Hacer la caminata del Sendero Base Las Torres es uno de los objetivos predilectos de los visitantes al Parque de las Torres del Paine y un auténtico reto para los no profesionales del senderismo, como es nuestro caso.
El Sendero Base Las Torres parte de Hotel Las Torres, pero para llegar hasta él hay que caminar un kilómetro y medio desde los aparcamientos junto al camping.
En total, son 9 kilómetros hasta llegar al Mirador Base Las Torres, salvando un desnivel de 740 metros. El tiempo estimado para el camino de ida es de 4 horas y media, y está catalogado de dificultad media para las primeras tres horas y media y de dificultad alta para la última hora, desde la Guardería Torres hasta el Mirador. La vuelta se hace por el mismo camino que la ida.
Ya habíamos sido advertidos que, en temporada alta, el sendero está más que concurrido y la recomendación, la habitual: empezar muy temprano para evitar la avalancha de media mañana, cuando llegan los autobuses desde Puerto Natales y desde El Calafate, en la parte argentina.
Nos dimos un madrugón importante para cubrir la hora y media conduciendo que separaba nuestra cabaña del parking de la zona de acampada, máximo acercamiento en vehículo al inicio del sendero.
Nos fuimos con lo esencial: varias capas de ropa para lluvia y viento, una mochila con un bocadillo, fruta y una pequeña botella de agua. Por el camino hay sitios más que sobrados donde reponer con el agua del glaciar. Mi cámara se quedó atrás. Nos valimos sólo de nuestros móviles para las fotos de la jornada.
Al inicio del camino también había una buena selección de palos de ramas de árbol utilizadas por anteriores senderistas como apoyo para la caminata. Yo me hice de una de ellas y me fue más que suficiente para toda la excursión.
La mañana empezó algo lluviosa pero sin viento y nos unimos a los primeros grupos de madrugadores para comenzar la caminata. La idea era ir a nuestro ritmo, sin intentar seguir a los que veíamos que iban más rápido, pero sin hacer más pausas que las necesarias para recuperar el aliento después de un repecho.
El primer kilómetro es en ligero descenso, hasta llegar al río Ascencio, pasado el puente colgante, se empieza la subida por el valle de este mismo río.
Se trata de un repecho con una subida continua, en la que, paulatinamente, se va viendo el cauce del río cada vez más abajo.
Esta parte del recorrido es de escasa arboleda y, en algunos tramos, transcurre por los derrubios del pie de monte. De tanto en tanto, hay letreros advirtiendo del peligro ocasional por las fuertes rachas de viento. En esta parte del itinerario, el pequeño grupo que se formó al inicio se había deshecho y marchábamos solos, pasando y siendo pasados según el ritmo de cada uno.
La entrada en el bosque coincide con un ligero descenso hasta llegar al puente que nos pasa, de nuevo, a la margen derecha del río.
En este punto se encuentra el Refugio Chileno, lugar muy concurrido donde se pueden reponer fuerzas y beber o comer algo caliente. Hasta aquí pueden llegar también los que deciden hacer la primera parte del recorrido a caballo, el resto ya lo tienen que hacer a pie.
Llevábamos una hora y media de camino y paramos sólo para tomarnos un zumo y reemprender la marcha rápido para no dejar que los músculos se enfriasen.
Desde el refugio, el sendero discurre por la orilla del río, dentro de la arboleda y con cambios a una y otra margen. Esta es la parte más fácil del camino y permite un respiro para lo que viene a continuación.
Un nuevo puente, junto a la Guardería Torres, nos pasa a la margen izquierda y se inicia aquí el tramo realmente duro del sendero.
Se sube ya por los bloques graníticos de la antigua morrena del glaciar, que son como grandes escalones de una escalera casi interminable. La primera parte es aún dentro del bosque, lo cual protege tanto del sol (este día no) como del viento.
Después se sale del bosque y se entra en la parte más difícil del ascenso, en un canchal con derrubios sueltos que propician los resbalones. Esta parte está completamente expuesta al viento. Los días de fuerte temporal, resulta muy peligroso por el riesgo de ser arrastrados. Nosotros lo hicimos con viento moderado.
Y, por fin, se tiene ya la primera vista de la Laguna Las Torres. A partir de aquí, todavía queda un trecho de camino zigzagueante entre bloques graníticos, hasta llegar al mirador, que marca el fin del sendero.
En total, incluida la pequeña parada en el Refugio Chileno, empleamos tres horas y cuarenta minutos en todo el recorrido de ida. Es decir, cincuenta minutos menos de lo previsto. Hubo otros que lo debieron hacer en bastante menos, sobre todo unos pocos que iban haciendo el recorrido corriendo, que debían de estar preparándose para pruebas de resistencia extrema.
Como se ve en las fotos, tanto en el sendero como ya en el mirador, no había mucha gente. El madrugón había merecido la pena, así que nos tomamos nuestro tiempo para hacernos todas las fotos del mundo, charlar con la gente y descansar un rato. A resguardo, porque el viento empezaba a arreciar y hacía cada vez más frío.
El espacio en el mirador es pequeño y la afluencia empezó a aumentar al mismo tiempo que el viento, así que era el momento de emprender el retorno. El camino de vuelta nos lo tomamos con tranquilidad, entre otras cosas porque había que pararse con frecuencia para que pasaran los grupos que iban subiendo.
En el Refugio Chileno nos tomamos un café caliente, que nos vino muy bien porque el verano en estas latitudes no se corresponden en nada a lo que nosotros entendemos por ese término.
Cuando salimos del bosque, ya con las vistas al lago Sarmiento, entendimos muy bien el porqué de los letreros advirtiendo de los vientos. Algunas rachas nos obligaron a ponernos en cuclillas porque parecía que íbamos a rodar ladera abajo.
En total, fueron nueve horas de senderismo, incluyendo las paradas y el tiempo que estuvimos en el mirador, que fue algo más de una hora.
En el camino de vuelta a nuestra cabaña, todavía tuvimos la suerte de ver un puma en el sector de laguna Amarga. El conductor de un microbús turístico nos indicó hacia lo alto de una loma. donde lo vimos pararse, mirar hacia toda la fila de coches que se habían detenido para verlo y después continuar tranquilamente hasta desaparecer. Al parecer, los primeros que llegaron lo vieron cruzar la carretera.
Todavía nos quedaban dos días más de estancia en el parque, dedicados a recorrer miradores y, sobre todo, a hacer senderismo, lo que contaré en las siguientes jornadas.