¡Buenos días, Calgary! Antes del amanecer, ya estábamos con los ojos como platos, más despiertos que un búho en una discoteca. Con los primeros rayos de sol, nos lanzamos a por un desayuno digno de campeones, cortesía de las provisiones de la casa.
Sin haber visto ni el pelo a los dueños de la casa (¿fantasmas amables?), cargamos el coche y pusimos rumbo a Browning, con parada obligatoria en el supermercado del pueblo.
Alojamiento y coche
El viaje hasta la frontera con USA fue de unas 3 horas, más monótono que un maratón de teletienda. Tras dejar atrás Calgary, nos encontramos con carreteras interminables y más rectas que un palillo.
En la frontera, tuvimos que hacer una parada en la cantina de los guardas fronterizos. Nos hicieron bajar del coche y entrar en la oficina. Mi inglés, digno de un cavernícola, no les convenció de mis intenciones pacíficas. Quizás debería haber practicado más con Duolingo.
Tras el interrogatorio digno de película de espías, ¡por fin entramos oficialmente en USA! Y como si fuera un comité de bienvenida, a menos de 3 kilómetros, un águila calva nos saludó desde un poste telefónico. ¡Bienvenidos a América, señores!
Las montañas empezaban a asomar en el horizonte, pero el cielo parecía haber tenido una noche de juerga: había más calima que visibilidad.
Pasamos por Babb, rozando Glacier NP, pero aún nos quedaba un trayecto de 45 minutos hasta Browning. Este pueblo, con poco más de 1000 habitantes (la mayoría nativos americanos pies negros), tiene el dudoso honor de ostentar el récord de mayor oscilación térmica en 24 horas: de 7º a -50º. ¡Vamos, un día de playa y otro de iglú!
En el IGA de Browning, hicimos una compra digna de prepararse para el apocalipsis: 270 dólares en noodles, galletas, chocolates, frutos secos, tortillas para burritos, embutidos, latas de atún, ternera... Creo que podríamos sobrevivir a un invierno nuclear con tanta comida.
Tras nuestra épica compra, por fin pusimos un pie en el famoso Glacier National Park. Y como buenos turistas responsables, aflojamos los 35 dólares por el pase de una semana. ¡Más vale prevenir que ser multado!
Antes de adentrarnos en nuestro campamento, hicimos una parada estratégica en el Swiftcurrent Motor Inn. ¡Vaya tienda tienen ahí! Nos equipamos como si fuéramos a conquistar el Everest: spray antiosos (porque nunca se sabe cuándo te vas a encontrar con Yogui), gas para cocinar nuestros gourmet campestres, repelente de mosquitos (para no convertirnos en el buffet local) y tokens para las duchas (porque oler a naturaleza está bien, pero tampoco hay que pasarse).
Al llegar al campamento, el anfitrión nos dio la bienvenida con una noticia que hizo que se nos pusiera la piel de gallina: "Cuidado, que un par de osos negros han estado de paseo por aquí estos días". ¡Genial! Justo lo que necesitábamos para dormir tranquilos.
Con el estómago rugiendo, nos zampamos un bocata digno de concurso antes de lanzarnos a nuestra primera aventura: la ruta a Cracker Lake.
Reponiendo fuerzas en el campamento
Sin haber visto ni el pelo a los dueños de la casa (¿fantasmas amables?), cargamos el coche y pusimos rumbo a Browning, con parada obligatoria en el supermercado del pueblo.

El viaje hasta la frontera con USA fue de unas 3 horas, más monótono que un maratón de teletienda. Tras dejar atrás Calgary, nos encontramos con carreteras interminables y más rectas que un palillo.
En la frontera, tuvimos que hacer una parada en la cantina de los guardas fronterizos. Nos hicieron bajar del coche y entrar en la oficina. Mi inglés, digno de un cavernícola, no les convenció de mis intenciones pacíficas. Quizás debería haber practicado más con Duolingo.
Tras el interrogatorio digno de película de espías, ¡por fin entramos oficialmente en USA! Y como si fuera un comité de bienvenida, a menos de 3 kilómetros, un águila calva nos saludó desde un poste telefónico. ¡Bienvenidos a América, señores!
Las montañas empezaban a asomar en el horizonte, pero el cielo parecía haber tenido una noche de juerga: había más calima que visibilidad.
Pasamos por Babb, rozando Glacier NP, pero aún nos quedaba un trayecto de 45 minutos hasta Browning. Este pueblo, con poco más de 1000 habitantes (la mayoría nativos americanos pies negros), tiene el dudoso honor de ostentar el récord de mayor oscilación térmica en 24 horas: de 7º a -50º. ¡Vamos, un día de playa y otro de iglú!
En el IGA de Browning, hicimos una compra digna de prepararse para el apocalipsis: 270 dólares en noodles, galletas, chocolates, frutos secos, tortillas para burritos, embutidos, latas de atún, ternera... Creo que podríamos sobrevivir a un invierno nuclear con tanta comida.
Tras nuestra épica compra, por fin pusimos un pie en el famoso Glacier National Park. Y como buenos turistas responsables, aflojamos los 35 dólares por el pase de una semana. ¡Más vale prevenir que ser multado!
Antes de adentrarnos en nuestro campamento, hicimos una parada estratégica en el Swiftcurrent Motor Inn. ¡Vaya tienda tienen ahí! Nos equipamos como si fuéramos a conquistar el Everest: spray antiosos (porque nunca se sabe cuándo te vas a encontrar con Yogui), gas para cocinar nuestros gourmet campestres, repelente de mosquitos (para no convertirnos en el buffet local) y tokens para las duchas (porque oler a naturaleza está bien, pero tampoco hay que pasarse).
Al llegar al campamento, el anfitrión nos dio la bienvenida con una noticia que hizo que se nos pusiera la piel de gallina: "Cuidado, que un par de osos negros han estado de paseo por aquí estos días". ¡Genial! Justo lo que necesitábamos para dormir tranquilos.
Con el estómago rugiendo, nos zampamos un bocata digno de concurso antes de lanzarnos a nuestra primera aventura: la ruta a Cracker Lake.

Cracker Lake: Una Odisea de 20 km y Mucha, Mucha Caca de Caballo
Esta ruta es como una media maratón, pero con vistas espectaculares: 20 km ida y vuelta, 570 metros de desnivel y un lago glaciar de un azul tan intenso que parece que le han echado lejía.
Lo curioso de este sendero es que es muy popular entre los jinetes. Así que prepárate para jugar al "esquiva el mojón" durante buena parte del camino. ¡Menos mal que estaba seco! Porque según las leyendas locales, con lluvia se convierte en un tobogán de fango y... bueno, ya os imagináis.
El camino empieza suave mientras rodea el Lago Sherburne antes de comenzar a ascender más seriamente entre un denso bosque.
Lago Sherburne y ascenso por el bosque
Se cruza un puentecito sobre el arroyo Allen (si no se hace y si se sigue recto podrías ir al lago Snow Moon y a la cascada Falling Leaf) y llegamos a la zona alta del cañón del arroyo Canyon, mucho más caudaloso. El camino sigue y cruza varias zanjas de avalanchas mientras avanza paralelo al arroyo, cruzando un amplio prado justo cuando el sendero se adentra en el drenaje. Con algo más de 5,5 kilómetros en las piernas se cruza un puente más largo y entramos en un bosque subalpino. Empieza a divisarse la larga cresta de Cracker Peak, mientras el sendero se abre hacia la amplia cuenca de Cracker Lake, con sus empinadas pendientes consideradas una zona óptima para ver grizzlis. De hecho, por el camino otros senderistas a los que preguntamos por si habían visto osos, nos comentaron que no, pero que otros chicos por la mañana le habían dicho que sí.
Puente sobre Canyon Creek
Después de 9 km de sudor y canciones desafinadas, llegamos al lago. ¡Y vaya lago! Aunque el sol de frente no nos dejó sacarle todo el partido fotográfico (nota mental: la próxima vez, ir por la mañana). Aun así, con la montaña Siyeh de fondo, parecía una postal viviente.
Cracker Lake
Aprovechamos que hay una serie de riscos altos sobre las salidas del lago para ir allí y tener una vista más aérea del lago, descansar, disfrutar, ver que quitando una de las parcelas de los backpacking camps están todas libres (aunque estaban todas reservadas) y tras divisar unas cuantas nubes cargadas de agua, nos volvimos por el camino que habíamos utilizado.
No tuvimos ninguna alegría faunística quitando las ardillas de tierra, pero también es cierto que andábamos pegando gritos para advertir de nuestra presencia a los osos que en nuestra maginación siempre estaban al acecho.
El cañón de Canyon Creek con Wynn Mountain
Lo curioso de este sendero es que es muy popular entre los jinetes. Así que prepárate para jugar al "esquiva el mojón" durante buena parte del camino. ¡Menos mal que estaba seco! Porque según las leyendas locales, con lluvia se convierte en un tobogán de fango y... bueno, ya os imagináis.
El camino empieza suave mientras rodea el Lago Sherburne antes de comenzar a ascender más seriamente entre un denso bosque.


Se cruza un puentecito sobre el arroyo Allen (si no se hace y si se sigue recto podrías ir al lago Snow Moon y a la cascada Falling Leaf) y llegamos a la zona alta del cañón del arroyo Canyon, mucho más caudaloso. El camino sigue y cruza varias zanjas de avalanchas mientras avanza paralelo al arroyo, cruzando un amplio prado justo cuando el sendero se adentra en el drenaje. Con algo más de 5,5 kilómetros en las piernas se cruza un puente más largo y entramos en un bosque subalpino. Empieza a divisarse la larga cresta de Cracker Peak, mientras el sendero se abre hacia la amplia cuenca de Cracker Lake, con sus empinadas pendientes consideradas una zona óptima para ver grizzlis. De hecho, por el camino otros senderistas a los que preguntamos por si habían visto osos, nos comentaron que no, pero que otros chicos por la mañana le habían dicho que sí.

Después de 9 km de sudor y canciones desafinadas, llegamos al lago. ¡Y vaya lago! Aunque el sol de frente no nos dejó sacarle todo el partido fotográfico (nota mental: la próxima vez, ir por la mañana). Aun así, con la montaña Siyeh de fondo, parecía una postal viviente.

Aprovechamos que hay una serie de riscos altos sobre las salidas del lago para ir allí y tener una vista más aérea del lago, descansar, disfrutar, ver que quitando una de las parcelas de los backpacking camps están todas libres (aunque estaban todas reservadas) y tras divisar unas cuantas nubes cargadas de agua, nos volvimos por el camino que habíamos utilizado.
No tuvimos ninguna alegría faunística quitando las ardillas de tierra, pero también es cierto que andábamos pegando gritos para advertir de nuestra presencia a los osos que en nuestra maginación siempre estaban al acecho.

El Regreso y el Encuentro Cercano con el Moose
De vuelta al campamento, y tras una ducha bien merecida (gracias, tokens), decidimos probar suerte en el Fishercap Lake para ver si pillábamos algún moose. ¡Y vaya si los pillamos! Una hembra moose posando como una diva y una cierva haciendo un cameo.
Fishercap Lake. Moose. Cierva
Pero lo mejor estaba por llegar. Ya en nuestro campamento, mientras nos deleitábamos con una tortilla de bacon y queso (porque después de 20 km te comes hasta las piedras), oímos unos crujidos cerca. Y de repente, ¡zasca! Un moose macho paseándose a 5 metros de nosotros como Pedro por su casa. Y por si fuera poco, minutos después, ¡otro más! Parece que habíamos montado nuestro campamento en la ruta del paseo nocturno de los moose.
Bull moose: la foto no vale ni un duro, pero era casi de noche
Y así, entre lagos azules, osos invisibles y moose paseantes, terminó nuestro primer día en Glacier National Park. ¿Qué nos deparará mañana? ¡Quién sabe! Pero seguro que será una aventura digna de contar.



Pero lo mejor estaba por llegar. Ya en nuestro campamento, mientras nos deleitábamos con una tortilla de bacon y queso (porque después de 20 km te comes hasta las piedras), oímos unos crujidos cerca. Y de repente, ¡zasca! Un moose macho paseándose a 5 metros de nosotros como Pedro por su casa. Y por si fuera poco, minutos después, ¡otro más! Parece que habíamos montado nuestro campamento en la ruta del paseo nocturno de los moose.

Y así, entre lagos azules, osos invisibles y moose paseantes, terminó nuestro primer día en Glacier National Park. ¿Qué nos deparará mañana? ¡Quién sabe! Pero seguro que será una aventura digna de contar.
Enlace ruta Cracker Lake en Alltrails