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Amanece un nuevo día o más bien habría que decir que los que amanecemos somos nosotros porque en Rávena, ya en Italia, es aún noche cerrada. Hoy nos invitan amablemente a abandonar el barco dado que la travesía ha concluido y los próximos viajeros embarcarán en unas horas.
La sensación que nos invade es de absoluta negación porque no nos queremos marchar de ninguna de las maneras pero la vida sigue, es un hecho inexorable. Medio dormidos subimos al bufé a tomar algo y apurar los últimos momentos en el Voyager of the seas. En el Windjammer todo es movimiento y prisa pero sin la alegría de cuando se embarca el primer día. Cogemos mesa y nos dirigimos a servirnos pero, en mi caso, la sensación de empacho vuelve a aflorar por lo que me cargo de fruta y algo de “grandes éxitos de la semana” y allí que masticamos en silencio como queriendo apurar al máximo nuestra estadía en el barco.
Dejamos con profunda pena el bufé y bajamos a darle los últimos retoques a la maleta y estar preparados para el desembarque. Revisamos concienzudamente cada centímetro cuadrado de balda, estante, cajón y armario para no dejarnos nada atrás y aguardamos el momento para estar listos y bajar a tierra. Por la ventana de la cabina podemos ver a otros pasajeros por la Gromenauer con las maletas a cuestas realizando el mismo proceso que nos tocará hacer a nosotros en unos minutos.
Mientras hacemos tiempo nos asomamos por la puerta para ver si vemos a Lauro, nuestro cabinista, con el fin de despedirnos. Él nos ve antes que nosotros a él y viene disparado dándonos los buenos días. Le agradecemos su trabajo a lo largo de la semana y le deseamos lo mejor en la vida. Nos desea un buen viaje y continúa con su labor desenfrenada que es ya a estas horas de la mañana el preparar los camarotes de su zona para que estén listos y en condiciones para los próximos huéspedes. La piedra de Sísifo no descansa.
El día de antes Lauro nos había dejado en el camarote unas hojas informativas con el procedimiento de desembarque. En la naviera puedes optar por dejar las maletas la víspera en el pasillo, marcándolas con etiquetas, y la tripulación te la deja en la terminal del puerto para su recogida o bien quedarte con las maletas y bajarlas tú mismo. En mi caso, siempre prefiero bajarlas a que me las bajen porque así puedo guardar en la misma el neceser o el pijama, por ejemplo, y que si hubiera dejado la maleta fuera tendrían que ir en la mochila de mano, ocupando y pesando.
Nuestra idea es la siguiente: el autobús urbano que nos tiene que llevar de Porto Corsini, donde está atracado el barco, a la estación de ferrocarril de Rávena, última parada y muy próxima a nuestro hotel pasa por la parada de Via Terzo Sirotti a las 08:40 horas, aproximadamente. Por ello a las 08:00 cogeremos las maletas, desembarcaremos con tiempo para ir con margen, compraremos los billetes del bus y esperaremos en la citada parada a que llegue el mismo.
Aquí es conveniente informar de cómo está el tema de los traslados desde el puerto de Rávena puesto que hay varias combinaciones con sus costes correspondientes:
- Taxi: parece que hay pocos en la ciudad y hablando del coste hace 2 años eran 20 euros el trayecto Porto Corsini -centro ciudad de Rávena (y viceversa) y en 2024 ha subido a 40 euros de 1 a 3 personas y a 50 euros para 4 personas.
- Transporte privado: lo que ya uno contrate y dependiendo del recorrido que vaya a hacer.
- Bus lanzadera que ofrece Turismo de Rávena: 20 euros/trayecto. Más información en www.turismo.ra.it/ ...-terminal/
- Bus lanzadera que pone la naviera: unos 12 euros/trayecto.
- Bus público nº 90: 2,50 euros/trayecto.
Dice el proverbio latino: Pecunia, si uti scis, ancilla est; si nescis, domina (si sabes cómo usar el dinero, el dinero será tu esclavo. Si no sabes, el dinero será tu amo). Nosotros queremos usar bien el nuestro y vamos a optar por el autobús público y con lo que nos ahorremos con respecto a las otras opciones ya tenemos, por ejemplo, para pagar luego las visitas a los recintos con mosaicos.
Llega la hora de la verdad y de la despedida. Dejamos con tristeza nuestro camarote, que tan buen servicio nos ha hecho, y esperamos pacientemente a que algún ascensor baje más o menos sin ocupar para poder llegar a la cubierta de desembarque. El proceso nos lleva sus 10 buenos minutos porque todos estamos a lo mismo y los ascensores van repletos pero, por fin, salimos al muelle, pasamos por la terminal donde están las maletas de los pasajeros que han optado por la opción correspondiente y salimos al aire libre del puerto italiano de Rávena echando la vista atrás para tener una última visión del Voyager of the seas.
En este momento he de decir que estoy un tanto nervioso porque ésta es la némesis del viaje. Ha sido mucho tiempo empapándome de este puerto para saber cómo mejor proceder a la hora de llegar al casco urbano y ahora era el momento de ponerlo en práctica. Si a ello se une la desinformación de la naviera y el temporal de los pasados días que pudiera haber afectado a la línea de autobús, tengo un runrún en el estómago que no me deja tranquilo. Barajo incluso la posibilidad, llegado el caso en que la línea 90 del bus no funcione, de “colarnos” en las lanzaderas de la naviera, pagando su importe claro está, aun no habiendo reservado. Y es que estamos en el mismo caso que el puerto de Chania en el sentido de que Porto Corsini está al quinto pino de la ciudad propiamente dicha.
Seguimos el traquetear de las maletas por el paso de cebra siguiendo a una nutrida muchedumbre que va buscando su medio de transporte que le llevará a su destino. Voy a describir el recorrido para sea de utilidad a futuros viajeros: según sales de la terminal cubierto arranca un paso de cebra en el sentido de la marcha pegado a una valla de manera el barco queda perpendicular al paso de cebra. Sigues avanzando y a la derecha (a la izquierda está el barco y el mar) te encuentras el parking con los autobuses, minivolúmenes y demás. Avanzando un poco más, a la derecha del paso de cebra, aparece una caseta grande de madera marcada como información turística. Ése es nuestro primer destino.
Esta caseta es el lugar para adquirir los billetes del bus n.º 90. En puridad, también se pueden pagar en el propio autobús con tarjeta de crédito o débito (1 billete por tarjeta) o a través de varias aplicaciones de móvil que permiten el pago asociándolo a dicha tarjeta. En su día escribí a la empresa concesionaria del transporte público de Rávena, Startromagna, sobre el particular y me contestaron lo siguiente:
Puedes comprar el billete desde una de las aplicaciones disponibles que debes descargar previamente en tu smartphone: www.startromagna.it/ ...martphone/
Alternativamente, en uno de los comercios autorizados: www.startromagna.it/ ...i-vendita/
O mediante el sistema de pago a bordo: www.startromagna.it/ ...stema-emv/
No es posible comprar a bordo al conductor.
Por tanto, me acerco a la caseta y delante hay un grupo de cruceristas comprando billetes. Pego la oreja y me doy cuenta de que les están vendiendo la lanzadera de 20 euros que ofrece la Oficina de Turismo de la ciudad. ¡Vaya…! Me toca, entono el “buon giorno” de rigor y pido 2 billetes para el autobús n.º 90. La empleada me mira con cara de “¿cómo sabes que existe esta opción? “ y hace ademán de coger el taco de billetes que tiene en un estante pero, a continuación, me dice que el bus no pasa. Se detiene el universo…. Mira el ordenador y me añade que no pasa hasta dentro de media hora y yo le digo que, según el horario previsto en la web, pasa a las 08:40 horas (creo recordar que eran como las 08:20). Lo vuelve a mirar, asiente y me despacha los 2 billetes. Le pregunto para dónde hay que ir para llegar a la parada de Terzo Sirotti (me vuelve a mirar con la misma cara de “este hombre sabe de lo que habla”), me señala la dirección y me desea una feliz estancia en Rávena. Como toda esta conversación se ha desarrollado en español no hay dudas al respecto y es bueno tenerlo en cuenta de cara a ir allí a informarse y preguntar en nuestra idioma porque los que allí entienden manejan nuestra lengua de Cervantes.
Efectivamente, rodeamos la caseta por la izquierda, avanzamos un poco de frente por la calzada y a continuación sale un camino asfaltado a derechas que te lleva fuera del puerto. Andando por ese camino el muelle y el mar queda a la parte izquierda de la marcha. Andando, andando por este camino se nos van unos 6-8 minutos a buen paso y cuando termina sale una calle a la derecha que es Via Terzo Sirotti y, enfrente, está la parada del autobús.
Hemos llegado como 10 minutos antes de la llegada prevista del autobús por lo que ya se puede hacer una idea el futuro viajero que calcule unos 45 minutos en hacer el trayecto entre bajar del barco, comprar los billetes y llegar a la parada, yendo con margen para imprevistos.
En la parada hay un papel fijado con celo en la marquesina que informa de que se ha ampliado el horario del servicio del autobús hasta finales de octubre ajustándolo a las llegadas de cruceros a puerto y ello hay que destacarlo porque esto significa que existe coordinación entre la autoridad portuaria y la empresa de transportes.
Mientras esperamos en la parada y yo suspirando de alivio de que hayamos llegado en tiempo y forma, nos damos cuenta de que estamos solos por allí. No se ve un alma ni lugareña ni turística y me resulta raro en lo segundo porque no me creo que podamos ser los únicos en utilizar esta vía de transporte de todos los que hemos viajado en el barco. Según van pasando los minutos seguimos sin estar en compañía y, egoístamente hablando, nos parece bien porque así no tendremos problemas a la hora de entrar al bus. Me imaginaba yo una larga de cola de personas y maletas e incluso barajé la posibilidad de retroceder a la parada anterior, a 5 minutos andando, para garantizarnos plaza en el transporte.
Por fin, a lo lejos, se adivina la figura de un autobús. Es el n.º 90 y para a nuestro lado. Subimos por las puertas del medio, pasamos los billetes por un dispositivo para validarlos y buscamos asiento. El autobús viene medio vacío y la zona del medio del mismo destinada para equipaje, carros de bebé y demás está ocupada por un patinete. Nos medio apañamos en varios asientos y el bus reanuda la marcha. ¡Misión cumplida!
El recorrido viene a durar unos 25 minutos y nosotros nos bajaremos en la parada de la estación de ferrocarril de Rávena, que es la última del recorrido por lo que no hay pérdida alguna (lo mismo al revés, ésta es la primera parada para ir a Porto Corsini). El trayecto es un tanto desangelado porque transcurre por carreteras, polígonos industriales y zonas sin atractivo paisajístico alguno. Eso sí, está todo hecho un barrizal, señal inequívoca de la borrasca que ha asolado esta zona los últimos días.
Llegamos a nuestro destino y descendemos del autobús. Por fin estamos en Rávena y comienza la última parte de nuestro viaje.
De lo que acaeció el resto del día se contará en la próxima etapa.
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