A continuación, volvimos a la calle Dluga. Sin dejar de fijarnos en las espléndidas fachadas que nos rodeaban -en las que se puede encontrar de todo, incluso feroces dragones
- y que antaño se integraban en el Gran Mercado, seguimos hasta la Casa Dorada (1609, con un gran friso y los bustos de cuatro reyes polacos), pasamos junto al Termómetro Fahreneait y llegamos a la Puerta Verde, del siglo XVI, con cuatro arcos y cuyas dependencias superiores fueron pensadas para residencia real, aunque apenas se utilizaron para ese fin.




Después de hacer un montón de fotos a las casas que la rodean, al salir al río nos fijamos en que una parte de la puerta estaba en obras, así que tuvimos que esquivar las lonas y la maquinaria desde el contiguo Puente Verde.


A partir de aquí, caminando por este lado del canal del río, se obtienen unas bonitas vistas de los edificios del llamado Muelle Largo, incluyendo el de la famosa Puerta-Grúa Medieval (Żuraw Gdański), del siglo XIV, que, además de puerta de acceso, se utilizaba para izar las mercancías de los barcos accionando dos enormes ruedas movidas por hombres que caminaban por su parte interna y que permanecen a la vista actualmente formando parte también del Museo Marítimo Nacional, que se encuentra enfrente, al otro lado del canal del río Motlawa.




Este muelle es nuevo y está repleto de terrazas, pero más adelante no encontramos ningún puente o pasarela para ir al otro lado, así que tuvimos que regresar a la Puerta Verde y caminar por Dlugie Pobrzeze (que estaba en obras) hasta la Puerta-Grúa, que cruzamos hacia la calle Szeroka, si bien nos atrajeron más las vistas hacia las callejas de los lados, zonas de investigamos tranquilamente, topándonos con las típicas casas de colores, algún museo y varios templos, como la Iglesia de San Juan en un extremo y, en el otro, la Capilla Real, fundada por el rey Juan III en el Siglo XVII para que la utilizaran los católicos, que por entonces era minoría, junto a la Fuente de los Cuatro Barrios y la Basílica de Santa María.

En medio, la encantadora calle Mariacka, de apenas 200 metros de largo, repleta de tiendas y talleres de joyas y objetos de ámbar, típicos de esta región. Fue una de las primeras en ser reconstruidas tras la Guerra y se utilizaron fotografías antiguas para devolverle en lo posible su aspecto anterior. Fuimos ya cuando la mayor parte de la gente se había ido y los comerciantes estaban quitando los puestos callejeros. Lo malo es que estaba cayendo la tarde y las sombras hacían que las fotos salieran oscuras.





Al cabo de un rato, llegamos frente a uno de los edificios más bonitos, la Gran Armería, que sirvió de arsenal tras su construcción a principios del siglo XVII en estilo flamenco-manierista. La fachada cuenta con una torre a cada lado y está dividida en frontones, adornados con balas de cañón esculpidas en bronce. En la actualidad, alberga la Academia de Arte.

Callejeando, pasamos por la Iglesia de Santa Catalina y la Iglesia de Santa Brígida. Ya de camino hacia nuestro hotel, vimos el Teatro Wybrzeze, la Iglesia de San Nicolás y el Mercado cubierto. También, la Torre de Jacinto, una curiosa torre medieval octogonal de 36 metros de altura, construida en el siglo XIV como parte de la fortificación de la ciudad pero que más tarde fue utilizada como almacén y prisión.

Después, pasamos por el Antiguo Ayuntamiento y el Gran Molino, fundado en 1350 por los caballeros teutónicos y que no dejó de funcionar hasta el incendio que lo destruyó en 1945. Reconstruido en 1962, actualmente alberga una galería comercial. Enfrente, está el Molino Pequeño, del siglo XIV, ubicado sobre uno de los brazos del canal; al lado, se puede ver la casa que fue de los molineros que data del siglo XVII.

Ya era casi de noche y llevábamos horas caminando: estábamos agotadas, así que fuimos a descansar unos minutos al hotel antes de cenar. Más tarde, ya recuperados el estómago y las piernas, retomamos nuestra caminata.


Gdansk al anochecer.
La verdad es que pensábamos dar solo un paseo rápido, pero Gdansk nos había gustado tanto que prácticamente volvimos a recorrer todo el casco viejo, ahora bastante menos concurrido que por la tarde, aunque seguía habiendo muy buen ambiente y todavía quedaba mucha gente cenando o tomando algo en las terrzas.


Dimos una vuelta, recorrimos los lugares ya vistos y tomé algunas fotos.


Mientras paseábamos, mi amiga y yo coincidimos en que Gdansk tiene algo especial, un no sé qué que conquistó nuestros vista y nuestro corazón pese a que en buena parte sea una ciudad reconstruida.

