalación. La comida es variada y hoy, con la novedad, se va la vista por todas las secciones. El resto de la semana irá variando la percepción a medida que se vayan repitiendo las opciones. A la hora de tomar la bebida y una vez catada se produce la incorporación de un nuevo adepto al club “Adicto a la limonada de Royal”. El agua, para los peces….
Finalizada la comida volvemos a la habitación. En ese momento se presenta Lauro, nuestro cabinista para este viaje. Lauro es filipino y chapurrea sólo algo de español por lo que nos comunicamos en inglés. Muy risueño y dispuesto ha hecho un buen trabajo durante la semana y estaba siempre visible por los pasillos. De hecho teníamos la broma de irnos escondiendo para que no nos viera porque invariablemente era salir o entrar y nos lo encontrábamos.
En esta primera conversación dejamos sentadas las bases del viaje:
- Separación de camas (ya le había llegado la solicitud) y distribución de las mesitas de noche.
- Limpieza de camarote por la mañana.
- Diario de a bordo tanto en inglés como en español. ¿Por qué? Porque el que está en nuestro idioma contiene la mitad de información que el que está en inglés. Así, juntando los 2, teníamos toda la información, aparte de la aplicación.
Como viene al hilo, dejo enlace de los Cruise compass de la semana en español, así como información de interés, para general conocimiento: drive.google.com/ ...sp=sharing.
Procedemos a deshacer maletas y guardar cosas. Decir que el espacio existente para tal menester es adecuado pero justito para según qué volumen de equipaje traído al viaje. En nuestro caso, teníamos el armario lleno y los cajones y estantes al 90 % de capacidad. Organizándose hay sitio al final pero he echado de menos las posibilidades de otros barcos disfrutados anteriormente, también más grandes y nuevos, todo sea dicho.
Como mi acompañante manifiesta que se quiere echar una pequeña siesta para compensar los desmanes del frigorífico del hotel de la pasada noche, quedamos en vernos en un rato y yo me marcho de excursión por el barco para hacer fotos, pensar en mis cosas e investigar alguna cuestión.
A esa hora ya el barco ha acogido a sus pasajeros (3.200 esta semana) y todo está muy animado. La zona de piscinas tiene buen ambiente porque la climatología acompaña y todos estamos con la ilusión del inicio de las merecidas vacaciones.
Recorro pasillos y subo y bajo escaleras. Me llevo un poco de chasco porque la decoración es regulera comparada con otros barcos (sólo hay cuadros abstractos o a base de brochazos aleatorios y echo de menos los collages y las obras originales). Dado que ya tenemos asignada mesa para la cena en el comedor principal en la cubierta 4 a popa me acerco por allí a echar un vistazo. Nos ha tocado una mesa redonda para 8 comensales en una fantástica ubicación: junto a una baranda y frente a la escalera que comunica las 3 cubiertas entre las que se distribuye el comedor. Andan por allí ya los camareros preparando el servicio y el que está por la zona me pregunta si es mi mesa y se presenta. Es Rafael, el asistente de camarero, salvadoreño de nacionalidad, que nos atenderá esta semana. "Nos vemos esta noche", concluimos.
Quedan 15 minutos para levar anclas y el director del crucero usa la megafonía para soltar una auténtica parrafada informativa tanto en inglés como en castellano, lo cual se agradece y que se repetirá a lo largo de la semana. El caso es que en ese momento me llaman del trabajo para solucionar un "marrón" y la conversación es casi imposible por el alto volumen de la megafonía. Me muevo entre zonas, cambio de cubiertas pero da lo mismo porque el discurso se está retransmitiendo por todos lados. Me dirijo entonces a un baño pensando que allí estará más silencioso y la situación va a ser surrealista hablando de trabajo delante de los inodoros. Es lo que hay.... Afortunadamente el discurso cesa y salgo a cubierta para reanudar la conversación laboral e intentar solucionarla antes de que el barco zarpe y tenga que dejar inoperativo el móvil. Consigo apagar el fuego justo cuando nos empezamos a alejar del muelle, pongo el móvil en modo avión, rezo para que me dejen en paz lo que queda de vacaciones y me voy a reunir con mi acompañante en la cabina.
Cuando entro en el camarote mi acompañante ya está despierto. Me dice que estaba echando un sueñecito muy rico pero que un señor se ha puesto a hablar por el altavoz del pasillo y le ha despertado (¡qué me vas a contar...!). Menos mal que tuve la picardía antes de irme de apagar el altavoz para que los mensajes de megafonía no suenen dentro de la cabina porque si no, menudo susto se habría llevado. Efectivamente, en el camarote, en un extremo del escritorio hay una rueda que activa y desactiva el altavoz y como uno también ha pasado por esto pues toma precauciones de perro viejo.
Bajamos a la cubierta 5 a la Royal Promenade, alias Gromenauer, a ver el desfile de partida “Leven Anclas”. Por el nombre tiene pinta de ser el mismo que ya vi en el Wonder of the seas hace un par de años pero la idea es que lo disfrute mi acompañante y a mí no me importa repetir. Hay pocos espectadores porque todo el mundo debe estar en cubierta despidiéndose del Pireo por lo que estamos muy cómodos. A nuestro lado se pone una oficial encargada de dirigir y supervisar el transcurso del espectáculo y es curioso de ver la intendencia interna que rodea el momento: gestos, indicaciones, señales y, sobre todo, muy buen rollo y complicidad entre los actores, el resto de la tripulación y nosotros los espectadores. Efectivamente, el show es idéntico aunque a menor escala por las propias dimensiones de la Promenade pero igual de vistoso y divertido.
Finalizado el mismo propongo a mi acompañante subir a una cubierta alta y al aire y ver cómo negocia el crucero la salida a mar abierto. Me comenta que tiene miedo de marearse pero que, de momento, no nota el balanceo. Subimos y la vista es excelente: mar azul y cielo despejado. Nos asomamos a la borda y pasados unos minutos me señala que esta posición le está empezando a dejar una sensación rara en el cuerpo y para evitar males mayores que casi que nos vamos. A lo largo de la semana tuvo algún amago más, sobre todo en acercamientos muy próximos a la baranda, pero en general lo ha llevado bien y sin necesidad de tomar biodramina.
Hacemos tiempo visitando alguna zona más y nos encaminamos al bufet Windjammer porque la cena de esta noche está dedicada a nuestro país (SAY OLÉ TO ESPAÑA, reza el título del evento) y tengo curiosidad por ver qué platos de nuestra rica gastronomía perpetran y, si es el caso, pegarnos una buena merendola. Entramos y realmente la zona temática está circunscrita a la entrada lineal del bufet. Nos encontramos lindezas tales como:
• Patatas bravas: una suerte de cuadrados de patatas con una salsa sospechosa de color radiactivo por encima y que se parece muy mucho a lo que sirven habitualmente en la zona de comida india.
• Tapas: un conjunto de panecillos con cosas por encima.
• Arroz con pollo: una imagen vale más que mil palabras… Si la Esteban viera esto…
Avanzamos por el comedor como si nos persiguiera el león de Nemea teniendo en el magín que la cosa no promete en absoluto. Tenía entendido que cuando proyectaban la noche temática española en el bufet de cena incluían entre los manjares también churros y llevaba yo con ello en mente desde hace tiempo de manera que desde hace una semana tengo un antojo de chocolate con churros bastante pronunciado (a ver si al final sí voy a estar embarazado, he mentido en el cuestionario de salud y mañana me dejan en tierra en Mykonos….).
Nos acercamos a la zona de postres y, efectivamente, hay chocolate líquido y churros. La primera impresión es descorazonadora porque en la bandeja hay una especie de bastones fritos que no se parecen en nada a lo que podemos entender que es un churro. Cogemos una muestra, nos sentamos y catamos el producto. Decía el filósofo de la tierra Anaximandro de Mileto que “el mundo es orden y medida” y esto que estamos probando no tiene ni orden ni concierto. Llamar a esto “churro” es un insulto a todos los churreros del mundo…. Me cojo tal cabreo que me bebo el chocolate de un trago y blasfemo en varios idiomas (de hecho, tenía en el recuerdo ofuscado que había hecho una foto para inmortalizar los engendros pero a la hora de la verdad debe ser que no lo hice por lo que no lo puedo documentar para evitarle el mal trago a otros viajeros en el futuro). Baste la descripción anterior….
Como el OLÉ no da más de sí nos recogemos al camarote para adecentarnos y seguir con el discurrir de la tarde-noche en el crucero. Lo que a continuación acaeció se mostrará en la siguiente etapa.[/align]